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Thursday, March 7, 2019

Evtushenko: un filme, un poema y la efusividad eurasiática



   Sé que sucedió a principios de 1994, pero no recuerdo el mes, aunque debió haber sido hacia el final del invierno. Lo digo porque vestía abrigos ligeros (aunque yo siempre visto abrigos ligeros, incluso cuando la temperatura esté bien bajo cero).
   Evgueni Evtushenko vino a Cincinnati a presentar su filme Stalin’s Funeral y a ofrecer una lectura de poemas en una librería local. Cuando me enteré de la noticia, apenas un par de días antes, se lo comuniqué a mi amigo, el escritor Rogelio Llopis, quien se entusiasmó y me conminó: “Tenemos que ir y hablar con él”. Yo pensé en preguntar: “Por qué”, pero decidí evitarme una larga respuesta de Llopis.
   El viernes al anochecer llegamos impuntuales a Joseph-Beth Booksellers, una excelente librería similar a Barnes and Noble, pero con una gran cantidad de actividades culturales y una selección de textos en la cual predomina lo literario (lo sorprendente es que aún está abierta). Como me temía, aquello estaba repleto, veíamos a Evtushenko de lejos.
   Si como propone Tolstoi en La guerra y la paz, el alma rusa surge de la colisión entre el pensar europeo y el instinto del campesino asiático, entonces Evtushenko era un hombre salido de las páginas del gran novelista. Culto y occidentalizado, cuando lee sus poemas los dramatiza de manera histriónica y atractiva. Varía las cadencias, altera el tono de la voz, gesticula. Es más que un juglar y se convierte en un espectáculo. Es uno de los pocos poetas que he preferido oír que leer.
   Esa noche leyó un poema que yo no conocía y que me dejó impresionado y conmovido. Era un largo poema reciente titulado en inglés “Goodbye Our Red Flag”. Cuando terminó la lectura, se formó la cola para que firmara los libros que los asistentes habían comprado. Era interminable. Llopis me dijo: “Vamos a hablar con él”. “Cómo nos le colamos”, le pregunté. “Le decimos que somos amigos de Padilla”.
   Evtushenko vivió en Cuba a principios de los sesenta, allá, junto con Pineda Barnet, nos propinó el guion de ese espanto que se titula Soy Cuba, un filme dirigido por un ruso (Mijail Kalatozov) y actuada por cubanos (Sergio Corrieri, Salvador Wood, Raúl García y Luisa María Jiménez, entre otros) que hablan y se mueven como si estuvieran en una estepa siberiana. Allí conoció a la élite intelectual del momento y estableció una buena relación con Heberto Padilla, de poeta a poeta. La poesía de ambos tiene muchos puntos de contacto, sobre todo en una parte de la temática que las inspira.
   Ya solo quedábamos, ante la mesa desde la cual había hecho su lectura, Llopis, Evtushenko, yo y una joven amante de la poesía y la literatura que actuaba como su cicerone. En cuanto escuchó el nombre de Padilla saltó y en un excelente español nos preguntó por él, a quien hacía rato no veía y echándose la culpa de haberse descuidado en la relación. De ahí pasó a preguntar por varios escritores cubanos y luego nos dijo que venía de México, donde había visto a García Márquez y le había insistido que tena que acabar su silencio sobre Cuba y denunciar todo lo que sabía.
   No nos dimos cuenta del paso del tiempo, brincando de un tema a otro como unos amigos que se encuentran después de un tiempo. La cicerone ya estaba muy ansiosa, quizá para acabar su tarea y dedicarse a cosas mejores un sábado por la noche. Le alabé el poema a Evtushenko y enseguida me dijo que tenía un problema. El lunes partiría para Chile, a una lectura de su obra, y quería leer este poema, pero no tenía ninguna versión en español. No sé que se apoderó de mi pero le dije que aunque yo no sabía ruso, si le parecía bien, podía hacerle una traducción apresurada a partir de la versión inglesa, algo que me parecía oprobioso, pero resultaba la única alternativa posible. Para mi sorpresa, le pareció muy bien y quedamos en que le llevaría la traducción al día siguiente, a la función de su película.
   Serían ya como las diez de la noche cuando Llopis y yo salimos para mi casa. Llegamos y sacamos diccionarios, papel, pluma y una maquinita de escribir para empezar la traducción apresurada del poema. Se me ocurrió la mala idea de abrir una botella de Glenlivet y después del primer trago, Llopis bebía infinitamente mas de lo que traducía. Formamos tremendo reguero en la mesa del comedor y ya como a la una de la mañana, camino a la segunda botella de Glenlivet, Llopis, que hacía rato cabeceaba luchando contra el sueño y a quien ya le parecía perfecto todo lo que yo escribía, decidió que se iba para su casa. Recogió de la mesa sus carpetas (con las que siempre andaba en perenne rescritura de su libro La guerra y los basiliscos) y arrancó súbitamente para su carro. Yo continué un par de horas más, nunca satisfecho con lo que hacía. Era la primera vez que traducía un poema y había confiado en la ayuda de Llopis, que tenía mucha experiencia en ese campo.
   Me desperté ya entrada la mañana del domingo y llamé a Llopis, quien dormía plácidamente su resaca. Me puse a revisar el texto que no me acababa de convencer, llamé de nuevo con algunas dudas pero Llopis seguía inundado del escocés de la noche anterior y me confesó que no se sentía como para ir a ver la película. Me di a la tarea de mecanografiar lo escrito y eso me tomó horas, porque no tenía líquido corrector y a cada dos estrofas me salía una errata y a comenzar otra vez desde el principio.
   Considerando que ya tenía el trabajo lo más limpio posible, me dirigí con la única copia (cuando aquello no tenía impresora en la casa y los domingos era casi imposible encontrar abierto un lugar que ofreciera esos servicios) al cine. Allí, en el vestíbulo me esperaba Evtushenko con cara preocupada. Me preguntó cortésmente por Llopis, le expliqué que estaba agotado por el trabajo de la noche anterior y le di mi versión de su poema. Presentó su película y salió.
   No hubo preguntas y respuestas y cuando salí, estaba en el vestíbulo junto a sus anfitriones con cara de felicidad y en su personificación más asiática, empezó a gritar por todo lo alto de que “este hombre me ha salvado la vida”, “me ha hecho una excelente traducción de uno de mis poemas” y continuó “yo me tengo que tomar un trago con él en agradecimiento”. Los anfitriones se iban asustando progresivamente, le insistían que no había tiempo pues tenían ciertos compromisos, entre ellos una cena, pero el poeta insistía y los anfitriones empezaban a sudar en medio de lo que recuerdo como un día invernal. Sabían que si el siberiano se colaba en el bar de al lado, no habría quien lo sacara de allí.
   Traté de mediar y calmar a Evtushenko diciéndole que yo entendía y que en otra ocasión que nos encontráramos íbamos a resarcir la pérdida. Pero el poeta continuaba insistente, diciendo que un ruso no puede dejar una deuda alcohólica de amistad. El lugar se hallaba repleto de gente boquiabierta que miraban asombrados mientras el poeta daba patadas en el piso, recalcando que lo del trago era un compromiso. Pero finalmente lo convencieron y entonces, en acto supremo de agradecimiento, se lanzó hacia mi, me abrazó y me fue a dar un beso en la boca. Yo, que había visto a muchos rusos dando muestras de efusividad de esa manera, empecé a echar la cabeza hacia atrás, aunque siempre prisionero de su abrazo. Ahí comenzamos un alambicado pas de deux que no se detuvo hasta que ya, perdiendo la batalla contra la gravedad, caímos al suelo ante el estupor general.
   Nos ayudaron a levantarnos mientras preguntaban el protocolar ”Are you OK?” y ya de pie, Evtushenko continuaba amistoso, histriónico y efusivo, pero pareció olvidar la idea del beso. Nos abrazamos, ya todo el mundo tranquilo y me prometió saldar la deuda cuando nos viéramos de nuevo y me pidió que le diera saludos a Llopis y a Padilla. Cuando Evtushenko y sus anfitriones, y yo por mi parte, salimos del cine, todavía quedaba gente perpleja, confundida respecto a lo que habían visto.
   Hace años que quería escribir esta pequeña anécdota, pero la fui dejando, pero hace un par de días me tropecé con un artículo (bien malo) sobre Evtushenko, publicado en la excelente Rialta Magazine y escrito por un profesor cubano de nombre Jesús David Curbelo, de quien no tengo otra noticia más allá de lo que sale en su presentación en la revista. Lo que me llamó la atención es que Curbelo, al final de su artículo, reproduce el poema bajo el título de “Adiós Bandera Roja Nuestra”, que fue exactamente el que yo le di (lo he visto diferente en otras versiones) y al final el copyright de la traducción es de…Evgueni Evtushenko. O sea, el poeta se atribuyó mi traducción. No me quejo, al contrario, hasta cierto punto me enorgullece que haya dado tantas vueltas una traducción que aún me parece deficiente. No tengo copia, pero imprimí lo que aparece en Rialta para tenerla conmigo. Hela aquí, tal y como salió en la revista online.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Descendiste del Kremlin
no tan orgullosa
ni tan diestramente
como hace años te izaste
sobre el destrozado Reichstag,
humeante como la última bocanada de Hitler.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Fuiste nuestro hermano y nuestro enemigo.
Fuiste el camarada del soldado en las trincheras,
fuiste la esperanza de la Europa cautiva.
Pero, como una cortina roja, tras de ti ocultabas al gulag
repleto de cadáveres helados.
¿Por qué lo hiciste,
Bandera Roja nuestra?
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Acuéstate.
Reposa.
Recordaremos a todas las víctimas
engañadas por tu dulce susurro rojo
que sedujo a millones a seguirte como corderos
camino al matadero.
Pero te recordaremos
porque no fuiste tú menos engañada.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
¿Acaso fuiste solo un trapo romántico?
Estás ensangrentada
y con nuestra sangre te arrancamos
de nuestras almas.
Por eso no podemos arrancarnos
las lágrimas de los enrojecidos ojos,
porque tú ferozmente
golpeaste nuestras pupilas
con tus pesadas borlas doradas.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Obtusamente dimos
nuestro primer paso a la libertad
sobre tu seda herida
y sobre nosotros mismos
divididos por el odio y la envidia.
¡Eh, muchedumbre,
no pisoteen de nuevo en el fango
los ya quebrados lentes del doctor Zhivago!
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Abre con fuerzas el puño
que te aprisionó.
Trata de ondear algo rojo sobre la guerra civil
cuando los canallas intenten arrebatar
de nuevo tu pabellón,
o solo los desahuciados
formen fila en busca de esperanza.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Te despliegas hacia nuestros sueños.
Ya no eres más
que una escuálida franja roja
en nuestra bandera rusa tricolor.
En las inocentes manos de la blancura,
en las inocentes manos del azul,
quizás aún tu color rojo
pueda ser lavado de la sangre que has vertido.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Cuidado nuestra nueva tricolor.
Cuidado con los tahúres de banderas
que quieren estrujarte entre sus dedos grasientos.
¿Pudiera ser que a ti también
te deparen igual sentencia
que a tu hermana roja:
ser asesinada por nuestras propias balas
que devoran tu seda como palomillas de plomo?
Adiós, Bandera Roja nuestra.
En nuestra ingenua infancia
jugaremos al Ejército Rojo y al Ejército Blanco.
Nacimos en un país que ya no existe.
Pero en aquella Atlántida estuvimos vivos y fuimos amados.
Tú, Bandera Roja nuestra, yaces en el charco de un mercado.
Prostituidos mercaderes te venden por divisas.
Dólares, francos, yenes.
Yo no tomé el Palacio de Invierno del zar,
ni asalté el Reichstag de Hitler.
Ni soy lo que llamarías un comunista.
Pero te acaricio, Bandera Roja, y lloro.

   Nunca más vi a Evtushenko. Ya tanto él, como Llopis, han muerto. El beso frustrado queda flotando en el vestíbulo del cine Esquire, que sigue en pie. El poema mantiene su fuerza y la mantendrá por generaciones. Yo sigo disfrutando el recuerdo de aquel caótico pero inolvidable fin de semana.

Roberto Madrigal

Friday, December 28, 2018

Los mejores estrenos de 2018



Hace unos días este blog cumplió ocho años. Pero este ha sido un año difícil para mi por muchas razones y me he ocupado muy poco de él. No sé lo que me espera en 2019, pero trataré de escribir lo más que pueda en el blog. De nuevo, mis agradecimientos a los que me han apoyado y aun me siguen. Aquí añado las listas de cine del 2018.

Otro año que termina, otra lista que se completa. La lista, entendida como provocación y divertimento, es siempre valiosa. Es algo a lo que uno puede volver y hasta informarse como los gustos propios van cambiando, que no necesariamente evolucionando, con el tiempo.

De nuevo cuento con la colaboración de mi amigo Orlando Alomá para no adentrarme en esta empresa en solitario y desde el año pasado incluyo la lista que desde Cuba me envía el crítico de cine y programador de la Cinemateca de Cuba, Antonio Mazón. Ojalá los lectores se animen y hagan también su aporte. Nada es más enriquecedor que la diversidad de opiniones, así si alguna película se me ha escapado, podrían llamarme la atención al respecto.

Este ha sido un año de transición con respecto a los estrenos. Netflix y Amazon, que ya se han lanzado a la producción, ahora también se han convertido en plataformas de distribución y muchas películas salen a la vez en los cines y en sus redes.

En general mantenemos las bases de nuestra selección. Se limitan a lo estrenado en el año 2018 que está disponible a cualquier espectador normal en cualquier ciudad de los Estados Unidos, que puedan ser accesible en las salas de cine, en streaming, On Demand, en Netflix, en Amazon o, cada vez menos, en DVD durante el año.
Como siempre, a diferencia de las listas de las grandes ciudades, a veces unas películas que se estrenan en Nueva York o en Los Angeles y caen en las listas de muchos críticos, quedan rezagadas hasta el otro año para el ciudadano común. Por otra parte, este año ha concentrado sus mejores estrenos entre enero y marzo y luego entre noviembre y diciembre, con una horrible sequía en los meses intermedios.
He aquí las listas:
Orlando Alomá (en orden alfabético)

1945 (2017), Dir: Ferenc Torok, Hungría
The BlackKklansman (2018), Dir: Spike Lee, USA
Can You Ever Forgive Me? (2018), Dir: Marielle Heller, USA
The Guilty (2018), Dir: Gustav Moller, Dinamarca
Hostiles (2017), Dir: Scott Cooper, USA
Una mujer fantástica (2017), Dir: Sebastián Lelio, Chile
Roma (2018), Dir: Alfonso Cuarón, México-USA
Shoplifters (2018), Dir: Hirokazu Koreeda, Japón
Three Identical Strangers (2018), Dir: Tim Wardle, Gran Bretaña
El ultimo traje (2017), Dir: Pablo Solarz, Argentina-España

Tres finalistas: Faces, Places (2017), Dir: JR y Agnes Varda, Francia; Leave No Trace (2018), Dir:Debra Granik, USA-Canadá; Searching (2018), Dir: Aneesh Chaganty, Rusia-USA.

Antonio Mazón, en orden de predilección:

1.- Roma/Alfonso Cuarón (México-E.U.A. 2018)
2- Dunkerque (Dunkirk) / Christopher Nolan (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Países Bajos, 2017)   ESTRENO EN LOS CINES
 3- Guerra Fría (Zimna wojna, 2018) / Pawel Pawlikowski (Polonia, Reino Unido-Francia, 2018)   PAQUETE
4- El otro lado de la esperanza  (Toivon tuolla puolen) Aki Kaurismäki (Finlandia, Alemania, 2017)  FESTIVAL 39 Y ESTRENO EN CINES
5- The Square / Ruben Östlund (Suecia, 2017) FESTIVAL 39 Y ESTRENO EN CINES
6- La Balada de Buster Scruggs (The Ballad of Buster Scruggs) / Joel y Ethan Coen (EE.UU., 2018)   PAQUETE
7- Pájaros de verano / Cristina Gallego y Ciro Guerra (Colombia, 2018) FINCL 40
8-La librería (The Bookshop) / Isabel Coixet  (España-Reino Unido-Alemania, 2017)  SEMANA DE CINE ESPAÑOL Y ESTRENO EN CINES
9-Inocencia / Alejandro Gil (Cuba, 2018) FINCL 40
10-Woman at War / Benedikt Erlingsson  (Islandia-Francia-Ucrania, 2017)  FINCL 40


Mi lista, en orden de predilección:

1.- On Body and Soul  Dir: Ildikó Enyedi,  (Hungría 2017)
2.- Verano 1993,  Dir: Carla Simón, (España 2017)
3.- The Ballad of Buster Scruggs , Dir: Joel y Ethan Cohen, (E.U.A. 2018)
4.-The Oher Side of the Wind, Dir: Orson Welles.  (E.U.A. 1975-2018)
5.- Loveless, Dir: Andrei Zviaguintsev, (Rusia 2017)
6.- Una mujer fantástica, Dir: Sebastián Lelio , (Chile 2017)
7.- Roma, Dir: Alfonso Cuarón, (México-E.U.A. 2018)
8- BlackKlansman, Dir: Spike Lee, (E.U.A. 2018)
9.- Abracadabra, Dir: Pablo Berger, (España 2017).
10.- In the Fade, Dir: Fatih Akin, (Alemania-Francia 2017).

Roberto Madrigal

(Estas listas se publicaron en Cubaencuentro, con la excepción de la de Antonio Mazón, que en su momento no pude transcribir por razones técnicas).

Monday, September 17, 2018

Plaza sitiada: La idolatría, el egocentrismo y el afán de protagonismo.




Si no fuera porque este año se cumple el quincuagésimo aniversario de la concesión del premio Julián del Casal de poesía a Fuera del juego, el libro de Heberto Padilla, este “texto” de Norberto Fuentes no merecería ni un renglón. Plaza sitiada: un libro para los enemigos, no es más que un vano intento de su autor de insertarse como protagonista de los sucesos que desataron el mal llamado “quinquenio gris” de la cultura cubana.

Fuentes pretende con esta obra, rescribir su papel en la noche del 27 de abril de 1971, en la sala “Rubén Martínez Villena” de la UNEAC, durante la ya más que conocida confesión de Heberto Padilla. Quiere establecer una narrativa que nos lleve hasta ahí y que nos haga entender las razones de su actuación. Supuestamente quiere aclararlo todo, ofrecer información importante hasta ahora desconocida. En realidad, lo que quiere hacer es elevar su papel a la altura que él mismo se percibe y a la vez, desmentir los eternos rumores que corren alrededor de su persona.

Para los que todavía no se han enterado, durante su famosa “confesión”, orquestada por la Seguridad del Estado tras haberlo tenido preso durante unos cuarenta y cinco días, el poeta Heberto Padilla debía incriminarse como alguien que había “traicionado a la Revolución”, arrepentirse de sus pecados pequeñoburgueses y denunciar a algunos amigos que habían caído en sus mismos errores para que estos subieran al podio, confesaran sus delitos e hicieran acto de contrición. Padilla mencionó a su entonces esposa, la poeta Belkis Cuza Malé, así como a los poetas y escritores Pablo Armando Fernández, Cesar López, Manuel Díaz Martínez y Norberto Fuentes. Los cuatro primeros subieron a la mesa donde estaba Padilla y siguieron el guion al pie de la letra. Fuentes fue la excepción.

Según el mismo narra, cuando llegó su turno, dijo estar de acuerdo con todo lo dicho por Padilla, que se alegraba de su regreso y que lo importante era seguir adelante. Esa intervención, como también se dice en el libro, no está registrada en ninguna parte y Fuentes solo tiene un vago recuerdo del momento. Personalmente, jamás yo había oido hablar de eso. Ni siquiera de boca de muchos que estuvieron allí presentes, incluyendo a Reinaldo Arenas quien se encontraba sentado al lado de Fuentes.

Lo que todo el mundo recuerda, y sí está registrado, es lo que Fuentes dice que fue su segunda actuación, que fue negar las acusaciones porque el no tenía que arrepentirse de nada de lo que había escrito porque él era un revolucionario. El consenso general fue de que esto también era parte del libreto orquestado por la Seguridad del Estado (aunque cuentan que José Antonio Portuondo se quejó de que Fuentes había echado a perder la “magnífica velada”).

En su libro, Norberto Fuentes trata de convencernos de que fue algo que salió de él, una actitud verdaderamente desafiante que tomó a todos por sorpresa y que incluso indignó a Fidel Castro, a la vez que quiere hacernos creer que venció a Castro, porque aparte de un ninguneo, no le pudo hacer nada. Sin embargo, no aporta nada más allá de sus propias elucubraciones, pues ese Castro que él tan bien describió en La autobiografía de Fidel Castro, cuando quería deshacerse de alguien no había quien lo detuviera.

Fuentes siempre tuvo fama de trabajar “para” la Seguridad del Estado, o de ser miembro del Ministerio del Interior. Es una fama merecida pues siempre ha estado trabajando con la policía, el ejército y el Ministerio del Interior, cosa que no niega, al contrario, alardea de ello. Fue muy amigo de altos mandos militares y estuvo presente como reportero de guerra en las campañas del Escambray y de Angola. Fue hombre de confianza de los hermanos Castro y su obra literaria está ligada a esa participación.  En este libro se vende como el único héroe de la literatura cubana por lo que dijo la noche de la confesión de Padilla y por su eterna irreverencia que le costó no poder publicar por muchos años. Le da un distante segundo lugar a Reinaldo Arenas. Pero no, Norberto, ignoras que muchos más no fueron solamente ninguneados por lo que escribieron o trataron de publicar fuera del país, sino que fueron apresados y convertidos en no-personas. Sólo te citaré los casos de Manuel Ballagas, René Ariza y Rafael Saumell, que supongo debas conocer bien.

Fuentes tiene tres héroes que idolatra: Fidel Castro, Ernest Hemingway y Tony de La Guardia. De ellos admira principalmente lo que él ve como sus cojones. Todo en Fuentes tiene su raíz en un machismo pueril, que le da por adorar a los hombres de acción, que no vacilan en apretar el gatillo ante quien sea y que viven felices con sus crímenes (sobre todo en los casos de Castro y de La Guardia). Hemingway es un escritor que atrae a lo peor del machismo de los escritores cubanos, ninguno se cansa de repetir que Ava Gardner se bañaba desnuda en Finca Vigía y muchos quieren escribir como él, pero lo cierto es que todo queda en la envidia de los machos, porque la prosa de ninguno y mucho menos la de Fuentes, se acerca ni remotamente a la de Hemingway.

Prácticamente toda la obra de Fuentes está hecha en relación a estos tres personajes. Con la excepción de Condenados de Condado y Cazabandido, que surgen de su experiencia en las campanas del Escambray,  Dulces guerreros cubanos es el fruto de su romántica amistad con Tony de La Guardia, La autobiografía de Fidel Castro de ya se sabe quién, así como Hemingway en Cuba. Con excepción de sus cuentos, que son bastante buenos, todas sus obras son desordenadas, escritas con descuido, llenas de datos inútiles, de guiños personales, incoherentes a rato, inconclusas y dictadas por la sobrevaloración del machismo y el despotismo. Otro desastre que las recorre es el excesivo narcisismo del autor, que no puede evitar insertarse siempre en el centro de las tramas como un protagonista.

Todos los defectos de sus libros anteriores, pero peor aún, aparecen en este libro. Hay anécdotas innecesarias, usa cubanismos para luego explicarlos en un largo paréntesis, introduce personajes que no tienen nada que ver con el tema, está lleno de datos erróneos, repite situaciones y frases y la narrativa no fluye (trabajo me costó terminar su lectura). Es un libro al cual le sobran más de doscientas páginas. Casi todo lo que cita es de conocimiento público y tiene muy pocas cosas de interés. Me llamó la atención que mencionara abiertamente la pedofilia de Alfredo Muñoz Unsaín, el periodista argentino conocido como Chango y al cual algunos de las jóvenes generaciones, incluso exiliados, veneran, cuando en realidad no fue más que un agente de la Seguridad del Estado.

En el libro se dedica a despotricar de muchos otros escritores, muchos no inmerecidamente, entre ellos Eduardo Heras León, pero Fuentes no para de ajustar cuentas. También la emprende contra su objetivo más odiado, el exilio cubano de Miami entre el que vive hace más de veinte años.

Si con este libro trató de limpiarse como agente de la Seguridad del Estado, no convence a nadie, al contrario. No solo recuenta todas sus relaciones militares y policiales, sino que confiesa que en 1981 fue a ver a Luis Pavón, entonces director del Consejo Nacional de Cultura, para proponerle escribir este texto y que se lo publicaran en Cuba, para desprestigiar a Padilla. Tampoco aclara, lo cual lo hace aun más sospechoso, como después de unos cuantos años en silencio, pasó a estudiar en la universidad y luego fue puesto en contacto con Antonio Pérez Herrero y de ahí volvió a ser puesto en posiciones vinculadas al Ministerio del Interior, hasta que se enredó en el famoso caso Ochoa, por su amistad con Tony de La Guardia.

Tampoco convence a nadie respecto a su ubicación en la literatura cubana. Quiere elevarse a ser un escritor al nivel de Isaac Babel, debido a su libro de cuentos  Condenados de Condado, que fue realmente controversial cuando ganó el premio Casa de las Américas en 1968, pero su prosa está más cercana a la de Aleksander Bek y Konstantin Simonov, a quienes también confiesa admirar. En fin, que ni siquiera puede convencernos de que, como escritor, no es más que una apostilla en la literatura cubana de los últimos sesenta años.

Plaza sitiada: Un libro para los enemigos. Norberto Fuentes .Cuarteles de Invierno, 2018. Cuartelesdeinvierno.net. 562 páginas.

Roberto Madrigal

Sunday, July 15, 2018

El Newseum, dos fotos y la historia de la Historia



Es muy probable que Washington, la capital imperial, constituya el almacén cultural más grande de todos los tiempos.  No es una ciudad proclive a la creatividad, ni tiene la intensidad del constante movimiento económico e intelectual de Nueva York o de Chicago, pero en unas pocas cuadras uno puede caminar de la National Gallery of Art, al Hirshorn Museum of Art, al Smithsonian, al Natural History Museum y a la Biblioteca del Congreso, entre tantos otros, con entrada gratis, y tiene al alcance de la mano un volumen impensable no solamente de la cultura occidental, sino de todas partes y todas las épocas. Todo ello entre la Casa Blanca y el Congreso de los Estados Unidos, donde se toman las decisiones políticas que más afectan a todos los rincones del planeta. Entre todos estos edificios de arquitectura similar (excepto por el ala este de la National Gallery, diseñada en 1978 por I.M.Pei), se encuentra el Newseum.

Fundado en Abril de 1997, con el aporte de varias organizaciones de prensa, entre ellas la Corporación Hearst, la familia Ochs-Sulzberger dueños del New York Times, Time Warner y la Fundación Knight, el Newseum es un museo dedicado a la historia del periodismo americano y en relativa menor escala, al periodismo en todo el mundo. Su misión es promover, explicar y defender la libre expresión y las cinco libertades establecidas por la Primera Enmienda.

No fue hasta Abril del 2008, que se inauguró el edificio que ocupa actualmente, una estructura de arquitectura contemporánea, de seis pisos con la Primera Enmienda inscrita en su pared frontal. En su interior hay siete niveles llenos de exhibiciones interactivas, quince salas de teatro, doce galerías y dos estudios de transmisión. Es prácticamente imposible ver mucho en un solo día. La entrada cuesta unos veinticinco dólares y vale por dos días, pero uno puede salir exhausto de una visita a esta moderna mole con una distribución de pasillos y elevadores que puede ser laberíntica.

Aprovechando un tiempo libre durante una reciente estancia en la ciudad, me dirigí al Newseum. Mis objetivos eran muy específicos. Me parecía oportuno visitar un museo dedicado al periodismo en un momento crucial de su historia, cuando ha alcanzado uno de sus más bajos niveles informativos, la prensa se ha vuelto desvergonzadamente partisana y el presidente de los Estados Unidos la ha declarado como “enemiga del pueblo”. Transitamos tiempos difíciles. También quería visitar la sección dedicada a la caída del Muro de Berlín, con su inmenso fragmento de pared (aunque ya he visto otros más pequeños en Nueva York), algo que siempre me conmociona. Pero mi principal objetivo era rendirle un homenaje personal a mi recién fallecido amigo Alan Díaz, para ver dónde ubicaban la foto que tomó de los agentes de inmigración apuntando a un aterrorizado Elián, que llora asustado en brazos de un hombre, y que le valió el premio Pulitzer de fotografía. Quería asistir con silencioso respeto al mausoleo que nunca tendrá.

No me tomó mucho tiempo encontrar la foto. A la derecha de la taquilla hay un pasillo que lleva directamente a la exhibición permanente de los Pulitzer de fotografía y ya desde lejos se puede ver la foto, una de las primeras que uno enfrenta en el mural que se encuentra al entrar en la galería. Alan tomó la foto en la primavera del 2000 y al año siguiente le fue concedido el premio.

De todos es conocido el hecho. Luego de meses de un amargo conflicto entre la administración de Clinton, el gobierno de Castro y la comunidad cubana, lleno de manipulaciones, batallas legales, intrigas y trampas, el niño que perdió a su madre en el estrecho de la Florida y que había llegado a las aguas americanas “escoltado por los delfines”, quien se había convertido en un mito para las dos orillas, iba a ser retirado a la fuerza, de la custodia de sus familiares en Miami, para ser devuelto a su padre y consecuentemente a su abuelo putativo, el comandante supremo.

Alan trabajaba entonces como freelance para la Associated Press, cubriendo todo tipo de eventos. Por semanas entró y salió de la casa de la familia de Elián, se ganó su confianza y prácticamente acampó en sus jardines. Avisado de que inmigración estaba próxima a actuar, Alan entró a la casa. Tras un par de horas, se encontraba en el cuarto donde Donato Darlymple,  uno de los pescadores que lo había rescatado en altamar,  cargaba a Elián y se escondían en un clóset. Desde la cama Alan, siempre con la cámara en mano, consolaba a un asustado Elián que no paraba de llorar. En eso entraron los agentes de inmigración en traje de batalla y abrieron la puerta del clóset. Alan comenzó a disparar con su cámara y pudo captar todo el ímpetu del momento. Estuvo en el lugar adecuado, en el momento oportuno.

Es cierto que una imagen vale más que mil palabras, pero también todo depende del ojo que mira y su bagaje informativo y cultural respecto al momento captado que enfrenta. La imagen que logró Alan, se convierte en obra de arte y testimonio histórico, más allá de sus intenciones. Está, por lo tanto, sujeta a múltiples interpretaciones.

Seguí mirando el resto de las fotos del mural y entonces me llevé una gran sorpresa. El premio Pulitzer de 1960 era la foto de un sacerdote dándole la extremaunción a un hombre pobremente vestido, arrodillado frente a él y rodeado de barbudos armados, también en traje de batalla, listos a apretar el gatillo de sus fusiles. Uno incluso se ríe. Aunque desconocía la foto, inmediatamente reconocí que se trataba de Cuba, durante los popularísimos juicios sumarios y consecuentes fusilamientos, tan apoyados por el populacho al entusiasta grito de “¡Paredón!”. La foto me conmovió por la miseria humana que mostraba. El hombre, que puede que haya de verdad asesinado a alguien, se veía en lo más profundo de su desesperación, impotente ante la embestida de fuerzas irracionales que lo iban a eliminar. El sacerdote cumpliendo con su función y los militares también esperando a cumplir las suyas. La imagen duele, pero de nuevo, todo depende del ojo que mira.

El autor de la foto (en realidad una serie), fue Andrew López, quien nació en Burgos, pero fue traído a los Estados Unidos a los cuatro años de edad. La United Press International envió a López a La Habana para cubrir la llegada de Castro, pero estuvo en muchas otras partes. Esta foto la tomó el 17 de enero de 1959, en el patio del Castillo de San Severino en Matanzas. El hombre arrodillado es el cabo José Cipriano Rodríguez, también conocido como Pepe Caliente, quien unos minutos antes había sido sentenciado a muerte por el entonces capitán William Gálvez (muy pronto ascendido a comandante por su labor en los juicios sumarios y más tarde encumbrado como “Comandante de la Revolución”), en un juicio que duró menos de dos minutos, en el cual Gálvez era juez y fiscal y no había defensor, acusado de matar a dos hermanos.  El sacerdote es el padre Domingo Lorenzo, quien fuera párroco de Matanzas. Los barbudos no son más que los rostros genéricos del horror que se avecina.

Cuenta el padre Lorenzo, que tras encontrar culpable a Cipriano, Gálvez gritó, ”¡a fusilarlo!”, y dijo “es más, lo fusilo yo mismo, denme el Garand” y lanzó al reo escaleras abajo, hacia el patio. El padre Lorenzo le administró la extremaunción y lo acompañó al paredón de fusilamiento, le fue a vendar los ojos, pero Cipriano rehusó. Minutos después apareció Gálvez ante el pelotón de fusilamiento y suspendió la ejecución. “Lo mato mañana” dijo, como si se tratara de un cordero.

Juicios sumarios y fusilamientos masivos, apoyados por el pueblo y la intelectualidad. Los recursos legales ignorados por el fervor de las masas y la cómplice brutalidad del gobierno incipiente. Lo que comenzó con sangre, no lo imaginábamos entonces, tenía que seguir con sangre y con abuso de poder. La foto, vista en perspectiva, era un presagio inequívoco.

Recuperado de las emociones que me suscitaron las dos fotos, pasé a ver la exhibición del Muro de Berlín, preguntándome cuántos de los que me rodeaban habrían tenido experiencias similares o podían entender a cabalidad lo que presenciaban.

Roberto Madrigal

Tuesday, June 26, 2018

El poder del carisma



Aunque personalmente nunca le encontré encanto, siempre me pareció un gordo fofo escondido tras una barba y un disfraz de militar, no hay dudas de que, para la inmensa mayoría de la gente, Fidel Castro fue un hombre carismático. Es la única explicación de la fascinación que por él han sentido innumerables líderes y diplomáticos de alto nivel, muchos de los cuales ni siquiera sentían inclinación por sus ideas.
El corolario del carisma es el “efecto de halo” por medio del cual, a la figura carismática, se le generalizan sus virtudes (o defectos). O sea, si usted sabe mucho de política, pues inmediatamente se entiende que sabe mucho de música, de literatura, de deportes, de economía y de todo lo demás. Carisma y efecto de halo es una combinación letal en manos de un dictador. La cultivan para extender su embrujo.
Vicki Huddleston (1942), fue la Directora de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado a principios de los noventa. En 1999 fue nombrada Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, cargo que ocupó hasta 2002. Fue una diplomática de alto nivel que más tarde ocupó cargos de embajadora en la República de Mali, Encargada de Negocios en Etiopía, Subsecretaria de Estado para asuntos africanos y Subsecretaria de Defensa para asuntos africanos. Estuvo encargada del proyecto de reconstrucción de Haití entre 2013 y 2015. Huddleston también ha ocupado cargos académicos en la Brookings Institution y en la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard. Ya retirada, acaba de publicar las memorias de su estancia en La Habana. La ha titulado, en obvio guiño a Graham Greene, y quizá también a Carol Reed, Our Woman In Havana (Nuestra mujer en La Habana).
Con un currículum tan densamente distinguido, uno se imagina que se va a enfrentar a un texto enjundioso, lleno de análisis y meditaciones que acompañen la relación de hechos y anécdotas. O quizá un libro en el cual se encuentre un lúcido análisis de la situación cubana a partir de la experiencia personal y el conocimiento de la historia. Pero no es así.
Huddleston ha escrito unas memorias ligeras, informativas y muy fáciles de leer, pero a la vez engañosas. Unas memorias en las cuales a pesar de insistir repetidamente en su oposición diametral al sistema implementado en Cuba, se deja arrastrar por el encanto que en ella ejerce el carisma de Castro, lo cual a su vez la va parcializando quizá hacia el lado que ella no quiere llegar. No lo oculta, al contrario, lo expresa: “Fidel Castro es el hombre más poderoso y carismático que he conocido” (pág. 30, la traducción es mía). Lo cual la lleva erradamente a espetar el disparate de que Más Canosa  “Ejercía su poder en Miami tan plenamente como Castro lo hacía en La Habana” (pág 31), lo cual, por muchas razones, es una proposición  imposible. Por ahí uno ve venir los tiros.
La Embajadora compra todas las ideas que le vende La Habana. Responsabiliza la política de flexibilidad migratoria hacia los cubanos con estimular las salidas ilegales y las muertes en el Estrecho de la Florida, ni siquiera cuestiona que la persecución política, la miseria, la falta de futuro y la imposibilidad de expresarse libremente, entre muchas otras cosas, tengan algo que ver en ese ardor popular por abandonar el país.
Tiene mucha comprensión paternalista con el “sufrido pueblo cubano”, pero es dura con la “diáspora” como elige llamarla mayormente. Para ella solamente son personas interesadas en derrocar al sistema imperante para recuperar sus propiedades. Su reduccionismo es similar al que siempre promueve el gobierno cubano. Mientras encuentra matices entre los cubanos de la isla, no los encuentra entre los exiliados. Aunque trata de usar Castro muchas veces, cuando su narrativa se vuelve melosa y admirativa, usa “Fidel” repetidamente para referirse al dictador.
Responsabiliza la política más abierta de Clinton con el florecimiento de la disidencia en Cuba y habla de una primavera cubana (en párrafos de redacción casi maoísta) el año anterior a La Primavera Negra, acusando al cambio de política de Bush como causante de la misma y sin analizar ni de pasada las maniobras internas del gobierno cubano (aparte de que nunca me enteré de esa primavera floreciente).
Deja muy claro que, desde el pacto Kennedy-Kruschev de 1963, ninguna administración americana ha intentado derrocar al gobierno cubano. Se han limitado a tratar de aislarlo cada vez más con medidas que ahogan más al pueblo, o a hacer pequeñas aperturas que arrojen pequeños beneficios a la población, lo cual es cierto, solamente que le falta añadir que, en ambas opciones, los poderosos siempre se han beneficiado. También aclara que para todos los efectos prácticos, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, desde que se abrió la Sección de Intereses, en Septiembre de 1977, equivalen a relaciones diplomáticas a plenitud. La única diferencia es el nombre del jefe de la sección, al cual no se le podía llamar embajador, y de que ni en Washington ni en La Habana pueden ondear las banderas de Cuba y Estados Unidos frente a sus oficinas.
Hay otras informaciones de interés sobre pequeñas maniobras e intrigas palaciegas, pero su fascinación con el Encantador de Serpientes en Jefe se hace patente en la sección dedicada al caso de Elián. Uno casi toca saliva en la página cuando describe como Castro controló y dirigió la situación. También añade algo que yo desconocía y que admite, una activa colaboración de una funcionaria del gobierno americano con el cubano, para resolver una crisis a favor del segundo. Resulta que Huddleston reconoce que la manipulación mediática de traer a las abuelas de Elián a Estados Unidos para ganar puntos con la opinión pública americana, fue idea de ella y de Joan Brown Campbell, quien fuera presidenta del Consejo Nacional de Iglesias de Estados Unidos y que tenía muy buenas relaciones con el Consejo Cubano de Iglesias, una organización que, me consta por testimonios de primera mano, ha sido la más fuertemente penetrada y guiada sutilmente por la seguridad del estado cubana.
Es también de interés leer sus opiniones sobre distintos disidentes cubanos, su actitud condescendiente con los mismos y confirmar que la política americana hacia Cuba parte del falso supuesto de que a la clase dominante le interesa el bienestar del pueblo. Como el gobierno cubano solo se molesta en dar circo, la Embajadora provee un poco de pan para sus invitados a las distintas recepciones que son el mayor desafío que ella presenta al sistema. Informa también sobre las distintas actitudes de los congresistas americanos que visitan Cuba, tanto hacia Castro como hacia los diplomáticos americanos.
El libro me llevó a revisitar a su antecesor, The Closest of Enemies, publicado en 1987 por Wayne S. Smith, quien al igual que Huddleston, fue primero encargado de Asuntos Cubanos en el Departamento de Estado y luego fue nombrado jefe de la Sección de Intereses (el segundo en serlo), quien además tenía la perspectiva histórica de haber sido prácticamente el que cerró la embajada americana en enero de 1961, cuando ocupaba un cargo menor al servicio del entonces embajador Philip Bonsal. Smith ha sido también un hombre de larga trayectoria académica y de un currículum tan impresionante como el de Huddleston. Su libro es más analítico y aporta más información histórica. Es a la vez más denso y a ratos más procastrista. Smith tiene un entendimiento más profundo que Huddleston, para quien Cuba antes de 1959 no era más que un casino gigantesco y el parque de diversiones de los turistas americanos.
Si se comparan los libros, Smith aparece como un intelectual confundido por Castro, mientras Huddleston se presenta como un peso mosca del pensamiento, también encantada por Castro. En el caso de Smith, su fascinación llegó al extremo de presentar con orgullo cómo Fidel Castro piropeó a su hija adolescente, diciéndole, delante de varias personas, que si ella dirigía una invasión a Cuba “él se le presentaría en la playa y personalmente le entregaría la isla” (pág. 262, edición de Norton, carátula blanda, 1988). Castro siempre supo ganarse a este tipo de funcionarios, que no son más que unos burócratas de carrera, oscuros personajes para los cuales reunirse con el Secretario de Estado es difícil, efímero y ocasional, mientras en la isla son recibidos por el emperador y sus principales acólitos, lo cual los hace sentir importantes, algo que nunca sienten en su país.
A pesar de todo, el libro de Huddleston es altamente recomendable, sobre todo para muchos delirantes que aún sueñan con el apoyo del gobierno americano para derrocar al gobierno de Cuba, y para desenmascarar a los oportunistas que manipulan la esperanza de los nostálgicos ingenuos.

Our Woman In Havana. Vicki Huddleston. The Overlook Press. New York, 2018. 304 páginas.

Roberto Madrigal

Friday, March 23, 2018

La pérdida del tiempo



   Confieso, sin particular orgullo, que he leído casi toda la obra literaria de Leonardo Padura. Fue a finales de los noventa que una amiga me envió Pasado perfecto y poco después Vientos de Cuaresma, que le valiera el Premio UNEAC en 1993. Me siguieron enviando sus libros editados en Cuba y luego por mi parte compré los que aparecían en España. He prestado algunos que nunca me han sido devueltos, por lo que no poseo una colección muy completa de su obra, pero no es una pérdida que lamento.
   Cuando primero me tropecé con su obra, me llamó la atención el universo que describía, algo que no había visto en ninguna obra literaria editada en Cuba en los mas de quince años que yo llevaba fuera. Mostraba unos ambientes habaneros que hasta entonces permanecían ocultos en la literatura que se producía en la isla. Padura se había forjado en el periodismo y esta carrera le dio oficio y le enseñó a conocer las reglas del juego cultural cubano. Sabía atreverse hasta donde decía peligro en esos códigos de censura no escritos ni bien definidos que predominan en la dictadura cultural cubana.
   Pero me resultaba interesante, porque su investigador se movía con desenfado y sin mucho enjuiciamiento entre personajes orilleros y en situaciones de alta criminalidad. Nada de eso se mostraba en las anteriores novelas policiales cubanas que yo conocía, como Enigma para un domingo de Ignacio Cárdenas Acuña, o El cuarto círculo, de Luis Rogelio Nogueras y Guillermo Rodríguez Rivera, por citar sólo dos las obras pioneras del género en la Cuba revolucionaria. De todos modos, siempre hay que desconfiar de una novela cuyo héroe es un teniente del Ministerio del Interior.
   Con el tiempo, comencé a pasar del interés a la abulia. Empecé a notarle los tics, los recursos que repite en cada libro, su obsesión conque Ava Gardner se bañó desnuda en la piscina de La Vigía, el grupito de amigos de Mario Conde, inevitables en cada libro del personaje y otras manías por el estilo. Lo peor fue cuando empecé la lectura de las obras no policiales o marginalmente policiales, que me llevó a fijarme en su prosa. Para mi horror me percaté de lo cursi de su lirismo y la poca eficacia de su escritura cuando abandona lo estrictamente narrativo. Con la excepción de El hombre que amaba a los perros, que sí es una novela muy buena, probablemente lo mejor que ha escrito, en su obra predomina lo ridículo, y cuando se vuelve introspectivo, solo suena a pretencioso.
   En su novela más reciente, La transparencia del tiempo, no se hace esperar para mostrar ese lirismo picúo. Como si no bastara con el título, el libro abre con el siguiente párrafo: “La luz rotunda del amanecer tropical, filtrada por la ventana, caía como el haz teatral proyectado sobre la pared donde pendía el almanaque con sus doce cuadrículas perfectas, distribuidas en cuatro hileras de tres rectángulos cada una”. No me explico como con tanta gente a quienes le agradece consejos editoriales, nadie se atrevió a disuadirlo de ese comienzo. Luego empieza a narrar y esa suerte de narrativa periodística le sale bien, pero para que no nos olvidemos de su lastimosa y, lo repito, ridícula prosa, vuelve a la carga con: “Sus pies han sido los caminos recorridos: de la inocencia a la culpa, de la ignorancia al conocimiento, de la paz a la muerte, del paseo placentero y el pesado acarreo montaraz a la fuga sin retroceso…”, y por si no hubiera suficientes clichés, frases hechas y lugares comunes, una página después ataca con: “Un transcurrir que ni siquiera merecía una denominación que implica movimiento…”, ante lo cual uno enmudece de tanto sin sentido. Estas dos citas se encuentran en las páginas 40 y 41 de la edición de Tusquets.
   Esta vez parece que a Padura se le agotaron las ideas y le debía trabajo a la editorial, porque La transparencia del tiempo está “basada” (para no mencionar plagiada) en El halcón maltés, la extraordinaria novela de Dashiell Hammett. Menuda pretensión. La única diferencia es que con Conde ya retirado hace más de una década de la policía, al ejercer como una especie de “investigador privado” dentro de las limitaciones de la isla, el personaje toma más de Philip Marlowe que de Sam Spade, por comportarse más como un marginal, aunque ambos son unos cínicos desilusionados que aún conservan un poco de idealismo.
   La novela trata sobre el robo de una virgen negra, de valor desconocido y a la que se le atribuye poderes divinos. Se divide en dos relatos. El de la pesquisa detectivesca y la historia de la virgen que nos refiere a la Garrotxa catalana y hasta las últimas cruzadas. La parte detectivesca es legible, aunque muy similar a toda la obra anterior de Padura-Conde, sin ningún aporte temático. Nos regresa siempre a su grupo de amigos y las “excepcionales” comidas que prepara la mamá del flaco, un ser inmaculado y estereotípico a no más dar y a su mentalidad de adolescente barriotero. Pero la parte de la historia de la virgen es simplemente insoportable y aburrida, además de estar escrita en esa prosa paduriana de lirismo sin brújula Ya al final yo pasaba esas páginas sin prestar mucha atención.
   Por mucha admiración que expresan los escritores cubanos por Hemingway, me parece que se relaciona con su aspecto de aventurero, de macho supremo, ignorando siempre su aspecto de “americano feo” (porque por todo lo que he leído de él, como persona, Hemingway debió ser un tipo intratable), ya que ninguno escribe ni lejanamente parecido a él, que si algo era fue un maestro de la prosa precisa y eficiente, que encontraba la belleza en la simplicidad. Padura en esta novela sobre todo, hace alarde de un alambicamiento que a veces lo hace perder el objetivo del párrafo y debilita la narrativa. También aburren los homenajitos y referencias a Piñera y a Novás Calvo, que se notan traídos por los pelos, guiños inútiles, pataleos de mono amarrado.
   Junto con La cola de la serpiente, esta novela forma lo peor de la obra de Padura. De una obra por lo general prescindible, La transparencia del tiempo es merecedora del más rápido olvido.
   Padura es un escritor que escribe para extranjeros. Su atractivo está en que sabe crear un reportaje periodístico sobre un mundo marginal, con los toques y controles necesarios para satisfacer tanto las buenas conciencias burguesas como los ideales de la izquierda de salón, para que puedan pensar que aunque todo está podrido en La Habana, por algún lado todavía flota el prístino ideal que engendró la Revolución Cubana. Incluso el lenguaje cede al gusto del editor y se hace neutro y a veces españolizante.            
   Por eso, no me avergüenza decirlo, pienso que por esas politiquerías del premio Nobel, si algún día deciden dárselo a un cubano, ese será Leonardo Padura.  Ya se ganó el Princesa de Asturias, que se lo han ganado también Vargas Llosa, Cela y Günter Grass, todos nobelistas. Es un temor que me asecha cada octubre.

Roberto Madrigal

Wednesday, February 28, 2018

Predicciones de los óscares



Este domingo 4 de marzo vuelve la fiesta de Hollywood. Este año puede que sea una fiesta de tono significativo. No solamente habrá el autobombo acostumbrado, sino me temo que habrá discursos solemnes sobre las armas, el abuso a la mujer y la discriminación racial, los cuales serán dichos por millonarios que se deben a una industria que tradicionalmente ha minimizado a la mujer, ha capitalizado con la violencia y ha relegado a los negros a un segundo plano.  Pero los discursos envueltos en gravitas mientras quienes los espetan se visten de trajes incosteables para el común de los mortales y apelan a lo más superficial de las masas televidentes, lo resuelven todo. O eso creen. Quisiera pensar que alguien rompa la uniformidad de actitudes y criterios imperantes.
Como en los seis años anteriores, trataré de apostar o adivinar los premios de la academia en las siete categorías principales, que son, a mi consideración: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Estelar, Mejor Actriz Estelar, Mejor Actor Secundario, Mejor Actriz Secundaria y Mejor Película en Lengua Extranjera. No he estado tan despistado anteriormente, ya que he acertado en cuatro categorías en los años 2011, 2013 y 2016; en cinco en el año 2012 y en seis en los años 2014, 2015 y 2017.
Como he dicho anteriormente, estas predicciones no tienen que ver necesariamente con mi gusto personal. Llego a ellas en base a una serie de indicadores, como galardones obtenidos por los filmes nominados en otras premiaciones anteriores como los Globos de Oro, los premios BAFTA y los premios que conceden los sindicatos de actores y de directores de Hollywood. También reviso la historia de los óscares en los últimos años para detectar tendencias y favoritismos. No es una ciencia exacta y a veces las cosas se enredan, pero es posible acercarse bastante a los resultados si uno analiza estos detalles.
Este año parece que Three Billboards Outside Ebbing, Missouri se va a llevar varios premios. Es un buen filme. Para quienes no la han leído, mi reseña se puede encontrar aquí: https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/intenciones-y-consecuencias-331517.
Algunas categorías parecen garantizadas de antemano.

Mejor actriz secundaria: Tres nominadas están muy por encima del resto, estas son Lesley Manville, Laurie Metcalf y Allison Janney, cualquiera de ellas pudiera merecer el premio. Pero Allison Janney, ha ganado los tres premios más importantes y que tienen mayor valor predictivo para el Oscar, debe resultar ganadora. Se alzó en esta categoría con el Globo de oro, el del BAFTA y el del sindicato de actores y su actuación es insuperable.
Va a ganar: Allison Janney. Debe ganar: Allison Janney.

Mejor actor secundario: Esta es, de nuevo, probablemente la categoría más difícil de escoger. Solamente hay dos contendientes serios, a pesar de que Christopher Plummer hizo una gran actuación en All the Money in the World. Sam Rockwell ganó el del BAFTA y el del sindicato de los actores. El Globo de oro lo ganó James Franco, que no está nominado en esta categoría. El otro candidato fuerte es Willem Dafoe, que no ha ganado nada, pero es un favorito sentimental de Hollywood. Aunque prefiero la actuación de Rockwell, en una excelente película a la de Dafoe en una para mi mediocre (The Florida Porject), para arriesgar algo y hacer esto divertido, voy a apostar por la sensiblería de Hollywood y el hecho de que hay muchas minorías en el filme y predigo que Dafoe va a dar la “sorpresa”.  Por lo tanto, contra mi mejor juicio.
Va a ganar: Willem Dafoe. Debe ganar: Sam Rockwell.

Mejor actriz en papel estelar: En esta categoría no parece haber nada que discutir. No solo su actuación es la mejor, sino que Frances McDormand se ha ganado cuanto premio de actuación se ha concedido este año, incluyendo los tres más predictivos. En su quinta nominación, ganará su segundo Oscar.
Va a ganar: Frances McDormand. Debe ganar: Frances McDormand.

Mejor actor en papel estelar: En un año de muy buenas actuaciones, parece que, a no ser que haya una sorpresa impensable, Gary Oldman no puede perder. No solo es una excelente actuación la que llevó a cabo en su papel de Churchill (aunque yo prefiero la de Daniel Day-Lewis en Phantom Thread), sino que también ha arrasado con todos los premios este año. Oldman nunca ha ganado un Oscar y Day-Lewis ha ganado tres, aunque el hecho de que anunciara que este es su último trabajo en cine, pudiera darle algunos votos.
Va a ganar: Gary Oldman. Debe ganar: Gary Oldman.

Mejor película en lengua extranjera: Por lo general, este premio lo gana la película que una mayor cantidad de miembros de la academia pueden ver. Este año he visto cuatro de las nominadas, con la excepción de Una mujer fantástica que me dicen es muy buena. Aquí sí tengo que adivinar sin asidero, porque las que han ganado los otros premios importantes, no están nominadas al Oscar. Para mí, la mejor es la húngara On Body and Soul, de la cual pueden ver mi reseña aquí: https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/suenos-compartidos-deseos-reprimidos-331959. Pero tanto Loveless, reseñada por Carlos Espinosa aquí: https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/retrato-de-familia-332068, como The Insult, reseñada por mi aquí: https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/bajo-el-peso-de-la-historia-332118, son dignos contrincantes. Sin embargo, la que más popularidad ha tenido ha sido The Square, que a mi me decepcionó y pueden ver mi reseña aquí: https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/arte-mercadeo-las-reglas-del-juego-de-la-politiqueria-y-una-adolescencia-americana-331372. Pienso que The Square se va a imponer por ser la más vista y la más políticamente correcta de las cuatro que vi. Por supuesto Una mujer fantástica  puede dar la sorpresa.
Va a ganarThe Square.  Debe ganarOn Body and Soul.

Mejor director: Aunque P.T. Anderson me parece que realizó la mejor dirección del año con Phantom Thread, no creo que ninguno de los nominados tenga la menor oportunidad de vencer a Guillermo del Toro, quien dirigió la espantosa pero demasiado políticamente correcta The Shape of Water. Este es un filme muy inferior pero que le ha valido a del Toro todos los premios importantes.
Va a ganar: Guillermo del Toro. Debe ganar: P.T. Anderson

Mejor película: Aquí tampoco parece haber discusión. Three Billboards Outside of Ebbing, Missouri ha ganado todos los premios relevantes y el óscar no va a ser la excepción. Es una muy buena película y aunque yo prefiero Phantom Thread, se merece su premio.
Va a ganarThree Billboards Outside Ebbing, Missouri. Debe ganarThree Billboards Outside Ebbing, Missouri.

Roberto Madrigal

(Este artículo saldrá publicado en Cubaencuentro el 2 de marzo de 2018)