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Sunday, May 11, 2014

Ultimos días en La Habana



 

Mi última semana en Cuba la pasé en el campamento El Mosquito. Utilizo la palabra campamento porque fue el eufemismo oficial que nadie cuestionó. Era, en realidad, un campo de concentración transicional para quienes iban a salir por el puerto del Mariel.

El Mosquito fue, en tiempos mejores, una finca propiedad de la familia Carbonell, quienes eran, entre otra cosas, los dueños de las plantaciones de henequén en Cuba. No sé qué hizo con ella el gobierno revolucionario tras intervenirla a principios de los sesenta, pero durante unos meses de 1980, se convirtió en la antesala de la salida para cientos de miles de cubanos. Una antesala incierta, porque muchos eran regresados a sus casas después de pasar un tiempo por allá, debido a “irregularidades en sus papeles” descubiertas a última hora, a pesar de que antes de llegar a El Mosquito ya habían sido procesados en el Círculo Militar Gerardo Abreu Fontán de la Playa de Marianao.

Tras echar un vistazo final al balcón de mi apartamento, adornado por manchas de huevos y tomates podridos explotados contra sus paredes y cristales, producto de los diarios (aunque en mi caso algo anémicos) mítines de repudio, y llegar de madrugada al Abreu Fontán, escapando de una turba organizada que nos daba la bienvenida con insultos y pedradas, una cuarenta y ocho horas después una guagua militar nos dejó, a mí y a un grupo de procesados que íbamos rumbo a Cayo Hueso, en El Mosquito.

Entré por una inmensa nave tipo almacén, en obediente y controlada fila, para llegar a unas mesas repletas de militares en las cuales uno presentaba sus papeles y era, una vez más, interrogado respecto a la fidelidad de los datos. El caos, la confusión y el ruido reinaban en esa nave. Me llevaron a un lado y me sometieron a un breve cacheo. No tuve muchos problemas pues yo solamente llevaba la ropa que tenía puesta. Vi que mucha gente trataba de pasar una prenda personal, una foto o un recuerdo, de los cuales, después de ser injuriados por atrevidos, eran despojados.

De ahí pasé a la “zona” que me tocaba. El campamento estaba dividido en varias de estas zonas, dominadas por unas carpas gigantescas y delimitadas por unas sogas. En cada parcelación ubicaban grupos humanos según la denominación oficial. En una estaban los “homosexuales”, en otra “los delincuentes”, en otra “las familias” y finalmente “los diplomáticos”, que consistía en los que se habían asilado en la embajada de Perú. Puede que hubiera otras divisiones, pero esas fueron las que pude notar. Por supuesto, me llevaron casi de la mano a la sección diplomática.

El contacto entre los habitantes de las distintas zonas estaba prohibido. Para salir de la zona a las letrinas, que se encontraban hacia el dienteperro casi a la orilla del mar, había que pedir permiso. La carpa que me tocó, tenía literas dobles capaces de albergar unas noventa personas, pero seríamos unos trescientos diplomáticos, una cifra bastante constante ya que si hoy salían dos, pues mañana llegaban dos y así. A las mujeres con niños y a las personas mayores les reservábamos las literas, el resto dormíamos a la intemperie.

Teníamos que alinearnos cada vez que hacían un llamado para llevarse gente hacia el Mariel. A la entrada de la zona había cinco o seis militares, casi todos tenientes, con listas de nombres que de repente gritaban: “¡Dame un par de diplomáticos!” y con ello comenzaba un ritual, tenso y horroroso, que ocurría dos o tres veces al día. Una vez formados en una fila que los gritos de los militares conminaban a que fuera bien recta, sin que nadie se saliera ni un centímetro, traían a otro militar con una bayoneta al cuello y sosteniendo a un furioso perro pastor alemán. El hombre caminaba, mientras el perro ladraba, con la punta de la bayoneta hacia la fila, haciendo un límite imaginario y cortando al que estuviera fuera de alineación.

Después, uno de los oficiales, siempre gritando, decía: “Pero yo no quiero que se vayan en orden” y entonces había dos alternativas. O él o uno de sus compinches apuntaban con el dedo a los escogidos, sin orden ni concierto, o sacaban a alguien de la fila y le pedían que escogiera a dos personas y si ellos aprobaban la selección, los tres se irían. Con ello no solamente aseguraban la humillación de los diplomáticos, sino que garantizaban la generalización del sentimiento de incertidumbre.

Por lo general, traían comida en cajitas, en una cantidad insuficiente para alimentar a toda la población. Situaban un centro de distribución cerca de las letrinas y llamaban a la gente a venir en fila, por zonas. Los diplomáticos éramos los últimos. Nunca cogí una cajita y en consecuencia perdí quince libras (tratar de salir de Cuba, en aquellos tiempos, era la mejor forma de perder peso).

Una noche anunciaron que se aproximaba un ciclón y evacuaron a todo el campamento, excepto a los diplomáticos. Recogieron la carpa y nos dejaron allí a la intemperie mientras los oficiales buscaban refugio en la nave de recepción. Por varias horas hubo mal tiempo, lluvia y ventolera, pero el ciclón nunca llegó y el resto de la población regresó temprano en la madrugada.

Por suerte para mí, me encontré con mi amigo Ricardo Oteiza (como hago este recuento de memoria y esta traiciona luego de tantos años, no estoy seguro si nos encontramos en el Abreu Fontán o en el propio Mosquito), con quien también fui compañero de espacio en el patio de la embajada de Perú. Al menos podíamos rumiar nuestras preocupaciones y dividir un poco el espanto. El último día de nuestra estancia, cuando por circunstancias azarosas éramos los dos primeros de la fila, el camarada teniente de turno pidió tres diplomáticos y escogieron a Ricardo y a dos más que estaban al final de la fila.

Finalmente, el 12 de mayo de 1980, me tocó agarrar la guagüita que me llevaría al puerto del
Mariel. Me montaron en un camaronero, el Cayman, con capacidad para veinte personas, pero
en donde agolparon unas 260, la gran mayoría expresos comunes. Por mal tiempo nos
retuvieron unas catorce horas en el puerto, sin bajarnos de las embarcaciones. Desde allí pude
ver a Ricardo en la proa de otra embarcación atiborrada de gente. Otra docena de horas de
espera más tarde y el Cayman zarpó en medio de un mar que metía miedo. No fue hasta la
madrugada del 15 de mayo que llegué a una base militar en Cayo Hueso. Nunca más he
regresado a la isla.
El Mosquito es un episodio tenebroso que no sé por qué no ha sido contado con más
frecuencia y con la importancia que se merece, por el tratamiento humillante que se le dio a los
que por allí pasaron, en la historia del éxodo de 1980.
 
Roberto Madrigal

13 comments:

  1. Este relato y el resto de los acontecimientos necesitan un escritor de guion de Hollywood. Tenemos que crear una campaña en Kikstarter o algo similar para que el projecto se lleve acabo

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  2. Una vez, hablando de esas experiencias por las que no pasé, y que por supuesto considero horrorosas y denigrantes, alguien que estuvo en ese caso comento algo que pudiera explicar por qué no se habla de eso. Esa persona me dijo que fue tan traumática su experiencia, que le era imposible hablar de eso, que no tenía palabras para expresarlo, ni quería. Yo callé, bajé la cabeza y cambié el tema de conversación.

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  3. Roberto, gracias por compartirlo. Absolutamente de acuerdo con Leif, ¿por qué no hacer una campaña de Kickstarter? Creo que hay poco escrito sobre el tema --tomando en cuenta la cantidad de personas que pasaron por esa situación. Como dice el segundo comentario, muchas probablemente prefieran olvidar lo ocurrido pero al cabo de tanto tiempo, sería bueno documentarlo, considerando que quienes salieron por el peurto del Mariel con 20 años ya pasan de los 50. Saludos desde Taos, la Te

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  4. Querido Roberto: Por tu condicion de cinefilo y excelente escritor creo que deberias intentar una novela o guion de cine con este tema. El fascismo cubano es algo que , a pesar de su intensidad historica, los fascistas han tenido la suerte que nadie ha hecho la cadena de relatos que el tema sugiere y que, sin duda, la Cuba post castro debera tocar. Soy un poco esceptico sobre la pelicula -mucho dinero- pero una novela puede ser muy facil de publicar. Un abrazo. Como siempre excelente relato.

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    1. Verdad, Caballero. Una peli depende de mucha gente y cuesta un pupuchal pero un libro...así que ya tienes tarea, Roberto.

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  5. Quizás la literatura pueda rescatar algunas de estas vivencias. Para el cine, al menos de este lado, creo que es tarde. Por suerte o por desgracia el Mariel quedó plasmado ya para siempre en Scarface, que no es del todo mala película.

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    1. Estaba tratando de acordarme del título....¡gracias, Manuel!

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  6. Roberto, no se quien tu eres ni tu sabes quien soy yo, pero por desdicha y fortuna compartimos ese pedazo de tierra casi en el mismo espacio de tiempo, llegue el 8 de mayo al Mosquito casi oscureciendo, a nosotros nos llevaron a Las Cuatro Ruedas para hacernos los pasaportes (veniamos de Las Villas). La parte que nos toco del mosquito era el ultimo espacio, nos bajaron frente a una casa donde habia una piscina sin agua, ahi nos metieron y nos fueron llamando uno a uno para pasarnos a un patio que era puro diente de perro en el cual habia una meseta que tenia fundida una batea de cemento, el espacio que me toco fue encima de la batea con otras personas, debajo de la batea estaba otro grupo.Al otro dia al amanecer empezaron a llamar para sacar gente para el Mariel, el desespero y el no oir bien hizo que las personas se fueran acercando a la soga, eso basto para que el HP que traia un perro le aflojara la cadena y mordiera a una mujer en la pantorrilla, echaba poca sangre pero se le veian afuera unas tiras blancas como si fueran los tendones; en esa llamada se la llevaron a ella y unos cuantos mas y asi fueron haciendo llamados, hubo un tiempo de calma y en un momento en que estabamos aletargados, gritaron: LOS PERROS, aquello fue increible los infelices que estaban debajo de la batea la arrancaron con sus lomos y salieron con nosotros a cuesta, nos caminaron o lanzaron como a 2 o 3 metros todo el mundo salio magullado. El ciclon fue el dia 10, por la noche, nos llevaron a unas casas de campa~a y por la madrugada nos regresaron al mismo sitio, la gente fue haciendo sus necesidades a la orilla del mar pero el espacio se fue acabando y estabamos entre la mierda y los perros(tremendo dilema).La comida?, era una pelota de arroz con huevos negros o azulosos, pude probarla por una caja que cogio alguien y la repartio El dia11 nos llevaron al Mariel y nos montaron en los los barcos, a mi me toco uno de 40 pies llamado Maria Mercedes, salimos y al caminar 7 u 8 millas nos viraron por mal tiempo, (despues de haber gritado abajo el comunismo a mar abierto) viramos con el rabo entre las patas, pensando que fuera una trampa. No nos dejaron bajar del barco ni para hacer las necesidades, decian que nosotros no teniamos derecho a pisar nuestra tierra de nuevo, por la borda habia que hacerlas con un paravan improvisado, ahi estuvimos hasta el 13 casi al medio dia que dieron la orden de salida. Lo mas doloroso para mi y los que veniamos fue un matrimonio que venia con dos hijos entre 8 y 10 a~os y el abuelo, que ya estaba con repuntes de arterioesclerosis, eran del campo, una gente muy buena, toda esa odisea hizo que al viejito su mente no le aguantara y a cada momento llamaba vacas y arriaba bueyes, no supe mas de ellos, eso me partia el alma. Llegamos a Cayo Hueso poco antes de las 12 de la noche del dia 13 de mayo de 1980. Pasado ma~ana se cumplen 34 de ser liberto, mis hijos y nietos nacieron libres, a lo mejor, para completar mi dicha, un dia pueda ir con ellos al Mosquito, y ense~arles por donde se gano la libertad su TAITA.

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  7. Roberto, perdona la introduccion algo aspera de mi primer comentario y el no haber dado las gracias por traer el tema, mi experiencia literaria es pobre, (solo alguna que otra carta). Ahora es que me doy cuenta que posiblemente a las carpas que nos llevaron fueran la de ustedes "los embajadores", tenian el piso de gravilla acabada de echar, nos hicieron acostar en filas, boca arriba unos bien pegados a otros y no nos dejaban hablar ni pararnos, nada mas parecido a un barco negrero. Volviendo a las Cuatro Ruedas, era un aserradero que ya no estaba en funcionamiento, ahi nos hacian los pasaportes y estampaban un cu~o que decia que no tenias regreso, habia hombres haciendose pasar por afeminados y mujeres, que no lo eran, por prostitutas, las burlas, las humillaciones y el maltrato eran la regla. despues de eso nos montaron en las guaguas para llevarnos al Mosquito; en ese trayecto hubo 5 o 6 paradas para que el "pueblo enardecido espontaneamente" nos gritara improperios y nos escupiera (no nos tiraban objetos ni huevos para no da~ar las guaguas), antes de llegar al Mosquito el guaguero en combinacion con el guardia, arrimo la guagua a un lado de la carretera y nos dijeron que todas las pertenencias y dinero, nos lo quitarian al llegar, que mejor se lo dieramos, el mio lo hice un royito y lo meti por los tubos del asiento, las direcciones y telefonos ya los traia anotados en los bordes interiores de los pantalones, al salir la guagua de nuevo muchos dejaban volar cosas por la ventanilla, un muchacho que traia unos espejuelos de sol, que fueron de su padre cuando joven, los hizo a~icos con el pie, (luego los lloraba como la perdida de un familiar), otro que traia un cinto con una hebilla de vaquero muy linda, el guardia casi se la arranco al bajarse. De esto lo que se hable es poco, hace falta que gente como tu, y otros que tienen facilidad para hacerlo, lo hagan, que no quede en el olvido o el tiempo lo desdibuje. Aunque no lo creas estamos hermanados por el salitre, el diente de perro, (perros incluidos), la mierda y el mar. Te deseo lo mejor hermano.

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  8. muchas gracias por el testimonio.

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  9. ¿Puedo sugerirles Olas, una novela que acabo de publicar de forma independiente y en la que trato este episodio migratorio cubano, además del de los balseros y (muy por encima) Camarioca? En la columna derecha de http://www.joseramontorres.com encontrarán vínculos directos a distribuidores del libro. Espero no defraudarlos. Y muchas gracias, Roberto, por tu escrito. ¡Tendré que leerme los otros!

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    1. Gracias Jose Ramon, buscare tu novela. Es un periodo historico nada documentado.

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