Esrteban Insausti (Ciudad de La Habana 1971) ha tenido una breve pero promisoria carrera como director y guionista de cortometrajes de los cuales se destaca Existen (2005). También escribió y dirigió el tercer segmento del largometraje a tres manos Tres veces dos (Cuba 2003), titulado Luz roja y que no pasa de ser un ampuloso ejercicio de estilo. Ahora acaba de completar su primer largometraje, Larga distancia (Cuba 2010) cuyo propio guión dirigió. Pero el salto del cortometraje al largometraje, con la necesidad de sostener los elementos dramáticos con mayor solidez y profundidad ha probado ser en este caso, una misión imposible. Lo que en los cortos resulta fresco e ingenioso aquí parece redundante, aburrido y alargado. La imaginación no le da para tanto. Al menos todavía.
La película cuenta con una sofisticada y magnetizante fotografía de Alejandro Pérez, llena de encuadres inteligentes, y una excelente música original de X Alfonso. A partir de ahí lo que sucede en la pantalla y la manera en que sucede es un esperpento fílmico.
Vagamente basada en The Big Chill (E.U.A. 1983), película dirigida por Lawrence Kasdan que a su vez se apoya en Return of the Secaucus Seven (E.U.A. 1979) de John Sayles, en las que un grupo de amigos que hace tiempo no se ven se reunen al asistir al velorio de uno de los miembros del grupo, aquí la trama parte de la idea de Ana, interpretada por Zulema Clares, de reunir a sus mejores amigos (Carlos, protagonizado por Alexis Díaz de Villegas, Bárbara, protagonizada por Lynn Cruz y Ricardo, protagonizado por Tomás Alejandro Cao), a quienes hace 15 años que no ve, con motivo de celebrar su trigésimoquinto cumpleaños. Decir más sería revelar aspectos de la trama que estropearían el mínimo disfrute del futuro espectador. Baste decir que se abusa de la elipsis para obviamente ocultar torpeza narrativa y que a los actores se les hace declamar unos diálogos que parecen ser enunciados con la boca llena.
En Larga distancia en vez de asistir al velorio de un amigo, Insausti nos entrega el velorio de toda su generación. Si algo hay de interesante en esta película es la caracterización que su autor hace de su progenie, crecida en los años post-Mariel y marcada de forma indeleble por el maleconazo de 1994. El grupo de amigos está escogido para que sea socialmente representativo, al extremo que parece demasiado traido por los pelos, debieron haber sido vidas paralelas. El mosaico generacional que nos sirve Insausti es el de unos individuos cuya única motivación es huir de la miseria. Esta es una generación nacida y nutrida mucho después del período épico, que vieron a sus dioses romperse en juicios televisados y a los antiguos “países amigos” desaparecer ideológica y geográficamente en forma apresurada, que vieron evaporarse el sustento ideológico que les dio aliento y que sufrieron una de las peores crisis económicas del castrismo, esta vez a cambio de ninguna promesa ni de ningún sacrificio heroico y cuyos conceptos éticos están basados en la supervivencia. Pero este elemento contestatario, que es difícil de procesar debido a lo falso y arbitrariamente complicado del guión, se diluye por la secuencia arancelaria de unos monólogos pseudo-documentales de “gente que se fue”, en la cual el común denominador es la añoranza de la patria y en la cual el único que se siente feliz con su exilio es el tipo más superficial y mediocre. Obviamente el ICAIC exige su cuota. Tampoco “decir ciertas cosas” justifica la falta de calidad artística.
Finalmente, Insausti presenta a sus personajes como víctimas y nadie parece asumir una responsabilidad personal con sus actos. El tratamiento es simplista y maniqueo, haciendo uso de cuanto lugar común sea posible, con una solemnidad insoportable de sus seres y emitiendo un alarido de derrota, muy lejano del aullido ginsberguiano, que no convence, porque finalmente no se atreve a señalar las causas de la derrota. Es un cine para entendidos, que no se cierra en si mismo, necesita de demasiados referentes porque tiene que ocultar sus designios. Es mucho menos que una risa en la oscuridad, un pequeño e inconsecuente guiño cómplice.
Larga distancia (Cuba 2010). Guión y dirección: Esteban Insausti; Música: X Alfonso; Fotografía: Alejandro Pérez; con la actuación de: Zulema Clares, Alexis Díaz de Villegas, Tomás A. Cao, Lynn Cruz, Annia Bú, Coralia Veloz, Miriam Socarrás y Verónica Lynn. La película anda actualmente de gira por los Estados Unidos y el DVD puede obtenerse por la internet a través de Kimbara Cinemateca Cubana.
Roberto Madrigal
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