Hace algunos años que acostumbro a detenerme antes los estantes de la librería para echarle un vistazo al número mas reciente de Cigar Aficionado. Nunca he fumado, pero la ojeo y la hojeo porque me he dado cuenta de que parece funcionar, en parte, como una agencia de publicidad del gobierno cubano (supongo que independiente). Uno puede enterarse de qué celebridades andan fumando tabacos por la isla y haciendo de payasos (que no tontos) útiles. Ocasionales compañeros de humo del castrismo que luego de unas buenas fumadas, un baño de tercer mundo y algunas otras cosas mas que prefiero imaginar y no señalar, regresan a sus cómodos nidos consumistas. A veces sueltan alguno que otro dato de interés y si se lee entre líneas se pueden ver los intereses ocultos del gobierno en cuanto a la proyección internacional de su imagen. Después de la repasada, la devuelvo a los estantes.
Fundada en 1992, la publicación siempre ha declarado abiertamente su oposición al embargo. Su argumento principal, por supuesto, es la dificultad que le presenta al entusiasta fumador estadounidense de comprar y consumir los habanos. No se puede esperar que una revista cuyo mayor objetivo es la publicidad y de paso el turismo, sea crítica de ningún tema que toca, mas allá de la calidad del producto al cual se dedica, pero en su número de diciembre de 2011, sus editores se han extremado y han dedicado el número casi completo, con amplio despliegue fotográfico, a La Habana (y un poco a Pinar del Río). Esta vez la compré por primera vez.
El editor ejecutivo Gordon Mott y el Senior Editor David Savona han compilado una bastante exhaustiva lista de hoteles, restaurantes, tabaquerías, tiendas y fincas tabaqueras, cafés y clubes nocturnos que conforman una interesante guía turística de La Habana.
Los mitos y los estereotipos son difíciles de eliminar. El editorial comienza con una arenga contra el bloqueo el cual, no faltaba mas, impide ver de cerca la belleza del pueblo cubano, víctima de la cruel política imperial. Lo que molesta no es lo que defiende, sino el tono militante en que lo hace. Después vienen los artículos, supuestamente fruto de dos visitas recientes de los editores, en los cuales se hace hincapié en los cambios que el raulismo está trayendo a la isla y sus repercusiones en la industria turística. Recalcan que es una oportunidad que no se puede desaprovechar e instan a sus lectores a visitar la isla cuanto antes.
Pero Mott y Savona no son tan tontos como pudieran parecer. Cuando uno empieza a leer con un poco mas de detenimiento se da cuenta de que no todo anda tan bien. Si bien destacan la Habana Vieja de Eusebio Leal y analizan varios hoteles, restaurantes y paladares con gran entusiasmo, alertan a sus lectores de que los hoteles de”la categoría cubana de cinco estrellas no se ajusta a la idea de un hotel de cinco estrellas que tienen los extranjeros”, para luego pasar la mano y expresar que “en los últimos años el gobierno cubano ha estado trantando de alcanzar un mayor nivel de excelencia”, pero es obvio que aun no lo tienen. Luego insisten en que al viajar a La Habana “el viajero experimentado debe bajar sus expectativas”. Traducción: paga por servicios que no vas a recibir. En la sección de los restaurantes, tras alabar la nueva iniciativa del gobierno de permitir “una variedad de negocios privados, incluyendo a los restaurantes, que ahora pueden contratar y despedir empleados y expandirse” repiten que el viajero debe bajar sus expectativas, que la comida es simple hasta en los mejores restaurantes y que las listas de vinos son “pedestres y predecibles”. A juzgar por los anuncios, esta publicación se dirige a lectores de gusto sofisticado y de bolsillos amplios, el tipo de capitalista que Lenin describía como capaz, con tal de lucrar, de producir y vender la soga para su propio ahorcamiento. Pasarle gato por liebre es dificil y entre menciones a cuartos de hotel de hasta 450 dólares la noche y botellas de vino de hasta 1600 CUC, les hacen saber que la mayoría de las cosas no son asi. Mott y Savona quieren mantener satisfechos a sus suscriptores.
En la sección de clubes y cabarés, expresan que “cuando usted vea un lujoso BMW rodando por las calles de La Habana, con frecuencia pertenece a uno de los mejores músicos del país, un lujo del que no dispone el trabajador de a pie, pero que es un símbolo de cuán alto los valora el gobierno” (las negritas son mías, lo alevoso de la declaración ni requiere comentarios). De Tropicana insisten que aunque hay que pagar 100 CUC por entrada y comida por persona, es un “verdadero espectáculo de música y baile que es como subir a la torre Eiffel o al último piso del Empire State, es algo que todo el que visita a La Habana debe hacer al menos una vez”.
Luego se adentran en su especialidad, los tabacos. Como ya dije, nunca he fumado, por lo cual no tengo nada que decir respecto a sus análisis de los distintos productos, pero lo que sí es obvio es que tratan de presentar a la industria tabacalera y sus “hacendados” como Hirochi Robaina, como una empresa independiente en la cual la mano del gobierno no se ve.
Desconozco las prebendas que le puedan haber ofrecido a Mott y a Savona por este panfleto publicitario, pero esta desmesurada danza de celebración del raulismo no pudo haber sido hecha gratuitamente.
Cigar Aficionado, diciembre de 2011. “The Insider’s Guide: Havana ”. Artículos de Gordon Mott y David Savona. Fotografías de Angus McRitchie y José Goitía.
Roberto Madrigal
Ya vi esa revista cuando estuve en París, es un verdadero descaro.
ReplyDelete