Mucho se habla últimamente sobre el establecimiento de un
gobierno democrático en Cuba como la solución a todos los problemas del país y
la apertura hacia una mejoría económica, hacia una economía de mercado que fortalecería
la institución de una democracia. Por supuesto, quienes más se lo plantean son
los cubanos que han estado viviendo una gran parte de su vida en una democracia
ajena.
Cuba es parte de mi pasado. Hace más de tres décadas que
no la piso y es muy probable que jamás la vuelva a ver. Pero ello no me impide
pensarla, estar al tanto de lo que allí sucede, mantenerme en contacto con los
amigos que allá me quedan y conocer y establecer amistades con recién llegados.
He vivido en un país democrático la mayor parte de mi vida y no le desearía
menos que eso al futuro de lo que es, en definitiva, mi país.
Sin embargo, una somera revisión de su historia me lleva
a cuestionarme la posibilidad de que un estado democrático sea la solución factible a
corto plazo una vez que la biología aniquile al castrismo.
Entre 1902 y 1952 Cuba tuvo dieciséis presidentes (varios
de ellos provisionales, algunos de los cuales duraron un día), dos gobernadores
americanos y un gobierno provisional
dirigido por un comité, lo cual no indica estabilidad. La mayoría de los
gobiernos estaban contaminados de corrupción y las instituciones democráticas
se manipulaban a conveniencia. De alguna manera y por diferentes razones que no
cabria discutir aquí, el país se fue desarrollando a un nivel elevado con
respecto a los estándares latinoamericanos.
En 1952, como todos sabemos, un golpe de estado llevó a
Batista por segunda vez al poder. Estableció una suerte de dictadura
constitucional, una dictablanda, como la llamaban, en la cual no faltaban la
represión política violenta, el crimen ejercido por el gobierno y los nefastos
oficios de grupos paramilitares. A pesar de ello, y sé muy bien que los
estudios económicos y sociológicos y las estadísticas que arrojan pueden ser
cuestionables por su propensión a la manipulación (y un recorrido por diversos
estudios arroja resultados contradictorios), todo indica que durante este
período el país progresó económicamente más que en ningún otro período,
alcanzando, en algunas áreas, niveles cercanos a los países desarrollados (no
debe olvidarse en las comparaciones que Europa acababa de salir de una guerra
devastadora y España de un bloqueo atroz). Esto no implica necesariamente que
los cubanos funcionan mejor bajo un gobierno dictatorial que bajo uno
democrático.
A ello hay que añadir que no solo ningún cubano menor de
62 años ha nacido bajo un gobierno democrático, sino la destrucción de todo
tipo de institución democrático-burguesa llevada a cabo por el gobierno
castrista, que además implantó un totalitarismo asinino que ya lleva 55 años en
el poder, así como el aislamiento del país con respecto a los modelos de
desarrollo social y económico que se han llevado a cabo en otras partes del
mundo. Todo esto se suma para cuestionar la viabilidad de la implantación efectiva
de un sistema de participación democrática en un futuro cercano.
Si la constitución étnica y cultural de la población
cubana se forjó a través de los siglos mediante el mestizaje de españoles,
africanos, chinos, haitianos, jamaicanos, americanos, libaneses y judíos de
Europa Central, el control migratorio de los últimos cincuenta años, así como
la conversión del país en una nación de emigrantes, ha resultado en una
homogeneización apuntalada por la miseria económica que no hace al país
proclive a la tolerancia y a la aceptación de influencias extranjeras (que
cuando no han coincidido con la política oficial, han sido demonizadas como
diversionismo ideológico). El sistema inmune social es débil.
No es solamente el caso de la población gobernable, sino el
de que no existen políticos acostumbrados a gobernar en un sistema en el cual
la diversidad de opiniones y la civilidad sean la orden del día y los elementos
a considerar en sus funciones.
Pudiera continuar presentando otros elementos, pero creo
que con los anteriores basta no para eliminar la posibilidad de una democracia
como futuro viable, como garante de prosperidad, pero sí para reflexionar al respecto y meditar sobre todo
lo que sería necesario enmendar para poder emprender un camino correcto. Y por
supuesto, nada que valga la pena puede hacerse por decreto.
Roberto Madrigal
Muy de acuerdo. Siemrpe aprendo mucho con tus escritos. Voy a buscar info sobre el presidente cubano que duró un día...me parece haber leído algo sobre eso en un libro de Renee Méndez Capote pero apenas recuerdo...¡a informarse! Gracias por tus posts.
ReplyDeleteA RM le encantan las trivias, creo que fue Manuel Marquez Sterling, que no creo que nacio Cuba. Me acuerdo porque se lo oia mencionar al padre de una amistad cercana, que mientras mas tomaba mas interesantes eran sus historias. Buen post Roberto, Carballido Rey siempre tuvo razon.
ReplyDelete"Había una vez una república. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades, Presidente, Congreso, tribunales; todo el mundo podría reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo y ya sólo faltaban unos días para hacerlo. Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos, y en el pueblo palpitaba el entusiasmo". Esta descripción responde a la Cuba que existía a comienzos de los años 50, tras doce años de sucesivos gobiernos democráticos de Batista, Grau y Prío. La cita -con todas mis excusas- corresponde a Fidel Castro. Ninguna nación que fue así puede estar condenada eternamente a la barbarie y la incivilidad, sobre todo si tuvo un fundador como Tomás Estrada Palma, que recibió el Tesoro en cero y lo dejó con un millón de pesos oro, y que en vez de en un palacio, terminó sus días en una finquita, arando la tierra con sus propios bueyes. Cuba volverá a ser república.
ReplyDeleteMadrigal, coincido con usted en que el camino a la democracia en Cuba sera largo y difícil. Lo podemos ver no solo en los cubanos residentes en el país, que tienen en contra los aspectos de formación y materiales que usted señala, pero también en los que han vivido decenas de años en países democráticos y que no han podido hasta la fecha asumir una actitud de integración y reconocimiento de las diferencias ideológicas, que es en mi criterio la base de un pensamiento democrático. Parafraseando al ilustre mejicano se puede decir que como no hay respeto al derecho ajeno es difícil que haya paz entre los cubanos.
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