Si no fuera porque este año se cumple
el quincuagésimo aniversario de la concesión del premio Julián del Casal de
poesía a Fuera del juego, el libro de
Heberto Padilla, este “texto” de Norberto Fuentes no merecería ni un renglón. Plaza sitiada: un libro para los enemigos,
no es más que un vano intento de su autor de insertarse como protagonista de
los sucesos que desataron el mal llamado “quinquenio gris” de la cultura
cubana.
Fuentes pretende con esta obra,
rescribir su papel en la noche del 27 de abril de 1971, en la sala “Rubén
Martínez Villena” de la UNEAC, durante la ya más que conocida confesión de
Heberto Padilla. Quiere establecer una narrativa que nos lleve hasta ahí y que
nos haga entender las razones de su actuación. Supuestamente quiere aclararlo
todo, ofrecer información importante hasta ahora desconocida. En realidad, lo
que quiere hacer es elevar su papel a la altura que él mismo se percibe y a la
vez, desmentir los eternos rumores que corren alrededor de su persona.
Para los que todavía no se han
enterado, durante su famosa “confesión”, orquestada por la Seguridad del Estado
tras haberlo tenido preso durante unos cuarenta y cinco días, el poeta Heberto
Padilla debía incriminarse como alguien que había “traicionado a la
Revolución”, arrepentirse de sus pecados pequeñoburgueses y denunciar a algunos
amigos que habían caído en sus mismos errores para que estos subieran al podio,
confesaran sus delitos e hicieran acto de contrición. Padilla mencionó a su
entonces esposa, la poeta Belkis Cuza Malé, así como a los poetas y escritores
Pablo Armando Fernández, Cesar López, Manuel Díaz Martínez y Norberto Fuentes.
Los cuatro primeros subieron a la mesa donde estaba Padilla y siguieron el
guion al pie de la letra. Fuentes fue la excepción.
Según el mismo narra, cuando llegó su
turno, dijo estar de acuerdo con todo lo dicho por Padilla, que se alegraba de
su regreso y que lo importante era seguir adelante. Esa intervención, como
también se dice en el libro, no está registrada en ninguna parte y Fuentes solo
tiene un vago recuerdo del momento. Personalmente, jamás yo había oido hablar
de eso. Ni siquiera de boca de muchos que estuvieron allí presentes, incluyendo
a Reinaldo Arenas quien se encontraba sentado al lado de Fuentes.
Lo que todo el mundo recuerda, y sí
está registrado, es lo que Fuentes dice que fue su segunda actuación, que fue
negar las acusaciones porque el no tenía que arrepentirse de nada de lo que
había escrito porque él era un revolucionario. El consenso general fue de que
esto también era parte del libreto orquestado por la Seguridad del Estado
(aunque cuentan que José Antonio Portuondo se quejó de que Fuentes había echado
a perder la “magnífica velada”).
En su libro, Norberto Fuentes trata de
convencernos de que fue algo que salió de él, una actitud verdaderamente
desafiante que tomó a todos por sorpresa y que incluso indignó a Fidel Castro,
a la vez que quiere hacernos creer que venció a Castro, porque aparte de un
ninguneo, no le pudo hacer nada. Sin embargo, no aporta nada más allá de sus
propias elucubraciones, pues ese Castro que él tan bien describió en La autobiografía de Fidel Castro, cuando
quería deshacerse de alguien no había quien lo detuviera.
Fuentes siempre tuvo fama de trabajar
“para” la Seguridad del Estado, o de ser miembro del Ministerio del Interior.
Es una fama merecida pues siempre ha estado trabajando con la policía, el
ejército y el Ministerio del Interior, cosa que no niega, al contrario, alardea
de ello. Fue muy amigo de altos mandos militares y estuvo presente como
reportero de guerra en las campañas del Escambray y de Angola. Fue hombre de
confianza de los hermanos Castro y su obra literaria está ligada a esa
participación. En este libro se vende
como el único héroe de la literatura cubana por lo que dijo la noche de la
confesión de Padilla y por su eterna irreverencia que le costó no poder
publicar por muchos años. Le da un distante segundo lugar a Reinaldo Arenas.
Pero no, Norberto, ignoras que muchos más no fueron solamente ninguneados por
lo que escribieron o trataron de publicar fuera del país, sino que fueron
apresados y convertidos en no-personas. Sólo te citaré los casos de Manuel
Ballagas, René Ariza y Rafael Saumell, que supongo debas conocer bien.
Fuentes tiene tres héroes que idolatra:
Fidel Castro, Ernest Hemingway y Tony de La Guardia. De ellos admira
principalmente lo que él ve como sus cojones. Todo en Fuentes tiene su raíz en
un machismo pueril, que le da por adorar a los hombres de acción, que no
vacilan en apretar el gatillo ante quien sea y que viven felices con sus
crímenes (sobre todo en los casos de Castro y de La Guardia). Hemingway es un
escritor que atrae a lo peor del machismo de los escritores cubanos, ninguno se
cansa de repetir que Ava Gardner se bañaba desnuda en Finca Vigía y muchos
quieren escribir como él, pero lo cierto es que todo queda en la envidia de los
machos, porque la prosa de ninguno y mucho menos la de Fuentes, se acerca ni
remotamente a la de Hemingway.
Prácticamente toda la obra de Fuentes
está hecha en relación a estos tres personajes. Con la excepción de Condenados de Condado y Cazabandido, que surgen de su
experiencia en las campanas del Escambray,
Dulces guerreros cubanos es el
fruto de su romántica amistad con Tony de La Guardia, La autobiografía de Fidel Castro de ya se sabe quién, así como Hemingway en Cuba. Con excepción de sus
cuentos, que son bastante buenos, todas sus obras son desordenadas, escritas
con descuido, llenas de datos inútiles, de guiños personales, incoherentes a
rato, inconclusas y dictadas por la sobrevaloración del machismo y el
despotismo. Otro desastre que las recorre es el excesivo narcisismo del autor,
que no puede evitar insertarse siempre en el centro de las tramas como un
protagonista.
Todos los defectos de sus libros
anteriores, pero peor aún, aparecen en este libro. Hay anécdotas innecesarias,
usa cubanismos para luego explicarlos en un largo paréntesis, introduce
personajes que no tienen nada que ver con el tema, está lleno de datos
erróneos, repite situaciones y frases y la narrativa no fluye (trabajo me costó
terminar su lectura). Es un libro al cual le sobran más de doscientas páginas.
Casi todo lo que cita es de conocimiento público y tiene muy pocas cosas de
interés. Me llamó la atención que mencionara abiertamente la pedofilia de
Alfredo Muñoz Unsaín, el periodista argentino conocido como Chango y al cual
algunos de las jóvenes generaciones, incluso exiliados, veneran, cuando en
realidad no fue más que un agente de la Seguridad del Estado.
En el libro se dedica a despotricar de muchos
otros escritores, muchos no inmerecidamente, entre ellos Eduardo Heras León,
pero Fuentes no para de ajustar cuentas. También la emprende contra su objetivo
más odiado, el exilio cubano de Miami entre el que vive hace más de veinte
años.
Si con este libro trató de limpiarse
como agente de la Seguridad del Estado, no convence a nadie, al contrario. No
solo recuenta todas sus relaciones militares y policiales, sino que confiesa
que en 1981 fue a ver a Luis Pavón, entonces director del Consejo Nacional de
Cultura, para proponerle escribir este texto y que se lo publicaran en Cuba,
para desprestigiar a Padilla. Tampoco aclara, lo cual lo hace aun más
sospechoso, como después de unos cuantos años en silencio, pasó a estudiar en
la universidad y luego fue puesto en contacto con Antonio Pérez Herrero y de
ahí volvió a ser puesto en posiciones vinculadas al Ministerio del Interior,
hasta que se enredó en el famoso caso Ochoa, por su amistad con Tony de La
Guardia.
Tampoco convence a nadie respecto a su
ubicación en la literatura cubana. Quiere elevarse a ser un escritor al nivel
de Isaac Babel, debido a su libro de cuentos
Condenados de Condado, que fue
realmente controversial cuando ganó el premio Casa de las Américas en 1968,
pero su prosa está más cercana a la de Aleksander Bek y Konstantin Simonov, a
quienes también confiesa admirar. En fin, que ni siquiera puede convencernos de
que, como escritor, no es más que una apostilla en la literatura cubana de los
últimos sesenta años.
Plaza
sitiada: Un libro para los enemigos. Norberto
Fuentes .Cuarteles de Invierno, 2018. Cuartelesdeinvierno.net. 562 páginas.
Roberto Madrigal
gracias por tus palabras
ReplyDeletetu amigo del norte
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