Acaba de morir en Nueva York, a los 85 años, el crítico
de cine René Jordán. Hace apenas unos días también falleció, en La Habana, otro
gran crítico, Walfredo Piñera. Ambos, junto a Guillermo Cabrera Infante, se
convirtieron en tres de los más destacados críticos de cine de la década del
cincuenta en Cuba. Cabrera Infante, como G. Caín, publicaba en Carteles, Jordán lo hacía en Excelsior y en la revista Bohemia, mientras Piñera editaba las
imprescindibles guías católicas.
Todos conocen la historia de Cabrera Infante, pero Piñera
y Jordán pertenecen al dominio de los arqueólogos de la cultura cubana. Sus
historias son conocidas solo a retazos y mayormente por quienes tuvieron
contacto con ellos. Piñera, por católico, fue ninguneado por las autoridades
culturales cubanas y relegado a un papel oscuro en el departamento de medios
audiovisuales de la Universidad de La Habana, fungiendo prácticamente como un
inocuo archivero, bien alejado del ICAIC. Aceptó su rol con la humildad que le imponían
sus creencias religiosas. Jordán, al exilarse, fue despachado al olvido, a
pesar de que se mantuvo activo y exitoso como crítico de cine.
Para los cinéfilos de mi generación Jordán fue un
personaje casi legendario. Sabíamos que había escrito biografías de Clark Gable,
de Marlon Brando y de Barbra Streisand, pero esos libros nos eran inaccesibles.
También nos enteramos que publicaba en Film
Quarterly y en The Village Voice,
dos revistas que por entonces reverenciábamos y que leíamos fervorosos cuando
algún número caía por casualidad en nuestras manos. Pero la primera vez que
supe de la existencia de René Jordán fue cuando cayó en mis manos un ejemplar
de Tres Tristes Tigres, cuando
Arsenio Cué, sentencioso, dice: “…considero que todos los escritores cubanos, todos…gente de tu generación no son más
que unos malos lectores de Faulkner y Hemingway y Dos Passos…¿Qué queda?
Algunos nombres sueltos como…entre los hombres de tu generación, tal vez René
Jordán. Si deja la frivolidad que exhibe con tanto despliegue en sus críticas
de cine y se olvida de la otra Quinta Venida y del New Yorker.”
Cabrera Infante siempre consideró a Jordán como un gran
cuentista y aparte de su amistosa rivalidad como críticos de cine, le imputaba
que no se dedicara más a la ficción. Jordán publicó su primer cuento, “Visita
de cumplido” y tres relatos más, en la revista Ciclón. En 1959 formó parte
de la dirección inicial de Lunes de Revolución.
Tradujo Miss Lonelyhearts, la obra de
Nathaniel West y escribió un libro, La
angustia del sábado, que ganó mención en la primera edición del Premio Casa
de las Américas en 1960, pero nunca se publicó porque Jordán partió al exilio
poco después.
Comenzó en 1976 a escribir críticas y reseñas de cine
para el suplemento en español de The
Miami Herald, continuando a lo largo de los años a través de los distintos
cambios de la publicación, hasta su muerte hace menos de 48 horas. Desde que
llegué a Estados Unidos traté de no perderme ninguna de sus críticas, que eran
para mí una brújula. No había que estar de acuerdo con lo que decía sobre una
película, pero conocer su opinión era importante, incluso en sus momentos menos
felices. Sus críticas se caracterizaban por un refinado uso de la ironía, un
sutil despliegue de erudición, un lenguaje sencillo y una total falta de
pomposidad. Se tomaba su oficio muy en serio, pero sin alardes de solemnidad
pretenciosa. Fue, por varias décadas, el único crítico de cine cubano del
exilio y el más longevo, de esos que escriben semanalmente, incluyendo los que
han publicado en Granma y Juventud Rebelde, en todos estos años.
Ahí queda su obra, dispersa, a la espera de un compilador.
A la espera también de una merecida reivindicación, de un improbable acto de
contrición de los censores.
Roberto Madrigal
Gracias por descubrirnos personajes interesantes...hice una búsqueda en google de Jordan y encontré cantidad de cosas!!
ReplyDeleteLa muerte de Rene Jordan me ha hecho pensar en que mi formacion cinematografica de adolescente se la debo al prestado. En la Cuba de los 50, y alertado por sendos amigos mas avispados, yo leia con respeto a dos criticos: Rene Jordan y Guillermo Cabrera Infante. Jordan publicaba en Excelsior, pero en mi casa no compraban ese diario. Entonces yo iba a leerlo a casa de un vecino, que lo recibia y a cuya puerta nos reuniamos a menudo otros vecinos a conversar. Siempre preferi las criticas de Excelsior a las de Bohemia, porque si no recuerdo mal, las de Excelsior eran mas largas, en forma de columna, y se podia decir mas. Y con Guillermo pasaba que tampoco compraban Carteles en mi casa y yo lo leia en casa de una tia preferida, que vivia cerquita y compraba Carteles, o si no, iba yo a una barberia del barrio, ni siquiera donde me pelaba, pero en la que me permitian forrajear sus revistas. Asi que desde aqui agradezco a las generosas almas que me prodigaron tanta buena lectura.
ReplyDeleteOrlando Aloma
Usted es viaje viejo de verdad si conocio a Aloma en el Funeraria Rivero y se pelaba en la barberia que el visitaba es aun mas viejo.
ReplyDeleteLo conocí,lo admiré, y me dejaba guiar por sus crónicas de cine. La noticia de su muerte, ha sido un plomazo que cierra de veras un capítulo, así,como usted dice. Descanse en paz el alma de Rene Jordán, y que los arqueologos de nuestra cultura nunca pierdan sus huesos. Gracias, Madrigal.
ReplyDeleteTeresa María.
René Jordán también fue un cuentista genial que nunca publicó. Si alguien no recupera sus críticas en un libro se perderá una parte importante de la visión del cine por este incansable adicto al cine. A finales de los cincuenta su sección en Bohemia era una obligada lectura. Allí yo me formé junto a la de Cabrera Infante en Carteles. Gracias, Rané.
DeleteChago