La reciente eliminación del equipo cubano de béisbol en
el Clásico Mundial a manos de los tulipanes holandeses, no ha hecho más que
añadir evidencia a lo que desde que los peloteros profesionales comenzaron a
participar en los eventos beisboleros internacionales se ha hecho obvio: el
imparable declive de ese deporte en Cuba. El equipo nacional cubano, que por
décadas campeó por sus respetos cuando enfrentaban a colegiales y a jugadores
aficionados, convirtiéndose en el coloso de los eventos internacionales, hoy en
día es un equipo más (o un equipo menos).
Las razones más obvias se conocen bien. Más de cincuenta
años de aislamiento del béisbol más competitivo, la continua miseria económica
que hace que ni siquiera los estadios más importantes reciban el mantenimiento
adecuado y las crecientes defecciones de algunos de sus mejores atletas, para
no continuar lloviendo sobre mojado, han afectado la calidad de juego. No es
culpa de los atletas ni falta de talento, pero cuando en cualquier campo se
limita el desarrollo profesional, la merma cualitativa es su consecuencia.
A esto se suman factores externos, como la creciente globalización
del deporte, a la cual los jugadores de la isla tienen poco que aportar, ya que
como único pueden hacerlo es exilándose. Hoy en día hay peloteros cubanos en
las ligas españolas, italianas, brasileñas y de muchas otras naciones en las
cuales este deporte era, hasta hace bien poco, un evento marginal. La ya
mencionada participación de los jugadores de las grandes ligas y de las ligas
menores americanas, en las cuales a su vez, cada día participan más atletas de
todas partes del mundo y la eliminación del béisbol de los juegos olímpicos.
Las nuevas generaciones tampoco se inclinan al béisbol,
que es un juego lento y apacible, que nunca se sabe cuándo termina porque tiene
su propia medida del tiempo. Lo sostiene la tradición que tiene en Cuba y el
hecho de que todavía es, al menos en Cuba, el deporte con más equipos y cuyos
jugadores tienen más longevidad, factores que inciden en la decisión de un joven
de hacer una carrera deportiva. Pero no hay más que ver la creciente afición
por el fútbol profesional, en un país donde no hay un jugador ni un equipo que
valga la pena en ese deporte. Los jóvenes cubanos se han convertido en fanáticos
de equipos profesionales como el Barcelona y el Real Madrid, a quienes solo
pueden ver en televisión y de quienes se encuentran a más de siete mil
kilómetros.
Pero si los cambios siguen como van con la economía
cubana y como ya se ha anunciado en la arena cultural, en la cual se va a
considerar la rentabilidad de los proyectos, los fanáticos de la isla van a
enfrentar permutaciones drásticas. Es prácticamente imposible mantener presupuesto
realista para tener una serie nacional con dieciocho equipos con el objetivo de
continuar alimentando el provinciano orgullo provincial. Si el béisbol se ha
mantenido hasta ahora por encima de consideraciones económicas es porque es el
deporte favorito de Fidel Castro, el Fanático-en-jefe. Pero a Raúl Castro no le
interesa mucho el béisbol. Se impondrá una profunda restructuración que no será
del agrado de muchos.
Otros cambios que se avecinarían sería la necesidad de
volver a una estructura similar a la que existía antes de la llegada de Castro.
Unas ligas aficionadas patrocinadas por empresas, sindicatos o agrupaciones
profesionales y una liga invernal profesional que sirviera de finca de recría
para los equipos de las grandes ligas, en la cual los equipos serían
franquicias de estos y jugarían no solamente peloteros cubanos, sino todos
aquellos que necesitan afinar sus habilidades durante los meses de invierno,
como ocurre en República Dominicana, Venezuela y otros países del área. Por
supuesto, el corolario de esto sería permitir a los peloteros cubanos viajar
libremente a los Estados Unidos para jugar en los equipos de las ligas mayores.
Pero esto no puede suceder por el momento ni en un futuro inmediato. El embargo
no permite que los cazadores de talento puedan ir a Cuba a contratar legalmente
a nadie, ni que se le puedan pagar salarios a residentes de la isla, ni los
equipos de las mayores pueden establecer franquicias allá. Eso solamente vendrá
cuando se produzcan cambios realmente drásticos en la política cubana. Por el
momento, las defecciones continuarán como única opción para el desarrollo
profesional de los peloteros de la isla.
Roberto Madrigal
Es curioso que el celo que tuvo el gobierno en Cuba para que no se transmitiera el beisbol de Grandes Ligas ha terminado enajenando al público más joven de ese deporte al tener más acceso al mejor fútbol y decantándose por este.
ReplyDeleteTienes mucha razon. Los jovenes quieren ver algo que no sea de alla y el futbol se los proporciona porque como dices, el gobierno no deja que nadie vea el beisbol de las mayores.
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