Hace unos años me lancé entusiasmado a leer La montaña del alma, la novela de Gao
Xingjian, el escritor chino residente en París que ganó el premio Nobel de
Literatura en el año 2000. Luego de trabajosamente leerme unas decenas de
páginas de la más de quinientas que tiene este voluminoso texto, el tedio
comenzó a vencerme, la trama dejó de interesarme y terminé su lectura, saltando
un párrafo por aquí y otro por allá, más por tozudez que por interés cultural. Me
pareció un libro de densidad gratuita, con una prosa excesivamente lírica,
inundada de metáforas y demasiado explicativa. No se distinguía mucho de la
prosa de los pocos libros de autores chinos que he leído. Por esa razón, vacilé
mucho antes de decidirme a leer al ganador del mismo premio literario de 2012,
el narrador Mo Yan. Lo que finalmente me decidió a hacerlo fue la reciente
polémica, ventilada en la prensa occidental, sobre sus actitudes políticas y su
errática trayectoria como miembro de la burocracia cultural china, ya que es
vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos.
Escogí su novela The
Republic of Wine (1992) por ser la más corta de todas las que se
encontraban disponibles, aunque no es una de las más alabadas por la crítica.
Para mi sorpresa, desde la primera página me tropecé con un lenguaje coloquial,
fluido, de adjetivación mínima pero precisa y con un uso agresivo y desenfadado
de los juegos de palabras, las boutades y las vulgaridades, además de una
descripción descarnada de hechos violentos, que se mueve entre el realismo y la
alucinación.
Debido a informes que llegan a la capital, acerca de corrupción
y de una gula gargantuesca que se practican en la región conocida como República
del Vino, el veterano investigador Ding Gou’er es despachado a la remota
provincia para que desentrañe la realidad de lo que ocurre. A pesar de ser un
investigador resuelto y de alta confianza entre el liderazgo máximo del partido
en Pekín, Ding Gou’er es descrito como un hombre solamente interesado en
resolver casos criminales, “fumador empedernido, que le gusta beber pero se
emborracha con facilidad, de dentadura dispareja…mal tirador…algo supersticioso…casado
en cómodo matrimonio pero más interesado en su amante, siempre soñando que a su
mujer se la llevara un cáncer, ya que era incapaz de divorciarse…”, en fin, un
cuadro nada edificador. En la Tierra del Licor, como también se conoce a la
provincia, es recibido por un par de funcionarios indistinguibles y luego
introducido a un líder regional del partido muy poderoso, un corrupto
legendario. Desde el comienzo convencen a Ding Gou’er a beber en exceso y a
partir de aquí comienzan a suceder una serie de eventos que alcanzan niveles
surreales. No se sabe si la novela es un reflejo de la realidad o de los
delirios alcohólicos del personaje central.
A la trama central se suma, inicialmente alternando capítulos,
un intercambio epistolar entre un candidato a doctor en “Estudios sobre el
Licor” y aspirante a novelista, llamado Li Yidou, y el propio Mo Yan. A medida
que el libro avanza, comienzan a aparecer personajes de la trama en cuentos que
Li Yiduo le envía a Mo Yan y poco a poco una línea argumental se va
entrometiendo en la otra y Mo Yan empieza a vivir las aventuras de Ding Gou’er
hasta que ambas se confunden en un solo hilo argumental. Narración dentro de la
narración que se funden hasta constituir una sola narración comprehensiva. Esto
lo logra el autor de forma magistral, mezclando distintos estilos narrativos
que finalmente se unen y consiguen una polifonía coherente.
La novela es una secuencia de sobornos, banquetes
sibaritas, violencia sexual, esclavitud infantil, bacanales y actos de refinado
canibalismo. Está poblada por corruptos militantes del partido comunista, creyentes
idiotizados, sobrevivientes y mercenarios de la cultura. Todos son, a su vez,
víctimas y victimarios, piezas de un sistema que se especializa en devorar su
propia creación. El engaño y la desconfianza son los mecanismos de defensa
preferidos por los habitantes de la provincia. Todos son seres sin esperanza, que
cultivan un hedonismo de ocasión, atemorizados de ser castigados a cada minuto,
en un sistema de relaciones en el cual los abusadores de hoy son los abusados
de mañana y viceversa.
A medida que proseguía en mi lectura esperaba el momento
en el cual Mo Yan iba a introducir un personaje o una situación en la cual se
daba alguna esperanza en el sistema, algo que eximiera al liderazgo y a la
pureza de las ideas del sistema, porque no hay dudas que la Tierra del Licor es
una metáfora de toda China. Pero no, Mo Yan es inmisericorde. Se burla
directamente de personajes reales como Wang Meng, uno de los escritores chinos
más famosos en su país, quien fuera ministro de cultura entre 1986 y 1989,
criticando su quehacer literario. Le da el nombre de Zhou Bao, un gobernador
provincial durante la dinastía Tang, famoso por su corrupción y su despotismo, al
editor de la “principal revista literaria china”. Se burla de la censura.
Ironiza sobre dictámenes de Mao y usa sus frases con doble sentido. Nombra también,
como Liu Wencai, uno de los más crueles señores feudales de principios del
siglo veinte, a uno de los más distinguidos líderes del partido de la Tierra
del Licor. Nadie se salva del sarcasmo del autor. Tampoco nadie sale ileso de esta
orgía inacabable.
Sus personajes descienden a los instintos más bajos y
perversos del ser humano. Caracteriza con imaginación la homogeneidad de todos
aquellos que viven para alcanzar y mantener un alto estatus social, a quienes
carecen de fantasía, a quienes viven atemorizados. No acude nunca al lamento
bolchevique de la causa perdida, al contrario, se burla de la propia causa como
una farsa en la cual creen solamente los frustrados. En este entorno, mantener
la dignidad es un asunto de idiotas porque una dignidad basada en una falacia
es indefendible y ridícula.
Mo Yan ha confesado su afición por Faulkner y García Márquez,
y se nota en su estilo y en su prosa. Pero
en su obra también se ve un hombre altamente influenciado por la cultura
occidental y la novela americana. Ecos de Chandler, Carver y Bukowski se
escuchan en muchos párrafos. Sin embargo, la obra también está repleta de
referentes a la cultura china y en su intertextualidad también utiliza al cine
chino, citando incluso su propio guión de la película Sorgo rojo (1987). Su escritura es altamente civilizada y civilizatoria,
no hay intenciones de folclorismo. Mo Yan ha sabido crear su propio universo,
que ha sido llamado realismo alucinante
y que hace honor a esa etiqueta.
Sin muchos subterfugios, el autor expresa que el Gran Salto Adelante, no fue más que un
salto al abismo, un salto suicida realizado bajo la intoxicación ideológica y
el miedo a la represión, un salto del cual nadie sale indemne.
The Republic of Wine.
Autor: Mo Yan. Arcade Publishing, New York, 2012. 356 páginas. Traducción de Howard Goldblatt. De esta edición traduje las citas.
Roberto Madrigal
Bueno, pues lo voy a bsucar ipso facto. ¡Gracias!
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