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Monday, December 31, 2012

¡Feliz año!



Feliz 2013 a todos los que me leen, seguidores y asiduos, así como a quienes divulgan mis entradas. Perdonen la demora pero anduve perdido por las carreteras de las montañas de las carolinas. Gracias a todos, incluyendo a Armengol, Ballagas, Cancio, Gálvez, Hernández Busto, Isis, Ponte, Rita Martin, Rosado, Ted Henken, Teresita, Verónica y Zoe. A Café Fuerte, Cubaencuentro, Diario de Cuba, Penúltimos Días y Tumiamiblog. Y perdonen los que no incluí en esta prisa de los últimos minutos.


Roberto Madrigal

Monday, December 24, 2012

¿Adiós a las armas?



La reciente matanza ocurrida en la escuela primaria Sandy Hook, en el apacible y pintoresco pueblo de Newtown, en el estado de Connecticut, es una verdadera tragedia. El asesinato de veintiséis personas, veinte de ellas menores de siete años, realizado con meticulosa precisión por una mente desquiciada, que se cercioró de no dejar sobrevivientes, es algo inconcebible incluso después de saber que ocurrió y de ver los reportajes televisivos. Repulsión, indignación, rechazo, frustración, cólera y sentimientos de impotencia son las respuestas naturales. Este fue un hecho al cual no se le puede aplicar la lógica, ya que fue generado por una psique para la cual la realidad tiene un sentido muy peculiar y subjetivo.

Ya sabemos que Adam Lanza, el asesino de 20 años que cometió suicidio al ver que la policía se le acercaba, estaba diagnosticado con el síndrome de Asperger. Ya abundan los testimonios de su errática conducta. Es probable que sufriera de algún otro tipo de padecimiento mental, aunque no se le haya diagnosticado, muchas enfermedades mentales viajan acompañadas por otras. Como muchos especialistas han repetido en la prensa, no hay una correlación entre este síndrome y la violencia. Es cierto y no se debe convertir en parias a todos lo que padecen de esta enfermedad, ni tampoco generalizar sobre ellos. Pero aunque el Asperger es la forma del espectro del autismo más funcional de todas,  quienes la sufren tienen una relación muy tenue con la realidad. Esta es una patología en la cual el pensamiento, el lenguaje y los sentimientos no se encuentran coordinados y los individuos son mayormente egocéntricos y no tienen idea clara de las convenciones sociales. Los sentimientos ajenos les resultan incomprensibles. Las relaciones interpersonales les resultan amenazadoras. Esto explica su conducta, pero no la justifica.

Lanza no fue un joven rechazado ni falto de afecto. Su condición es genética y tuvo una madre que se dedicó a cuidar de él lo mejor posible. No fue falta de cariño, lo querían con el alma. Pero su madre cometió la dejadez de poseer armas de fuego que por muchas precauciones que tuviera, estaban al alcance de Adam. Fue un grave error por el que pagó con su vida. Nancy Lanza fue la primera víctima de su hijo, quien le pegó al menos tres tiros en la cabeza.

La reacción inmediata de gran parte de la población ha sido criticar la tenencia individual de armas. Es una reacción lógica, pero probablemente desacertada. No hay dudas de que hay que hacer algo para que las leyes de control de posesión de armas sean más estrictas en Estados Unidos, y es algo para lo cual este hecho debe servir como ejemplo. Pero no es la única solución quizás es la más sencilla. Personalmente, estoy en contra de las armas de fuego. Ni poseo una ni me siento interesado en usar una. Me repelen porque su único objetivo verdadero es aniquilar a otro ser vivo. Muchos justifican tenerlas porque dicen que la caza es un deporte. Es cierto que es algo bien difundido en todo el mundo desde que el hombre se lanzó a buscar comida, pero yo no lo veo como deporte. No veo competencia en que una docena de jinetes armados, persigan, junto a perros entrenados y otros ayudantes, a una pobre zorra que corre asustada. O que un grupo de individuos se esconda y en silencio asechen a un infeliz venado que no tiene la menor idea de que lo están vigilando para matarlo. Para mi sería un deporte si a la zorra o al venado le dan una ametralladora para que se defienda y le avisen de que lo quieren eliminar.

Otro grito de batalla de quienes están a favor de portar armas es que en los países en donde el pueblo está desarmado, los gobiernos totalitarios se imponen. Aquí hay algo de razón. Invocan enseguida la segunda enmienda, que es el derecho a portar armas. Pero aquí cabe una distinción. No creo que la segunda enmienda sea derogada en el futuro previsible, pero el control de la posesión de armas y del tipo de armamentos que se pueden poseer, es otra cosa y eso sí se debe revisar con seriedad. Para añadir complejidad al asunto, está el hecho de que hay toda una industria detrás de esto y de que si se ponen muchas limitaciones, se puede propiciar la creación de un mercado negro que haría la situación mucho más frágil y que supondría un esfuerzo de costo incalculable por parte de las autoridades. La venta de armas es, ante todo, un negocio más, pero un negocio que mueve billones de dólares.

También a considerar está el hecho del deterioro de los servicios de salud mental en los Estados Unidos. El estado posee pocos recursos y la mayoría de los seguros se niegan a cubrir los costos del cuidado psicológico o psiquiátrico. El bienestar mental se ha convertido en el privilegio de unos pocos. Esto sería otro aspecto que merece una seria consideración.

Estados Unidos no posee la patente de la violencia civil. Es cierto que es donde más ocurre, pero hay que considerar que es una sociedad multi­étnica, religiosamente diversa, con un flujo constante de inmigrantes y con más de trescientos millones de habitantes. No se puede olvidar que en la pequeña Noruega, una sociedad más homogénea y donde las leyes de control de armas son algo más estrictas, el 22 de julio del 2011, el militante anti-islámico Anders Behring Brevik mató setenta y siete personas en dos masacres: ocho que murieron por la explosión de una bomba que plantó en el centro de Oslo y sesenta y nueve adolescentes que tiroteó a mansalva en un campamento en las afueras. En Finlandia, otro pacífico país europeo, en Septiembre del 2008 un estudiante de hotelería en la Universidad Seinajoki, en el pequeño poblado de Kauhajoki, arremetió a tiros con su pistola semiautomática y mató a diez de sus compañeros de clase. Dejó una nota suicida en la cual confesaba haber planeado esto por mucho tiempo porque “odio a la raza humana”. Mucho más lejos, en la Academia Estatal del Petróleo, en Bakú, la capital de Azerbaiján, un ciudadano georgiano de 29 años llamado Farda Gadirov, abrió fuego, en el año 2009,  contra sus compañeros de clase, sus maestros y un bedel y mató a un total de doce. Se desconoce aún la razón por la que lo hizo.

Vivir en democracia tiene sus riesgos y su precio. Las leyes hay que revisarlas periódicamente, pero no se puede llegar al punto de la represión de la voluntad individual. En este caso también hay que considerar que la violencia es parte de la naturaleza humana, de la cual nos hemos ido alejando a lo largo de los siglos y no hay duda que el mundo es hoy menos violento que hace cien años. Los ejemplos históricos abundan y se debe recordar que el Antiguo Testamento, que es la base ética de la sociedad occidental, comienza con un engaño y un fratricidio. El demonio fue el ángel predilecto de Dios.

Hay que tener mucho cuidado con la implantación de controles, lo cual no implica que en el caso de los Estados Unidos, deba haber una discusión seria al respecto, aunque me temo que cuando pase la reacción inicial contra estos hechos recientes, la motivación de los políticos disminuirá. Los intereses financieros prevalecerán. Por otra parte, Cuba y China son dos países que prohíben estrictamente el derecho a poseer armas, aunque en el capítulo 1, artículo 3 de la constitución cubana más reciente se lee que los ciudadanos pueden recurrir a la lucha armada de ser necesario cuando alguien atenta contra “el orden político, social y económico establecido por esta Constitución”, en otra palabras, el feudo de los hermanos Castro.

 

Roberto Madrigal

Monday, December 17, 2012

El ballet cubano de Cincinnati



La compañía de ballet de Cincinnati (Cincinnati Ballet Company), fue originalmente creada en 1958 con más entusiasmo que fondos monetarios bajo el nombre de Cincinnati Civic Ballet, pero no fue hasta 1963 que, en coordinación con la Universidad de Cincinnati, se estableció oficialmente como compañía reclutando 41 bailarines, ninguno de los cuales recibía pago por sus actuaciones, bajo la dirección del alemán Oleg Sabline, que era profesor de ballet en dicho centro universitario. No fue hasta 1970 que se contrataron diez bailarines bajo salario. El director era entonces David McLain pero la compañía ganó reputación nacional porque sus bailarines fueron entrenados para dominar las técnicas contemporáneas del coreógrafo americano Lester Horton. A mediados de la década del setenta incorporaron ballets más tradicionales, principalmente de Balanchine y comenzaron giras nacionales desde Nueva York hasta Puerto Rico.

La compañía se mantuvo bien pequeña y con aspiraciones modestas, pero tras la muerte de McLain en 1984, tomó las riendas del conjunto el legendario bailarín británico Frederic Franklin, quien comenzó su carrera bailando con Josephine Baker en el casino de Paris y después tuvo como partenaires a Alicia Markova, Moira Shearer y Alicia Alonso entre otras, y luego fundó el  
National Ballet of Washington. Franklin asumió un rol de transición y en 1986 convenció al húngaro Ivan Nagy, quien acababa de crear el ballet nacional de Chile y a quien el propio Franklin ayudó a desertar a los Estados Unidos en 1966, para que se hiciera cargo de la compañía. Esto fue un paso decisivo y permitió al Cincinnati Ballet Company dar un gran salto de calidad, consolidarse artísticamente, mejorar su situación económica atrayendo donantes de peso y aumentar su prestigio nacional. Después de tres años vitales para la compañía Nagy partió a Inglaterra. La compañía tuvo varios directores hasta que en 1997 Victoria Morgan se convirtió en su directora artística, cargo que aún mantiene y bajo cuya guía el elenco ha crecido, se ha estabilizado y ha continuado su excelencia artística. Hoy en día sigue siendo una relativamente pequeña institución con 31 bailarines, lo cual dadas sus ambiciones, pone grandes exigencias en estos, para cumplir con un apretado y variado programa. Si la compañía no se conoce más nacionalmente no es por falta de méritos, sino por un provincianismo que permea a la ciudad, que se mira constantemente al ombligo y que prefiere muchas veces no divulgar sus secretos.

El ballet de Cincinnati fue un trampolín para algunos destacados bailarines cubanos que abandonaron las filas del Ballet Nacional de Cuba. Por aquí pasaron Nelson Madrigal, su esposa Lorna Feijóo y Adiarys Almeida, quienes hoy se encuentran en el Boston Ballet. Muchos otros bailarines cubanos han venido como invitados en ciertas producciones. En este momento la compañía cuenta con cinco cubanos, lo cual la convierte en la compañía de ballet de los Estados Unidos que más cubanos tiene en su elenco.

Cervilio Miguel Amador, quien a los 18 años integró el Ballet Nacional de Cuba y que en un año fue promovido a corifeo, una noche de Octubre de 2003 decidió, junto con Gema Díaz, integrante del cuerpo de baile del mismo ballet, desertar de la compañía durante una escala en Daytona Beach, logró ser aceptado en el ballet de Cincinnati en el año 2004 y desde el 2006 es Bailarín Principal (Principal Dancer) del mismo. Gema, batallando lesiones, se abrió paso poco a poco y hoy ocupa la posición de Senior Soloist. En la temporada de 2011 se unió al ballet Rodrigo Almarales, hijo de bailarines destacados (Miriam González y Adaris Héctor Almarales), salió de Cuba muy joven y ha vivido y bailado en México, Canadá, España y Alemania. En sólo un año con la compañía, se ha ganado la posición de solista. Este año llegaron a la compañía Romel Frómeta, quien fuera por años bailarín principal del Ballet Nacional de Cuba, después de tres años dando vueltas por España, República Dominicana y Puerto Rico, y Ana Gallardo, de apenas 20 años, llegada a Miami hace tres años, quien pasó un aprendizaje el año anterior en el ballet de Boston.

Desde este pasado fin de semana y por el resto de esta semana, se está llevando a cabo la tradicional producción navideña del Cascanueces, con una innovadora y particularísima coreografía de Victoria Morgan. Si bien este no es un ballet en el cual se da amplio destaque a las habilidades individuales de los bailarines, los cubanos han ocupado el centro de la producción, intercambiando papeles en los pas de deux principales. No hay dudas de que junto con el ajedrez, el establecimiento de una sólida escuela de ballet has sido el otro logro del castrismo, gracias por supuesto a Alicia, Fernando y Alberto Alonso. Los bailarines cubanos se notan inmediatamente distintos y, perdonen el chovinismo, mejores que el resto.

El fin de semana pasado Cervilio hizo gala de su dominio técnico, pero además incorpora a sus papeles muchas de sus características personales. Cervilio es un líder natural y no necesita esforzarse para brillar como un perfecto partenaire, desplegando intuición y sofisticación artísticas sin necesidad de alarde. Hace fácil lo difícil, lo que ostenta es naturalidad. Gema tiene una proyección escénica insuperable, cuando le toca su turno todos los ojos se concentran en ella y en la sobria gracia de sus movimientos. Es precisa en su actuación pero exuda pasión.

Rodrigo tuvo la oportunidad de mostrar su acrobacia natural, que no convierte en un ejercicio de gimnasia rítmica, al contrario, la usa para expresar su intensidad y la controla con su excelencia técnica. Tiene además, magníficas habilidades histriónicas que extiende la dimensión de los papeles que interpreta. Romel, de cuyo talento ya se ha percatado la directora y a quien inmediatamente le han dado papeles destacados, es la elegancia en la escena. Su experiencia y su maestría técnica son apreciables desde que se para ante el público. Antes de que empiece todos anticipan una gran actuación y, por supuesto, no decepciona. Ana que es miembro del cuerpo de baile, ya tuvo un papel destacado dentro del elenco de grupo. Su donaire la destaca inmediatamente por encima de quienes la rodean y se le ve una gran facilidad en todo lo que hace.

En realidad es un privilegio contar con la presencia de este grupo en esta ciudad. Espero que con la solidez que ha alcanzado el ballet de Cincinnati, estos cubanos decidan residir aquí por largo tiempo. No es fácil, pues cada vez son más codiciados por otras compañías. Cervilio y Gema reciben frecuentes invitaciones y cada uno por su cuenta se presentan como huéspedes especiales en varias ciudades de Estados Unidos y de otros países. Rodrigo se pasa el verano acumulando premios en competencias internacionales. A Romel todo el mundo lo conoce y cuando se enteren que está aún en plena forma, supongo que no le faltarán ofertas. Ana acaba de empezar, pero por lo que ya enseña no me sorprende que muy pronto atraiga también a otras compañías. Será mi pérdida.

 
Roberto Madrigal

Monday, December 10, 2012

¿El compromiso social del escritor?

 
¿Tiene el escritor la obligación de tomar partido ante la situación política y social de su país? Depende.
 
El escritor establece su posición dentro de la sociedad o de su grupo social en base a su obra literaria y no a su actividad política. De hecho, la obra literaria, sin necesariamente ignorar la realidad política que la circunda o en la cual se gesta, gana en calidad mientras más se aleja de la misma y más se acerca a la imaginación del autor. Por supuesto, una vez establecido por su calidad literaria, la sociedad se plantea expectativas con respecto al escritor como persona y personaje. Estas expectativas y exigencias se relacionan directamente con el momento histórico que a cada cual le toca vivir.
 
 
En sociedades en las cuales la opinión política se canaliza mediante diferentes medios, en las cuales existe una prensa libre, hay una gran diversidad de instituciones culturales, un gobierno más o menos democrático y un acceso público independiente a las tribunas de difusión de ideas, la opinión del escritor tiene un peso relativamente ligero. Es el caso de países como Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Holanda, Dinamarca y otros países con largos años de experiencia democrática y prosperidad económica. Francia y Alemania son excepciones por distintas razones.
 
En contraste, en las sociedades totalitarias, en las cuales la opinión pública no se puede canalizar por medios oficiales y la expresión individual puede ser duramente castigada, al escritor se le exige una toma de posición. Es el caso de países como Cuba, China, la antigua Unión Soviética (incluso la Rusia de hoy) y otros países en los cuales no existe una infraestructura capaz de proveer un vehículo para el debate de las ideas y la libertad de pensamiento. El escritor y el intelectual, es visto como testigo.
 
Esto queda ilustrado con la controversia originada por las declaraciones y el discurso del
recientemente galardonado Premio Nobel de Literatura, el escritor chino Mo Yan. Este ha sido
            duramente criticado por la escritora Herta Müller (también ganadora del Nobel), el narrador Salman Rushdie y el artista Ai Weiwei. Le critican su afiliación al Partido Comunista chino y el hecho de que ha rehusado hacer declaraciones en favor del también escritor y Premio Nobel de la Paz, el chino Liu Xiaobo quien se encuentra encarcelado en China. Tampoco le ayudan sus festinadas, ligeras y disparatadas declaraciones recientes en las cuales trata de justificar la censura y la compara con los controles de los aeropuertos. Peor aún, justifica su silencio cómplice en base a la calidad de su obra literaria diciendo: “Me han dado el premio por mis cuentos, soy un cuentacuentos”. Y añade: “…mis libros…fueron escritos bajo gran presión y me han expuesto a grandes riesgos”. La calidad literaria no puede usarse para justificar una posición política, ya que en una gran cantidad de casos no tienen nada que ver. Los ejemplos sobran. Ezra Pound fue un defensor del fascismo, T.S. Eliot fue un antisemita, como también lo fue George Orwell, Knut Hamsun admiraba a Hitler, Gorki a Stalin y todos conocemos la estrecha amistad y admiración mutua entre García Márquez y Fidel Castro. Este hecho no lastra ni minimiza su excelencia literaria ni esta excusa su aborrecible actitud personal.
 
Mo Yan es un hombre que creció entre el Gran Salto Adelante y la revolución cultural china. Aprendió desde pequeño, instado por sus padres, según dicen sus familiares, la prudencia del silencio. El proceso chino es muy complicado y esta es la primera vez que Mo obtiene una plataforma para lanzar su obra a nivel global. Es obvio que no la quiere desperdiciar y que puso eso por delante de aprovechar el foro que se le otorga para criticar las injusticias del gobierno de su país. Como personaje público, no tiene el menor interés en solidarizarse con la disidencia china ni ponerse en la mirilla del partido reinante. Sus razones tendrá, eso explica su actitud, pero no la justifica.
 
He escuchado a muchos escritores cubanos, de ambas orillas, quejarse de que cada vez que los entrevistan les hacen más preguntas sobre sus posiciones políticas que sobre su obra literaria. Parecen querer disociarse de su inevitable circunstancia. No sé si es pose o es un verdadero sentimiento, pero es una queja inexcusable. Todos sabemos de sobra las posiciones que a lo largo de estas seis décadas han tomado quienes se pliegan a las directivas oficiales. Con la erosión de los años se han presentado oportunidades para asumir un rol un poco más digno. Algunos, como Padura y Pedro Juan Gutiérrez se han atrevido a decir “algo”, principalmente en sus declaraciones a la prensa extranjera cuando han estado en el extranjero promoviendo su obra, pero han mantenido una comedida ambivalencia. Entiendo que decir más implicaría jugarse la vida o tener que optar por un exilio incómodo. Apuestan a la seguridad personal y probablemente la de sus familiares, además de al ingreso al panteón nacional, que probablemente en pocos años tendrá una mayor validez de permanencia en el canon de las letras cubanas, pero dejaron pasar su oportunidad histórica.
 
 
Desgraciadamente, hablar de política es necesario, sobre todo con quien piensa de manera diferente. Como se ha visto en Alemania y en Polonia, por ejemplo, solamente la discusión abierta del pasado político (en nuestro caso del presente) puede finalmente liberarnos y conducir a una verdadera armonía. Es necesario sacar los trapos sucios y lavarlos en público, no con el ánimo de la vendetta, sino en busca de un verdadero entendimiento. Es un deber cívico. Ni la nostalgia ni la amnesia forzada pueden imponerse a la memoria.
 
“Quiero llamarlas a todas por sus nombres,/pero se han robado la lista y no hay donde/buscar.”, escribía Anna Ajmatova en Requiem refiriéndose a sus compañeras de prisión. Pero esa es una escritora de otra cepa. Alguien que sufrió lo indecible en carne propia y que vivió siempre consciente de su momento histórico. Muchos escritores cubanos se jactan citándola, pero muy pocos siguen su ejemplo.
 
Roberto Madrigal

Monday, December 3, 2012

El censor que se repite



Hace exactamente un año, el Ministerio de Cultura cubano, secundado por un grupo de sesudos estudiosos de la música cubana, explotó ofendido ante la letra de la canción Chupi Chupi de Osmani García por lo que consideraba el carácter vulgar de su letra. El entonces ministro Abel Prieto destapó una campaña contra la vulgaridad cuyos ecos dejaron de escucharse más rápido que una canción mala. Entonces escribí un artículo (El malestar en Cultura) que empezaba diciendo “No hay nada peor que meterse con la música popular”. Al cabo de doce meses, ya Prieto no es ministro y el Chupi Chupi puede oírse claramente en la banda sonora de la recién estrenada película 7 días en La Habana.

En su inmensa tozudez, la censura cubana vuelve a la carga contra los reguetoneros y la “vulgaridad” de sus letras. El censor, quien quiera que sea, padece de amnesia. Se le olvida, entre otras cosas, ese gran antecesor de las letras con doble sentido y vulgaridad que fue Faustino Oramas, más conocido como El Guayabero, considerado ahora un clásico de la trova cubana. Solamente una selección de ejemplos de la supuesta vulgaridad de las letras de la música cubana constituiría toda una enciclopedia. Las letras de las canciones populares, en todas partes, se caracterizan por atravesar los límites de la moral establecida.

Es difícil entender esa persistencia en lanzarse a una batalla de antemano perdida. En primer lugar, tendrían que establecer una definición de la vulgaridad, pero al censor totalitario no le gusta definir los parámetros de su censura, pues se sentiría limitado y no tan todopoderoso. Por otra parte tendrían que llevar a cabo una agotadora labor de cacería contra un fenómeno que se caracteriza por ser efímero y cuyas características se encuentran en cambio continuo, porque responden (¿acaso no lo saben?), al ánimo popular del momento. Además, le estarían cerrando una válvula de escape al descontento de las masas.

Esta altanería del censor quizá se deba en parte a un triunfo obtenido en épocas tempranas. Al asumir el poder, la Revolución empezó a buscar una música que la representara. Con la rápida partida de muchos de los más destacados cantantes de la década del cincuenta (Olga Guillot, Celia Cruz, Rolando Laserie, etc), se trató de borrar, como se hizo con tantas otras cosas, los vestigios musicales del pasado. Los festivales Papel y tinta organizados por el periódico Revolución entre 1960 y 1963, aunque reunieron un grupo distinguidos de músicos populares, entre ellos Beny Moré, generaron más violencia callejera que innovaciones musicales. Parecían haber encontrado su ritmo cuando Pello el Afrokán lanzó el Mozambique en 1963, pero les molestó mucho (y esto me lo contó Leo Brouwer años después mientras hacíamos una cola para conseguir turnos para comer en el restaurante 1830) que cuando se fueron a sacar los pasaportes para llevar a la banda a París en 1965, se descubrió que casi todos sus componentes tenían antecedentes penales. Los puritanos comandantes no permitirían que semejante ralea representara la música cubana.

En 1968, con la secuencia inicial de Memorias del subdesarrollo, en la cual durante un espectáculo en el cual los afrokanes cantan “¿Dónde está Teresa?”, suenan dos tiros y luego un hombre aparece muerto sobre el asfalto, la música continúa y el cadáver es cargado por un grupo de hombres que lo llevan manos en alto y la multitud lo observa impávida mientras continúan su meneo a ritmo de Mozambique, Gutiérrez Alea vilificó lo que hasta entonces se presentaba como la música popular cubana. Un año antes, en 1967, las autoridades culturales observaban el inesperado éxito de Silvio Rodríguez en su programa Mientras tanto. Aunque a muchos dirigentes les molestaba la indumentaria de Silvio y de muchos de los que después se convertirían en integrantes de la Nueva Trova, encontraron aquí algo que encajaba más a su visión de lo que debía ser la música que representara a la Revolución. Letras más o menos inteligentes, muchas de contenido social y con una poética moderna. Se decidieron entonces, ya en plena Ofensiva Revolucionaria, a catapultar el movimiento, no solo en la isla sino en todos los países de habla hispana. El éxito de este movimiento, que por supuesto tenía sus raíces populares, los envalentonó y pensaron que podían controlar lo que se iba a decir en la música del patio. Tuvieron éxito por un tiempo.

Pero nada es eterno y mucho menos en el gusto popular. Los tiempos han cambiado, las nuevas tecnologías permiten acceso casi masivo a la producción de grabaciones de audio y de video. Ya la EGREM no monopoliza la manufactura de la música local. La globalización hace más difícil bloquear las influencias de otros lares. En fin, el censor se siente que ha perdido el control y patalea. Se ve también maniatado porque estos músicos que cada vez controla menos son, contradictoriamente, una fuente de ingresos en moneda extranjera que les hace mucha falta. El permitir su exportación ya no es solamente un hecho político, sino un plan económico en momentos en los cuales el dinero cuenta y la miseria aumenta.

Pero es probable que a lo que más teme el censor es a la explosión de sensualidad, de transgresión y de expresión corporal irreprimible que desatan las canciones populares, sin más pretensión que provocar el goce del instante, es que en un evento masivo, en donde fluyen las pasiones, el alcohol y otras yerbas, es más fácil desatar la rebeldía y el enfrentamiento popular que en una lectura de poemas en la Casa de las Américas, o en un jueves de Temas.

 
Roberto Madrigal

Monday, November 26, 2012

Los escritores incómodos



Revisando hace unas semanas el excelente blog de la traductora española Marta Rebón (Rumores Etéreos), que se dedica al arte y la literatura rusas, leí un excelente trabajo sobre un escritor para mi, hasta ese momento, desconocido. El artículo, que trata sobre la publicación en español de un libro de este autor ruso, Daniil Jarms, me resulta interesante y me lleva a buscar más sobre el mismo y finalmente a comprar un libro suyo en inglés, Incidences. Es un verdadero descubrimiento.

La edición que poseo fue impresa en Londres en 1993, por una oscura editorial, Serpent’s Tail, que se dedica a publicar obras de Pessoa, Onetti y Walser. Es un texto que reúne cuentos y obras de teatro de Jarms (Kharms para quienes lo buscan en inglés). La obra de este autor comenzó a publicarse en los Estados Unidos en el 2006.

Jarms es un maestro del absurdo que se adelantó a Ionesco y a Beckett. Sus cuentos, con la excepción de La vieja, que es un relato de 29 páginas, tienen una extensión que va de entre 39 palabras (An Encounter), hasta cinco o seis párrafos. Su prosa sencilla, es impecable en cuanto a sintetizar la narrativa, o más bien la ausencia de narrativa. Sus obras no solamente son un desafío y una burla de todo tipo de convenciones literarias, sino que a la vez convierten el proceso narrativo en una total inutilidad. Sin embargo, uno no puede dejar de leer este libro que sorprende a cada vuelta de página.

Ataca con acidez los patrones morales de la sociedad, es cruel, desenfadado, sardónico y agresivamente burlón, un verdadero nihilista que no tiene piedad ni paz con nadie. Despliega un desprecio absoluto por el acomodamiento del ser humano, capaz de aceptar pasivamente el atropello o el látigo de quienes les guían. Los ve capaces de llevar sus instintos animales hasta las últimas consecuencias, a la vez que sumisos de las costumbres que lo acorralan. No hay un mínimo de sentimentalismo en Jarms.

La vieja es un pastiche de la indiferencia, An Encounter es una joya de la anti-narrativa y Lynch Law es una obra maestra de crítica social y política inmisericordemente resuelta a la perfección en 165 palabras. La lista de citas puede seguir interminable, prácticamente no hay una página del libro que no sea recomendable.

Es una lástima que no se pueda hablar de la influencia que Jarms tuvo sobre otros escritores de su generación o incluso sobre Beckett y Ionesco. Hasta sobre Godard, ya que el estilo de Jarms pudiera explicarse con aquella sentencia del cineasta francés que decía: “No tengo nada en contra de que una obra narrativa tenga un comienzo, una trama intermedia y un desenlace, siempre y cuando no tenga que ser en ese orden”. La vida de Jarms se lee como la de tantos otros escritores víctimas del estalinismo.

Nacido en San Petersburgo en 1905 con el nombre de Daniil Ivanovich Yuvachov (Jarms, fue su seudónimo definitivo), apareció en la escena literaria y artística de la joven Unión Soviética en 1925, cuando su ciudad natal se había convertido en Leningrado. Apenas publicó dos poemas en un par de antologías, pero tras aparecer disfrazado de Sherlock Holmes mientras yacía bocabajo en medio de Nevski Prospect y luego hacer lecturas de poemas encima de un armario, en 1927 fundó, junto con su amigo de peripecias Alexander Vvedenski y el poeta Nicolai Zabolotski, el grupo OBERIU (que son las siglas en ruso que significan Asociación del Arte Verdadero). Hicieron varias presentaciones, entre ellas una muy comentada titulada Tres horas de izquierda, en la cual, entre otras cosas, presentaron la obra teatral absurdista con gran influencia kafkiana, Yelizaveta Bam (que está incluida en Incidences), para poco después ser atacados en la prensa y verse obligados a desmantelar el grupo. Jarms se puso a trabajar para una editorial de libros infantiles y ya en 1940 había publicado once libros de tema infantil. Mientras tanto, seguía escribiendo para la gaveta. Todo intento de publicar lo que verdaderamente le interesaba, fue en vano.

Jarms fue arrestado en 1931 por sus escritos y aunque luego se dedicó a la más tranquila literatura infantil, cayó en desgracia otra vez en 1937 debido a un poema infantil con “desviaciones ideológicas”, en el cual un niño comete un pequeño robo. Perdió su trabajo, pasó hambre y en 1941 fue apresado en Leningrado y ese mismo año, en diciembre, murió en una sala psiquiátrica penitenciaria. Su obra jamás fue publicada en su tiempo. No fue hasta el deshielo de Jruschev, que fue perdonado en la Unión Soviética y su obra no llegó a publicarse en su país hasta la llegada de la Perestroika. De hecho, si hoy podemos leerlo es gracias a los esfuerzos de su amigo, el filosofo, teólogo y crítico Yakov Driskin, que recogió todos los escritos que había en las gavetas del apartamento de Jarms, tras su arresto en 1941, y los guardó. Driskin no fue exactamente su Max Brod, porque a diferencia de Kafka, Jarms sí quería publicar.

Pienso que Stalin fue un gran crítico literario. Casi todos los historiadores se tragaron la imagen que de él dio Trotski, la de un campesino ignorante, bruto, brutal y pretencioso. Pero lo más probable era que tenía mucha más cultura que lo que dejaba entrever. La lista de los escritores que sufrieron prisión, censura y pasaron por sus Gulags o murieron en ellos, entre los que se pueden contar Bulgákov, Ajmatova, Solzhenitsin, Mandelstam, Babel, Zamiatin, Shalamov y Victor Serge (que fue concuño de Jarms), bastaría para hacer una antología de lo mejor de la literatura rusa y universal. Nunca antes en la historia un grupo tan enorme y tan destacado de escritores habían sufrido el peso de una dictadura tan férrea. Stalin era exquisito, entendía perfectamente al enemigo, los detectaba con precisión, sabía distinguir entre la grandeza y la mediocridad. Luego los humillaba y los destrozaba. Se dice mucho que Fidel Castro es un lector voraz. Puede ser, pero no se nota ni en su retórica ni en su visión utilitaria de la literatura, debe ser que no digirió bien sus lecturas.

Muchos críticos, entre ellos George Saunders, se niegan a reducir a Jarms como un escritor que dio una respuesta absurda a la brutalidad de su época. Piensan que, dado su estilo, hubiera sido un escritor incómodo en cualquier parte. Hay cierta razón en ello, pero es imposible echar a un lado las circunstancias en las cuales vivió y las vejaciones que sufrió. Lo cierto es que su literatura trasciende su momento histórico, quizás, como decía Oscar Wilde, hay obras literarias que responden a preguntas que aún no se han hecho.

Los que se niegan a ver el aspecto de crítica antiestalinista lo hacen pensando en escritores o artistas que son malditos en sus países pero que una vez que parten al exilio se vuelven parte del nuevo establishment, se acomodan. Es cierto, a muchos se los traga la academia y a otros el éxito financiero. Lo que sucede es que aunque muchos hayan emigrado, su mente aun reside en su país de origen y se mantienen incómodos, ya en menor medida, para la sociedad que se vieron obligados a dejar.

Reinaldo Arenas, por ejemplo, fue también un escritor incómodo y lo siguió siendo una vez exilado, no solo en su literatura, cuyos temas no eran apropiados para aquellos que disfrutan del discreto encanto de la burguesía, sino en sus presentaciones personales y en sus perennes enfrentamientos contra amigos y enemigos. Nunca le interesó ser vendible ni ser popular. Fue genio y figura hasta su sepultura. Otro escritor incómodo, en otro sentido,  fue Solzhenitsin, quien comenzó a habitar sus propias ideas, cada vez más reaccionarias, y se volvió insoportable tanto a sus benefactores como a sus seguidores. Tanto Jarms, como Arenas, como Solzhenitsin y no muchos otros, son escritores devotos de sus propias causas, tanto estéticas como políticas. Nunca se dejaron allanar. Los tres también representan una resistencia, un reto literario y personal al sistema en el cual se desarrollaron.¿Cuántos otros escritores incómodos quedaron escondidos en sus gavetas rusas, cubanas, checas, búlgaras y de tantos otros países? Es difícil pronosticar si se sabrá algún día. Esta es una historia que se rescribe incesantemente.

 

Roberto Madrigal

Sunday, November 18, 2012

El problema Rodiles




No es, por supuesto, la primera vez que el gobierno cubano ataca con furia a quienes se atreven a expresar públicamente su desacuerdo con su política. Los límites de la tolerancia del totalitarismo son caprichosos y se estrechan o se amplían según tengan el día los gobernantes. Una vez que alguien amenaza con transgredirlos, los represores responden con una furia meticulosa y alevosamente programada.

El caso de Antonio Rodiles es un problema muy especial para Raúl Castro. Como el autor principal de la Demanda ciudadana por otra Cuba, Rodiles se ha atrevido a denunciar no solamente el desastre económico, la desintegración social de la nación y la represión cultural, críticas sobre asuntos que aunque horripilantes, muchas veces los Castro la han rebatido culpando a un militar de alto mando, o a un burócrata inepto, o a un corrupto administrador de empresa. No, esta vez se ha atrevido a asaltar los pilares sobre los cuales se funda todo el andamiaje de su sistema. Ha cuestionado la ausencia de la aplicación de acuerdos y derechos a la sociedad civil, así como la validez de un sistema unipartidista. Este es un tipo de debate en el cual los hermanos Castro nunca han aceptado participar y uno que, para vergüenza suya, los intelectuales cubanos no han enfocado ni de lejos.

El documento de cuya autoría Rodiles es responsable, tiene muchos puntos en común con la Carta 77 que redactaron los opositores checos en 1977, cuyo principal portavoz fue Vaclav Havel, pero que fue redactado fundamentalmente por el filósofo Jan Patocka. Todos sabemos como influyó ese documento en la historia de Europa del este, lo que pocos saben es que Patocka murió meses después de publicada la carta, en la cárcel, tras un interrogatorio de once horas.

Pero hay algo más que agrava el caso Rodiles y lo hace más ofensivo e inaceptable ante los ojos de Raúl Castro y su claque gobernante. Hijo del Coronel Manuel Rodiles, y sobrino del General de Brigada Samuel Rodiles, Antonio es un hombre que creció dentro de los privilegios que el gobierno concede a su círculo más íntimo. Tuvo la posibilidad de asistir a las mejores escuelas que el castrismo puede ofrecer, ha estudiado en el extranjero y hasta obtuvo una maestría en Matemáticas de la Universidad Estatal de la Florida en Tallahassee. Es un hombre que se pudo haber acomodado y perseguir una tranquila y exitosa vida académica en los Estados Unidos, sin embargo, lo dejó todo para regresar a su país y emprenderla contra los represores. Dedicando sus esfuerzos y sus posibilidades materiales, a desarrollar Estado de Sats, un foro de discusión de temas sobre las dificultades que enfrenta la sociedad y la cultura cubanas que se difunde ampliamente por la internet. Un hijo pródigo que no viene en busca de perdón, sino que viene a exigir sus derechos como el más insignificante de los ciudadanos y que de paso lo arriesga todo. Esa actitud, sumada a su cuestionamiento del sistema es algo imperdonable en un régimen totalitario. Los líderes de la gerontocracia cubana no pueden, en su decrepitud, darse el lujo que este ejemplo cunda y les arruine un apacible ocaso. De la atención internacional que se le preste a su caso, dependerá en gran parte la forma en que se resuelva.

Rodiles está acostumbrado a ser acosado por varios flancos. Posee una perspectiva mucho más cosmopolita que quienes le acompañan en su trayecto. Es de esperar que haga uso de todos sus recursos personales para enfrentar lo que se le viene encima. Ahora deberá enfrentar un largo y empinado camino cuesta arriba. Ojalá que tenga la persistencia del Sísifo de Camus, para quien “la batalla es suficiente para llenar el corazón”. De momento, debe contar con todo nuestro apoyo.

 

Roberto Madrigal

Monday, November 12, 2012

Lo que el sóviet nos dejó

 
Con más virtudes que defectos, Caviar with Rum: Cuba-USSR and the Post-Soviet Experience, es un libro necesario. Enfrenta una temática que muchos prefieren ignorar más que olvidar y cubre un amplio campo minado de interrogantes.

El libro surgió a partir de una conferencia que tuvo lugar en la University of Connecticut en febrero de 2007, que aparentemente generó otros encuentros celebrados en otros sitios, incluyendo Cuba, y auspiciados por distintas organizaciones entre las cuales se encuentran el Instituto Cervantes de Nueva York, el departamento de Cultura Ibéricas y Latinoamericanas de la Universidad de Columbia y la Universidad de Aberdeen, Escocia.

Los editores, la profesora Jacqueline Loss, del departamento de Estudios Culturales y Literarios sobre América Latina de la University of Connecticut, y el escritor y profesor José Manuel Prieto, quien no creo necesite presentación, han reunido dieciséis trabajos de un igual número de autores entre los cuales ambos se incluyen y han dividido el texto en cinco secciones: “Ostalgie: Cuban Style”, “Communicating Vessels”, “The Recalcitrant Ajiaco”, “The Imaginary Tractor” y “Diplomatic and Economic Coquetteries”. Al principio del libro, en los reconocimientos, tienen la cortesía de excusarse por no incluir a toda una lista de autores que aparentemente participaron o enviaron trabajos a los diferentes encuentros, no se aclara. Es un gesto muy elegante, pero como no hay en el libro ninguna explicación respecto al criterio utilizado para la selección de los textos incluidos, crea más dudas y confusión respecto a por qué no están todos los que son, no son todos los que están y la razón por la cual están los que están. Se hubiera agradecido también una mayor información respecto al origen de los trabajos.

El libro cuenta con una introducción excelente, en la cual se resumen todos los trabajos de forma objetivamente crítica y se ofrece una clara perspectiva de lo que representa este punto de partida. No se da crédito al autor aunque se supone que sea uno o quizá ambos editores. La última sección, en la cual se reúnen los trabajos de dos conferencistas extranjeros, expertos en política internacional, Mervyn Bain, conferencista de la Universidad de Aberdeen, y Yuri Pavlov, un veterano del servicio extranjero de la difunta Unión Soviética y autor del libro Soviet-Cuban Alliance: 1959-1991, es la menos interesante. Los dos trabajos son bastante informativos y no dejan de arrojar luz sobre el tema, sobre todo proporcionan datos estadísticos, pero por su carácter excesivamente académico, es la parte menos atrayente.

Continuando el sentido inverso, en “The Imaginary Tractor”, el trabajo de Ariana Hernández Reguant, profesora de la University of California en San Diego, toca puntos intrigantes respecto al sistema de incentivos morales crudamente importado al contexto cubano, pero no aporta ningún entendimiento nuevo, aunque tiene la virtud de reunir información valiosa. En esta misma sección aparece un trabajo de Yoss (José Miguel Sánchez), escritor cubano de ciencia-ficción, titulado “What the Russians Left Behind’, que está muy por debajo de otros escritos anteriores que he leído de Yoss. Aunque ingenioso, muchas cosas parecen traídas por los pelos en su recuento.

Jacqueline Loss es autora de un trabajo muy interesante ubicado en la sección “The Recalcitrant Ajiaco”, titulado “Persistent Matrioshkas”, que es una lectura desde el punto de vista femenino de algunos de los modelos culturales y sociales soviéticos que se trataron de imponer en la cultura cubana contemporánea. La artista plástica Gertrudis Rivalta deja un testimonio muy personal respecto a su participación en un ambiente cultural repleto de un imaginario soviético y sus avatares en cuanto a asimilar estos valores siendo ella una mujer negra. En esta misma sección, los autores Dmitri Prieto Samsonov y Polina Martínez Shvietsova, en su texto titulado “…so Borscht Doesn’t Mix into the Ajiaco?” presentan una relación interesante de las tribulaciones y problemas de identidad de los cubanos hijos de ciudadanos soviéticos y cubanos, a quienes en Cuba se les denomina popularmente como agua tibia, y además ofrecen datos sobre las diferentes comunidades soviéticas de distintas etnias que aún residen en la isla. A pesar de que no ofrecen las fuentes de sus datos con exactitud, no se puede olvidar de que no hay antecedentes para este tipo de trabajo y que esto lo menos que puede considerarse es como un buen comienzo. Luego pasan a analizar la obra y las influencias de tres autores agua tibia, como Andrés Mir, Ana Lidia Vega Serova y Ernesto González Litvinov. También tocan de pasada la obra Adoleciendo de Verónica Pérez Konina, un libro que tuvo gran resonancia en su momento, que es actualmente imposible de adquirir y del cual yo hubiera agradecido en este libro un estudio más a fondo, sobre todo por la repercusión que tuvo entre los de su generación.

La sección “Communicating Vessels” combina trabajos sobre arte, cine y literatura. Carlos Espinosa expande su excelente trabajo, anteriormente publicado en Encuentro, sobre el redescubrimiento del filme Soy Cuba en su ensayo “The Mammoth that Wouldn’t Die”. Ernesto Menéndez Conde discute unas tesis artísticas sobre arte y socialismo expuestas por Gerardo Mosquera en “Toward a Cuban October” mientras Jorge Ferrer se cuestiona la órbita satelital de Cuba con respecto a la U.R.S.S. en “Around the Sun: The Adventures of a Wayward Satellite”. El trabajo de Juan Carlos Betancourt titulado “The Rebel Children of the Cuban Revolution”, toca el tema de la influencia de la perestroika en el arte cubano de los noventa.

En “Ostalgie: Cuban Style”, la sección que abre el libro, la poetisa Reina María Rodríguez hace un recorrido nostálgico por las influencias intertextuales de la poesía, la narrativa y el cine que llegó a través de la Unión Soviética, en su obra y en la de otros autores de su generación. En “Roxy the Red”, el escritor y actor Pedro González Reinoso publica algunos de los libretos que sostienen sus actuaciones  como el personaje de “La Rusa Roxana Rojo”.

Dejo para el final los dos trabajos que más me aprehendieron. En “Heberto Padilla, the First Dissident (of the Cuban Revolution)”, José Manuel Prieto realiza una muy excepcional lectura del “caso Padilla” desde una perspectiva soviética. Hace un examen retrospectivo de los elementos a través de los cuales el caso fue conducido, que revelan una visión sovietizada de las autoridades para controlar el caso y la cultura y además trata de establecer como el propio Padilla fue influenciado en sus contactos con la Unión Soviética para llegar a convertirse en un disidente estilo soviético. Esta conjugación de factores fue lo que hizo posible el desarrollo del caso de la manera en que se desenvolvió. Un trabajo bien informado, con el cual no es necesario estar de acuerdo para advertir sus buenas cualidades.

Finalmente, el trabajo que más me impresionó fue “The Muñequitos Rusos Generation”, de la arquitecta y bloguera Aurora Jácome, que abre el libro. Menos atada a requerimientos académicos, Jácome relata su experiencia personal respecto a crecer viendo los muñequitos rusos por la televisión y el impacto que, más allá de su calidad, estos tuvieron en su formación. Con una prosa fluida y elegante la autora trasmite sus vivencias con una sensibilidad y una agudeza que hacen fácil al lector la tarea de identificarse y comprender su caso y el de toda una generación, desde cualquier punto de vista. Es un trabajo escrito con sinceridad y talento artístico, porque ambas por separado no hubieran bastado, que no necesita de citas ni datos, ya que se basa en una experiencia personal profunda que aún persigue a la autora. Tres patrias habita Jácome, Cuba, donde creció hasta los 15 años, España, donde reside desde entonces y los muñequitos rusos, el universo que la nutrió y que aún le dificulta relacionarse completamente con los españoles de su generación entre los cuales completo su educación y su formación.

Este libro es una obra fundacional, a partir del cual espero que otros textos continúen explorando este aspecto de la cultura cubana contemporánea.

Caviar with Rum. Editado por: José Manuel Prieto y Jacqueline Loss. Palgrave/McMillan. New Directions in Latino American Cultures. 262 páginas. E.U.A. Septiembre de 2012.

Roberto Madrigal

Monday, November 5, 2012

País de buhoneros


Un documental recientemente realizado por la cadena noticiosa Al Jazeera y un artículo de portada aparecido en el número más reciente (Noviembre 2012) de la revista National Geographic Magazine, ambos centrados en los cambios económicos que se están produciendo en Cuba, coinciden en mostrar una realidad desoladora, en la cual la máxima aspiración del ciudadano común parece ser la de convertirse en un vendedor ambulante. Con algunas excepciones, ese es mayormente el nivel de cuentapropismo que presentan estos trabajos.

Al Jazeera es una cadena televisiva con sede en Qatar, que trasmite noticieros y documentales en inglés y otros idiomas, las veinticuatro horas del día. Trata de establecer el punto de vista árabe sobre los problemas de actualidad. Sus enviados a Cuba realizaron un documental que se trasmitió en tres partes de media hora cada uno. Recorrieron varias localidades en las cuales se permite el comercio independiente en la isla, entre otros lugares fueron al “Mercado de las flores”, situado en la calle 12, cerca del cementerio, y a la Plaza de Armas. Ahí los periodistas estuvieron haciendo preguntas a los diferentes  empresarios, cuya mayoría presenta un aspecto físico bastante deteriorado (no sé si se centraron en lo peor o eso es lo que había).  Todos se muestran entusiastas respecto a las posibilidades de trabajar por cuenta propia, sin jefes ni reuniones, y de ganarse lo que puedan. Pero cada vez que los periodistas escudriñan sobre aspectos más ideológicos con respecto a la naturaleza de los cambios, como “¿Creen ustedes que estos cambios pueden ampliarse a otros sectores de la economía?”, los entrevistados unánimemente responden: “¡Ah, no!, eso es política, yo no me meto en política”.

Cynthia Gorney, la autora del artículo que aparece en National Geographic Magazine, es una periodista de larga trayectoria, que ha publicado artículos investigativos en diversos medios prestigiosos de la prensa americana como The New Yorker, American Journalism Review, Sports Illustrated y The New York Times Magazine. Fue jefa del buró sudamericano de The Washington Post y desde 1999 es profesora titular en la escuela de periodismo de  la Universidad de California en Berkeley. Su trabajo titulado “Cuba’s New Now”, parece motivado por su relación con “Eduardo…un mulato claro de 35 años…con cuerpo de luchador” (que el lector saque sus conclusiones). Un hombre bastante ideologizado que está decidido a abandonar Cuba en una lancha y quien le muestra a Gorney sus preparativos. En sus intentos de disuadirlo por lo arriesgado de la empresa, comienza a entrevistar a cubanos de diferentes extracciones para tratar de encontrar algo que ofrecer como alternativa a Eduardo.

Gorney ofrece un muestrario de sobrevivientes dedicados a pequeños negocios, sin mucho futuro, o a dueños de paladares sofisticados que financian sus negocios con ayuda de extranjeros o de familiares que residen en los Estados Unidos. Busca también argumentos ideológicos en defensa del neocastrismo, pero no los encuentra, de hecho, el único entrevistado que se presenta ideologizado es Roberto Veiga, el editor de Espacio Laical, quien se muestra muy preocupado porque Cuba se convierta en el futuro en un país que recoja lo peor de la China moderna, o de la Europa desbancada o de las narcoguerras de México, algo que, dado el contexto en que se emite, parece de un surrealismo de inteligencia fronteriza.

No hay muchas novedades en ninguno de estos trabajos, pero una lectura no muy entre líneas de ambos,  lo lleva uno a concluir que poco a poco Cuba se está convirtiendo en una cultura de bazar, que atrae turistas por su pintoresquismo de país que aún se mantiene firme en el socialismo, mientras su capital se encuentra en ruinas que exudan un tercermundismo al cual el turista occidental no se puede resistir. Un país miserable, con un casco bien cuidado (La Habana Vieja de Eusebio Leal), en el cual se pueden adquirir prendas folclóricas, consultarse con una santera y escuchar unos cuantos tríos callejeros cantando música tradicional para el halago del oído extranjero, en medio de una indudable belleza geográfica. Un país que no solamente ya se jacta de tener las prostitutas más cultas y educadas del planeta, sino que parece también liderar el mundo en cuanto a poseer el mayor porcentaje de taxistas con título universitario, mientras el visitante puede fotografiar esta miseria con el fondo de unas descascaradas consignas revolucionarias. En fin, Haití con lemas.

Pero la otra conclusión que se puede extraer de estos trabajos es el papel de la ideología, que aunque ya no parece ejercer influencia en la conciencia de la población, se mantiene en la penumbra como un arma de control. Toíto te lo permito menos faltarle a mi ideología. Es el hacha pendiente sobre las cabezas de todos. De hecho, los “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”, editados el año pasado, insisten en que “no se permitirá la concentración de propiedad en manos de los individuos”. Mientras el cubano de a pie se atenga comedidamente a este principio, podrá desarrollarse como un buhonero legal que se beneficiará mayormente del turismo. Esto implica una prosperidad muy limitada y subyugada a la decisión de un organismo único de poder.

Viendo y leyendo las distintas entrevistas y las uniformes respuestas cuando el feo rostro de la política aparece en las preguntas, me recuerda un viejo chiste de los años setenta, en el cual un periodista extranjero, después de preguntar decenas de veces a un cubano su opinión sobre los sucesos políticos del momento y recibir por respuesta invariable “yo opino lo mismo que dice el editorial del Granma con respecto a esos hechos”, se enfurece y frustrado le pregunta a ese cubano de a pie: ”Pero hombre ¿Usted no tiene opinión propia?”.  A lo cual este le responde: “Sí, pero estoy en contra de ella”.

Roberto Madrigal

Sunday, October 28, 2012

Ultimas impresiones


El diez de septiembre, en este blog, escribí: “…los datos hasta ahora recogidos parecen indicar que, salvo un desastre inesperado o unos debates públicos catastróficos, el presidente ganará la relección”. El inesperado desastre ocurrió durante el primer debate presidencial en el cual Obama apareció sin energía, parecía distraído y no hizo el menor esfuerzo en rebatir los puntos de su rival ni siquiera mirarlo directo a los ojos. Romney, por el contrario, hizo gala de todas sus habilidades de negociante, presentándose asertivo, relajado y desafiando a su contrincante dirigiéndose directamente a él. Todo esto se lo hizo aún más fácil la dejadez exhibida por Obama. Mientras Romney se comportaba presidencial, Obama parecía un hombre agobiado por el peso del poder, incapaz de hilvanar varias frases coherentes.

Las estadísticas arrojadas por las encuestas en los días subsecuentes establecieron claramente el efecto que el evento mediático tuvo en la opinión pública y Obama perdió gran parte de su ventaja. Los demócratas se defendieron diciendo que Romney dijo muchas mentiras y nada substancioso, lo cual es cierto, y que no se trataba más que de una actuación. Pero es que precisamente de eso es de lo que se trata el asunto. Una imagen vale más que mil palabras. Inmediatamente vino el debate entre Biden y Ryan. El vicepresidente utilizó todo el arsenal que la da su vasta experiencia, pero el candidato republicano se defendió bien y se mostró desenvuelto, no dejó que lo humillaran por su juventud e inexperiencia. De hecho, aunque es probable que con respecto al contenido Biden se anotó una victoria por puntos, también se dejo llevar por su natural arrogancia y con demasiada frecuencia sonó paternalista y condescendiente. Obama después se recuperó y lució mucho mejor que Romney en los dos debates siguientes, pero esto no tuvo mucho efecto en las opiniones recogidas por las encuestas y el efecto del primer debate no fue borrado como se esperaba. Por otra parte, los sucesos del consulado de Libia han sido manejados de manera pedestre y han resultado un lodazal para el presidente y su equipo.

Estoy convencido que a estas alturas de la contienda, al menos ocho de cada diez personas que se encuentran aún indecisas, no pueden identificar a los Estados Unidos en un mapamundi. Los debates y las campañas no cambian las opiniones de los que de antemano están definidos, pero ese grupo de indecisos tardíos, lo más probable es que no tenga la menor idea de las posiciones de cada candidato con respecto a la línea política a seguir para el futuro del país. Esta mayoría de los titubeantes, carentes de información, probablemente por falta de interés o por escasez de cacumen, a la hora de tomar su decisión, que cuenta tanto como la de los ya definidos, se van a guiar por impresiones superficiales. Estados Unidos, que es el país en el cual más se ha desarrollado el cine y la televisión, es una nación  eminentemente visual. Lo que entra por los ojos trae el mensaje más importante y permanente.

Esto debían saberlo de sobra los estrategas demócratas y los asesores de Obama, pero al parecer, absortos en su petulancia por estar convencidos de que tienen un proyecto coherente y que los republicanos han sido incapaces de elaborar un plan alternativo que no sea un regreso a un pasado que ya no existe, tienden a desdeñar las habilidades políticas de sus oponentes.

En estos momentos, aunque la tendencia de las matemáticas no ha cambiado y Obama sigue con ventaja con respecto a los votos electorales, su ventaja en los estados claves para obtener la victoria final se ha reducido a cifras tan pequeñas que caben dentro del margen de error de las encuestas por lo que, considerando que tiene la ventaja prestablecida de ser el presidente, esta diferencia estadística es casi insignificante. Su mayor esperanza es mantener el ánimo de sus seguidores y tratar de que los demócratas salgan a votar en masa por su partido. En estos momentos, al menos científicamente, el resultado de las elecciones es impredecible. La decisión de quién será el próximo presidente de los Estados Unidos, sea quien sea el ganador, pesa, tristemente, sobre los hombros de unos cuantos idiotas.


Roberto Madrigal

Sunday, October 21, 2012

El cambiante discurso de los escritores y artistas de Cuba



Cuando en 1970 se estrenó en Cuba la película Z, coproducción franco-argelina dirigida por Costa Gavras y ganadora de múltiples premios, entre ellos el Oscar a la mejor película en lengua extranjera y la Palma de Oro del festival de Cannes, el público del cine Yara se puso en pie y aplaudió furiosamente cuando en los créditos finales aparecía la horripilante lista de prohibiciones de la dictadura militar griega. La lista incluía a Bob Dylan, a los Beatles y a Allen Ginsberg, entre otros. Yo recuerdo que me viré hacia mi amigo, el difunto poeta y ajedrecista Benjamín Ferrera, que estaba en la butaca de al lado, y le dije: “Esta película no dura mucho”. Cuatro días después, a pesar de que cada función se exhibía a lleno completo, la película fue retirada de los cines sin ninguna explicación. La censura de los generales griegos era más tolerante que la de los comandantes cubanos. La lista era muy parecida, con algunas diferencias ideológicas pero con el mismo objetivo, de la nunca publicada lista de la censura cubana.

A lo largo de los años Z se presentó esporádicamente en el marco de algunos ciclos de la Cinemateca. El “quinquenio gris” estaba en todo su esplendor y los escritores y artistas cubanos se mostraban agresivamente militantes, tratando de borrar la mancha del pecado original que les atribuyó el Che. La inmensa mayoría defendía los puestecitos que como miembros de la UNEAC se les asignaba para realizar trabajos vinculados a asuntos culturales, devengar un salario sin necesidad de producir una obra y tener la posibilidad de algún que otro viaje “al extranjero”. A cambio solo se les pedía cooperación, silencio y un discurso incendiario e intolerante con el enemigo, que podía ser cualquiera que no aceptara los preceptos de la revolución. Los pocos que se negaban o disentían, quedaban inmediatamente proscritos.

A principios de la década de los ochenta, cuando comenzaron a publicarse las revistas literarias Linden Lane Magazine, Término y Mariel, en las cuales aparecían los escritos y dibujos de los escritores y artistas que por años fueron marginados en Cuba, la UNEAC y el ministerio de Cultura lanzaron sus tropas de choque para contrarrestar los escritos y declaraciones de estos autores. A través de sus múltiples colaboradores, ocuparon los espacios de revistas como Plural, Latin American Literary Review y otras publicaciones literarias de los Estados Unidos, Europa occidental y América Latina, para responder sin mencionar nombres y atacar sin tener que mostrar pruebas. También consiguieron presentarse en universidades de los Estados Unidos para entorpecer el ingreso de algunos de estos escritores a puestos académicos. Tanto fue así que a Heberto Padilla se le negó renovar su contrato en la universidad de Princeton, a pesar de tener una carta de recomendación de Mario Vargas Llosa. Entre el grupo que desbordaba su discurso militante en la arena internacional se destacaban Pablo Armando Fernández, Jesús Díaz, Reynaldo González y Ambrosio Fornet. Todos con un impecable resumé en defensa de la revolución. Díaz después rectificó, reconoció públicamente sus errores y desarrolló una labor destacadísima como exiliado, fundando la revista Encuentro. Intentaron con su retórica, y tuvieron cierto éxito, extender la censura a otros territorios.

Pasó la Perestroika, desapareció el bloque soviético y llegó Abel Prieto al ministerio de Cultura, con su mano más abierta y con la idea de liberalizar los viajes al extranjero para los escritores y artistas cubanos. Las relaciones internacionales ya no eran las mismas y el discurso comenzó a mutar y a utilizar un lenguaje en el cual predominaban la comprensión y la comprehensión. Se enfatizó el concepto de la “dos orillas”, comenzó lo que Arturo Cuenca llamó “el exilio de baja intensidad” y muchos artistas y escritores que sufrían presiones en la isla lograron escapar ilesos. Los representantes del gobierno cubano se convirtieron en “embajadores de la cultura cubana”.

La situación económica en la isla dio un vuelco. Llegó la dolarización. Se les permitió a (algunos) escritores, artistas y cineastas lanzarse a buscar fuentes de subsidio al extranjero. Editoriales que les publicaran, productores que financiaran sus obras, galeristas que los expusieran. El gobierno cubano no tenia solvencia para continuar subvencionando la producción artística. Por lo tanto, nuevos modelos de censura debían imponerse y el discurso militante debía desarrollar nuevos conceptos. Desde entonces los escritores y artistas cubanos que no regresan ya no se exilan, sino que se alude a ellos como que “residen” en el extranjero, o “viven entre Madrid y La Habana”. Desgraciadamente, ese discurso también ha sido ampliamente adoptado por los exiliados.

El nuevo lenguaje está muy matizado por el concepto del “perdón”, lo cual presenta a las víctimas como victimarios. Los de la isla presentan a los del exilio como gente intolerante, incapaces de aceptar el ramo de olivo que ellos traen, llenos de necesidad de venganza. Lo cierto es que desde que yo estoy aquí (1980), no solo artistas y escritores, sino funcionarios y miembros del aparato represivo se pasean impunes por las calles de Miami, Madrid, Nueva York y Ciudad México. Muchos de sus descendientes residen ahora permanentemente en las capitales del exilio y muchos antiguos agentes y miembros de la alta nomenclatura capitalizan con su experiencia como represores. En realidad no hay nada que perdonar. Lo que pasó ya pasó y no hay nada que nos devuelva esos años. La venganza no resuelve nada. Hay que vivir y dejar vivir, pero el olvido si sería imperdonable. Hay que tener las cosas claras para saber a quien uno se enfrenta en una determinada situación. Recordar es al menos un intento de evitar que la historia se repita.

Todo esto es, por supuesto, una simplificación de los hechos. Todos estos años de luchas culturales no pueden resumirse en tres cuartillas. Esto es solo un esbozo, en un blog, por definición, solo caben apuntes. Pero las meditaciones anteriores se me ocurrieron a raíz de los recientes sucesos acaecidos por la presentación en Miami de Daisy Granados, que venía a interpretar un monólogo (Leyenda) en el escenario de Hoy como ayer. Los hechos se desarrollaron como una gran trifulca mediática entre el escritor Manuel Ballagas, su esposa, la bailarina y actriz Juana Baró y la actriz Daisy Granados. Ballagas colgó en su blog (www.Descansacuandotemueras.blogspot.com) un articulo que ya había publicado meses atrás en el cual se narra un hecho, ocurrido tras los acontecimientos de la embajada del Perú, en el cual Granados trató de montar un mitin de repudio en una bodega en la cual Juana Baró realizaba compras en medio del asedio. Granados niega la acusación y Ballagas y Baró la sostienen.

Juana y Manuel son amigos míos desde hace muchos años. No tengo por qué dudar la veracidad de sus acusaciones. Quien los conoce bien sabe todo lo que pasaron en Cuba, que incluyó humillaciones, presiones y encarcelamiento. Sus carreras fueron truncadas, en el caso de Manuel, antes de que empezara, en el caso de Juana, cuando se encontraba en pleno desarrollo.  Los que vivimos y sufrimos los mitines de repudio que se realizaron después del asilo masivo en la embajada de Perú, sabemos bien cuan bajo puede caer el ser humano. Yo vi los rostros individuales del odio y la envidia. Todos tenemos derecho a nuestros rencores y resentimientos, por cierto, el odio, el rencor, la envidia y el resentimiento son sentimientos propios de los seres humanos que no compartimos con el resto del reino animal.

El articulo de Ballagas fue reproducido en otros blogs y aparentemente muchas personas comenzaron a llamar a Hoy como ayer protestando por la presentación de Daisy Granados hasta el punto que su dueño decidió cancelar el evento. La lectura de los intercambios y la aparición de Granados en la prensa y la televisión de Miami hacían ver como que Ballagas había pedido su linchamiento y su censura.

Yo no estoy de acuerdo con un llamado a la venganza ni a la intolerancia. Si Daisy Granados se presenta en Miami, que vaya a verla libremente quien quiera. Se puede sentir odio y deseos de censura, pero no se debe actuar en base a ellos. Personalmente Daisy Granados me parece una actriz espantosa, cuyo mejor papel fue en Memorias del subdesarrollo, porque la dirigió un director excelente y su rol no exigía mucho. Después, por muchos años, la escuché leyendo los intertítulos de las películas silentes que se exhibían en la Cinemateca, labor que alternaba con Eslinda Núñez, y que desempeñaba muy mal. Pero entiendo que muchas personas tengan una apreciación diferente a la mía.

Ahora bien, releyendo lo escrito por Ballagas, hay que destacar que en ningún momento hizo un llamado a la censura ni al linchamiento. Simplemente, al enterarse de que Granados venía a actuar en Miami, y aunque es la primera vez que actúa no es la primera vez que visita la ciudad, colgó nuevamente su artículo para recordarle a la gente quien era el personaje. Yo no dudo que deseara que se le cancelara el show, hay que ser muy ingenuo para pensar que lo puso por gusto, pero en realidad no incitó a nadie. En un sistema democrático es muy difícil la censura, porque hay muchas opciones. Otro empresario, el dueño de The Place tomó la opción y Daisy Granados realizó su actuación hasta que yo sepa, sin inconvenientes. Cada empresario tomó la decisión que le pareció más lucrativa.

Creo que el objetivo de Ballagas era un llamado a la memoria, a luchar contra el olvido que nos hace pusilánimes. Es imposible obviar que al cabo de cincuenta y tres años, sigue siendo la misma jerarquía la que se atribuye el derecho a decidir quien entra y sale del país. No hay dudas que con ello desató odios, resentimientos, viejas rencillas, vendettas individuales. Pero como dije anteriormente, esos son sentimientos humanos, son los únicos que tenemos para desafiar a Dios.

 
Roberto Madrigal