Leyendo sobre la reciente muerte del cantante americano
Pete Seeger, me acordé inmediatamente del músico cubano que le enseñó la
versión de Julián Orbón con los versos de Martí y que Seeger interpretó por
primera vez el 8 de junio de 1963 en el Carnegie Hall, obteniendo un éxito
inimaginable que continuó en 1966 cuando su versión fue interpretada por The
Sandpipers y alcanzó el número 9 en la lista de las canciones más populares en
Estados Unidos y el número 7 en el Reino Unido ese mismo año, para luego
convertirse en el éxito global interminable que todos conocemos. Me refiero a
Héctor Angulo o Héctor de Angulo, no estoy seguro cual es la forma correcta de
su nombre, ya que respondía a ambos y aparece de ambas maneras en los pocos
escritos que hay sobre él.
Angulo había recibido una beca del gobierno cubano para
estudiar en Juilliard y prolongó su estancia en los Estados Unidos para
cooperar con la lucha del proletariado internacional. Se unió a los grupos más
radicales de los jóvenes izquierdistas americanos y cuentan que durante un
recital que daba Seeger en un campamento de verano para jóvenes militantes de
estos partidos, muy a principios de los sesenta, alguien le comentó que en el
público había un músico cubano y le presentaron a Angulo quien en ese momento
le dio la idea a Seeger de que cantara la Guantanamera con los versos de Martí,
tal y como la había arreglado Julián Orbón en 1958 (La Guantanamera, según los
créditos aceptados a pesar de muchas disputas, fue originalmente compuesta por
Joseíto Fernández en 1929). Al menos esa es la leyenda.
Conocí a Angulo en 1970 o 1971, no puedo asegurar la
fecha con exactitud. Era cuando un grupo de amigos que incluía, entre muchos
otros, a Nicolás Lara, Benjamín Ferrera, Rogelio Fabio Hurtado, Jesús Suárez,
Bielicki, Armando López, Franklin Romero, Manolito Profundo, Emilio López
Alonso (más conocido como el Dingolondango al cero de alusión), Tomás Piard y a
Esteban Luis Cárdenas, nos reuníamos en el parque frente a la funeraria Rivero,
siempre después de las once de la noche, que era cuando hacían la primera
colada de café y ahí nos sumábamos a toda una variopinta galería de personajes
para sentarnos a hablar de lo que fuera. Algunos propinaban sus poemas a un
público sarcástico, otros inventaban proyectos de publicaciones literarias
clandestinas, otros leían fragmentos de novela, como Daniel Fernández, siempre
adelantando un capítulo de “Las aventuras de Truca Pérez” y otros hablaban de
política. Las conversaciones se entremezclaban en el pequeño espacio que
ofrecían los pocos bancos del reducido parque y muchas veces recibíamos las visitas
preocupadas de los compañeros de la seguridad del estado, que o nos dispersaban
o nos arrestaban.
Tomar café era difícil, no colaban mucho y si había
muchos velorios, los familiares de los difuntos se nos adelantaban, pero el
café no era más que una excusa para la reunión de los aspirantes a
intelectuales, escritores defenestrados, traficantes de bolsa negra y farsantes
de toda calaña. Poco después de la una de la mañana, en grupos dispersos, nos
íbamos hasta Coppelia, en donde la tertulia continuaba hasta que nos botaban y
allí se nos sumaban otros amigos como Everardo Llanes. Por cierto, casi todos
teníamos que levantarnos muy temprano al día siguiente para ir a trabajar. Fue
en Coppelia cuando recuerdo haber visto a Angulo por primera vez, aunque creo que
también iba de vez en cuando a la funeraria.
Calvo y bajito, mucho mayor que todos nosotros (ahora me
entero que nació en 1932), Angulo fue clasificado rápidamente como
“eltipoquelenseñólaguantanameraapeterseeger”.
Se declaraba por entonces como compositor de música concreta. A todos
nos parecía incomprensible que alguien que estuvo en los Estados Unidos en los
años sesenta hubiera regresado a Cuba voluntariamente y con asombro le
preguntábamos las razones. El insistía en que era revolucionario y que vino
porque era su deber con su pueblo. Llegó a decir que estaba muy feliz porque
gracias al compositor Juan Blanco había conseguido un espacio radial en el cual
poner música concreta durante media hora todos los días, en la emisora COCO.
Insistía que el programa era muy popular. Alguien se levantó y preguntó:
“Caballero ¿alguien aquí sabe a qué hora es el programa de Angulo?” Ante el silencio general continuó: “Como
verás, aquí hay más de diez personas educadas y semicultas y nadie ha oído
hablar de tu programa, no te ilusiones que nadie te oye”. Angulo se insultó y
se perdió por unos días. Nadie lo tomaba en serio a pesar de ser un gran
conocedor de la música y un hombre dedicado a la composición. Pero siempre
regresaba. Alardeaba de haberse negado a recibir ningún beneficio de los que le
había propuesto la revolución a su llegada. Vivía con sus padres. Formaba discusiones
delirantes, lanzando en voz altas afirmaciones como que los enfoques que hacía
Carlos Rafael Rodríguez sobre Martí eran muy burgueses y que había que
radicalizar más a la revolución. Sus paroxismos eran insufribles. Se convirtió
en el objeto de bromas de muchos de los allí presentes.
No sé por qué insistía en reunirse con nosotros, que
residíamos en una galaxia ideológica muy lejana a la suya. Quizás por su
soledad y por ser primo de Armando López. O (los más probable), por ser
homosexual, lo cual lo tenía eliminado de los grupúsculos oficiales, ya que
corrían tiempos siniestros y los homosexuales eran ferozmente perseguidos, y en
nuestro grupo encontró aceptación, a pesar de sus ideas absurdas. Era muy
ingenuo y se entusiasmaba con cualquier cosa. La música popular cubana le
parecía de mal gusto por entonces y cuando Barbara Dane llegó por primera vez,
pensó que a través de ella iba a cambiar muchas cosas, porque Dane podía llegar
a los oídos de Fidel Castro. Llegó un punto en el cual, entre el delirio y la
frustración, hablar con él resultaba trabajoso y hasta desagradable. Llegó
hasta crear problemas a algunos amigos con su fanatismo. Era buena persona pero
su intoxicación ideológica lo volvía peligroso. Pero nunca le retiramos nuestra
amistad.
Por supuesto, nunca cambió nada ni pudo escalar en el
mundillo musical cubano. Buscando en google casi no se encuentra nada sobre él,
solamente una mención a unos arreglos que realizó de cantos yoruba para
guitarra y que han sido interpretados por Manuel Barrueco y por Marco Ramayo.
Fue respetado por los conocedores como Harold Gramatges, Juan Blanco y Leo
Brouwer, pero sin mucho entusiasmo. Un hombre que supuestamente ansiaba
conectar con el gran público quedó como una apostilla de la élite.
En el obituario del cantante americano que escribió para
el Granma hace unos días Gabriel
Molina (en el cual se cuida de no mentar a Orbón, que murió en el exilio), lo
menciona, tergiversando al menos la historia que conozco, señalando que “La
cineasta estadounidense Estela Bravo relata…que solo al grabar el segundo disco
supo Seeger sobre Joseíto y la Guantanamera con arreglo de Héctor Angulo.
Declaró entonces que ambos cubanos debían ser quienes cobrasen los derechos de
autor”. No sé si esto fue solamente una pose o se ha negociado alguna vez
seriamente, pero de haber sucedido, no me extrañaría si me informaran que
Angulo los hubiera rechazado o donado.
Cada vez que veo una película en la cual aparece por
alguna razón la Guantanamera, me quedo a ver los créditos, en los cuales
siempre aparece junto a Julián Orbón, Joseíto Fernández y Pete Seeger. Me cuentan que sigue viviendo en la casa de
la calle Prado que era de sus padres, que ya murieron. Continúa defendiendo la
causa de un proletariado que nunca se lo ha pedido. Orgulloso de su miseria,
empecinado en su desvarío, revolviéndose en su cautiverio.
Roberto Madrigal
La Guantanamera con versos de Marti fue un arreglo de mi tio Julian Orbon cantada por el Orfeon Cuba de Santiago bajo la direccion de mi otro tio Juan Viccini...despues de muchos annos y legalidades, la esposa e hijos de Julian recibieron "royalties". Ya ella murio y no tengo datos del arreglo final sobre los "royalties"..........Braulio Mallo.
ReplyDeleteMuchas gracias por el dato
DeleteMuy interesante, siempre aprendo mucho con tus artículos. Lo de "propinar poemas" me parece fantástico. Pobrecito Angulo, ojalá que siqueira al final de su vida tenga algún reconocimienmto. Equivocados tan idealistas no crecen muchos en ningún jardín...cariños desde Taos...
ReplyDeleteExcelente el relato del "Cafe" en la Funeraria Rivero
ReplyDeleteA las 11 de de la noche.
Yo tambien iba a alli en esa epoca.
Es verdad que a veces no alcanzaba pero todos estabamos ahi.
Es cierto que {el café no era más que una excusa para la reunión de los aspirantes a intelectuales, escritores defenestrados, traficantes de bolsa negra y farsantes de toda calaña}
No se a que grupo yo pertenecia, a lo mejor "a los traficantes de bolsa negra" pero yo SI estube alli en aquel momento. Lo recuerdo muy claramente.
Gracias por esta reflexion, Robertico
Saludos de El Riti
Hondo relato, hondo relato. Yo tambien estuve en esos cafe, era del monton, pero los disfrutaba como nunca despues. Era una atmosfera cargada del encanto de poetas pobres. Los olvidados. Gracias.
ReplyDeleteMuy buen post. Me aporta mucha info sobre Angulo, que siempre me pareció un fantasma entre los tantos espectros de la música cubana. Gracias.
ReplyDeleteHector Angulo, el cafe de la Funeraria Rivero, el viejo Pons, Ponciano, Paulo Pozo, Pepe Actedron, Rene Ariza, Vicente Revuelta, Armando Lopez, TorQuesada...que montones de recuerdos!...Evidentemente nos cruzabamos. Tambien recuerdo a Orlando Aloma...Quien escribira la novela de toda una generacion? La de aquellos sabados sin tener donde ir, buscando donde comer algo...
ReplyDeleteQuerido Roberto, gracias por mencionarme en tu post. Mi noveleta se llamaba La vida secreta de Truca Perez, no las aventuras. Jugaba con el famoso cuento de Thurber, la Vida secreta de Walter Mitty. A Angulo lo conoci bastante, soliamos coincidir en el Amadeo Roldan o en Santa Maria del Mar conversabamos mucho. El se quejada de la estupidez, pero como todo religioso, no perdia la fe en "aquello". Es que cuesta mucho reconocer que uno se ha equivocado y que lo han estafado a uno con dogmas y filosofemas absurdos. Pero ahi vamos, todavia se llenan las iglesias y las plazas publicas en los actos politicos.
ReplyDeleteHemos descubierto con este nolstagia post de RM que Starbucks no empezo en Seattle en los setentas sino en el Vedado en los sesentas. Por supuesto nadie mencionar que la seguridad estaba infiltrada en todos los grupos, y que en varias ocasiones "limpiaron"el parque mandando a los contribuyentes a diferentes mini Villa Marista.
ReplyDeleteLo de la seguridad esta mencionado.
Delete"cuentan que durante un recital que daba Seeger en un campamento de verano para jóvenes militantes de estos partidos, muy a principios de los sesenta, alguien le comentó que en el público había un músico cubano y le presentaron a Angulo quien en ese momento le dio la idea a Seeger de que cantara la Guantanamera con los versos de Martí,.. Al menos esa es la leyenda"
ReplyDeleteNo es leyenda, no solo es la misma historia que me conto Hector Angulo, cuando lo conoci en 1965 o 1966, y que él conto en una entrevista que le hizo la revista Bohemia unos años mas tarde, sino que ademas existe una grabacion del encuentro entre Angulo y Seeger, el 15 de julio de 1962 en "Camp Woodland", en el que Angulo canta La Guantanamera con algunos versos de Marti en inglés y en español y responde a las preguntas de un Seeger ansioso por conocer el origen de esa cancion. Aqui va el enlace a un articulo que narra estos hechos y al final del cual otro enlace envia hacia la grabacion :
http://nacla.org/blog/2012/7/20/gu%C3%A1ntanamera-courtesy-us-cuban-embargo