Corría el año 1980 y llevaba yo apenas unas semanas
en Miami cuando al entrar en el restaurante El Pub, entonces situado frente al
Parque del Dominó de la calle Ocho (no recuerdo donde está ahora), un día entre
semanas por la tarde, me encuentro, para mi sorpresa, a Ulises Estrada, sentado
cómodamente y en amena conversación con dos individuos de apariencia
anglosajona y con unos trajes y un corte de pelo de los que poco después
aprendí que eran los que usaban los miembros del FBI. En dos mesas aledañas se
sentaban incómodamente cuatro o cinco individuos que no cabía duda escoltaban a
estos personajes, con la vista siempre alerta y mirando en todas direcciones.
No sé cómo pude contener mi asombro y de paso mi
indignación. Los escoltas me miraron fijo y yo estaba estupefacto.
Para los que no lo sepan, Ulises Estrada (cuyo
verdadero nombre era Dámaso José Lescaille), fue, entre muchas cosas,
viceministro del Interior, compañero de lucha del Che en el Congo, amante de
Tania la Guerrillera, segundo al mando de Manuel Piñeiro, alias Barbarroja, en
la División de América del Partido Comunista de Cuba, encargado de misiones “sensitivas”
y finalmente embajador en Jamaica y varios países africanos. Murió a principios de este año. Nadie
entonces denunció su presencia ni se le hicieron actos de repudio,
probablemente casi nadie sabía que estaba de paso.
Esta es solamente una aislada anécdota, pudiera
seguir hasta el aburrimiento con otros visitantes con los cuales me tropecé y
que pasaron por acá sin que nadie
supiera que pasaron. Con esto quiero simplemente ilustrar que Miami siempre ha
estado en la mirilla de los Castro. Siempre ha sido una ciudad asediada. Nada
nuevo ni sorprendente. Es la mayor concentración de cubanos fuera de Cuba, el
sitio de la gusanera exitosa, el único ghetto afluente que existe en los Estados
Unidos.
Con el tiempo, se han abierto diferentes medios de
penetración. Ya existen cadenas de televisión a través de las cuales se pueden
enviar voceros, publicaciones que emplean amanuenses y empresarios que se
benefician contratando a músicos y artistas de la isla. Si existe ya una
demanda, pues habrá oferta.
Ahora se presenta por segunda vez en el Miami Dade
County Auditorium el dúo musical Buena Fe y se ha armado una algarabía
ensordecedora en los blogs del exilio. Se ha convertido en un acto de fe
oponerse a la visita del grupo, enardecerse ante la osadía. El mayor y más
comprensible motivo de indignación es que el dúo le cantó “feliz cumpleaños” a
Castro el pasado agosto y además han hecho declaraciones denigratorias sobre
las Damas de Blanco y han dicho otras estupideces.
Desde luego que hay mucha razón para indignarse y
los que quieran tienen todo el derecho a protestar públicamente. Sin embargo,
me parece que todo eso es darle demasiada importancia a una agrupación musical
que por lo poco que he oído de su música y sus letras (y de veras que lamento
haberlo hecho por la curiosidad que me despertó la protesta), no ocuparán más
que una apostilla en las páginas de la historia universal de la infamia
musical.
Es cierto que lo mejor que uno puede hacer es
ignorar a este tipo de elemento. Pero también es cierto que lo más probable es
que el lugar se llene y sus cuentas bancarias (y las de sus empresarios) se
beneficien grandemente. Llenar un teatro con capacidad para unas 2400 personas
no requiere mucho esfuerzo, sobre todo con la propaganda gratuita que han
tenido. Entre fanáticos, curiosos y despistados habrá cupo. Pero tampoco esto
es nuevo, hace mucho que el exilio es una de las mayores fuentes de
financiamiento del gobierno cubano.
Muchos acusan a las nuevas generaciones de exilados
de ser culpables del éxito de esos grupos que aparecen a cada rato en Miami,
actúan, recogen el dinero y después se burlan de quienes allí viven. Pero no
estoy de acuerdo.
Aunque soy de la opinión de que el exilio político (como
se entiende tradicionalmente), acabó hace muchos años y que los que llegan más
recientemente acentúan las necesidades económicas como motivación mayor de su
fuga (en el caso de Cuba es imposible separar los motivos políticos de los
económicos porque la miseria en Cuba es responsabilidad de la claque que domina
hace 55 años), puede que haya muchas más coincidencias entre los exiliados más
recientes y los anteriores de las que los “históricos” piensan. Toda generación
anterior tiende a rechazar a quienes le siguen.
Recuerdo el rechazo que tuvimos los “marielitos” a nuestra llegada y
luego todo pasó.
Lo cierto es que Buena Fe cantó en este mismo
auditorio en febrero de 2013 y para mi sorpresa, en las páginas de Facebook muchos
amigos y conocidos míos, llegados hace muchos años y autocalificados como “gusanos
diametrales”, se desgañitaban apoyando el concierto e instando a todos a
asistir. La nostalgia es la prisión de la memoria.
Desde los noventa, cuando comenzaron a llegar grupos
de la isla, los Adalberto, los Manolín, los Manolito, Isaac Delgado y muchos
otros, eran, para mi asombro, los viejos rockeros cubanos los que se
maravillaban con sus canciones y asistían a sus presentaciones. De repente se
puso de moda bailar esa música en las fiestas de gente que en Cuba ni se
hubieran acercado al ambiente en el cual se desarrolla ese tipo de creación
musical.
Tampoco me parece justo suponer que 2400 personas
representan los sentimientos y las ideas políticas de toda una generación. Por
otra parte, fuera de los expresos políticos y unos pocos más, ¿cuánta gente ha
venido al exilio a luchar contra Castro? La mayoría hemos venido (y me incluyo
en ese grupo) a poder hacer la vida que allá no nos permitían.
Miami es una plaza sitiada no solamente por los
Castro, que quieren mantener su influencia sobre todo lo que pasa ahí, sino
también por los diversos intereses de los propios emigrados.
Protestar la presencia
de Los Van Van, de Buena Fe o las
declaraciones de Tony Avila y de Descemer Bueno tiene justificación moral, pero
es una pérdida de tiempo. Que el periódico más importante de la ciudad le
dedique la primera plana, es vergonzoso, ya que se merecen solamente un anuncio
pagado en las páginas de entretenimiento.
Esto me recuerda cuando en el periódico Granma ponían como titular la opinión de
Alberto Juantorena sobre el Ballet Nacional y sobre Alicia Alonso.
Roberto Madrigal
Creo que tienes razón en la promoción gratuita que se les hace a esos músicos. There is no such thing as bad publicity. Yo ni me hubiera enterado de que existían a no ser por el revuelo que se ha armado, y estoy segura de que no soy la única que nunca los había oído nombrar, mucho menos tocar. Aunque estoy de acuerdo contigo con que la gente tiene el derecho a protestar su presencia. Pero la primera plana del diario más importante de Miami...¡por favor!
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