La compañía de ballet de Cincinnati (Cincinnati Ballet Company), fue originalmente creada en 1958 con
más entusiasmo que fondos monetarios bajo el nombre de Cincinnati Civic Ballet, pero no fue hasta 1963 que, en
coordinación con la Universidad de Cincinnati, se estableció oficialmente como
compañía reclutando 41 bailarines, ninguno de los cuales recibía pago por sus
actuaciones, bajo la dirección del alemán Oleg Sabline, que era profesor de
ballet en dicho centro universitario. No fue hasta 1970 que se contrataron diez
bailarines bajo salario. El director era entonces David McLain pero la compañía
ganó reputación nacional porque sus bailarines fueron entrenados para dominar
las técnicas contemporáneas del coreógrafo americano Lester Horton. A mediados
de la década del setenta incorporaron ballets más tradicionales, principalmente
de Balanchine y comenzaron giras nacionales desde Nueva York hasta Puerto Rico.
La compañía se mantuvo bien pequeña y con aspiraciones
modestas, pero tras la muerte de McLain en 1984, tomó las riendas del conjunto el
legendario bailarín británico Frederic Franklin, quien comenzó su carrera
bailando con Josephine Baker en el casino de Paris y después tuvo como
partenaires a Alicia Markova, Moira Shearer y Alicia Alonso entre otras, y luego
fundó el
National Ballet of Washington. Franklin asumió un
rol de transición y en 1986 convenció al húngaro Ivan Nagy, quien acababa de
crear el ballet nacional de Chile y a quien el propio Franklin ayudó a desertar
a los Estados Unidos en 1966, para que se hiciera cargo de la compañía. Esto
fue un paso decisivo y permitió al Cincinnati Ballet Company dar un gran salto
de calidad, consolidarse artísticamente, mejorar su situación económica atrayendo
donantes de peso y aumentar su prestigio nacional. Después de tres años vitales
para la compañía Nagy partió a Inglaterra. La compañía tuvo varios directores
hasta que en 1997 Victoria Morgan se convirtió en su directora artística, cargo
que aún mantiene y bajo cuya guía el elenco ha crecido, se ha estabilizado y ha
continuado su excelencia artística. Hoy en día sigue siendo una relativamente pequeña
institución con 31 bailarines, lo cual dadas sus ambiciones, pone grandes
exigencias en estos, para cumplir con un apretado y variado programa. Si la
compañía no se conoce más nacionalmente no es por falta de méritos, sino por un
provincianismo que permea a la ciudad, que se mira constantemente al ombligo y
que prefiere muchas veces no divulgar sus secretos.
El ballet de Cincinnati fue un trampolín para algunos destacados
bailarines cubanos que abandonaron las filas del Ballet Nacional de Cuba. Por aquí
pasaron Nelson Madrigal, su esposa Lorna Feijóo y Adiarys Almeida, quienes hoy
se encuentran en el Boston Ballet. Muchos
otros bailarines cubanos han venido como invitados en ciertas producciones. En
este momento la compañía cuenta con cinco cubanos, lo cual la convierte en la compañía
de ballet de los Estados Unidos que más cubanos tiene en su elenco.
Cervilio Miguel Amador, quien a los 18 años integró el
Ballet Nacional de Cuba y que en un año fue promovido a corifeo, una noche de
Octubre de 2003 decidió, junto con Gema Díaz, integrante del cuerpo de baile
del mismo ballet, desertar de la compañía durante una escala en Daytona Beach,
logró ser aceptado en el ballet de Cincinnati en el año 2004 y desde el 2006 es
Bailarín Principal (Principal Dancer) del mismo. Gema, batallando lesiones, se
abrió paso poco a poco y hoy ocupa la posición de Senior Soloist. En la temporada de 2011 se unió al ballet Rodrigo
Almarales, hijo de bailarines destacados (Miriam González y Adaris Héctor
Almarales), salió de Cuba muy joven y ha vivido y bailado en México, Canadá,
España y Alemania. En sólo un año con la compañía, se ha ganado la posición de
solista. Este año llegaron a la compañía Romel Frómeta, quien fuera por años
bailarín principal del Ballet Nacional de Cuba, después de tres años dando
vueltas por España, República Dominicana y Puerto Rico, y Ana Gallardo, de apenas
20 años, llegada a Miami hace tres años, quien pasó un aprendizaje el año anterior
en el ballet de Boston.
Desde este pasado fin de semana y por el resto de esta
semana, se está llevando a cabo la tradicional producción navideña del Cascanueces, con una innovadora y
particularísima coreografía de Victoria Morgan. Si bien este no es un ballet en
el cual se da amplio destaque a las habilidades individuales de los bailarines,
los cubanos han ocupado el centro de la producción, intercambiando papeles en
los pas de deux principales. No hay
dudas de que junto con el ajedrez, el establecimiento de una sólida escuela de
ballet has sido el otro logro del castrismo, gracias por supuesto a Alicia,
Fernando y Alberto Alonso. Los bailarines cubanos se notan inmediatamente
distintos y, perdonen el chovinismo, mejores que el resto.
El fin de semana pasado Cervilio hizo gala de su dominio
técnico, pero además incorpora a sus papeles muchas de sus características
personales. Cervilio es un líder natural y no necesita esforzarse para brillar
como un perfecto partenaire, desplegando intuición y sofisticación artísticas
sin necesidad de alarde. Hace fácil lo difícil, lo que ostenta es naturalidad.
Gema tiene una proyección escénica insuperable, cuando le toca su turno todos
los ojos se concentran en ella y en la sobria gracia de sus movimientos. Es
precisa en su actuación pero exuda pasión.
Rodrigo tuvo la oportunidad de mostrar su acrobacia
natural, que no convierte en un ejercicio de gimnasia rítmica, al contrario, la
usa para expresar su intensidad y la controla con su excelencia técnica. Tiene
además, magníficas habilidades histriónicas que extiende la dimensión de los
papeles que interpreta. Romel, de cuyo talento ya se ha percatado la directora
y a quien inmediatamente le han dado papeles destacados, es la elegancia en la
escena. Su experiencia y su maestría técnica son apreciables desde que se para
ante el público. Antes de que empiece todos anticipan una gran actuación y, por
supuesto, no decepciona. Ana que es miembro del cuerpo de baile, ya tuvo un
papel destacado dentro del elenco de grupo. Su donaire la destaca
inmediatamente por encima de quienes la rodean y se le ve una gran facilidad en
todo lo que hace.
En realidad es un privilegio contar con la presencia de
este grupo en esta ciudad. Espero que con la solidez que ha alcanzado el ballet
de Cincinnati, estos cubanos decidan residir aquí por largo tiempo. No es fácil,
pues cada vez son más codiciados por otras compañías. Cervilio y Gema reciben
frecuentes invitaciones y cada uno por su cuenta se presentan como huéspedes
especiales en varias ciudades de Estados Unidos y de otros países. Rodrigo se pasa
el verano acumulando premios en competencias internacionales. A Romel todo el
mundo lo conoce y cuando se enteren que está aún en plena forma, supongo que no
le faltarán ofertas. Ana acaba de empezar, pero por lo que ya enseña no me
sorprende que muy pronto atraiga también a otras compañías. Será mi pérdida.
Roberto Madrigal