Hace ya unos
meses que el doctor Antonio Castro Soto del Valle viene repitiendo su letanía
de modificar las circunstancias del deporte “amateur” cubano para unirse a la corriente por donde va el resto
del mundo. Pero cuando el doctor Castro habla de deportes en realidad se
refiere al béisbol.
Cuba ha tenido
históricamente una gran facilidad para producir boxeadores, atletas de campo y
pista y peloteros. Después del castrismo se han producido muchos equipos en una
gran variedad de deportes que han alcanzado una alta calidad competitivoa a nivel
olímpico, entre ellos el volibol y el polo acuático, pero no han creado una
base de participación masiva ni de interés nacional que justifique continuar
gastando el dinero en ellos. Lo único novedoso que se ha desarrollado
consistentemente después de 1959, y que mantiene un alto nivel de juego en la
arena mundial, es el ajedrez.
Pero el ajedrez,
el boxeo y el campo y pista son deportes individuales en los cuales solo un
pequeño grupo de participantes llega a hacer grandes cantidades de dinero y
eso, mayormente, a través de patrocinios de compañías publicitarias y
fabricantes de efectos deportivos. Es muy difícil, para una entidad
centralizada, recaudar y controlar esas ganancias. Implicaría la existencia de
una infraestructura tributaria que no está presente en la isla.
Los cuatro
deportes que generan la mayor cantidad de capital para los atletas, en el mundo
entero, son el soccer (o fútbol), el baloncesto, el fútbol (o fútbol americano)
y el béisbol. De los tres primeros, Cuba no produce materia prima de valor.
Castro, hijo del
dictador, cirujano ortopédico al parecer interesado en medicina deportiva, se
ha hecho cargo de su deporte favorito, el béisbol y ha quedado como niño sin
juguete, ya que la antigua gloria que traían los triunfos de los equipos
cubanos en competencias internacionales, con los nuevos arreglos de las
organizaciones deportivas internacionales, que permiten jugar a los
profesionales, se ha ido desvaneciendo a paso agigantado en la última década. Por
otra parte, el flujo de peloteros que abandonan la isla de forma ilegal, para
saltar al profesionalismo en los estados Unidos, es cada vez más mayor, y los
contratos millonarios son cada vez más cuantiosos y frecuentes. Por otra parte,
el triunfo de los peloteros cubanos en los equipos de Grandes Ligas, le duele al
doctor Castro, y si está consciente aún, a su padre. El Duque, Liván, Chapman,
Puig, Céspedes y ahora Abreu se han convertido en estrellas multimillonarias
que no le reportan ningún beneficio económico al gobierno cubano, Perdido el
supuesto honor deportivo que tanto han pavoneado por años, ahora intentan
beneficiarse de los logros financieros de estos atletas a quienes ellos mismo
prohibieron ganarse la vida. Como no pueden controlar sus carreras, intentan
controlar sus capitales.
Aunqe muchos de estos atletas se juegan la vida al
intentar llegar a las costas americanas, hace mucho rato que el negocio ha
comenzado. Muchas de estas fugas son planeadas con el callado beneplácito de
las altas esferas del deporte en la isla y grandes cantidades de dinero se
pagan de antemano para asegurar la salida de muchos de estos atletas. Gran
parte de ese dinero pasa a las arcas de la clase dominante. Ahora quieren
extender el negocio y aumentar los ingresos.
Castro Soto del Valle también busca atraer a la
isla un deporte de millonarios: el golf. Aparentemente es un aficionado
bastante diestro en un deporte cuyos campos de juego se convritieron en tierras
baldías después que la revolución subió al poder. Un deporte muy alejado de las
posibilidades del cubano de a pie.
No quieren permitir que el béisbol siga formando parte de
la bancarrota ideológica y lo quieren apear del carro del triunfalismo (que ya
no camina), para subirlo al de la economía. Me imagino que el anciano Castro ya
apenas debe tener aliento, pues si cobra energía y nueva consciencia, no
soportaría ver lo que ha quedado del deporte que fue la joya de su feudo ni
querrá vivir para observar lo que se le avecina.