En realidad no valdría la pena comentar el artículo de
Ambrosio Fornet titulado Nación, cultura
nacional y ciudadanía, si no fuera porque apareció primero en La Jiribilla, ese vocero oficial de la
cultura estatal cubana y luego ha sido reproducido en varios blogs
gubernamentales como La pupila insomne,
entre otros. Eso quiere decir que este es un artículo ordenado desde bien
arriba y que refleja lo que preocupa a los ideólogos y burócratas culturales de
la isla, ante el acercamiento de los Estados Unidos y la pérdida de la
excepcionalidad que se les avecina.
Ambrosio “Pocho” Fornet es uno de esos intelectuales muy
bien formados desde antes de la revolución, con estudios en universidades
americanas (Universidad de Nueva York en este caso), que se montaron al barco
de los hermanos Castro para prestar sus servicios a cambio de cierta relevancia
y de poder ganarse la vida sin tener que hacer otro tipo de trabajos. Todo un dinosaurio.
Fueron los responsables de crear la imagen de Cuba como
una sólida plaza cultural y se dedicaron a narrar la supuesta epopeya y a elaborar
el discurso que apoya la construcción del socialismo y el hombre nuevo. Entre
ellos se encontraban Guillermo Cabrera Infante y Fausto Masó (quienes rectificaron
a tiempo), Heberto Padilla y Carlos Franqui (víctimas del engendro un poco más
tarde), Lisandro Otero, Pablo Armando Fernández, Roberto Fernández Retamar y
Salvador Bueno (que como solía decir Lezama, ni era bueno ni era salvador),
entre tantos otros.
Fornet, un hombre que en privado es una persona
agradable, culta y generosa con sus conocimientos, hace muchos años que se
convirtió en un inteligente emisario de la política de la UNEAC. Ha ganado
cuanto premio se puede ganar en Cuba, incluyendo el Premio Nacional de Literatura
de 2009, pero muy pocos, aparte de sus contemporáneos, pueden recordar el
título de alguna obra suya. La más conocida la escribió en 1967, los ensayos de
crítica literaria reunidos bajo el título de En blanco y negro. Fue, junto con Pastor Vega, responsable del
guión de Retrato de Teresa. Su mayor logro fue acuñar
el término “quinquenio gris”.
El ensayo refleja la frustración de que tras seis
décadas, no se ha podido realizar el “proyecto de Nación que solemos definir
como martiano y socialista”. Lo que se le escapa a este vendedor de utopías es
que una nación, ni tampoco una ciudadanía o una identidad nacional, se forman
por decreto. Esto es un proceso complejo de influencias sociales, étnicas,
religiosas, culturales, económicas y políticas que en un caos ordenado van
conformando a la gente.
Comienza preguntándose lo que tiene que ver él, en los
años 50, “un joven blanco de clase media, oriental…recién graduado de
bachiller, ¿concibo mi cubanía…en los mismos términos que el joven negro, hijo
de obreros nacido y criado en Regla…que no llegó a terminar la primaria?”.
Entonces se responde aludiendo a que aparte de la “memoria colectiva” comparten
una “serie de principios y valores- baste pensar en la tríada libertad,
igualdad y fraternidad, por ejemplo-…la sinceridad y la honradez…” Y aquí está
ya su primer error, porque esos conceptos no tienen nada que ver con la cubanía
en específico, sino que son valores universalmente aceptados en el mundo
occidental moderno, cuya “universalidad” está hoy mismo siendo cuestionada.
Sobre todo el respeto universal a esos valores.
Después salta veloz al hecho que durante la lucha
insurreccional, tanto “ricos como pobres, tanto blancos como negros…se habían
ganado juntos la ciudadanía en los campos de batalla o contribuyendo…al triunfo
de las armas y las ideas insurrectas”. Con lo que vuelve a errar en su
generalización, sobre todo en lo que respecta a los negros y a los pobres. Para
no mentar la exigua cifra de personas que participaron en ese movimiento.
Luego pasa a los efectos del plattismo y el complejo, representado por el ideario de Estrada
Palma, de que los cubanos “incapaces de gobernarse a sí mismos, necesitaban
tutores…” Algo que sí tiene una influencia en esa mentalidad que aún prevalece
en demasiados cubanos quienes esperan que sus problemas los resuelvan desde
afuera, que en parte se nota en la gran esperanza que pone el pueblo cubano en
la visita de Obama. El problema es que a partir de ahí generaliza y limita ese
efecto como el problema fundamental de la “república” hasta el año 1959. Sin
mencionar que la Enmienda Platt se revocó en 1934.
De ahí se enfoca en lo que él llama el platismo, o sea, la corrupción a todos
los niveles que estos puristas ideológicos quieren atribuir al capitalismo y
sus variantes locales. Ese es un patrimonio universal de la humanidad. Fornet
advierte sobre el peligro que ahora se cierne sobre los cubanos, ya que con la
llegada de los americanos, esta corrupción puede aumentar al cobrar valor el
dinero. Señala que no hay nada oculto en el discurso de Obama, ya que sus
objetivos son claros, porque “piensan utilizar contra nosotros…en el marco de la lucha ideológica…imágenes e
ideas, signos y mensajes potenciados por las nuevas tecnologías de la
comunicación, que tendrán efectos corrosivos o disolventes sobre nuestras
posiciones políticas”.
Cabe preguntarse, cuán frágil es un sistema político,
supuestamente justo, que ha intentado crear un ciudadano y una nación
socialista y martiana, qué después de tanta gesta y tantos gestos durante 57
años (más de los que tuvo la “República”, ya que siempre insisten en esa dicotomía),
se puede desmoronar en pocos meses.
Claro, al final tiene que mostrar optimismo, ya que
responde positivamente a la pregunta que él mismo se hace: “¿Seremos capaces de
afirmar nuestra identidad cultural con la misma firmeza con que afirmamos
nuestra soberanía durante todos estos años?” Vacío lenguaje de barricada, repleto
de presupuestos falsos. Lo único que se ha afirmado en Cuba en todos estos años
es la dictadura. Y lo que se ha hecho ha sido a golpe de censura y represión.
La nación cubana se formó con españoles, esclavos
africanos, haitianos, jamaiquinos, chinos y unos pocos de otras nacionalidades
a lo largo de los siglos. Los americanos, ya desde mediados del siglo
diecinueve, nos desespañolizaron, sin que por ello los cubanos seamos los que
de toda Latinoamérica, nos parezcamos más a los españoles. Adoptamos muchas de
las costumbres americanas, desde parte de su lenguaje, hasta sus pasatiempos y
aspiraciones económicas. Nadie lo decretó.
Pero este asunto es mejor dejarlo en manos de los antropólogos.
Eso lo olvida convenientemente Fornet, porque el hombre
que su gobierno quiso forjar, se hizo a partir de la negación de toda la
nacionalidad anterior, de ahí a que aún insisten en dividir al país en antes y
después del 59 (una división válida en ciertos aspectos, pero no en el de la
ciudadanía).
El concepto de nación y de identidad nacional es muy
complejo. Fornet ni se atreve a tocar Miami, donde la identidad nacional está
casi más viva que en la isla. La era global y el desarrollo de las nuevas
tecnologías, que permiten la comunicación entre varios puntos del planeta,
rompe barreras y crea nuevas concepciones. La Nación-Estado es un concepto
viejo que no funciona en todas partes, nada más que hay que echar un vistazo a
los conflictos actuales en Europa, Asia y Africa.
Cuba es una nación muy joven. El cubano, carente de una
base indígena sobre la cual desarrollar su identidad, es algo complicado. No te
preocupes tanto “Pocho”, o quizás sí, preocúpate, tanto tú como tus jefes,
porque ese proyecto absurdo de hombre socialista, que no es más que una versión
caribeña del homo sovieticus,
artificial y ajeno, abortó hace rato. La era no parió, sino abortó un corazón. Parafraseando
al Juez de la Corte Suprema Potter Stewart cuando en 1964 se le pidió que
definiera la obscenidad: Yo no sé lo que es un cubano, pero lo reconozco en
cuanto lo veo.
Roberto Madrigal
Excelente comentario. Yo le añadiría, en un tono coloquial cubano: ... al que le pica, porque ají come ...
ReplyDeleteDesgraciadamente ni Pocho se debe creer lo que es cribe....Es una mezcla de comodidad y miedo....
ReplyDeleteMagnifica replica! El MIEDO es el amo y senor de los que se mienten a si mismo.
ReplyDeleteGracias, Roberto Madrigal por exponerlo con tanta claridad.
Hermano Madrigal, usted merece el doctorado de la cubania academia!!!!!!!!!!!!!
ReplyDeleteTu amigo del norte