Cuatro personajes en busca de una orgía sexual es la excusa que desata el argumento de Afinidades, largometraje con el cual hacen su debut como co-directores los actores Jorge Perugorría y Vladimir Cruz. Aunque todo no es tan simple como parece, el desarrollo de la trama es mas simplista de lo que pretende.
Néstor (Perugorría) y “su mujer” Cristina (interpretada por la actriz española Cuca Escribano), llegan a Guamá junto con Bruno (Cruz) y “su mujer”Magda (protagonizada por Gabriela Griffith en su debut cinematográfico), a pasar un fin de semana, que luego nos enteramos ha sido financiado por la española, ya que la película da a entender que Guamá es para uso exclusivo de turistas extranjeros. Néstor es el jefe de Bruno y trabajan en “una empresa que va a formar parte de una corporación extranjera”. El puesto de Bruno está en peligro y el objetivo en este viaje es complacer los deseos libidinosos de su jefe para conservar su trabajo cuando se haga la fusión de las empresas y poder asi no sólo conservar su puesto, sino disfrutar de los privilegios que en Cuba implica trabajar con extranjeros, entre los cuales está el devengar al menos parte del salario en dólares o euros y la posibilidad de “viajar al extranjero”. Al parecer, la única que desconoce la meta del viaje es Magda, quien es a su vez el principal oscuro objeto del deseo.
Cristina y Néstor se nos presentan como un par de perversos polimorfos y ésta rápidamente se lleva a Bruno a la cama. Aunque Bruno y Magda se enseñan como la pareja “ética” en este supuesto descenso a la degradación, él parece gozar sin mucho tormento de los favores sexuales de Cristina. Magda en cambio, es un cordero reticente y expresa su molestia e incomodidad con la manipulación de la que ha sido objeto. El resto de la película uno se la pasa viendo el torpe desarrollo de esta relación que culmina con la aceptación de Magda de sacrificar su inocencia por salvar el trabajo y el pellejo de Bruno, para al final ser la intérprete principal de una bacanal en la cual se involucran todos los personajes y ella es poseida por los otros tres personajes. A este “siniestro” climax se llega tras soportar diálogos y bocadillos rimbombantes matizados con reflexiones filosóficas dignas de un alcohólico de bodega, entre los cuales se perora sobre la libertad que “está sobrevalorada”, se hacen juegos de palabras ambiguos con “Cuba Libre” y se medita sobre el amor y la corrupción de los sentimientos. Bruno y Magda representan la inocencia nacional, los herederos de la utopía que ahora deben enfrentar a la colonizadora española, que asalta los genitales indígenas gracias a su superioridad económica y en contubernio con el nativo vendido y vicioso, el cínico que sólo cree en los valores materiales y en el sálvese quien pueda. El único bocadillo ingenioso lo susurra malamente Magda, cuando ha sido curada de una borrachera por Cristina, que primero usa el viejo remedio de ponerle hielo en la vagina y luego la inicia en una relación lésbica en la cual Magda se convierte en una participante cada vez más agresiva y suelta, cuando Cristina le dice que “las pingas están sobrevaloradas” y ella responde: “Como la libertad”.
Perugorría y Cruz extienden aquí la relación de Diego y David iniciada en Fresa y Chocolate (no por gusto el filme está dedicado “a Titón y Tabío”). Diego nuevamente posee a David al no sólo poseer a su “mujer”, destrozando asi su hombría cubana, sino en una secuencia en la cual Néstor-Diego penetra analmente a Magda y ésta simultáneamente da placer oral a Bruno-David, mientras ellos cruzan una mirada de entendimiento. Curiosamente, en las distintas interrelaciones del pastel sexual, ambos hombre besan a ambas mujeres y éstas se besan entre si, pero nunca los hombres se tocan directamente. Hay que respetar, al menos a nivel explícito, el machismo cotidiano: “Lesbianismo sí, mariconería no”.
El problema es que las relaciones de los personajes no fluyen, el argumento se desarrolla pobremente, los directores neófitos parecen reproducir escenas de cuanta película han visto, entre ellas un momento almodovariano, remedando a cuando en Hable con ella, la trama se interumpe para escuchar a Caetano Veloso, que aquí se traduce en Omara Portuondo interpretando Demasiado, de Silvio Rodriguez (canción bastante floja que he leido fue escrita en el 2003 tras la Primavera Negra y que está llena de ambigüedades que pueden leerse como vagas protestas, que a la larga pueden justificarse diciendo que donde dije Diego...) y que tratan de alguna manera de vincular a la trama, lo cual hace el momento aun mas torpe. Para acentuar la “depravación” imperante aparece un camarero que cada vez que habla lo hace con un artificial tono de complicidad y que es además la imagen de la identidad nacional vendida, al disfrazarse de bucanero en su necesidad servil de complacer los estereotipos mentales que los “extranjeros” tienen de nosotros. La Ciénaga de Zapata como trasfondo deviene en la metáfora de la venganza del imperialismo. Molesta también el tono maniqueo de la narración que presenta algo tan viejo como el swinging como un espectáculo de decadencia burguesa y que además salpica la trama con pedestres referencias freudianas. Los personajes a su vez, están incompletos o pobremente desarrollados. Se supone que Bruno es un “fisico teórico” y nos lo presentan siempre haciendo referencias obsesivas a términos cientificos, pero éstos no son más que viejos clichés de tecnologismos “pop”, al estilo de los que Carl Sagan puso en marcha en los años 70 (de nuevo el cine cubano a la zaga), con citas tan profundas como: ¿Sabes que en una gota de agua hay más moléculas que en todas las galaxias juntas?”. Néstor por su parte, carece de matices, es un hombre ahogado en su cinismo.
El guión se basa en la novela Música de cámara, del muy laureado escritor Reinaldo Montero, quien cuenta con premios de la critica nacional, la Casa de las Américas y el Juan Rulfo, entre muchos otros, por su narrativa, su poesía y sus obras de teatro. No conozco la novela y de Montero sólo poseo La visita de la Infanta, novela de la cual no he podido pasar de la página 20, en realidad no porque sea un mal libro ni esté mal escrito, sino porque no ha captado mi interés, asi que no sé si echarle la culpa de este desastre argumental a Montero o a Cruz. La fotografía de Luis Najmías Jr. (La edad de la peseta, Tres veces dos), que aquí debuta como director de fotografía, es poco inspirada y la música compuesta por Silvio Rodríguez es una caricatura cursi de Bacharach. Las actuaciones de Perugorría y Cruz son muy malas, todo siempre dicho con el mismo tono de voz y sin expresión corporal; a Gabriela Griffith se le perdona que en su primera aparición ha tenido la mala suerte de ser dirigida por dos principiantes. Cuca Escribano resulta, por comparación, una Meryl Streep, aunque para dar vida a su personaje confunde hiperactividad con vitalidad y pujos con chistes. Su personaje parece un payaso obsceno.
En resumen, un tratamiento timorato y blanquinegro, de un tema trillado y de una realidad a la cual se le teme, que pudo ser atrevido, pero se limita a ser la protesta de los secuaces.
Afinidades (Cuba-España 2010). Dirección: Jorge Perugorría y Vladimir Cruz; Guión: Vladimir Cruz, basado en la novela Música de cámara, de Reinaldo Montero. Fotografía: Luis Najmías Jr; Dirección de arte: Derubín Jácome; Vestuario: Diana Fernández; Musica: Silvio Rodríguez. Intérpretes: Vladimir Cruz, Jorge Perugorría, Gabriela Griffith y Cuca Escribano. Disponible en DVD a través de Kimbara Cinemateca Cubana.
Roberto Madrigal
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