En una esquina de uno de los barrios marginales más
pobres de Cincinnati, habitado preponderantemente por afroamericanos, se alza,
en un pequeño promontorio la casa en la cual vivió, entre 1832 y 1851 la
escritora Harriet Beecher Stowe, autora de la novela La cabaña del tío Tom.
Nacida en Litchfield, Connecticut, en 1811, Beecher venía
de una familia protestante, repleta de educadores y pastores. Su padre, Lyman
Beecher fue un connotado líder religioso que fue nombrado como primer presidente
del Seminario Teológico Lane en 1831, una institución presbiteriana encargada
de formar ministros de la iglesia pero que resultó muy reconocida por su
incendiaria defensa del abolicionismo. Los predios del seminario eran los que
entonces rodeaban la mansión a la cual fueron a vivir los Beecher.
Cincinnati era entonces una ciudad dividida y convulsa,
enfrascada en grandes debates, motines civiles y encarnizadas protestas
públicas respecto al problema de la esclavitud. Por pertenecer al “norte” pero
ser limítrofe con el “sur” ya que Kentucky queda al otro lado del río Ohio,
sufría por igual la influencia tanto del pensamiento abolicionista como del
pro-esclavista.
También fue una de las ciudades más importantes en el
movimiento subterráneo mediante el cual, a través de una cadena
semiclandestina, consistente en numerosas casas de escondite, grupos de apoyo
de blancos y esclavos liberados, se ayudaba a los esclavos del sur a atravesar
la frontera, en este caso el río Ohio, rumbo norte para lograr su libertad. Más
de cincuenta mil esclavos hicieron el riesgoso camino en los años que
precedieron a la Guerra Civil. Los esclavos negros eran los balseros del siglo
diecinueve.
En medio de ese ambiente Harriet conoció a un hombre
mucho mayor que ella, Calvin Ellis Stowe, viudo y profesor del seminario, un
critico feroz del esclavismo y un participante activo en la cadena subterránea,
con el cual se casó y a cuya causa se unió en 1836. La experiencia de los
catorce años siguientes marcó la vida de la escritora, quien decidió escribir
una novela que reflejara la vida de los esclavos afroamericanos y que los
presentara al mundo como seres humanos. Quería utilizar la literatura para
promover la comprensión social y movilizar las fuerzas políticas y el
sentimiento de la nación.
El resultado de su esfuerzo fue La cabaña del tío Tom. La novela narra los avatares del personaje
que le da su nombre, un esclavo de gran
integridad que se destaca por su fe en Jesucristo. Un hombre valiente, que
desafía las órdenes crueles de sus amos y capataces, pero que rehúsa la
rebelión violenta. La narrativa a veces, de forma inteligente, contrapone una
visión humanista sobre los afroamericanos por parte de un esclavista, a la
visión paternalista e inherentemente más racista de un abolicionista. Tom es en
cierta medida respetado por sus verdugos, ayuda a sus compañeros a escapar,
pero él nunca lo hace. Finalmente es asesinado por su último amo, y durante su
agonía final hace saber a los matones que les perdona en nombre de Dios.
Humillados, estos se convierten a la fe cristiana. Un descendiente de un
antiguo amo llega tarde para intentar comprar la libertad de Tom.
Publicada en 1852, La
cabaña del tío Tom fue la novela más vendida del siglo diecinueve.
Trescientos mil ejemplares fueron vendidos en los Estados Unidos y un millón en
Gran Bretaña. Fue
grandemente elogiada por los críticos literarios de
la época y se cuenta, aunque no está confirmado, que cuando Abraham Lincoln
conoció a Harriet Beecher Stowe, al principio de la Guerra Civil, dijo: “Así
que esta es la damita que comenzó todo esto”. La novela estuvo incluida como
lectura obligatoria en los currículos escolares americanos por más de cien
años. De paso, popularizó varios estereotipos del negro americano, el esclavo
oficioso y diligente, la “mamá” negra cariñosa, rolliza y siempre sonriente y
los “traviesos pero simpáticos” niños negros.
Con los vuelcos de la historia, el supuesto impacto
social de la novela se fue perdiendo, la literatura comprometida, o social, o
didáctica, tiene poco de literatura y está demasiado vinculada a sus
circunstancias. Los críticos comenzaron a dudar de sus valores literarios y en
realidad, comparada con otras obras de la época, es literariamente pobre.
El personaje del tío Tom pasó de ser un icono del esclavo
virtuoso, del cristiano fiel y de la humanidad del ser humano más allá de su
raza, a ser el icono del negro apaciguado, servil a sus amos, incapaz de expresarse
con voz propia. Hoy en día cuando un afroamericano llama “Tío Tom” a otro, lo
hace como un insulto, su significado es sinónimo de cobardía, principalmente de
cobardía social y política. Ha pasado a ser un símbolo de la aceptación pasiva
del racismo. La novela ya no forma parte obligatoria de los currículos escolares
y casi nadie quiere acordarse de ella. Sin cambiársele ni un punto ni una coma,
la historia la ha convertido en todo lo contrario a lo que su autora intentó
hacer y a lo que se consideró en su momento. Sus lectores de hoy han cambiado
su lectura.
Harriet
Beecher Stowe murió en Hartford, Connecticut, en 1896. Escribió más de veinte libros, pero su lugar en la literatura americana hoy
en día está relegado a un muy segundo plano. Su casa en Cincinnati se mantiene
como un pequeño museo en el cual se muestran fotos y documentos de la época,
enfocados mayormente en la vida de ella durante su estancia en la ciudad, a la
labor del seminario Lane y al movimiento subterráneo. Abre apenas quince horas
a la semana durante los meses de verano y cinco horas a la semana durante el
resto del año. Se sostiene mediante el apoyo de la Sociedad Histórica de Ohio y
el trabajo de tres o cuatro leales voluntarios. Cuando uno le pasa por delante,
invariablemente ve el pequeño parqueo casi vacío. Resulta hasta peligroso
visitarla.
Roberto Madrigal