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Thursday, August 8, 2013

Orson Welles almuerza y conversa


Desde 1978 Henry Jaglom y Orson Welles almorzaban juntos, al menos una vez por semana, en el ya difunto restaurante Ma Maison, considerado entonces uno de los más chic de Los Angeles, en el cual se dio a conocer el ahora famoso chef Wolfgang Puck y al cual asistía a diario un gran número de celebridades hollywoodenses. El oropel, la fama y la fortuna cruzaban cotidianamente su camino en este sitio que se convirtió en toda una institución. Entre sus asiduos parroquianos se encontraban Richard Burton, Vincente Minnelli, Jack Lemmon, Elizabeth Taylor, Jack Nicholson y muchos más. En 1983, Welles le pidió a Jaglom que grabara todas las conversaciones que sostenían durante sus almuerzos, con la condición de que la grabadora nunca estuviera a la vista. Jaglom asi lo hizo y estos diálogos que tuvieron lugar entre 1983 y 1985 quedaron registrados con todos los defectos de una grabación hecha con una grabadora escondida en un bolso. Las cintas se guardaron y estuvieron perdidas u olvidadas por más de veinticinco años, hasta que Jaglom las pudo transcribir.

Peter Biskind, el crítico de cine, quien fuera editor de las revistas American Film y Premiere, y autor del libro Easy Riders, Raging Bulls and Down and Dirty Pictures, convenció a Jaglom de que las conversaciones debían ser publicadas y se dedicó a la tarea de editarlas y el fruto de su trabajo es el recientemente publicado My Lunches with Orson Welles.

Orson Welles es conocido de todos. Nacido en Kenosha, Wisconsin, el 6 de mayo de 1915, se desarrolló como un verdadero hombre renacentista. En 1937 fundó, junto a su entonces amigo y luego bestia negra de por vida, John Houseman, el Mercury Theater en Nueva York. En 1938 la CBS le permitió tener su propio programa radial y aterrorizó a la nación con su versión de La guerra de los mundos, que se cuenta que hasta múltiples suicidios causó por la veracidad de su montaje. En 1941 realizó su primer largometraje, El ciudadano (Citizen Kane), que no fue su primera película como se pensaba, recientemente se descubrieron en Pordenone, una pequeña ciudad italiana, los rollos perdidos de Too Much Johnson, un mediometraje de 40 minutos que rodó en 1938 y en el cual una Cuba de fantasía figura en parte como telón de fondo (para mayor información remítanse al blog Cuaderno de Cuba, de Alejandro Armengol o al New York Times o a El País del ocho de agosto). El ciudadano fue mal recibida por la critica en su momento y resultó controversial por su nada encubierto tratamiento del magnate de la prensa americana William Randolph Hearst. Pero si hay justicia en el mundo del cine, y como ya ha citado con razón anteriormente Guillermo Cabrera Infante (¿o fue G. Caín?), la historia del cine se divide en antes y después de Kane. El ciudadano cambió el cine para siempre, y como dice el propio Welles en este libro, podrá haber mejores películas, pero ninguna tan importante como ella. Director maldito, con fama de exigente, irresponsable y derrochador, Welles no solamente filmó varias joyas de la cinematografía mundial como The Magnificent Ambersons (Soberbia), Mr. Arkadin (Raíces en el fango), The lady from Shanghai  (La dama de Shanghai), Chimes at Midnight (Campanadas a medianoche), F for Fake (F) y The Trial (El proceso, por la cual nunca recibió un centavo), sino que dejo varios proyectos sin acabar y otras películas sin distribuir y fue quien le dio la idea de Monsieur Verdoux a Charles Chaplin.

Henry Jaglom es mucho menos conocido pero es también un gran director. Nacido en Londres en 1941, pero criado en Nueva York, comenzó actuando en películas comerciales en los años sesenta, tras estudiar en Actor’s Studio y en los setenta se vinculó al movimiento contraculturalista y trabajó con Dennis Hopper y Jack Nicholson. En 1971 debutó como director con A Safe Place y ahí empezó su amistad con Welles, ya que lo convenció de que participara en su película haciendo el papel de mago, una de las mayores aficiones de éste. Un director comprometido con sus temas y su arte, se ha convertido en icono de minorías y ha dirigido la excelente Deja Vu (1997) y otras pequeñas joyas como Venice/Venice (1992) y Someone to Love (1987) la ultima película en la cual aparece Welles, con unos monólogos extraordinarios sobre el teatro y el arte como ilusión. Jaglom llegó a ser amigo, publicista y agente de Welles.

En las conversaciones recopiladas en este libro, Jaglom se presenta como un mero comodín que permite a Welles perorar a gusto sobre sus temas, tabúes, resentimientos, proyectos, inseguridades y pasiones. No puede haber dos personajes más diferentes, pero Jaglom toma un modesto papel de segundón. Son conversaciones de fluir libre que muestran a Welles en carne y hueso, sin premeditaciones. Las anécdotas son extremadamente disfrutables para el conocedor y altamente informativas para el no iniciado, aunque hay que tomar con poca seriedad lo que dice Welles. No sabemos si asistimos a un mundo de ficción ni cuánto de realidad hay en cada cuento, pero la narración es fascinante.

El libro no solamente permite al lector conocer las opiniones y preocupaciones (tanto filosóficas, como estéticas como mundanas) de un genio lleno de defectos y prejuicios, que a veces se presenta como alguien bien desagradable, sino que permite que se adentre en la personalidad de Welles sin necesidad de alusiones o conjeturas freudianas. No importa si lo que se cuenta es cierto o no, al final entendemos mucho mejor al artista que no concibe un arte que exista sin engaño y que vive esa creencia. No hay que estar de acuerdo con lo que dice Welles ni creer sus anécdotas para disfrutar a plenitud de este universo que recrea en sus almuerzos y conversaciones. Resulta curioso conocer que Welles consideraba que lo mejor de Alfred Hitchcock fue su producción inglesa y que Vertigo, la película que finalmente destronara a El ciudadano en las famosas listas de Sight & Sound, le pareciera una película mala.

El libro se digiere con agilidad y cuesta trabajo interrumpir su lectura. Es fácil dejarse sumergir en el contradictorio universo wellesiano y los personajes que protagonizan sus anécdotas, entre ellos Marlene Dietrich, Greta Garbo, Howard Hawks, Ingrid Bergman y casi todos los productores importantes de Hollywood como David O. Selznick y Louis B. Meyer, son tan intrigantes como sus leyendas. Por aquí desfilan también los mafiosos que controlaron en parte al mundo del cine y las versiones que Welles nos da de ellos son frescas y novedosas. Mi única queja del libro es que no fuera más largo.

Enfrentando penurias económicas, en parte por su propia culpa, y lleno de proyectos que no lograba financiar, Welles murió de un ataque al corazón en la noche del 10 de octubre de 1985, con una maquinita de escribir sobre sus piernas. Un mes más tarde Patrick Terrail, el dueño de Ma Maison decidió cerrar sus puertas.

My Lunches with Orson Welles Conversations Between Henry Jaglom and Orson Welles. Editado por Peter Biskind.
Metropolitan Books, New York, 2013. 306 páginas.

 
Roberto Madrigal

2 comments:

  1. Como siempre, descubres libros insospechadamente buenos. ¡Lo buscaré! Espero que ya te sientas mejor...seguró que sí, peus estás escribiendo muy bien.
    Cariños taoseños...

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