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Sunday, February 16, 2014

La frágil condición del disidente


Se requiere vocación para ser disidente. También coraje o irresponsabilidad, quizá un poco de ambas. Es el hartazgo del ilustrado. Es una condición frágil e ingrata. Se habla en beneficio de muchos, pero lo aprecian solamente unos cuantos.

El disidente pide libertad de prensa, el derecho a viajar, a la pluralidad política, al acceso a la internet y a la libre expresión individual. Todos son derechos importantes para la fundación de una sociedad en la cual se respeten los principios democráticos y cada ciudadano, dentro de ciertas limitaciones, pueda decidir su futuro. Pero a la masa eso le suena hueco. La gran mayoría, sobre todo en países como Cuba, quiere soluciones inmediatas al problema de la comida, de la vivienda o de la ropa. La apertura de una nueva cafetería es mejor recibida que la inauguración de un museo.

Hace muchos años, cuando el discurso ideológico estaba de moda y se construía la narrativa de la épica revolucionaria, recuerdo que cada vez que me metía en problemas en mi centro de estudio o de trabajo, el consejo de algunos amigos y enemigos era, siempre salomónicamente: “para que te metes en política”. Yo trataba de hacerles entender, inútilmente, que no era yo quien me metía en la política, era la política la que se metía conmigo. Pero es que la mayoría prefiere guardar silencio, esconder sus opiniones. Y eso que en Cuba no hay avestruces (aunque esa actitud no es patrimonio de los cubanos). Hoy en día, ya sin épica ni discurso, la actitud mayoritaria es mucho más pasiva.

El mensaje del disidente resulta atractivo a quienes viven fuera de su realidad mientras estos se mantengan allá. Una vez que viajan, su mensaje pierde validez al cabo de los días. En Cuba apenas se les conoce o se les ignora a propósito. Pero el poder siempre mantiene su vigilancia. Mientras su mensaje quede en ideas abstractas, todo va bien, pero si se deciden a manejar temas concretos entonces se desata la violencia contra ellos. Están indefensos.

Un tema cada vez más explosivo es la creciente desigualdad social. No me cabe la menor duda de que hoy en Cuba existe una situación económica mejor que la existente hace treinta años. La diferencia es que mientras antes había una igualdad en la miseria (aunque por supuesto, no todos éramos igualmente iguales, ya que ellos no espaguetizaban), hoy en día se hace más obvio que las ventajas son para el goce de unos pocos. La ostentación ha regresado a la calle (algo que durante la épica era anatema) y eso provoca molestias.

Las grandes desigualdades sociales son peligrosas porque fermentan el odio y la envidia, esas características tan propias de los seres humanos, que tienen más fuerza motriz que la compasión y los ideales de libertad. Los estómagos vacíos, ante  la vista de otros estómagos repletos, causan más enardecimiento que los cerebros clausurados.

Los mítines de repudio, el acicate a la masa enardecida son las formas de desviar esos instintos por caminos controlables y utilizables contra aquellos que proclaman la necesidad de establecer derechos civiles. Son la incivilidad organizada y manipulada.

Uno de los mayores combustibles para la envidia que pudiera ser nociva al gobierno es el enriquecimiento de individuos que no tengan que ver con el gobierno. Es por ello que limitan el horizonte de los negocios privados y que crean instituciones encaminadas a controlar el trasiego comercial para que quede en manos de los fieles al poder, como la corporación Gaesa, o el conglomerado Cimex, quienes controlan casi el ochenta por ciento de la economía cubana. Los cuentapropistas no son más que modestos buhoneros. También para prevenir el descontento entre los fieles, se construyen urbanizaciones cerradas como el Proyecto Granma, que ofrecen comodidades insospechadas para la mayoría de los cubanos, a los militares de medio y alto rango. En definitiva, quienes poseen las armas tienen la última palabra en un momento de caos.

Los disidentes cubanos operan en solitario. Al menos, visto desde afuera, hay muy poca coordinación entre los diferentes grupos, muy poca solidaridad. Para colmo, en los lugares en los cuales se escucha su mensaje, están expuestos a las críticas (bien y malintencionadas) de quienes difieren de sus puntos de vista, en sociedades en las cuales la libre expresión es un derecho asentado. O sea, se les victimiza en las sociedades a las que aspiran crear.

Este año se cumplirán veinticinco años de la caída del Muro de Berlín y la desaparición del bloque socialista, incluyendo, un poco después, la Unión Soviética. Sin embargo, en países en los cuales hubo grupos de destacados disidentes como Sharansky, Sozhenitsin, Michnik y Havel, existieron movimientos literarios como el Samizdat, y en los cuales existió una respetada tradición cultural mucho más antigua que la nuestra, todavía existe una actitud y una claustrofilia mental que no se aleja mucho de la que existía entonces.

Los gobiernos totalitarios solamente caen por explosiones internas o por movimientos violentos. Estas dos situaciones son generalmente promovidas por la desigualdad económica y social. Para ello los gobernantes cubanos toman medidas a diario, con promesas de cambio económico, con migajas para sus siervos y con sus tropas de choque asaltando la calle. Mientras tanto, frágilmente, el disidente debe continuar su trabajo, con su cabeza entre el hacha y el denuesto.

Roberto Madrigal

5 comments:

  1. Me ha gustado muchísimo tu artículo. Y así es...esa comparación de la cafetería y el museo es certera.

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    1. Veo que siguio los consejos de las amistades y adversarios y ha podido seguir la lucha lejos del frente. Gracias por las lineas.

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  2. La desigualdad exonomica aplica en otros paises, en el nuestro donde la chusma que es la mayoria (aunque no saben que sus chusmas porque ha sido criados y creados en esa forma) no envidian a que si un Ministro or alto funcionario tenga varios carros, casas, etc. Ellos envidian a las Damas de Blanco y otras porque provienen del mismo sistema y han tenido el valor de no aguantar mas esas desigualdades. Hay otro tipo de envidia que existe entre los funcionarios de bajo rango y son envidiados por otros funcionarios de rangos similares. Pero ninguno de ellos representa una amenaza al sistema desafortunadamente.

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  3. Desgraciadamente, los cubanos padecemos de varias enfermedad endémicas: el caudillismo, la indiferencia y la alergia la democracia. ¿Por qué crees que los Castros van por 55 años en el poder y todavía lo que les queda. cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Los disidentes quieren cambios, nadie lo duda, los que hacen huelga de hambre también, pero nadie quiere poner el muerto como lo están haciendo los venezolanos.

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  4. Creo que si hubo miles de muertos , fusilamientos en masas, Giron, Escambray, lo que vivimos todos esos anos decidimos que no valia la pena por lo que usted menciona.

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