Tan grotescos
resultaron a la vista de cualquier persona con un poco sentido común, los mítines
de repudio orquestados por los delegados de la sociedad civil transportada
desde Cuba por el gobierno del General Castro, que los exégetas y maquillistas
oficiales, amanuenses de oficio, han tenido que saltar alarmados para
establecer una explicación coherente a lo sucedido, tarea imposible, pero los
supuestos intelectuales, que actúan más bien como cosmetólogos ideológicos,
siempre están dispuestos a justificar sus cada vez más mermadas prebendas.
El número más reciente de la revista digital
La Jiribilla (726), uno de los medios dedicados a
expresar la versión oficial de la cultura cubana, recoge un dossier de
artículos publicados al respecto, en otros medios o escritos a solicitud de la
revista. El propósito es “responder” principalmente al periodista uruguayo
Fernando Ravsberg, exreportero de la BBC, compañero de viaje que reside en Cuba
y que por lo general defiende a la revolución con cierto sentido “crítico” (que
no va más allá de la vergüenza ajena que siente cualquier extranjero que tiene
que defender de manera relativamente creíble lo indefendible), que se atrevió a
criticar la ejecutoria de los delegados, aunque siempre comprendiendo los
principios que propugnan.
La colección de
artículos no es más que un mal orquestado intento de ofrecer opiniones
aparentemente disímiles, pues a algunos la gritería y la grosería les parece
mal, pero a la larga todos justifican el hecho en base a que: “fueron
provocados”, “los culpables son los americanos”, “no se puede compartir una
mesa con un asesino como Félix Rodríguez”…¿Suena familiar? Es el reciclaje de
la misma retórica, el presentar únicamente posiciones antitéticas, sin matices,
la versión moderna de “Patria o Muerte” (que nunca ha desaparecido).
Silvio parece
criticar la conjura contra Ravsberg y finge molestia respecto a la gresca, pero
la justifica por el aspecto de provocación de las delegaciones disidentes.
Amaury Pérez cree que el debate es más sano, y expresa que “nuestra historia
como nación puede exhibir múltiples ejemplos de juicio y altura en sus
desacuerdos” (es difícil saber a quién se refiere), pero eso lo escuda con la
siguiente frase: “En la Cuba futura, la que promueve con fuerza, vigor e
inteligencia nuestro General Presidente…” Que conste que no hay aquí ironía. Sé muy bien
que Amaury no tiene el menor sentido del humor. Pero bueno, Amaury y Silvio no
son intelectuales.
Aurelio Alonso en
su trabajo, justifica los exabruptos porque existió una “prefabricación
provocadora e inescrupulosa de los foros periféricos” y acto seguido comienza a
utilizar una terminología pedestre, de instructor de barrio, acusando a “la
mafia de Mami” de crear la provocación con su apoyo financiero a seres
indeseables.
Rafael Hernández
aparenta cautela intelectual en su trabajo y básicamente trata de poner contra
la pared a los disidentes cubanos, que según él ahora van resultar un estorbo
para la política americana de restablecimiento de relaciones, ya que la “mayoría
de ellos se opone a esta”. En el mismo artículo se hace una serie preguntas
como “qué harían los Estados Unidos con un grupo que recibe apoyo financiero de
una potencia vecina”, y lo único que demuestra es su falta de comprensión de la
tolerancia que existe respecto a los opositores en cualquier país civilizado.
Esto tiene su corolario en las declaraciones estúpidas de Abel Prieto en las
cuales compara a los disidentes cubanos con Al Qaeda. Ya resulta imposible
preguntarse qué hacen individuos inteligentes defendiendo un espejismo, un
delirio que se deshace.
Pero lo curioso
es que todos tienen un común denominador, el reforzamiento del discurso binario,
el blanquinegrismo intolerante y de nuevo, la base de todo, la identificación
de Cuba-Pueblo-Revolución-Partido-Estado como unidad inseparable. Si alguien se
opone a uno se enfrenta a todos. Esto justificará siempre no solamente la
gritería, los ataques verbales y los asaltos tribales organizados, sino también
la represión violenta contra quien sea considerado como un enemigo de esa
pentarquía unitaria.
En momentos en
los cuales proclaman cambios y apertura, el discurso que rige sus acciones, se
cierra con más fuerza en el aislacionismo, la xenofobia, el desprecio a la
diversidad y el patriotismo pueril. Como señaló recientemente en una entrevista
Michel Houellebecq, los patriotas necesitan enemigos.
Roberto Madrigal