El escritor y cineasta Tim Tzoulaidis, nacido en Atenas en 1968, pero criado y educado en Londres, ha documentado exhaustivamente en su libro The Foresaken: An American Tragedy in Stalin’s Russia (Penguin Books, 2008), un episodio poco conocido de la era estalinista. Se trata de la suerte corrida por los cientos de miles de americanos que tras la depresión económica de 1929 fueron reclutados por Stalin para cubrir su necesidad de fuerza de trabajo calificada en sus intentos de apresurar la industrialización de la Unión Soviética y luego, en su mayoría, terminaron asesinados, despojados de sus bienes o enviados a los gulags.
El grupo estaba compuesto principalmente por trabajadores de las fábricas automovilísticas de Detroit, asi como ingenieros mecánicos y otros profesionales afectados por la crisis que vieron en el llamado una oportunidad para salir de la crisis económica que los empobreció de la noche a la mañana. Se les prometió empleo, alojamiento, salarios conmensurables con los que tenían en sus anteriores empleos y la posibilidad de regresar a su país después de un breve plazo estipulado en los contratos.
Centrándose en unas cuantas familias y personajes, algunos de los cuales sobrevivieron, el libro narra la pesadilla vivida por esta multitud que no entendia las reglas de la realidad incomprensible que enfrentaban. Fueron inmediatamente despojados de sus señas de identidad, limitados de sus libertades individuales y sometidos a una disciplina laboral que desconocían. También cuenta de la falta de apoyo que tuvieron por parte de la embajada americana que, muy preocupada por mantener relaciones cordiales con Stalin y poco preparada para enfrentar la situación que enfrentaban, ya que ni siquiera podían comprobar la identidad de aquellos que acudían pidiendo ayuda para regresar a los Estados Unidos, no hicieron caso a las demandas de los pocos que llegaban a sus puertas. El libro revela el nivel de desinformación de los diplomáticos americanos y las manipulaciones a las cuales los sometía la inteligencia soviética.
Una leve resonancia de estos hechos aparece, sin explicarse, en la recién estrenada película The Way Home (E.U.A 2010), dirigida por Peter Weir, basada en un hecho real, que trata sobre la fuga de un grupo de prisioneros de los gulags entre los cuales hay un “ingeniero americano” que protagoniza Ed Harris.
Un capítulo similar, también hoy depositado en los márgenes de la memoria histórica, ocurrió en la Cuba de los primeros años del castrismo. Muchos cubanos que llevaban años residiendo en los Estados Unidos y que eran residentes o ciudadanos americanos, decidieron regresar a Cuba tras la caida de Batista. Profesionales en su mayoría, vinieron con sus familias para cooperar con sus conocimientos en el desarrollo económico de la que una vez fue su patria. Cuando en muchos de los casos, se desencantaron del porceso en que participaban y decidieron regresar a los Estados Unidos, tuvieron que enfrentar la ausencia de una representación diplomática americana y la resolución del gobierno cubano de no reconocer su ciudadanía americana. Esto se extendió a ciudadanos nacidos en los Estados Unidos, pero de familias originalmente cubanas, o a los adolescentes hijos de los que habían regresado, muchos también americanos nativos, y que al cumplir los 18 años querían regresar a su país, a los cuales también se les negó la posibilidad de emigrar. Castro determinó unilateralmente que todo aquel que tuviera parentela cubana, se consideraba cubano. Se les presionó a renunciar a su ciudadanía americana si deseaban mantener sus trabajos o continuar en sus estudios. Se llegó a encarcelar a una buena cantidad y unos pocos terminaron fusilados. Lo sé porque conocí a algunos de ellos y escuché sus historias.
Este problema vino a tener solución en 1978, tras gestiones del gobierno de Carter y bajo la presión que acarreaba el recién iniciado diálogo con el exilio. Finalmente, tras casi veinte años de esfuerzos vanos, casi todas las víctimas de esta debacle, pudieron regresar a los Estados Unidos. No estoy en libertad de mencionar nombres, ya que algunos de ellos están aún en Cuba, pero me parece un tema de importancia por lo que revela de la naturaleza del régimen y su sistemática violación de los derechos humanos desde una etapa temprana, que sería interesante que alguien se decidiera a investigar. Es una tarea muy difícil, ya que dada la escasez de documentación, sólo se podrá contar con el testimonio de quienes sufrieron los hechos y esto hace que el trabajo sea una carrera contra el tiempo y la labor erosiva del olvido.
Roberto Madrigal
Impactante libro el de Tzoulaidis, sobre todo el testimonio de dos de los excepcionales sobrevivientes del horror perpetrado por el mayor genocida del siglo 20: el padrecito Stalin.
ReplyDelete