Es de conocimiento público que si todos los votantes
registrados en los Estados Unidos salieran a votar, los demócratas ganarían
invariablemente las elecciones. Es un hecho de matemática simple, hay más
votantes registrados como demócratas que como republicanos. Sin embargo, desde
1944, en el periodo de consolidación de los Estados Unidos como la primera
potencia mundial, ha habido cinco administraciones republicanas, que han
gobernado por 36 años y cinco administraciones demócratas que han gobernado por
32 años. Lo cierto es que, por diferentes razones (apatía, exceso de confianza,
rechazo al candidato postulado por el partido, etc.) no todo el mundo sale a
votar. Lograr que casi el 50% de los votantes registrados lo haga equivale a
una hazaña.
Mitt Romney es un político hábil y pragmático, pero le
falta carisma. Los demócratas cometerían un gran error en subestimarlo, ya que
fue capaz de llegar a ser gobernador de un estado tan tradicionalmente
demócrata y liberal como Massachussets. Es un maestro de la negociación y el
compromiso, pero no es muy del gusto de gran parte de su propio partido. Es un
multimillonario incapaz de conectar con la clase media trabajadora. Para
movilizar a su base de apoyo y que salgan a votar la mayoría de los
republicanos, escogió a Paul Ryan para la posible vicepresidencia. Ryan tiene
todo lo que le falta a Romney, es más joven, está lleno de energía, es
carismático y es un ideólogo que sabe articular muy bien sus convicciones, que
son del agrado del ala derecha del partido. No tiene el pedigrí de millonario y
se graduó de una universidad pública.
Barack Obama no tiene muchas opciones. Su campaña no
tiene más remedio que enfatizar los logros de su administración, no muchos, y
tratar de convencer a sus seguidores y a los indecisos, de que va por el camino
correcto, pero que todo lleva su tiempo. Tiene en su favor el hecho de que en
realidad heredó una situación caótica y de que evitó una crisis mayor. Si bien
el nivel de mejoría es mínimo, algunos logros puede mostrar y por otra parte
debe tratar de convencer al electorado de que la alternativa sería peor. La
base natural de apoyo de Obama son las minorías étnicas, las mujeres y la
intelectualidad liberal. Pero el presidente es un hombre cenacular, por mucho
que se vendió como agente de cambio y gran orador, no ha resultado eficaz a la
hora de comunicar con claridad su línea política y a veces se presenta con un
aire demasiado elitario. Como hizo en el 2008, mantendrá a Biden como
vicepresidente porque este político habilidoso, con experiencia en los comités
senatoriales de política internacional y con gran respaldo de las
organizaciones sindicales, le atrae a un grupo de votantes que en un momento determinado
pueden estar indecisos. De hecho Biden le ha proporcionado el único eslogan
capcioso pero seductor de la campaña: “Osama BinLaden está muerto y la General
Motors sigue viva”.
El otro componente fundamental de la democracia americana
es el hecho de ser representativa, o sea, tener la mayoría del voto popular no
trae como consecuencia automática la vitoria electoral. Para evitar la
dictadura de la mayoría, se han establecido colegios electorales y a cada
estado, según su población, se le conceden una cantidad de votos electorales.
El que obtenga 270 votos electorales gana la campaña. Si un candidato gana un
estado por un solo voto, se lleva todos los votos electorales del estado. Es
por ello que la mayoría absoluta puede ser irrelevante. Lo importante es ganar
los votos de los estados.
Los estados más importantes, o sea, los que tienen mayor
peso específico en las elecciones son: California (55 electores), Texas (38
electores), Nueva York (29 electores) y Florida (29 electores). Les siguen en
importancia Illinois (20 electores), Pennsylvania (20 electores), Ohio (18
electores), Michigan (16 electores) y Georgia (16 electores). Estos son los
nueve estados más codiciados por los candidatos. Son los que deciden la
elección.
Al momento que esto escribo, las encuestas más recientes
conceden entre 221 y 241 votos electorales a Obama y 191 a Romney. Hasta ahora
California, Illinois y Nueva York están del lado de Obama, Pennsylvania se
inclina hacia Obama y Texas está del lado de Romney, mientras que Georgia se inclina
por Romney. Los tres estados que se encuentran indecisos y que decidirán la
elección son Michigan, Ohio y Florida.
Todos los distintos grupos de intereses cabildean por la
atención de los candidatos, que ofrecen villas y castillas a los votantes, sobre
todo en estos tres estados. Cada grupo reclama apoyo a su causa a cambio de
votos. Los cubanos, por supuesto, ponen como elemento principal, la política
hacia Cuba. Aunque el tema cubano está muy lejos de ser del interés del
gobierno americano y la mayoría de los americanos no tienen la menor idea de lo
que pasa en Cuba, la causa cubana puede jugar un papel importante ya que la
Florida es un estado importantísimo para el triunfo y cualquier voto puede ser
decisivo. Los votantes individuales se benefician de la colisión de los
diferentes intereses. La democracia americana funciona como una democracia de
consenso involuntario.
En estas elecciones las líneas ideológicas están bien
definidas dentro del estrecho margen que provee la realidad política americana.
Obama representa lo que yo llamaría “mercantilismo con rostro humano”, aunque
en sus primeros cuatro años el rostro humano ha brillado por su ausencia, y
Romney representa el mercado libre, aunque con el control que hoy en día
ejercen los grandes monopolios, que limitan las opciones de los pequeños
comerciantes, el mercado no es tan libre como se supone que sea. El
mercantilismo con rostro humano conlleva una distribución de la riqueza por
parte del gobierno, quien debe multiplicar y subvencionar los programas de
desarrollo social. La ideología del mercado libre supone que el gobierno debe
reducirse y debe vivir de la esperada proliferación de empleos y flujo de
capital. Los programas sociales serían iniciativa voluntaria de los empresarios
privados. Con el actual partisanismo en las grandes cadenas noticiosas, al votante
hoy en día le cuesta distinguir matices, ya que según a quien sintonice, va a
recibir su dosis de medias verdades.
La ventaja de Obama en las encuestas parece más holgada
de lo que en realidad es. Suponiendo que
Michigan termine yendo a los demócratas y Ohio, un estado muy dividido ente el
sur conservador y el norte obrero y liberal, vaya por Romney, entonces la
Florida y quizá otros dos estados de menor importancia relativa, Virginia (13 electores)
y Wisconsin (10 electores), decidirían la campaña. Dada la cantidad de votos
que parece tener garantizada Obama, y las inclinaciones de los tres estados
indecisos (Obama ganó en los tres en el 2008 y Wisconsin y la Florida
tradicionalmente se inclinan hacia los demócratas), los datos hasta ahora
recogidos parecen indicar que, salvo un desastre inesperado o unos debates
públicos catastróficos, el presidente ganará la relección. En los últimos 35
años solamente dos presidentes no han podido ganar un segundo período. Uno fue
Carter, que resultó uno de los peores presidentes de la historia americana en
el plano económico y el otro fue Bush el padre, que también tuvo una política
económica desastrosa. Obama heredó el legado de caos financiero de Bush el hijo
y en medio de su gestión tuvo que enfrentar una crisis económica mundial, lo
que le da suficiente justificación, al menos para el público medio, con
respecto a sus mínimos logros en el campo de la economía. Por supuesto, las
elecciones no se ganan hasta el día del voto.
Roberto Madrigal
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