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Saturday, August 27, 2011

Literatura y rencillas políticas

Babelia el suplemento cultural semanal del diario español El País, publica en su edición de hoy, 27 de agosto de 2011, un texto breve escrito por Carlos Fuentes en exclusiva para dicha revista con motivo de la publicación de su nuevo libro La gran novela latinoamericana (Alfaguara 2011).
Según se cuenta en otro artículo del mismo suplemento, firmado Jordi Gracia, y se deduce del trabajo de Fuentes, con este libro el autor retoma y actualiza sus concepciones sobre la novela latinoamericana, tema que ya ha abordado en repetidas ocasiones, particularmente en obras como La nueva novela hispanoamericana (1969), Valiente mundo nuevo (1990), y Geografía de la novela (1993).
Fuentes siempre ha sido un escritor y un pensador polémico, que puede ir desde la lucidez total hasta el discurso errático del alcohólico. Pero sus opiniones siempre cuentan, no sólo por ser uno de los más grandes novelistas de la lengua española (y de cualquier lengua) del siglo veinte, sino porque si aún quedan atisbos del intelectual renacentista, él y Mario Vargas Llosa son sus últimas encarnaciones.
Como soy fanático de las listas, las cuales considero valiosas para estimular la discusión, lo que mas me llamó la atención de este artículo fueron las dos listas con las cuales lo concluye y que las establece como el canon de la novela del siglo veinte y el canon del siglo veintiuno. Aqui es donde la política enseña su rostro sucio.
El escritor se toma la libertad de incluir El Aleph de Borges como la mejor novela del siglo veinte. Merecido homenaje al autor, cuya narrativa es la más influyente en los diferentes estilos de los narradores del boom, pero considerar un cuento de veintipico de páginas como una novela parece hecho para restar un lugar a muchos otros escritores con los cuales Fuentes mantuvo querellas de orden político que nunca se zanjaron. El resto de la lista, es prácticamente irrefutable con dos excepciones: Noticias del imperio, de Fernando del Paso y Santa Evita de Tomás Eloy Martínez. Pienso que por inusual modestia, Fuentes optó por del Paso para no poner ninguna de sus novelas, ya que Cambio de piel y Terra Nostra tendrían su lugar en esta lista. Al incluir a Martínez, que aunque es un excelente novelista (y Santa Evita una excelente novela) no está ni de lejos a la altura de otros narradores latinoamericanos de fines del siglo pasado, Fuentes ejecuta sus vendettas personales con base política e ideosincrática al excluir con esta inclusión la presencia de un Manuel Puig o de un Guillermo Cabrera Infante. Este capricho, tan evidente, lastra un poco la lista.
Fuentes, un hombre que de una manera u otra a estado siempre vinculado al poder y al establishment mexicano, siempre despreció el marginalismo y la homosexualidad de Puig. Con Cabrera Infante nunca tuvo buenas relaciones por sus respectivas posturas con respecto a Cuba. Muchas cosas se han dicho ambos en público, solamente voy a apuntar aquí una, cuando en 1994, a raíz de la muerte de Cortázar, la revista argentina La Maga, pidió su opinión al cubano, este declaró tajante: “No le puedo perdonar a Julio que nunca haya condenado las políticas de Fidel Castro. Junto a Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes fueron los gendarmes internacionales de la dictadura castrista...Cortázar, junto a García Márquez y Fuentes organizaron, en la década del 70, una troika que funcionó como una diplomacia paralela del régimen, y que tenía como objetivo neutralizar la realidad de la isla...”. Aunque la posición de Fuentes con respecto al castrismo ha cambiado mucho en los últimos quince años, parece que aún no le perdona la afrenta a Cabrera Infante. En su artículo ni se ocupa de mencionarlo, al centrarse en las figuras de Carpentier y Lezama Lima. Hay mucha tela por donde cortar acerca de sus opiniones y espero, con lo que respecta al siglo veinte, que se reabra sanamente la discusión sobre la narrativa latinoamericana. Fuera también han quedado Sábato, Piglia, Severo Sarduy y Bryce Echenique.
Mas controversia aun puede desatar su canon del siglo veintiuno. En su discusión ignora olímpicamente a Roberto Bolaño, a Rodrigo Fresán y a Rodrigo Rey Rosa, ninguno de los cuales, por supuesto, aparece en la lista. No se puede dejar de notar que ni discute en el texto ni incluye en el canon del veintiuno a ningún autor cubano, ni siquiera a su protegido, el recientemente fallecido Eliseo Alberto. Me sorprende, no digo que no tenga razón, no sé hasta que punto Fuentes está al tanto o está interesado en lo más reciente de lo producido por la literatura cubana, ya que hace unos años declaró que Cristina García era la mejor escritora cubana de los últimos veinte años. De todos modos, las puertas están abiertas al debate.
A continuación, las listas según aparecieron en Babelia:
Canon del siglo veinte: El Aleph, Jorge Luis Borges; Los pasos perdidos, Alejo Carpentier; Rayuela, Julio Cortázar; Cien años de soledad, Gabriel García Márquez; Paradiso, José Lezama Lima; :La vida breve, Juan Carlos Onetti; Noticias del imperio, Fernando del Paso; Yo el supremo, Augusto Roa Bastos; Pedro Páramo, Juan Rulfo; Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa; Santa Evita, Tomás Eloy Martínez.
Canon del siglo veintiuno: Historia secreta de Costaguana, Juan Gabriel Vásquez; En busca de Klingsor, Jorge Volpi; Oir su voz, Arturo Fontaine; El desierto, Carlos Franz; Las muertes paralelas, Sergio Missana; Amphitryon, Ignacio Padilla; El síndrome de Ulises, Santiago Gamboa; Abril rojo, Santiago Roncagliolo.

Roberto Madrigal

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