Dos veces ganador del difunto premio Letras de Oro, por su obra teatral Cosas de viejo y su libro de cuentos Los labios pintados de Diderot y con una obra sólida que incursiona, además de la narrativa y la dramaturgia, en la poesía, Fernando Villaverde es un autor difícil de ignorar, que se mueve fácilmente entre diversos estilos de escritura y que va a resultar un verdadero dolor de cabeza para los futuros historiadores de la dispersa literatura cubana de los últimos cincuenta años, cuando traten de ubicarlo temática, estilística y generacionalmente.
Los once relatos que componen El andar de los cangrejos tienen como hilo conector que todos suceden en Nueva York y, específicamente, en Manhattan, que aqui deviene en un verdadero delta compuesto por los desechos de humanidad de quienes han desembocado a estos parajes desde diversas partes del globo. No porque los personajes sean detritus humanos, ya que en su mayoría no lo son, sino porque han dejado mucho de ellos en otras partes y son seres incompletos que enfrentan la vida con diferentes grados de afán, siempre a partir de su propia identidad. Son seres ordinarios que construyen su presente minuto a minuto, encarando una realidad compleja que a cada paso destroza todas sus ideas preconcebidas.
La ciudad en estos cuentos sirve como un trasfondo siempre presente a cuyos caprichos tienen que responder y adaptarse los personajes, cobra un carácter de referente existencial y no adquiere relevancia como paisaje urbano. Es la variedad de sus habitantes lo que la conforma, no sus lugares específicos. Los personajes traen su bagaje de prejucios, pequeños temores, sueños e ideales. Traen su memoria pero no su nostalgia. A diferencia de muchos de los personajes de la literatura actual sobre la emigración, los individuos que pueblan estos relatos de Villaverde están ocupados en absorber su entorno y adaptarse al mismo. Si uno de ellos llora recuerdos de su tierra es porque hay una hija ausente. Esto es un gran logro de este libro, lo que marca al exiliado es la ausencia de seres queridos, el cambio en las relaciones humanas, la falta de familiaridad afectiva y no lugares, ciudades o pueblos. Por ello se buscan entre si y mientras más miran al prójimo más descubren de ellos mismos. Esa ciudad omnipresente los fuerza a esa introspección o en algunos casos a una iluminación. La presencia del otro cambia de objeto de prejuicio a objeto erótico en un incesante intercambio humanizante que obliga a cuestionar viejos valores y atavismos.
El enfoque minimalista, con un lenguaje que se resiste a ser un personaje más, es otro acierto. La voz narrativa de Villaverde no se pierde en disquisiciones ni en frase sentenciosas. La nacionalidad de los personajes no se define con exactitud, aunque no es dificil saber de dónde proceden, pero hay una intención de obviar la contextualidad y de centrarse en lo que está sucediendo a cada personaje para mostrar un verdadero entretejido de relaciones humanas y de la necesidad del otro en momentos de precariedad esencial. El exilio como desarraigo en su sentido más puro. Los procesos de adaptación son muy diversos, desde los que se apegan demasiado a los nuevos conocidos, pasando por quienes tratan de vivir en la más ordinaria cotidianidad y llegando a quienes venden sus ideales para acogerse al sistema que tanto detestaban con el fin de sobrevivir. El exilio como un peligroso pantano que no queda más remedio que cruzar.
Con este libro, Villaverde ha construido un universo en el cual las relaciones humanas, aquí y ahora, son lo esencial. Es un texto único, muy difícil de imitar. Una escritura riesgosa, sin concesiones, que como sucede a sus personajes, se disfruta renglón a renglón.
El andar de los cangrejos. Autor: Fernando Villaverde. Colección F&M. Estados Unidos 2010. Puede obtenerse a través de http://www.lulu.com/ o de Amazon. Precio: $19.00.
Roberto Madrigal
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