La reciente matanza ocurrida en la escuela primaria Sandy
Hook, en el apacible y pintoresco pueblo de Newtown, en el estado de Connecticut,
es una verdadera tragedia. El asesinato de veintiséis personas, veinte de ellas
menores de siete años, realizado con meticulosa precisión por una mente
desquiciada, que se cercioró de no dejar sobrevivientes, es algo inconcebible
incluso después de saber que ocurrió y de ver los reportajes televisivos.
Repulsión, indignación, rechazo, frustración, cólera y sentimientos de
impotencia son las respuestas naturales. Este fue un hecho al cual no se le
puede aplicar la lógica, ya que fue generado por una psique para la cual la
realidad tiene un sentido muy peculiar y subjetivo.
Ya sabemos que Adam Lanza, el asesino de 20 años que
cometió suicidio al ver que la policía se le acercaba, estaba diagnosticado con
el síndrome de Asperger. Ya abundan los testimonios de su errática conducta. Es
probable que sufriera de algún otro tipo de padecimiento mental, aunque no se
le haya diagnosticado, muchas enfermedades mentales viajan acompañadas por
otras. Como muchos especialistas han repetido en la prensa, no hay una
correlación entre este síndrome y la violencia. Es cierto y no se debe convertir
en parias a todos lo que padecen de esta enfermedad, ni tampoco generalizar
sobre ellos. Pero aunque el Asperger es la forma del espectro del autismo más
funcional de todas, quienes la sufren tienen
una relación muy tenue con la realidad. Esta es una patología en la cual el
pensamiento, el lenguaje y los sentimientos no se encuentran coordinados y los
individuos son mayormente egocéntricos y no tienen idea clara de las
convenciones sociales. Los sentimientos ajenos les resultan incomprensibles. Las
relaciones interpersonales les resultan amenazadoras. Esto explica su conducta,
pero no la justifica.
Lanza no fue un joven rechazado ni falto de afecto. Su
condición es genética y tuvo una madre que se dedicó a cuidar de él lo mejor
posible. No fue falta de cariño, lo querían con el alma. Pero su madre cometió
la dejadez de poseer armas de fuego que por muchas precauciones que tuviera,
estaban al alcance de Adam. Fue un grave error por el que pagó con su vida.
Nancy Lanza fue la primera víctima de su hijo, quien le pegó al menos tres
tiros en la cabeza.
La reacción inmediata de gran parte de la población ha
sido criticar la tenencia individual de armas. Es una reacción lógica, pero
probablemente desacertada. No hay dudas de que hay que hacer algo para que las
leyes de control de posesión de armas sean más estrictas en Estados Unidos, y
es algo para lo cual este hecho debe servir como ejemplo. Pero no es la única
solución quizás es la más sencilla. Personalmente, estoy en contra de las armas
de fuego. Ni poseo una ni me siento interesado en usar una. Me repelen porque
su único objetivo verdadero es aniquilar a otro ser vivo. Muchos justifican
tenerlas porque dicen que la caza es un deporte. Es cierto que es algo bien
difundido en todo el mundo desde que el hombre se lanzó a buscar comida, pero
yo no lo veo como deporte. No veo competencia en que una docena de jinetes
armados, persigan, junto a perros entrenados y otros ayudantes, a una pobre
zorra que corre asustada. O que un grupo de individuos se esconda y en silencio
asechen a un infeliz venado que no tiene la menor idea de que lo están
vigilando para matarlo. Para mi sería un deporte si a la zorra o al venado le
dan una ametralladora para que se defienda y le avisen de que lo quieren
eliminar.
Otro grito de batalla de quienes están a favor de portar
armas es que en los países en donde el pueblo está desarmado, los gobiernos
totalitarios se imponen. Aquí hay algo de razón. Invocan enseguida la segunda
enmienda, que es el derecho a portar armas. Pero aquí cabe una distinción. No
creo que la segunda enmienda sea derogada en el futuro previsible, pero el
control de la posesión de armas y del tipo de armamentos que se pueden poseer,
es otra cosa y eso sí se debe revisar con seriedad. Para añadir complejidad al
asunto, está el hecho de que hay toda una industria detrás de esto y de que si
se ponen muchas limitaciones, se puede propiciar la creación de un mercado
negro que haría la situación mucho más frágil y que supondría un esfuerzo de
costo incalculable por parte de las autoridades. La venta de armas es, ante
todo, un negocio más, pero un negocio que mueve billones de dólares.
También a considerar está el hecho del deterioro de los
servicios de salud mental en los Estados Unidos. El estado posee pocos recursos
y la mayoría de los seguros se niegan a cubrir los costos del cuidado psicológico
o psiquiátrico. El bienestar mental se ha convertido en el privilegio de unos
pocos. Esto sería otro aspecto que merece una seria consideración.
Estados Unidos no posee la patente de la violencia civil.
Es cierto que es donde más ocurre, pero hay que considerar que es una sociedad
multiétnica, religiosamente diversa, con un flujo constante de inmigrantes y
con más de trescientos millones de habitantes. No se puede olvidar que en la pequeña
Noruega, una sociedad más homogénea y donde las leyes de control de armas son
algo más estrictas, el 22 de julio del 2011, el militante anti-islámico Anders
Behring Brevik mató setenta y siete personas en dos masacres: ocho que murieron
por la explosión de una bomba que plantó en el centro de Oslo y sesenta y nueve
adolescentes que tiroteó a mansalva en un campamento en las afueras. En
Finlandia, otro pacífico país europeo, en Septiembre del 2008 un estudiante de
hotelería en la Universidad Seinajoki, en el pequeño poblado de Kauhajoki,
arremetió a tiros con su pistola semiautomática y mató a diez de sus compañeros
de clase. Dejó una nota suicida en la cual confesaba haber planeado esto por
mucho tiempo porque “odio a la raza humana”. Mucho más lejos, en la Academia
Estatal del Petróleo, en Bakú, la capital de Azerbaiján, un ciudadano georgiano
de 29 años llamado Farda Gadirov, abrió fuego, en el año 2009, contra sus compañeros de clase, sus maestros y
un bedel y mató a un total de doce. Se desconoce aún la razón por la que lo
hizo.
Vivir en democracia tiene sus riesgos y su precio. Las
leyes hay que revisarlas periódicamente, pero no se puede llegar al punto de la
represión de la voluntad individual. En este caso también hay que considerar
que la violencia es parte de la naturaleza humana, de la cual nos hemos ido
alejando a lo largo de los siglos y no hay duda que el mundo es hoy menos
violento que hace cien años. Los ejemplos históricos abundan y se debe recordar
que el Antiguo Testamento, que es la base ética de la sociedad occidental,
comienza con un engaño y un fratricidio. El demonio fue el ángel predilecto de
Dios.
Hay que tener mucho cuidado con la implantación de
controles, lo cual no implica que en el caso de los Estados Unidos, deba haber
una discusión seria al respecto, aunque me temo que cuando pase la reacción
inicial contra estos hechos recientes, la motivación de los políticos
disminuirá. Los intereses financieros prevalecerán. Por otra parte, Cuba y
China son dos países que prohíben estrictamente el derecho a poseer armas,
aunque en el capítulo 1, artículo 3 de la constitución cubana más reciente se
lee que los ciudadanos pueden recurrir a la lucha armada de ser necesario
cuando alguien atenta contra “el orden político, social y económico establecido
por esta Constitución”, en otra palabras, el feudo de los hermanos Castro.
Roberto Madrigal
Roberto,
ReplyDeleteThis analysis is by far the most balanced and serious and insightful that I have read. As a teacher for the last 17 years and as a father I can vouch for the assessment you make of Lanza and of the gun debate which will now be forced upon us. The health care system for youngsters who suffer from mental illness is woefully inadequate. Our culture of death will not be cured by passing a bill "banning" rifles.
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