No es en los manuales de Historia, sino en
las manuables historias en las que se mezclan las de los llamados seres
ordinarios con las de aquellos de mayor perfil donde se puede llegar a conocer
el estado de un país, de una nación, o… de una tribu. Tampoco ese retrato se
puede conseguir con una narrativa cuidadosamente estructurada, ni con una prosa
didáctica o con frases lapidarias, o predicamentos sentenciosos. Es el bricolage
lo que cuenta.
Esto lo ha logrado Carlos Manuel Alvarez con
su libro La tribu Retratos de Cuba, una
recopilación de crónicas periodísticas sobre diversos temas y personajes, que
conforman un texto imprescindible para entender la realidad cubana actual.
Alvarez lo mismo conversa con un
afroamericano secuestrador de aviones que se esconde aterrado en Cuba, que
escribe sobre José Contreras o sigue la ruta de los emigrantes que atrapados en
Centroamérica aspiran a algún día ser inmigrantes. Su curiosidad no tiene
límites temáticos, pero lo mejor de todo es su estilo fluido, aparentemente
sencillo y perfectamente ejecutado. Su prosa es limpia y sin dejar de ser periodística,
es literaria. Logra un balance perfecto, acepta hacer periodismo mientras logra
crear literatura, introduce en el documento la dosis necesaria de ficción que
redondea la imagen de lo real. Tiene mucho de Kapuscinski y de Robert Kaplan, pero
también de Pico Iyer y de García Márquez (el de Crónica de una muerte anunciada).
No tengo muchos datos biográficos de
Alvarez más allá de lo que dice la solapa del libro. Nació en Matanzas en 1989
y se graduó de periodismo en la Universidad de La Habana, un comienzo nada promisorio,
pero ha publicado en diversas publicaciones electrónicas y tengo entendido que
está a cargo de la excelente El Estornudo,
junto con Gilberto Padilla Cárdenas otro joven escritor que hay que seguir.
Al parecer, Alvarez reside mayormente en México, pero se mueve entre Cuba y
Miami también. Su talento supera las limitaciones de sus orígenes.
No enjuicia a sus personajes ni
editorializa gratuitamente sobre ninguno de los temas que toca, pero tampoco
esquiva dar opiniones y emitir criterios con una agudeza inusual. No hay que
estar de acuerdo con todo lo que dice, de hecho, yo mismo no lo estoy, pero sus
ideas convocan a la discusión inteligente. Sus atisbos no son gratuitos. En un
momento determinado predice para los futuros inmigrantes, que en ese momento se
estancaban en Panamá: “Pero en Miami, adonde bien pronto irán a dar los huesos
de la mayoría…El metabolismo lento de las sociedades que no exigen demasiado de
uno…en el oxígeno vertiginoso de Miami no sobrevivirán ni veinticuatro horas…tendrán
que comprarse un auto y aprender a manejar en una semana…trabajar diez horas y
más, pagar rentas e impuestos de los cuales no entienden la mitad, asumir el
trabajoso hábito de la puntualidad, obedecer a los superiores, adquirir
tarjetas de débitos y de crédito, un aparte sobre el cual tampoco tienen la menor
idea. Les irá bien, porque además cargan con el recuerdo del lugar del que
provienen, un país que lamentablemente no supo ofrecerles demasiado, pero no
será coser y canta. No hay casi ninguna prueba factual por la que, a la larga,
un cubano que se vaya a Miami tenga que pensar que no tomó la decisión
correcta. Menos aún si han quemado las naves, como todos estos”.
La
tribu Retratos de Cuba es un libro que no me
esperaba. Es un texto sorprendente. Hay momentos en que las crónicas de Alvarez
bordean el ensayo literario, con elegancia y sofisticación cosmopolita, pero no
cae en la trampa de menospreciar el periodismo. Aquí hay enriquecimiento mutuo
de los géneros. Maneja la intertextualidad con destreza. Con este libro, su
autor se suma a la casta de ensayistas y cronistas que han dominado la
literatura cubana en los últimos años: Rojas, de la Nuez, Hernández Busto y
Ponte. Alvarez trae el frescor de una nueva generación que parecía estéril y
asfixiada.
La
tribu Retratos de Cuba. Carlos Manuel Alvarez.
Editorial Sexto Piso S.A., México, 2017. 257 páginas
Roberto Madrigal
Roberto Madrigal