Los clichés y los estereotipos sociales siempre han sido el blanco del sarcasmo cinematográfico de Alexander Payne (Omaha, Nebraska, 1961). En Citizen Ruth (1996), su primer largometraje, una drogadicta ignorante e ingenua, al quedar embarazada, se convierte en el objeto de manipulación política entre los militantes pro-aborto y los del “derecho a la vida”. En Election (1999), una escaladora social adolescente, perfectamente interpretada por Reese Witherspoon, se lanza en una cruzada electoral sin ningún escrúpulo, para alcanzar el mayor puesto de la organización estudiantil de su high school. Jack Nicholson interpreta a un viudo cínico, recién retirado, que trata de reconectar con su hija para buscar sentido en un mundo que, por absurdo y esquemático ya le resulta ancho y ajeno, en About Schmidt (2002). Los lugares comunes del New Age, son cuestionados en Sideways (2004), cuando un escritor frustrado (Paul Giamatti), que se gana la vida como profesor de inglés en San Diego, decide llevarse a un amigo a punto de casarse en un último canto de cisne a la soltería y a la rebelión personal, a través de los viñedos californianos. Con esta cadena de filmes Payne elabora una consistente critica de los valores convencionales que rigen a la pequeña burguesía, burlándose mordazmente de los criterios culturales establecidos y de la corrección politica, desarticulando su lenguaje utilizando sus propios medios convencionales de expresión y poniendo de cabeza sus significados.
Siete años le tomó regresar tras la cámara para realizar The Descendants (2011), que ya ha sido nominada a los Globos de Oro y ha quedado entre las mejores películas del año en varias listas de críticos, entre ellos uno de los mas influyentes del New York Times.
Matt King, un abogado de bienes raíces de Hawaii, interpretado por George Clooney, tiene un gran problema: su esposa se encuentra en coma tras sufrir un accidente en un vehiculo marino. Como era el ganapán de la familia, nunca estuvo a cargo de criar a sus hijas y ahora se encuentra enfrentado a la tristeza y confusión de Scottie, su hija de diez años y a la desafiante y desdeñosa actitud de su hija Alexandra, de 17 años. Matt desciende de una familia de colonos anglosajones y por otra parte de la realeza hawaiana. Ha heredado numerosas propiedades, entre ellas una paradisíaca zona costera, que debido a una ley contra la perpetuidad, tiene que vender en los próximos siete años, pero lo acorralan con urgencia, por un lado diversos contratistas y por el otro una gran cantidad de primos, muchos de los cuales están arrancados, y quieren su parte del dinero lo antes posible. Matt es el fideicomisario absoluto de cuya decisión todos dependen. En medio de esto, Matt se entera que su mujer lo estaba engañando con un agente inmobiliario y que planeaba dejarlo. Para colmo, la noticia se la da su hija Alexandra. A partir de ahi, se lanza en una pequisa, junto con Alexandra, para localizar al individuo y ahondar en las motivaciones secretas de su agonizante esposa.
El primer fallo de esta trama tan aparentemente alambicada, es que a mitad de la cinta, no sabemos si estamos ante una obra que explora el proceso de aflicción de un hombre enfrentado a una gran pérdida sentimental, forzado a rehacer su vida y su status dentro de su familia, a redefinirse como padre, o una que se adentra en la hipocresía moral de la pequeña burguesia, que se rige por intereses monetarios y los adorna con lazos sociales y familiares eminentemente falsos.
El segundo y mayor fallo, es que Matt quiere hacer el bien, actuar de acuerdo a lo que cree moralmente justo. Esta delineación del personaje hace que pierda fuerza el propósito de sátira social del filme, la vuelve dócil. Los personajes centrales de sus trabajos anteriores eran gente frustrada, llenas de defectos, escépticos y malhumorados, que podian ser muy crueles. De esta manera, Payne establecía un buen contrapunto al insertarlos en un medio lleno de falsos valores y estereotipos, a los cuales sus personajes desenmascaraban con sus actitudes, a veces a propósito y a veces a pesar de si mismos. No había redención dentro de ese medio. Aquí convierte a Matt en un hombre esencialmente bueno, aburrido de las hipocresías, mesurado y finalmente sentimentaloide. La comedia critica aquí no tiene dientes, y el drama sentimental se vuelve sacarinoso.
A pesar de la excelente actuación de Clooney, quien se presenta despojado de todo glamour, el personaje de Matt no es creible. Sus narraciones en off no encajan con la conducta del personaje y sus contradicciones resultan insulsas. Alexandra, magistralmente interpretada por Shailene Woodley no pega para nada con su “amigo” Sid, un adolescente que a veces parece un oligofrénico. La relación entre Matt y Alexandra, completamente antagónica al principio, se resuelve con extrema rapidez y sin transiciones convincentes. La película tiene momentos visuales y diálogos excelentes, pero a la larga, resulta emocionalmente vacía. Como melodrama no me movió en lo más mínimo. Al complicar tanto la trama, todo parece traido por los pelos, sobre todo al resolverse.
Al principio de la película, Payne, a través de la voz en off de Matt y mostrándonos imágenes de miseria, nos trata de convencer que Hawaii no es el paraíso que pintan las guias turisticas y que está lleno de contradicciones, pero el resto de la película se concentra en mostrarnos un lugar edénico en el cual el drama que se expone parece completamente fuera de sitio. The Descendants
se ahoga en la insipidez que intenta criticar debido al facilismo y la mansedumbre con que la trata.
The Descendants (E.U.A. 2011). Dirección: Alexander Payne. Guión: Alexander Payne, Jim Rash y Nat Faxor. Basado en la novela de Kaui Hart Hemmings. Fotografía: Phedon Papamichael. Con: George Clooney, Shailene Woodley, Amara Miller, Robert Forster, Nick Krause, Matthew Lillar, Judy Greer y Beau Bridges. De estreno en todas las ciudades del pais.
Roberto Madrigal