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Wednesday, June 26, 2013

Un texto imprescindible, una omisión imperdonable



Tras publicar el primer trabajo investigativo realizado en Cuba sobre la figura de Guillermo Cabrera Infante con su premiado libro Sobre los pasos del cronista (Ediciones Unión, La Habana 2010), sus autores, Carlos Velazco y Elizabeth Mirabal, han vuelto a la carga de infantería con su nuevo texto Buscando a Caín.

Ambos títulos se inscriben dentro de la nueva política de rescates culturales de asesinados exquisitos, que fueron eliminados por décadas de la memoria literaria colectiva, por una política que ha sido parte del proyecto social del castrismo y que ahora son resucitados de forma incompleta y progresiva, adecuadamente maquillados.

Más allá de los propósitos y despropósitos de sus autores, los libros deben analizarse como lo que son, lo que tocan, lo que implican y lo que eluden. No se les puede exigir que aborden temas que están ajenos a sus metas ni criticarlos por ello. Con sus virtudes y sus defectos, Sobre los pasos del cronista es un libro que reúne una gran cantidad de información que hasta ese momento se encontraba dispersa o inédita. Es una valiosa contribución al estudio de la figura de Guillermo Cabrera Infante.

Buscando a Caín consiste exclusivamente en una compilación de entrevistas con escritores, cineastas, periodistas y personas importantes en la vida de Cabrera Infante. El libro no editorializa, deja a cada entrevistado decir lo que tenga que decir. Las entrevistas están ordenadas en una cronología hecha según cada autor entra en contacto con Cabrera Infante o este con ellos y hay una segunda sub-agrupación que consiste en el oficio de los entrevistados. El único que aparece un poco desubicado, aparentemente a propósito, es Edmundo Pérez Desnoes, cuya entrevista cierra el libro. Las secciones en que los autores han dividido el texto están introducidas por fragmentos de textos de Cabrera Infante, o cartas a la redacción de la revista Carteles o de Lunes de Revolución, otras notas periodísticas y cosas por el estilo, muy bien encajadas.

Aunque no lo dicen por ninguna parte, me da la impresión de que estas son muchas (o todas) de las entrevistas en las cuales los autores se basaron para obtener parte de la información que utilizaron en su libro anterior y decidieron armar un texto con ellas. Es obvio que los entrevistados están respondiendo a un limitado número de preguntas. Entre los entrevistados se encuentran autores que habitan las dos orillas de la cubanidad, algunos murieron antes de que saliera la obra.

Es muy difícil entrevistar a los intelectuales y a veces más espinoso aún leerlos. En muchos casos, estos se dedican a hablar de si mismos más que de la figura del sujeto de la encuesta y muchos, sobre todo los de la orilla de allá que apoyaron de alguna manera el asesinato cultural de Caín, se envuelven en justificaciones muy defensivas de sus actitudes “de entonces”. Hay demasiada pose en todo esto. Es el caso de Edith García Buchaca, Ambrosio Fornet y Graziella Pogolotti. Hay testimonios informativos e interesantes, que se quedan un poco a medio camino de lo que quieren decir, como son los de Antón Arrufat, César López, Pablo Armando Fernández y Enrique Pineda Barnet. Hay otros muy honestos y liberados, que expresan sus experiencias con humor y sin tapujos, como son los de Luis Agúero y Ernesto Fernández.  Y hay unos, específicamente los de Harold Gramatges y Edmundo Pérez Desnoes, que destilan bilis, envidia y frustración y que casualmente son los que abren y cierran el libro.

Todos los testimonios son interesantes y de alguna manera aportan algo, si no al mejor entendimiento de la figura de Caín, al menos al ambiente de la política cultural en la que se desempeñó. Para mí el más atrevido, desenfadado y sincero (a pesar de que estoy seguro que tiene mucho de ficción, lo cual lo hace más verídico) es el de Ingrid González.

El libro cierra con unas treinta fotos de Cabrera Infante antes, cuando y después de Caín, algunas hechas por Néstor Almendros, Korda y Jesse Fernández, y la mayoría de ellas hasta ahora inéditas.

El texto, en su conjunto arroja mucha información sobre las guerras culturales que se llevaron a cabo en la década del cincuenta y hasta mediados de la década del sesenta. Las primeras principalmente entre agrupaciones culturales e individuos y las últimas en plena lucha por el posicionamiento en el poder político, cuando la cultura fue manipulada como instrumento de supremacía. Una figura queda muy mal parada en todo esto y es la del recientemente fallecido Alfredo Guevara, a quien se presenta prácticamente como un artista frustrado, sin talento, que decidió establecerse como el zar del cine y eliminar sin compasión a todo quien se le interpusiera. Es una conclusión inevitable cuando uno cierra el libro.

De Cabrera Infante resultan muchas versiones, probablemente todas son aspectos de su compleja personalidad y sobresalen más allá de las intenciones de algunos de los entrevistados, que como impostados segismundos, intentan psicoanalizar al personaje y tratan así de matizar su testimonio. Para unos resultó un hombre generoso y solidario, para otros un pedante altanero y despectivo, para todos un hombre de extraordinario talento, egocéntrico, pero muy consciente de sus objetivos.

Si bien el texto es interesante e imprescindible, hay una omisión que no puedo dejar de mencionar. Al libro lo recorre el hecho de que Caín y Cabrera Infante fueron una ausencia criminal en la cultura cubana de este último medio siglo, pero nadie se atreve a decir con precisión a que se debió. No hay mención ni consideración sobre la política cultural del gobierno ni sobre lo orgánico que esta censura resultaba al proyecto. No soy ingenuo y sé que evitar ese tema debe ser parte del “pacto” por lo cual los organismos que rigen la cultura y la censura en Cuba permitieron la publicación de estos materiales. Velazco, como funcionario él mismo, ya que es el jefe de redacción de la revista Unión debe saberlo muy bien y también conoce los trucos para vadear esos obstáculos. Pero un libro que comienza con la “Advertencia”: La posibilidad latente de que se pierda el pasado, la muerte de los lugares, los objetos, las personas, no hace descabellada la suposición de que todo esto que nos contaron y lo que prefirieron callar, por muy verídico y apegado a la realidad que haya querido ser, algún día podrá leerse como una ficción, hace más obvia esa omisión. Cuando algo o alguien se rescata, se debe ser consecuente y decir de dónde se rescata.

Peor aún en este caso me parece la introducción de Abilio Estévez, titulada “Testimonio en/desde la ficción”, en la cual este asunto ni se esboza.  Me sorprende esto en un escritor que hace tiempo vive en el exilio y que ha expresado posiciones muy interesantes y valientes. ¿Para qué se prestó a escribir esta introducción si conocía de las limitaciones que se le imponían? O es que se las impuso a sí mismo quizá para recuperar su voz y su sitio en el panteón de la literatura cubana oficializada y no tener que esperar a la muerte para que se le rescate. En realidad, Estévez perdió una gran oportunidad de decir lo que ha dicho muchas veces, o de simplemente negarse a participar. Su introducción no aporta nada al texto y solamente resulta en un apoyo a un proyecto que va más allá de su control y probablemente del de los autores del libro.

Buscando a Caín. Entrevistas compiladas y editadas por Carlos Velazco y Elizabeth Mirabal. Ediciones ICAIC 2012. La Habana. 287 páginas.

 
Roberto Madrigal

9 comments:

  1. A que se debe esta "recuperacion" de figuras como las de GCI abiertamente opositoras a la dictadura de los Castro?. Se trata del esfuerzo de algunos por restituir a la nacion el patrimonio que le pertenece?. De momento es un enigma a resolver. De todas maneras lo importante es que, poco a poco, se haga la luz para que se disipe tanta oscuridad medieval.

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  2. Muchas gracias por la reseña.

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  3. ¿Dónde se puede conseguir este libro? Lo digo, porque quisiera evaluarlo yo misma, ya que leí en este mismo blog la transcripción que se hizo al escrito de ese muchachito sobre Esteban Cárdenas, y cuando me llegó un ejemplar de la revista UNEAC vi que le habían quitado el penúltimo párrafo. ¿Error?

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    1. Ese libro me lo enviaron de Cuba. Lo del parrafo que falta, de ser asi (ahora no tengo en mi poder la revista de la cual lo transcribi) es mi error y si me puede hacer llegar el parrafo yo lo anadiria, no tengo nada que ocultar.

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    2. Este muchacho Abel Prieto si que es atrevido, le sigue enviando libros, muy bueno el articulo. Este es el comienzo de rescribir la historia de acuerdo a ellos.

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    3. Me gustaria saber que dijo Ingrid. Entro CAIN en esa cueva?

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  4. Abilio Estévez de exiliado no tiene un pelo. Va y viene a gusto, y yo diría que a gustazo. Hará lo que tenga que hacer para nadar entre las dos aguas. Ni más ni menos.

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  5. Es muy bueno que decida incluirlo y que diga que no tiene nada que ocultar. Vamos a ver si es verdad. El párrafo borrado del trabajo que dio a conocer este blog es:
    "La tarde del 2 de abril de 2009, Carlos L. Velazcopudo visitar el Ala Sur del Jackson. Estaban Luis Cárdenas ocupaba la habitación 512. Producto de un severo derrame cerebral (stroke), ya no podía hablar, y apenas comunicarse. Aún así, las enfermeras recomendaban hablarle, pues entendía, reaccionaba cuando se dirigían a él y se esforzaba por comunicarse, sin conseguirlo. Pero jamás recibía visitas."

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    1. Muchas gracias. Como puede ver, ya esta subsanado el error.

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