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Tuesday, April 19, 2016

Donde descansan los ideales


Existe un pequeño país, minúsculo e insignificante, que insiste en mantener vivos los ideales del comunismo soviético. Es un país en el cual los dirigentes sostienen el discurso cerrado y ortodoxo de los sóviets, mientras se mueven en Mercedes Benz y BMW del año. En sus muñecas ostentan costosos Patek Phillipe.

En las escuelas se enseña que el futuro pertenece por entero al socialismo y en una, nombrada Che Guevara, aseguran que con el triunfo del socialismo en todo el mundo, hasta los cataclismos ambientales podrán ser controlados. Se enfatiza la importancia de los estímulos morales, pero la cúpula gobernante está abierta a negociar con el mejor postor siempre y cuando el capitalismo quede en sus manos.

En ese pequeño país hay gente que insiste que hubo tiempos mejores, cuando el socialismo todavía campeaba por sus respetos, y añoran la utopía. El presidente ha sido electo por unanimidad varias veces y la neolengua domina el discurso cotidiano.

Pudieran pensar, viniendo de donde vengo, que me refiero a Cuba. Pero no, me refiero a Transnistria, un pequeño país fronterizo entre Ucrania y Moldavia. Por un tiempo perteneció a Ucrania como región autónoma y cuando se creó la Moldavia soviética en 1940, pasó a ser parte de ella, pero cuando los moldavos se independizaron y adoptaron el rumano como lengua oficial, los transnistrios, decidieron ser fieles al idioma ruso y se declararon independientes de Moldavia.

Hoy en día Transnistria es internacionalmente reconocida como parte de Moldavia, excepto por Rusia, Osetia del Sur, Abjazia y Nagorno-Karabaj, que la reconocen como república independiente. Sus regiones montañosas, que en 1941 sirvieron de refugio a miles de judíos que escapaban de la ocupación nazi en Ucrania, hoy sirven de zonas de comercio para bandas de narcotraficantes y mercaderes de armas. En sus zonas bajas, esteparias, pululan los restos de inmensas estatuas de Lenin, Stalin y otras figuras de la antigua U.R.S.S. Muchos de quienes controlan el comercio ilegal, son antiguos generales soviéticos, que se adueñaron de casas y dachas cuando cayó el Muro de Berlín.

Transnistria vive una dinámica de cambios controlados en una era postsoviética pero bajo un gobierno sovietizador. Existe un grupo de jóvenes que se mueven entre una burocracia más flexible y una apertura al capitalismo, pero todo se limita a beneficiar a la cúpula dominante y muy poco se extiende al pueblo. La miseria es lo más generalizado. Transnistria no siendo Cuba, puede ser su imagen especular.


Roberto Madrigal

Sunday, April 3, 2016

La confundida mente del dinosaurio


En realidad no valdría la pena comentar el artículo de Ambrosio Fornet titulado Nación, cultura nacional y ciudadanía, si no fuera porque apareció primero en La Jiribilla, ese vocero oficial de la cultura estatal cubana y luego ha sido reproducido en varios blogs gubernamentales como La pupila insomne, entre otros. Eso quiere decir que este es un artículo ordenado desde bien arriba y que refleja lo que preocupa a los ideólogos y burócratas culturales de la isla, ante el acercamiento de los Estados Unidos y la pérdida de la excepcionalidad que se les avecina.

Ambrosio “Pocho” Fornet es uno de esos intelectuales muy bien formados desde antes de la revolución, con estudios en universidades americanas (Universidad de Nueva York en este caso), que se montaron al barco de los hermanos Castro para prestar sus servicios a cambio de cierta relevancia y de poder ganarse la vida sin tener que hacer otro tipo de trabajos. Todo un dinosaurio.

Fueron los responsables de crear la imagen de Cuba como una sólida plaza cultural y se dedicaron a narrar la supuesta epopeya y a elaborar el discurso que apoya la construcción del socialismo y el hombre nuevo. Entre ellos se encontraban Guillermo Cabrera Infante y Fausto Masó (quienes rectificaron a tiempo), Heberto Padilla y Carlos Franqui (víctimas del engendro un poco más tarde), Lisandro Otero, Pablo Armando Fernández, Roberto Fernández Retamar y Salvador Bueno (que como solía decir Lezama, ni era bueno ni era salvador), entre tantos otros.

Fornet, un hombre que en privado es una persona agradable, culta y generosa con sus conocimientos, hace muchos años que se convirtió en un inteligente emisario de la política de la UNEAC. Ha ganado cuanto premio se puede ganar en Cuba, incluyendo el Premio Nacional de Literatura de 2009, pero muy pocos, aparte de sus contemporáneos, pueden recordar el título de alguna obra suya. La más conocida la escribió en 1967, los ensayos de crítica literaria reunidos bajo el título de En blanco y negro. Fue, junto con Pastor Vega, responsable del guión de Retrato de TeresaSu mayor logro fue acuñar el término “quinquenio gris”.

El ensayo refleja la frustración de que tras seis décadas, no se ha podido realizar el “proyecto de Nación que solemos definir como martiano y socialista”. Lo que se le escapa a este vendedor de utopías es que una nación, ni tampoco una ciudadanía o una identidad nacional, se forman por decreto. Esto es un proceso complejo de influencias sociales, étnicas, religiosas, culturales, económicas y políticas que en un caos ordenado van conformando a la gente.

Comienza preguntándose lo que tiene que ver él, en los años 50, “un joven blanco de clase media, oriental…recién graduado de bachiller, ¿concibo mi cubanía…en los mismos términos que el joven negro, hijo de obreros nacido y criado en Regla…que no llegó a terminar la primaria?”. Entonces se responde aludiendo a que aparte de la “memoria colectiva” comparten una “serie de principios y valores- baste pensar en la tríada libertad, igualdad y fraternidad, por ejemplo-…la sinceridad y la honradez…” Y aquí está ya su primer error, porque esos conceptos no tienen nada que ver con la cubanía en específico, sino que son valores universalmente aceptados en el mundo occidental moderno, cuya “universalidad” está hoy mismo siendo cuestionada. Sobre todo el respeto universal a esos valores.

Después salta veloz al hecho que durante la lucha insurreccional, tanto “ricos como pobres, tanto blancos como negros…se habían ganado juntos la ciudadanía en los campos de batalla o contribuyendo…al triunfo de las armas y las ideas insurrectas”. Con lo que vuelve a errar en su generalización, sobre todo en lo que respecta a los negros y a los pobres. Para no mentar la exigua cifra de personas que participaron en ese movimiento.

Luego pasa a los efectos del plattismo y el complejo, representado por el ideario de Estrada Palma, de que los cubanos “incapaces de gobernarse a sí mismos, necesitaban tutores…” Algo que sí tiene una influencia en esa mentalidad que aún prevalece en demasiados cubanos quienes esperan que sus problemas los resuelvan desde afuera, que en parte se nota en la gran esperanza que pone el pueblo cubano en la visita de Obama. El problema es que a partir de ahí generaliza y limita ese efecto como el problema fundamental de la “república” hasta el año 1959. Sin mencionar que la Enmienda Platt se revocó en 1934.

De ahí se enfoca en lo que él llama el platismo, o sea, la corrupción a todos los niveles que estos puristas ideológicos quieren atribuir al capitalismo y sus variantes locales. Ese es un patrimonio universal de la humanidad. Fornet advierte sobre el peligro que ahora se cierne sobre los cubanos, ya que con la llegada de los americanos, esta corrupción puede aumentar al cobrar valor el dinero. Señala que no hay nada oculto en el discurso de Obama, ya que sus objetivos son claros, porque “piensan utilizar contra nosotros…en el marco de la lucha ideológica…imágenes e ideas, signos y mensajes potenciados por las nuevas tecnologías de la comunicación, que tendrán efectos corrosivos o disolventes sobre nuestras posiciones políticas”.

Cabe preguntarse, cuán frágil es un sistema político, supuestamente justo, que ha intentado crear un ciudadano y una nación socialista y martiana, qué después de tanta gesta y tantos gestos durante 57 años (más de los que tuvo la “República”, ya que siempre insisten en esa dicotomía), se puede desmoronar en pocos meses.

Claro, al final tiene que mostrar optimismo, ya que responde positivamente a la pregunta que él mismo se hace: “¿Seremos capaces de afirmar nuestra identidad cultural con la misma firmeza con que afirmamos nuestra soberanía durante todos estos años?” Vacío lenguaje de barricada, repleto de presupuestos falsos. Lo único que se ha afirmado en Cuba en todos estos años es la dictadura. Y lo que se ha hecho ha sido a golpe de censura y represión.

La nación cubana se formó con españoles, esclavos africanos, haitianos, jamaiquinos, chinos y unos pocos de otras nacionalidades a lo largo de los siglos. Los americanos, ya desde mediados del siglo diecinueve, nos desespañolizaron, sin que por ello los cubanos seamos los que de toda Latinoamérica, nos parezcamos más a los españoles. Adoptamos muchas de las costumbres americanas, desde parte de su lenguaje, hasta sus pasatiempos y aspiraciones económicas.  Nadie lo decretó. Pero este asunto es mejor dejarlo en manos de los antropólogos.

Eso lo olvida convenientemente Fornet, porque el hombre que su gobierno quiso forjar, se hizo a partir de la negación de toda la nacionalidad anterior, de ahí a que aún insisten en dividir al país en antes y después del 59 (una división válida en ciertos aspectos, pero no en el de la ciudadanía).

El concepto de nación y de identidad nacional es muy complejo. Fornet ni se atreve a tocar Miami, donde la identidad nacional está casi más viva que en la isla. La era global y el desarrollo de las nuevas tecnologías, que permiten la comunicación entre varios puntos del planeta, rompe barreras y crea nuevas concepciones. La Nación-Estado es un concepto viejo que no funciona en todas partes, nada más que hay que echar un vistazo a los conflictos actuales en Europa, Asia y Africa.

Cuba es una nación muy joven. El cubano, carente de una base indígena sobre la cual desarrollar su identidad, es algo complicado. No te preocupes tanto “Pocho”, o quizás sí, preocúpate, tanto tú como tus jefes, porque ese proyecto absurdo de hombre socialista, que no es más que una versión caribeña del homo sovieticus, artificial y ajeno, abortó hace rato. La era no parió, sino abortó un corazón. Parafraseando al Juez de la Corte Suprema Potter Stewart cuando en 1964 se le pidió que definiera la obscenidad: Yo no sé lo que es un cubano, pero lo reconozco en cuanto lo veo.


Roberto Madrigal