Mucho dio que hablar el año pasado el anuncio de la publicación en Cuba de una novela-testimonio sobre Reinaldo Arenas, escrita por su amigo Tomás Fernández Robaina y editada por, nada mas y nada menos, Ediciones Unión. Aunque soy de los que nada bueno espero del castrismo, confieso que el hecho despertó en mi una curiosidad inusitada. ¿Qué se iba a permitir en Cuba que se dijera públicamente sobre una de las figuras icónicas mas odiadas no solamente por los gobernantes sino por la cúpula cultural oficialesca? Condenada cosa es escribir sobre Reinaldo Arenas, sobre todo en Cuba.
La publicación de Misa para un ángel ha acabado de un golpe con todas las expectativas. Este es un libro que falla a todos los niveles y que me parece mentira que Fernández Robaina, a quien conozco de resonancias, se haya prestado a escribir.
En primer lugar, el texto es un ajuste de cuentas. En general no me molestan mucho los ajustes de cuentas pero me parecen detestables cuando estos se hacen con alguien que murió hace 20 años. Es muy deshonesto atacar a quien no se puede defender. “Me cansé de que -en mis sueños- seas tú el que me quiera hablar, también tengo que tener esa posibilidad, ¿no lo crees?” Con esta declaración de principios de riposta comienza la obra. Una página más adelante empieza a revelar por dónde sangra la herida: “...Por eso sigo...mencionándote en los círculos donde algunas de las personas que te conocieron, que decían ser tus amigos, ahora te ignoran o quieren ocultar que te trataron, que te ayudaban y te admiraban. Comprendo que te condenen...que digan horrores de ti...por todo lo que nos hiciste en tus últimas novelas”. De aquí se infiere que Fernández Robaina está molesto por el tratamiento recibido en Antes que anochezca y en El color del verano, en los cuales Arenas legó a la posteridad el nombrete con el que se dice bautrizó a Fernández Robaina, que por siempre retumbará en las calles habaneras. “...me urge saber si realmente cambiaste tanto cuando llegaste a este país” continúa un Fernández que deambula por las calles de Nueva York. Para colmo se cuestiona: “Muchos se preguntan las causas que tuviste para acumular tanto odio, tanto resentimiento...” lo cual suena ya demasiado hipócrita, cuando es bien sabido todo lo que Arenas sufrió en Cuba. Y por ahi siguen las cosas.
En segundo lugar, la mayor parte del libro resulta una condena de la decisión de Arenas de abandonar Cuba incluyendo un mojigato “¿por qué huiste, Reinaldo, por qué?” y sigue rastrero “Publicaste, pero no como esperabas; muchos de tus amigos y conocidos de Nueva York y Miami me lo afirman.” Fernández pretende ignorar que el escritor maldito lo es por naturaleza y que nunca aspira a ser asimilado por el establecimiento. Trata entonces de justificar su propia decisión de permanecer en la isla señalando: “Otros, por el contrario, seguimos con la esperanza de hacer realidad esa idea de construir una realidad más justa”, para luego apuntar: “Oye Rei, ayer fui a una conferencia sobre la “jerga” de los gays en Cuba. ¿Qué te parece? Proyectaron en la misma actividad un video sobre la vida homsexual en La Habana. No creo que toda nuestra problemática esté planteada en las imágenes que vi. Pero pienso que del lobo un pelo.” Si después de 52 años de aguantar todo tipo de humillaciones institucionalizadas, este pelito del lobo es para Fernández Robaina un logro que disculpa su aguante, entonces se merece toda su miseria existencial. Esto justifica plenamente la publicación del libro en Cuba.
En tercer lugar, el libro está escrito en una insufrible prosa notarial que cuando trata de ser lírica alcanza momentos de una picuencia como ésta: “...tú eras como esos centrales azucareros cuando comenzaba la zafra, que mientras más azúcar producia, más caña pedia”.
Fernández tiene una reputación bien ganada de especialista serio en temas raciales, que ha publicado ensayos respetables desde el punto de vista académico. Pero ese tipo de textos siempre queda en la oscuridad del debate cenacular. Al dar el salto al seductor reino de la ficción testimomial ha dado muestras de que no puede respirar de ese aire. Ha escrito un libro parásito, ya que no pudiera existir si Otra vez el mar, Antes que anochezca y El color del verano no se hubieran escrito, de los cuales alimenta su tema no como referentes, sino como razón de ser y de respuesta. En realidad debiera estar agradecido de que por su apodo sea, gracias a la imaginación de Reinaldo, como finalmente pase a la leyenda. En esta misa que parece ser ofrecida por una gárgola, su homenaje es pacato y mezquino.
Misa para un ángel. Ediciones UNION. La Habana 2010. Autor: Tomás Fernández Robaina.
Roberto Madrigal
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