Total Pageviews

Monday, September 24, 2012

La literatura y los giros de la historia



En una esquina de uno de los barrios marginales más pobres de Cincinnati, habitado preponderantemente por afroamericanos, se alza, en un pequeño promontorio la casa en la cual vivió, entre 1832 y 1851 la escritora Harriet Beecher Stowe, autora de la novela La cabaña del tío Tom.

Nacida en Litchfield, Connecticut, en 1811, Beecher venía de una familia protestante, repleta de educadores y pastores. Su padre, Lyman Beecher fue un connotado líder religioso que fue nombrado como primer presidente del Seminario Teológico Lane en 1831, una institución presbiteriana encargada de formar ministros de la iglesia pero que resultó muy reconocida por su incendiaria defensa del abolicionismo. Los predios del seminario eran los que entonces rodeaban la mansión a la cual fueron a vivir los Beecher.

Cincinnati era entonces una ciudad dividida y convulsa, enfrascada en grandes debates, motines civiles y encarnizadas protestas públicas respecto al problema de la esclavitud. Por pertenecer al “norte” pero ser limítrofe con el “sur” ya que Kentucky queda al otro lado del río Ohio, sufría por igual la influencia tanto del pensamiento abolicionista como del pro-esclavista.

También fue una de las ciudades más importantes en el movimiento subterráneo mediante el cual, a través de una cadena semiclandestina, consistente en numerosas casas de escondite, grupos de apoyo de blancos y esclavos liberados, se ayudaba a los esclavos del sur a atravesar la frontera, en este caso el río Ohio, rumbo norte para lograr su libertad. Más de cincuenta mil esclavos hicieron el riesgoso camino en los años que precedieron a la Guerra Civil. Los esclavos negros eran los balseros del siglo diecinueve.

En medio de ese ambiente Harriet conoció a un hombre mucho mayor que ella, Calvin Ellis Stowe, viudo y profesor del seminario, un critico feroz del esclavismo y un participante activo en la cadena subterránea, con el cual se casó y a cuya causa se unió en 1836. La experiencia de los catorce años siguientes marcó la vida de la escritora, quien decidió escribir una novela que reflejara la vida de los esclavos afroamericanos y que los presentara al mundo como seres humanos. Quería utilizar la literatura para promover la comprensión social y movilizar las fuerzas políticas y el sentimiento de la nación.

El resultado de su esfuerzo fue La cabaña del tío Tom. La novela narra los avatares del personaje que le da su nombre,  un esclavo de gran integridad que se destaca por su fe en Jesucristo. Un hombre valiente, que desafía las órdenes crueles de sus amos y capataces, pero que rehúsa la rebelión violenta. La narrativa a veces, de forma inteligente, contrapone una visión humanista sobre los afroamericanos por parte de un esclavista, a la visión paternalista e inherentemente más racista de un abolicionista. Tom es en cierta medida respetado por sus verdugos, ayuda a sus compañeros a escapar, pero él nunca lo hace. Finalmente es asesinado por su último amo, y durante su agonía final hace saber a los matones que les perdona en nombre de Dios. Humillados, estos se convierten a la fe cristiana. Un descendiente de un antiguo amo llega tarde para intentar comprar la libertad de Tom.

Publicada en 1852, La cabaña del tío Tom fue la novela más vendida del siglo diecinueve. Trescientos mil ejemplares fueron vendidos en los Estados Unidos y un millón en Gran Bretaña. Fue
grandemente elogiada por los críticos literarios de la época y se cuenta, aunque no está confirmado, que cuando Abraham Lincoln conoció a Harriet Beecher Stowe, al principio de la Guerra Civil, dijo: “Así que esta es la damita que comenzó todo esto”. La novela estuvo incluida como lectura obligatoria en los currículos escolares americanos por más de cien años. De paso, popularizó varios estereotipos del negro americano, el esclavo oficioso y diligente, la “mamá” negra cariñosa, rolliza y siempre sonriente y los “traviesos pero simpáticos” niños negros.

Con los vuelcos de la historia, el supuesto impacto social de la novela se fue perdiendo, la literatura comprometida, o social, o didáctica, tiene poco de literatura y está demasiado vinculada a sus circunstancias. Los críticos comenzaron a dudar de sus valores literarios y en realidad, comparada con otras obras de la época, es literariamente pobre.

El personaje del tío Tom pasó de ser un icono del esclavo virtuoso, del cristiano fiel y de la humanidad del ser humano más allá de su raza, a ser el icono del negro apaciguado, servil a sus amos, incapaz de expresarse con voz propia. Hoy en día cuando un afroamericano llama “Tío Tom” a otro, lo hace como un insulto, su significado es sinónimo de cobardía, principalmente de cobardía social y política. Ha pasado a ser un símbolo de la aceptación pasiva del racismo. La novela ya no forma parte obligatoria de los currículos escolares y casi nadie quiere acordarse de ella. Sin cambiársele ni un punto ni una coma, la historia la ha convertido en todo lo contrario a lo que su autora intentó hacer y a lo que se consideró en su momento. Sus lectores de hoy han cambiado su lectura.

Harriet Beecher Stowe murió en Hartford, Connecticut, en 1896. Escribió más de veinte libros, pero su lugar en la literatura americana hoy en día está relegado a un muy segundo plano. Su casa en Cincinnati se mantiene como un pequeño museo en el cual se muestran fotos y documentos de la época, enfocados mayormente en la vida de ella durante su estancia en la ciudad, a la labor del seminario Lane y al movimiento subterráneo. Abre apenas quince horas a la semana durante los meses de verano y cinco horas a la semana durante el resto del año. Se sostiene mediante el apoyo de la Sociedad Histórica de Ohio y el trabajo de tres o cuatro leales voluntarios. Cuando uno le pasa por delante, invariablemente ve el pequeño parqueo casi vacío. Resulta hasta peligroso visitarla.

 
Roberto Madrigal

3 comments:

  1. ¡Muy buen post, Roberto! Es que la gente se empeña en juzgar a los autores con criterios actuales y no de la época en que vivieron.
    Esta frase me gustó mucho
    "Los esclavos negros eran los balseros del siglo diecinueve."
    Cariños,
    la T

    ReplyDelete
  2. This comment has been removed by the author.

    ReplyDelete
  3. Me ha gustado mucho, y reitero lo que dice Dovalpage de la frase. Gracias.

    ReplyDelete