Recorriendo hace unos días la librería Barnes and Noble
de mi vecindario, cosa que hago a menudo más por mantener el hábito y tratar de
encontrar algo inusitado, ya que casi todos los libros los compro por la
internet, me tropiezo con un título: 1959:
The Year Everything Changed, publicado en el año 2009 por la prestigiosa
casa editorial John Wiley & Sons, y cuyo autor, Fred Kaplan es, según me
entero por la contraportada, columnista de la revista Slate, contribuyente asiduo del New
York Times y de New York Magazine,
ganador del premio Pulitzer de periodismo y autor de un par de libros. Reviso
el libro con rapidez y veo que el capítulo 12, titulado Euforia revolucionaria, está dedicado a Cuba.
Despierta mi curiosidad, decido sentarme a tomarme un
café mientras leo dicho capítulo, para determinar si compro el libro. Todo
comienza más o menos simplista pero tolerable, hasta que a la altura del tercer
párrafo me tropiezo con la oración: “Batista había convertido a Cuba en una
sucursal de los Estados Unidos, concediendo términos favorables a las
corporaciones americanas y permitiendo a los jefes mafiosos operar casinos y
centros nocturnos”. Molesto, me detengo. No es la veracidad o falsedad de lo
que dice lo que me molesta, sino su reduccionismo sumario de todo un período de
nuestra historia. Esta sentencia se ha repetido hasta el cansancio a lo largo
de cincuenta y tres años, promovida en parte por los gobernantes cubanos,
porque sirve como punto de partida conveniente y justificador de todo lo que
ocurre despúes. Es la idea básica que fundamenta la gesta y le concede su
carácter independentista.
Inmediatamente paso a buscar las fuentes de información
del autor para dicho capítulo y veo que no hay ni una referencia a un autor o
periodista cubano. La mayor parte de las citas son a la biografía de Fidel Castro
que escribió Tad Szulc.
La corriente del pensamiento me lleva de inmediato a otra
cosa. Mucho se habla de “la novela de la Revolución”, pero nunca se ha hablado
de la “novela del batistato”. Es en general, en la novela, realista o no, donde
mejor se reflejan los hechos históricos. La ficción es una fuente de
información más confiable que el más exhaustivo compendio histórico.
Cuba tiene una larga tradición novelística y de novelistas
que han practicado el realismo social. Meza, Loveira, Montenegro, Serpa son
algunos ejemplos. Los inicios de la república, los movimientos sociales de la
década del treinta y la corrupción política y administrativa de los años
cuarenta, están todos muy bien documentados en novelas cubanas. No soy, ni de
lejos, un especialista, solamente un lector bastante informado e interesado.
Reviso los libros de historia de la literatura cubana que poseo, entro en
Google y navego por el espacio virtual. Al final, no encuentro ninguna novela,
al menos de trascendencia, publicada en Cuba, por escritores cubanos, entre
1952 y 1959.
Dos grandes escritores publicaron novelas en este
período. Alejo Carpentier sacó Los pasos
perdidos en México en 1953 y publicó El
acoso en Buenos Aires en 1956. Virgilio Piñera editó su primera novela La carne de René en 1952 y luego escribió Pequeñas maniobras en 1956. Ambas en
Buenos Aires. Por supuesto Carpentier vivía entonces en Venezuela y Piñera en
Argentina. La noche habanera de los cincuenta no hizo su entrada en la
narrativa cubana hasta 1967, cuando se publicó en España Tres tristes tigres. Las crónicas del batistato comenzaron en 1960
con Bertillón 166, de José Soler Puig
y a partir de ahí la mayoría de lo que se publicó en Cuba durante las décadas
siguientes, en consonancia con la agenda oficial, fue una obra concentrada en
la épica revolucionaria.
Nunca existió, en tiempo real, una narrativa del
batistato. En aquella época, Cuba ocupó un lugar cimero en el desarrollo de las
telenovelas y de la programación televisiva en general, pero la producción
literaria fue casi nula. Me pregunto qué fue entonces de las editoriales
cubanas y dónde estuvieron los escritores cubanos en esos años. Tarde me doy
cuenta que ya es tarde. Este es un vacío ya imposible de superar, un lastre que
ha dejado una imagen definitiva de nuestra historia, un silencio que nos
revela.
Roberto Madrigal
Muy bien ilustrado, no podia ser de otro modo viniendo de donde viene, o siendo escrito por quien escribe.
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