Los cineastas
europeos se han alzado en armas epistolares para protestar por la decisión de
la Comisión Europea de incluir al sector audiovisual y cinematográfico en las
negociaciones comerciales que tendrán lugar este
verano entre Europa y Estados Unidos, lo cual daría al
traste con la enmienda de excepción cultural que ha protegido este sector de
someterse a las leyes del mercado libre. Temen que esto convierta al cine
europeo en una pobre caricatura del cine americano. Eurohollywood sería el
oropel del pobre. La razón les asiste.
La cultura no
debe estar vinculada al mercado y la política (mi instinto me iba a hacer
añadir la religión, pero no, solamente pensar en Bach y en las consecuencias
que su devoción religiosa tuvo para la música, así como la riqueza del arte
religioso en Occidente a través de los siglos me hacen renunciar a esa idea),
estas dos esferas solamente sirven para homogeneizar y amordazar a la creación artística.
La declaración de
protesta, firmada, entre otros, por Pedro Almodóvar, Michael Haneke, los
hermanos Dardenne, Aki Kaurismaki y Cristian Mungiu y que ha sido también apoyada por el director
americano David Lynch y el productor Harvey Weinstein, patriarca del cine
independiente americano, expresa que gracias a la excepción que facilita el
programa MEDIA, se ha logrado que “la diversidad cultural es ahora una realidad
en la mayoría de los lugares de toda Europa. Es lo que permite los intercambios
y el entendimiento mutuo y es también un vector para el crecimiento y la
creación de empleo…La diversidad cultural no debe ser una herramienta de
negociación. Debe seguir siendo una ambición, una demanda legítima y un
compromiso”. Y añaden que la cultura se reduciría “a nada más que una mercancía”.
El sector
audiovisual, por su componente industrial, está mucho más ligado a los
vericuetos de la economía que otros sectores de la cultura y es el más afectado
por las altas y las bajas del mercado. Hollywood es una industria que
mayormente se encarga del rendimiento económico y cuando una fórmula funciona
en la taquilla, tienden a repetirla ad nauseam, de ahí la inmensa cantidad de
secuelas, precuelas, películas vueltas a hacer y refritos del mismo tema. La
originalidad no tiene mucha cabida en el sistema de los grandes estudios. Pero
gracias al desarrollo tecnológico y a la peculiar estructura del capitalismo
americano, los cineastas siempre encuentran formas de producir sus ideas y maneras
de obtener apoyo material, porque existen demasiadas opciones. No es el caso de
Europa y de su sistema socio-económico.
Por otra parte,
de eliminarse la excepción cultural, no solamente se perdería el individualismo
y la diversidad de la producción europea, sino que, dado el dominio que poseen
hoy en día las grandes y cada vez más escasas distribuidoras, ver buen cine
europeo sería una labor casi imposible. Esto pondría al cine como arte
prácticamente al borde del abismo y solamente quedaría el cine como
entretenimiento.
Es cierto que hay
directores que hacen arte y logran éxito comercial. Ahí está Hitchcock para
probarlo y es tan necesario un Hitchcock como un Godard, pero por cada Vértigo hay mil Mission Impossible. La repercusión que tendría la eliminación de la
excepción cultural del sector audiovisual también afectaría la producción
americana al casi eliminar la competencia artística de los verdaderos artistas
del cine americano y también afectaría significativamente a la distribución de películas de otras
cinematografías emergentes de países como Corea del Sur, Japón, Colombia y
Argentina.
Existe además un
sector del público que vería minimizadas sus opciones de asistir al cine. A
pesar de la presión que ejercen las distribuidoras sobre los exhibidores, sobre
todo los independientes, todavía quedan en algunas ciudades de los Estados
Unidos, salas en las cuales se puede ver buen cine y una audiencia más exigente
puede disfrutar de sus propuestas. Pienso en salas como el Tower en Miami, el
Esquire y el Mariemont en Cincinnati, el Angelika, el Film Forum y el Village
East en New York, el Siskel en Chicago y otros pocos, que han encontrado su
nicho de éxito financiero proveyendo cine de calidad a esos cinéfilos y que se
verían gravemente perjudicados si la medida propuesta pasa. En la economía
global la interdependencia es muy fuerte.
El cine y el
sector audiovisual no son más que dos insignificantes gotas de agua en el
océano mercantil, pero la imposición de la regulación de estos por el mercado
si puede ser un golpe mortal. Soy optimista y creo que al final, la excepción
se mantendrá, estamos hablando de negociaciones entre democracias desarrolladas
y con una sofisticada apreciación de la cultura, pero cruzarse de brazos sin
apoyar las exigencias de los cineastas europeos sería de una complicidad
imperdonable.
Roberto Madrigal
La verdad es que resulta un poco raro, poner al mismo nivel de una arroba de arroz una película o un concierto... ¡Uff!
ReplyDeleteMuakisses,
la Te
SI EL CINE UNIVERSAL SE VUELVE COMO EL AMERICANO(EXCEPTO EL INDEPENDIENTE)EL CINE DEJARA DE SER EL SEPTIMO ARTE Y SE CONVERTIRA EN OTRA MAXIMA BASURA MADE IN USA
ReplyDeleteCiertamente, con solo pensar en J.S. Bach, la religión queda exenta...Ese hombre de Eisenach es quizás lo más religioso que haya existido en arte.
ReplyDeleteAutor
ReplyDeleteParece que tiene un troll o un provocador en el blog, el anonimo de las 2.23 que no sabe escribir con minusculas y a que a lo mejor tiene la suerte de vivir aqui y no poder ver las buenas y malas peliculas de aqui.