No me cabe la menor duda que la eliminación de Osama bin Laden es una victoria de la cual la mayor parte de la humanidad debe sentirse eufórica. Es cierto que hoy se respira mejor en el mundo.
La operación ejecutada por los Navy SEALS fue de una impecable precisión quirúrgica, que cumplió sus objetivos sin sufrir bajas y sin costos monetarios excesivos. A su vez, que se sepa, no hubo daños colaterales que afectaran a ninguna persona fuera de la edificación que servía de madriguera a bin Laden. Todas las bajas pertenecen al enemigo. No hay lágrimas que derramar.
Sin embargo, ya hay quienes comienzan a disminuir la decisión del presidente Obama, que si no hacía falta matar a Osama, que si ya no era tan importante, que por qué no mostró el cadáver al mundo y asi sucesivamente. Las quejas vienen de diferentes sectores, cada cual con su propia agenda, pero hay voces que vienen de los cubanos exiliados.
Si esto hubiera ocurrido durante el mandato de Bush, estoy seguro que el jolgorio sería mucho mayor, pero ha sucedido bajo la guía de Obama, presidente demócrata, y para añadir insulto a la injuria, la operación fue planeada por una bestia negra de los políticos cubano-americanos, Leon Panetta, veterano funcionario de Clinton. Para muchos, el mérito se concede a regañadientes y con algunos peros.
Esta actitud revela una conducta errada que el exilio cubano ha incurrido a lo largo de estos 52 años: la afiliación ciega y mayoritaria al partido republicano. No se trata de defender a los demócratas ni de atacar a los republicanos, pero al entregarse fanáticamente a un partido, la causa cubana sufrió una gran pérdida. El único líder destacado que comprendió esto fue Jorge Más Canosa, que sabía muy bien que para realizar un cabildeo efectivo las organizaciones cubanas del exilio tenían que convencer al gobierno americano, cualquiera que sea el partido que ocupe la Casa Blanca, que la instauración de la democracia en Cuba beneficia los intereses del gobierno de los Estados Unidos. No creo que los americanos estén plenamente conscientes de esto ni que quizás les importe .
Esta actitud es hasta cierto punto comprensible. Se originó con Kennedy y Playa Girón y se reforzó con Clinton y Elián. Además, la retórica republicana ha sido más agresiva con respecto al castrismo, aunque ninguno ha sido consecuente con ella. Se puede ser republicano o demócrata a la hora de votar en las elecciones americanas. Cada cual es libre de elegir su representante, su senador y su presidente del partido que más le plazca, pero a la hora de empujar por el destino cubano, las preferencias partidistas deben echarse a un lado.
La acción planeada por Panetta y aprobada por Obama fue corajuda y apropriada. Merecen el aplauso de todos. Se necesitaban agallas para apostar por esta opción. En silencio tuvo que ser.¿Exhibir el cadáver de Osama? Recuerden la lasca que le sacó la izquierda dura a las fotos del Che capturado en Bolivia, no ha sido más que una imagen iconica para su beatificación. ¿Qué habrá quienes duden? Siempre habrá teóricos de la conspiración, eso no importa, se les prestará cada vez menos atención con el tiempo. ¿Qué se violaron ciertas normas internacionales? Dadas las circunstancias, están más que justificadas. Dejen que se reunan unos cuanrtos comités de la ONU y jirimiqueen un poco y culminen con dos resoluciones menores condenando a los Estados Unidos con el firme apoyo de Irán, Venezuela y Cuba.
El Vaticano se queja de que nadie se debe alegrar de la muerte de un individuo. Es verdad, esas muestras de alegría pública con banderas agitadas pueden ser excesivas, pero yo hago mías las palabras de Mark Twain: “Nunca le he deseado la muerte a nadie, pero he leido algunos obituarios con gran placer”.
Roberto Madrigal
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