Yellow Springs es un pueblucho en medio
del suroeste de Ohio. Con unos tres ml quinientos habitantes, ha sido más
protagónico en la reciente historia americana de lo que sus dimensiones le concederían.
En la década de los cincuenta muchos de sus más destacados pobladores fueron
objeto del ojo vigilante del Comité de Actividades Anti-Americanas por las
posiciones del profesorado de Antioch College, una universidad liberal con un
enfoque abiertamente de izquierda.
En la década del sesenta se convirtió
en un paraíso para los hippies. Un lugar en el cual fluían proyectos
comunitarios, el amor libre y la marihuana. Si uno se da una caminata por el
pequeño centro del pueblito, puede ver decenas de individuos, con las barbas y
las melenas ya encanecidas, que todavía no han despertado del estupor de hace
cincuenta años.
De aquí procede el comediante Dave
Chapelle y aquí aún reside la cineasta Julia Reichert, autora de varios documentales,
uno de los cuales, Seeing Red (1983),
en cuya producción participé, fue finalista al Oscar. Es un pueblo de población
mayoritariamente anglosajona, que se mezcla con los estudiantes de paso. Tiene
unos cuantos restoranes y una pequeña cinemateca, The Little Arts Theatre, dedicada a exhibir filmes de arte o
alternativos.
Es de acceso difícil, ya que no está
cerca de las supercarreteras. No existen McDonald’s, ni ninguna cadena de
comida rápida. El consejo de la ciudad se los prohíbe. En su celo por preservar
las tradiciones liberales y mantener un ambiente prístino de utopía
colectivista, estos viejos hippies progresistas y sus adláteres, se vuelven más
fascistas que nadie.
Desde hace diez años, en este pueblo
reside Juan-Si González, uno de los más importantes artistas plásticos cubanos.
No voy a repasar su currículo, porque haría este artículo largo y aburrido. Me
limitaré a señalar que es un artista multidisciplinario, que en 1987 fundó el
grupo Arte-De y realizó performances interactivos en las calles de La Habana,
así como videos underground muy contestatarios que le causaron más de un dolor de
cabeza y varias detenciones. Luego de exilarse en 1993 y se ha dedicado a la
fotografía y hacer instalaciones de multimedia. Su trabajo ha sido incluido en
diversas exhibiciones y presentado en varios museos de Estados Unidos y Europa,
entre los cuales se incluyen el Museo del Barrio, el Miami Art Museum, el
Indiana Museum of Art, el Centre Georges Pompidou de Paris y el Slovenia City
Art Museum. Juan-Si es tan conocido como el que más y debiera serlo todavía
más.
Hace unos tres años, gracias a la
intervención de otro artista plástico, Nicolás Lara, conocí a Juan-Si. Solo me
lamento de no haberlo conocido antes. Mi trabajo me lleva a la ciudad de
Dayton, a unos veinte minutos de Yellow Springs, dos viernes al mes. Siempre
que termino temprano aprovecho para darme un salto por allá y reunirme con
Juan-Si. Nos sentamos en uno de los
pocos cafés del pueblo, Dino’s o el Emporium, a tomarnos un café o,
dependiendo de la hora, entramos en el Ye
Olde Trail Tavern a almorzarnos un sándwich o una ensalada acompañadas de
un buen vino o unas cervezas. Eso sí, a las dos y media Juan-Si tiene que ir a
buscar a su hija Camila a la escuela y yo salgo de regreso a Cincinnati.
En ese par de horas hablamos de
literatura, de cine, de arte, de amigos y conocidos, y sobre todo, de Cuba, porque pudiéramos decir
que a nadie le importa más Cuba que a Juan-Si y a mí. Somos intensos con
respecto al tema, aunque coincidimos más de la cuenta en nuestros puntos de
vistas. Nos agitamos, subimos el tono de la voz y nos damos cuerda mutuamente
cuando nos indignamos con los acontecimientos y las injusticias, tanto, que
supongo que a quienes nos rodean les parece que estamos al agarrarnos a golpes.
A pesar de que Juan-Si es un personaje popular en este pueblo en donde casi
todo el mundo se conoce (caminar una cuadra con él puede demorar media hora),
no creo que se imaginen el alcance de su arte, ni nuestra obsesión con el cine
y el tema cubano (que ambos estamos de acuerdo que nos hace daño).
Porque Juan-Si es un tipo íntegro,
incapaz de hacer concesiones con su trabajo ni de arrodillarse para recibir las
migajas de un reconocimiento mayor. No pacta. Algunos días se da una vuelta por
Cincinnati y allí nos vamos al Great American Ball Park, a ver un juego de los
rojos de Cincinnati y a aplaudir a Chapman o a Brayan Peña, los cubanos del
equipo. Pero para mí estos viernes en Yellow Springs son un privilegio y un
placer que siempre espero que se repitan.
Roberto Madrigal