¿Son muy
diferentes entre sí las varias oleadas de cubanos que llegan a Estados Unidos
huyendo del castrismo? Sí…y no. Al menos, por 56 años ya, todas tienen la misma
causa de fuga.
La primera
oleada, llámesele exilio histórico o cualquier otro nombre, ciertamente estaba
constituida mayoritariamente por las clases más educadas y de más riqueza.
Profesionales, artistas, banqueros, pequeños comerciantes, periodistas, músicos,
grandes hacendados y políticos influyentes componían este grupo, junto con un
menor porcentaje de obreros y campesinos. Llegaron masivamente a unos pantanos
casi desiertos y prácticamente de la nada, gracias a su número y a sus
habilidades, levantaron una ciudad. Tenían una ventaja: habían vivido en el
capitalismo y conocían lo que era participar en una sociedad competitiva.
Abogados se convirtieron
en profesores de español, políticos en funerarios, médicos en limpiapisos y así
muchos tuvieron que reinventarse, aunque hubo un gran número de profesionales
que continuaron trabajando para las compañías que los habían contratado en Cuba
y otros que pudieron volver a ejercer sus profesiones y oficios anteriores.
Hubo antiguos asesino y delincuentes entre este grupo también. La gran mayoría
pensaba que regresarían a Cuba pronto y que recuperarían la Cuba que habían
dejado. Su anticastrismo era viral.
Salto a la oleada
del Mariel. Una emigración manipulada en la cual el gobierno cubano incluyó un
gran número de delincuentes comunes. En Cuba el totalitarismo estaba bien
consolidado y este grupo (al cual pertenezco), no tenía el menor interés en
regresar. Todavía llegaron artistas, profesionales, periodistas y músicos, pero
ya no banqueros ni hacendados. También empezó a llegar una gran cantidad de
obreros y campesinos menos calificados y bastante lumpen. Esa fue la etiqueta
que se nos dio, a pesar de que nuestro anticastrismo también era viral.
Por muchos años
fuimos menospreciados, rechazados por una gran parte de la oleada anterior, siempre
considerados sospechosos, poco confiables políticamente y delincuentes. A ello
contribuyó que el esquema para lograr el enriquecimiento fue el tráfico de drogas.
Hay que añadir que muchos de los que entraron en ese comercio ilícito estaban
apadrinados por miembros de la oleada anterior.
Otro salto (en
definitiva esto no es un estudio sociológico, sino una especie de observación),
esta vez a los que han llegado en los últimos veinte años. Es una oleada que no
se detiene. La politización del totalitarismo se ha resquebrajado en Cuba, por
lo tanto este grupo está menos politizado. También las circunstancias de la
isla han cambiado y el ir y venir se ha convertido en rutina. Llegan menos
profesionales, menos artistas, menos escritores y menos fuerza de trabajo
calificada, pero más obreros y campesinos y también una gran cantidad de
individuos que dadas las circunstancias en la isla, no están acostumbrados a
trabajar.
El camino de
preferencia a la riqueza rápida escogido por algunos de esta oleada, es la
estafa al gobierno federal, ya sea a través de falsificaciones al Medicare, el abuso
de la ayuda federal o la participación en otros esquemas fraudulentos. A este
grupo se le critica la falta de anticastrismo, se les acusa de morder la mano
que los alimenta, de gente de baja catadura moral y una larga lista de apodos
derogatorios.
Pero lo cierto es
que la sociedad americana humilla (en la mejor acepción de la palabra, o sea,
reduce la altivez) y absorbe al inmigrante. A la larga, los verdaderos
delincuentes se van desgajando y la inmensa mayoría se va adaptando y aprende a
ganarse la vida de la forma que se acostumbra en una sociedad cívica. Es cierto
que mientras más tiempo se pasa bajo el castrismo, más se esclaviza la mente y
se adapta a la falta de perspectiva, a la desilusión económica, al miedo a
expresarse y al pesimismo existencial, pero poco a poco, se van acomodando al
nuevo sistema. No se puede olvidar que la criminalidad es el precio que hay que
pagar por la democracia.
Existe hoy una
nueva dinámica en las relaciones entre quienes viven en la isla, los que viven
aquí y los que van y vienen. La esclavización de la mente en este caso es reducirlo
todo al dualismo castrismo-anticastrismo, de manera estrecha, porque tal parece
que todos obedecemos órdenes de La Habana con esta obsesión. En definitiva, la
vida está llena (y dominada) por los cambiacasacas.
En todas las
oleadas han llegado seres despreciables, desde esbirros del antiguo sistema
hasta altos miembros de las fuerzas represoras de Castro. Nadie puede saber si
están arrepentidos o no (yo pienso que no, en su mayoría), pero da lo mismo. Más
allá de poses soberbias y del uso de un lenguaje a veces incendiario y grandilocuente,
el exilio se caracteriza por la tolerancia (algo que nos han querido negar).
No se trata de
recurrir a la palabrería vacua de reconciliación, olvido, dignidad y mucho
menos de “todos somos humanos”, en definitiva, hay muchos “seres humanos” que
nunca debieron existir y no se puede negar que el odio, la violencia y la traición
son atributos muy humanos. Tampoco se trata de dejar de luchar y defender los
principios de cada cual. Siempre he tenido muy claro quiénes son mis enemigos y
lo serán hasta el día que me muera. Lo que sucede que tantas generalizaciones,
sospechas, críticas y odios gratuitos, de seguir desentendiéndonos entre
oleadas y generaciones, se diluye en la mezcla equivocada el sentido de hacia
dónde deben realmente encaminarse nuestras furias.
Roberto Madrigal