Los personajes de los seis relatos que componen God Lives in St. Petersburg, de Tom Bissell (Escanaba, Michigan 1974) se mueven en una geografía poco referida en la literatura “occidental”.
Las antiguas repúblicas soviéticas del Asia central no han ocupado mucho espacio en el imaginario literario europeo o americano. Esbozos de su existencia anterior pueden verse como trasfondo escénico y temático en películas como Ashik Kerib de Parajanov, Pirosmani de Shenguelaya, El primer maestro de Konchalovski, todas filmadas en la difunta U.R.S.S y la francesa La herencia de Gela Babluani, por citar algunas.
En el relato que abre el libro, Death Defier, un periodista inglés y otro americano, ambos en busca de un golpe periodistico, se mueven en el área fronteriza entre Afganistán y Uzbekistán, en donde sufren las consecuencias de los conflictos bélicos actuales y los atavismos y rivalidades históricas de sus habitantes. Mientras que en Expensive Trips to Nowhere, una pareja de americanos buscan un turismo de riesgo en los terrenos rugosos de las praderas de Kazajstán y terminan confundiendo las señas de todo cuanto les rodea. Unos biólogos marinos americanos intentan comprender, en Aral, las causas de las conmociones ecológicas en esta zona fronteriza entre Uzbekistán y Kazajstán pero son incapaces de entender las redes de intrigas que se tejen a su alrededor. En The Ambassador’s Son, el arrogante y condescendiente hijo del embajador americano en una no identificada república tártara, ofrece una noche de hedonismo a un timorato evangelizador en sus últimas horas en el área, con consecuencias funestas para todos los involucrados. God Lives in St.Petersburg, que da título al libro, es probablemente el más logrado de todos los relatos, en éste, un naïve evangelizador disfrazado de maestro en Uzbekistán, sucumbe, a pesar de su homosexualidad, a la entrega de una adolescente de origen ruso de 14 años, alumna suya, que tras defenderla de abuso étnico, la madre entiende que es el hombre indicado para que salve a la niña de la miseria prevaleciente y lo insta a que se case con ella y se la lleve a los Estados Unidos. El sexto relato es el más flojo, titulado Animals in Our Lives una pareja lucha con los efectos psicológicos que les dejó su paso por la región.
Bissell construye un universo poblado de matarifes, prevaricadores, pingueros, jineteras, primermundistas que acuden a darse un baño de tercer mundo para evitar enfrentar sus dramas personales, bolsanegreros, cristianos ingenuos, diplomáticos corruptos y rusos abandonados a su suerte en estas tierras en las cuales no son biemvenidos, tras haber participado en la guerra de Afganistán o en la repoblación forzosa del área con la cual los soviéticos trataron de cambiar la composición étnica de estas repúblicas, que se me hace de cierta forma y con las transposiciones comprensibles muy semejante a la situación de Cuba durante distintas etapas de estos últimos 52 años. Muchas de las interacciones entre nativos y foráneos que se reflejan en los cuentos, me resultaron muy familiares.
Se me antoja curioso como en la isla se han vivido y se viven, bajo el comunismo, situaciones típicas del postcomunismo en la era de relativa independencia de esas repúblicas antiguamente sovietizadas. En cierta medida, Cuba parece vivir un postcomunismo anacrónico.
La desolación moral y material de la región, excelentemente reflejada con economía de recursos por la prosa precisa de Bissell, parece tener toda una narrativa que demuestra una experiencia histórica de sumisión y pillaje perpetrados por diferentes bandas e imperios. Una realidad mucho mas agreste que la nuestra. Cuando el ingenuo cristiano trata por última vez de defenderse ante los avances de la rusita diciéndole: “...me entristeces Susana, pero no te preocupes, todos somos pecadores ante Dios”, ésta le responde: ‘No me preocupo, para los rusos Dios sólo vive en San Petersburgo, Dios no vive aquí, nos ha abandonado”. Pero es obvio, al final de la lectura, que por estas tierras, Dios nunca estuvo.
God Lives in St. Petersburg . Autor: Tom Bissell. Editorial: Vintage Contemporaries. New York , 2006.
Roberto Madrigal
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