La reciente derrota del equipo cubano de béisbol en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, no es mas que uno de tantos tiros de gracia recientes que rematan el hace tiempo moribundo mito del invencible béisbol revolucionario.
Con la cancelación de la liga profesional de invierno (el último campeonato se jugó en 1960-61) y la creación del INDER en febrero de 1961, Castro heredaba un movimiento beisbolero cubano que se encontraba en su apogeo. No vale la pena hablar de las glorias pasadas, todo el mundo las conoce, pero en ese momento tenían menos de 25 años y ya comenzaban a despuntar en las grandes ligas y las sucursales americanas jugadores como Miguel Cuéllar, Tony Oliva, Zoilo Versalles, Luis Tiant, Dagoberto Campaneris y Tani Pérez, este último finalmente elegido al Salón de la Fama de Cooperstown, y al menos tres de los otros fueron merecedores del mismo honor que por diversas razones se les negó. El béisbol amateur cubano era excepcionalmentre sólido. Sus ligas contaban con excelentes equipos como los del Círculo de Artesanos, Artemisa, Hershey y Telefónicos, de cuyas filas saldrian muchas de las primeras estrellas destacadas en la pelota organizada por el INDER. El equipo amateur cubano se había coronado campeón mundial en los dos últimos campeonatos organizados por la FIBA (Federación Internacional de Béisbol Aficionado), en 1952 y 1953 (no se jugó ningún otro hasta 1963). El béisbol cubano era la base de lanzamiento tanto de figuras locales como de muchos jugadores venezolanos, puertorriqueños y dominicanos. Vivia un proceso de intercambio enriquecedor del que se beneficiaban profesionales y amateurs a la vez.
En esa nacionalización ya estaba inoculado el germen del desastre. Castro aisló al béisbol cubano de todo lo que lo había enriquecido. Decidió utilizarlo como un arma fundamental de propaganda para pregonar la infalibilidad de su sistema y de lo que éste producia. Al principio se benefició no sólo de la rica herencia, sino de la colaboración de muchas figuras importantes de la pelota anterior, como Fermín Guerra, Gilberto Torres, Natilla Jiménez y Ramón Carneado, quienes prestaron sus conocimientos para continuar desarrollando prospectos. El virus no podía notarse en los primeros años, ya que los peloteros en Cuba se dan mas silvestres que la yerba mala.
Pero comenzaba la falta de competencia. A nivel nacional, no habia otra liga que la estipulada y a nivel internacional solamente competían con un nivel muy inferior, los desechos del amateurismo en el Caribe y los colegiales americanos. O sea, los peloteros semi-profesionales cubanos (en realidad eran profesionales mal pagados, ya que lo único que hacian era jugar pelota), se enfrentaban a los caribeños que aun no estaban listos para las ligas menores americanas y a los colegiales americanos que empezaban a desarrollar sus cualidades en medio de un sistema con muchas ligas superiores.
Salir del país para abastecerse de bienes materiales no existentes el pais era la mayor motivación de los peloteros cubanos. Pertenecer al equipo Cuba era lo mas importante. Una vez ahi, eran difíciles de remover. Ya en los setenta eso empezó a mermar la calidad de las competencias nacionales, pues muchos de los jugadores del equipo nacional ponían poco esfuerzo en los juegos de las ligas internas, tratando de evitar lesiones que les impidieran viajar. Empezaron a surgir managers como Servio Borges y Humberto Arrieta, que no tenían conocimiento de otra pelota y sus estrategias eran pedestres. La técnica y la enseñanza del deporte nacional empezó a decaer. A eso se añade que una parte esencial del proceso de selección al equipo cubano era de orden político. Muchos jugadores excelentes como Julio Rojo o Julián Villar, no podían viajar, y otros, como el caso de Félix Isasi, lo hacían porque se utilizaban a sus familiares como rehenes para evitar que desertaran.
Con las estructuras deportivas existentes en aquel momento, los cubanos barrían en cuanto evento internacional participaban. El mito de la invecibilidad de la “superior” pelota cubana se reforzaba y ayudaba a reforzar la propaganda sobre la invencibilidad de la revolución tanto dentro como fuera del país. Nunca se sabrá si los peloteros cubanos entonces hubieran tenido éxito en las grandes ligas. Mucha especulacion se hizo, pero los mismos peloteros estaban inseguros y ninguno se atrevía a desertar. El primero en hacerlo fue Bárbaro Garbey, que salió por el exodo del Mariel cuando despuntaba como estrella en el béisbol cubano. Llegó a formar parte del equipo de los tigres de Detroit que ganara la serie mundial de 1984, pero su carrera fue fugaz debido a razones que nada tienen que ver con el deporte.
Las fisuras comenzaron a notarse cuando en 1991 René Arocha decidió abandonar la nave cubana para probar suerte en los Estados Unidos. Atrás empezaron a venir otros. La crisis económica de principios de los noventa y la subsecuente dolarización de la economía cubana mostraron, por una parte el nivel mas bajo de degradación social y política del sistema y por otra nuevas formas de conseguir bienes de consumo que no requerían del esfuerzo de una disciplinada vida atlética. La motivación de los peloteros cubanos también comenzó a decaer. Ya ni siquiera ser del equipo Cuba era tan tentador.
Otro golpe decisivo fue cuando la FIBA y los organismos olímpicos permitieron la participación de profesionales en sus eventos. Cuba primero caía derrotada ante un grupo de peloteros de la liga Triple A americana y ya desde el año 2006, en que empezó a disputarse la Copa Mundial, han perdido evento tras evento de manos de holandeses, americanos, coreanos y japoneses. Hace mas de un lustro que Cuba no domina nada en béisbol. Las filas de los equipos nacionales han comenzado a vaciarse con el éxodo ya casi masivo de muchos de sus mejores jugadores, que ya no solamente tienen que saltar la cerca cuando salen de gira, sino que sus salidas se arreglan por diferentes medios para que huyan como “balseros”.
Parte de la propaganda del gobierno era que la liga cubana estaba al nivel de las grandes ligas. Por supuesto, ya eso nunca se podrá corroborar, pero se pueden ver muchas evidencias de la falacia del mito. Después que República Dominicana, Venezuela y Puerto Rico ocuparon el lugar de Cuba en cuanto a abastecer de estrellas a la pelota de liga grande, de las decenas de peloteros cubanos que se han quedados en los últimos 15 años bien poco hay que destacar y sólo se observa una cadena de mediocridades. Cierto que El Duque Hernández y José A. Contreras llegaron en sus treintas a los Estados Unidos y por lo tanto no estaban en plenitud de condiciones, pero sus records de noventa victorias y sesenta y cinco derrotas (El Duque) y de setenta y siete victorias y sesenta y siete derrotas (Contreras), no dan mucho que hablar. Es cierto que en el caso de El Duque hay muchos intangibles que lo elevan a ser un lanzador destacado y apreciado por los equipos. Liván Hernández ha tenido una larga carrera y ha resultado un caballo de batalla, pero también su récord de victorias (173) y derrotas (175) es bien mediocre. Todos los recién llegados han tenido que pagar su cuota de estancia en las ligas menores, en donde aprenden muchas técnicas que desconocían allá. Solamente Alexei Ramírez ha resultado la excepción. Vino directo del equipo Cuba a los medias blancas de Chicago y hasta ahora su ejecutoria ha sido impecable, tanto a la defensiva como a la ofensiva. Todavía está por ver lo que harán prospectos como Aroldis Chapman y Dayán Viciedo. Otras supuestas estrellas del béisbol cubano, como Yuneski Maya, simplemente no han dado la talla en las mayores. Ya eso lo comentan hasta en “La esquina caliente”.
Nunca fui fanático de los equipos cubanos. Para mi no representaban a Cuba, sino al gobierno de Castro y siempre les deseo lo peor (no a los jugadores como individuos). Pero esta herramienta de propaganda ya se ha desmembrado. El aislamiento, la falta de competencia, las intrigas a la hora de seleccionar atletas, la creciente falta de motivación y por supuesto el deterioro de los estadios cubanos han sido algunos de los factores que han llevado, desde 1961, al lento pero seguro proceso de decadencia y caída de la pelota cubana. Lo que vemos ahora es el estrépito. Por supuesto que el talento no se ha ido de Cuba ni ha sido asesinado, eso es ridiculo pensarlo, pero va a tomar tiempo recuperar el nivel anterior. Además, noto en las nuevas generaciones un amor por el fútbol que antes no existía, y puede que otro de los funestos resultados de la megalomanía castrista sea que el béisbol quede destronado como el pasatiempo nacional.
Roberto Madrigal