Quizá hipnotizados por el retumbar de sus propias palabras, casi todos los dictadores, sobre todo los de corte totalitario, han incursionado, con mas penas que glorias, en el campo literario. No se puede olvidar que la arenga política ante multitudes hechizadas, amontonadas en plazas de espacios interminables, es su arma favorita en tiempos de agitación.
En un número reciente de Foreign Policy (8 de abril, 2011), la editora asistente de dicha publicación, Suzanne Merkelson, pasa revista a algunos ejemplos curiosos de las aventuras literarias de varios sátrapas.
Moammar Gadaffi, conocido autor de El libro verde, escribió un libro para niños titulado Escape al infierno, uno de cuyos cuentos se titula El suicidio del astronauta y trata sobre un astronauta que tras pasar un largo tiempo en el espacio regresa a la tierra y al sentirse incapaz de ajustarse a la normalidad de la vida, se suicida. Los críticos describen su prosa como “una incoherente corriente de la consciencia”. Robert Humphreys debe estar revolviéndose en su tumba.
Saddam Hussein fue también un novelista de gran venta y fue traducido incluso al japonés. Su primera novela, Zabiba y el Rey, publicada en el año 2000, acontece en Irak, en el mismo periodo histórico de Las mil y una noches. Trata sobre una hermosa mujer que se enamora locamente de un rey llamado Arab y ella le enseña acerca del Islam y de cómo dirigir su país. He aquí un pasaje de dicha obra que ilustra la calidad estilística de Hussein: “Hasta un animal respeta los deseos de un hombre si quiere copular con él. ¿Acaso la osa no trata de complacer al pastor cuando lo arrastra hacia las montañas, como sucede en el norte de Irak? Lo arrastra a su guarida para que él, obedeciendo su deseo, copule con ella.” La prensa iraquí alabó en su momento la obra y el Teatro Nacional de Irak montó un musical basado en ella, que fue considerada la mayor producción musical hecha en el país. Por suerte para nosotros, Sasha Baron Cohen (Borat), compró los derechos y actuará, en el rol del rey Arab, en la producción hollywoodense The Dictator, que supuestamente se estrenará en mayo de este año. La sinopsis de producción dice que trata sobre “la heroica historia de un dictador que arriesgó su vida para asegurar que la democracia nunca entraría al país que oprimió con tanto amor”. Debe añadirse que Hussein daba los toques finales a una novela la noche antes de la invasion americana .
El prolifico dictador norcoreano Kim Jong Il dice haber escrito ¡1500 libros! Como reconocido cinéfilo, tiene varios tratados sobre cine. En uno de ellos La dirección en el cine describe la conexión entre la idea Zuche y la dirección cinematográfica en los siguientes terminos:”El factor básico en la dirección cinematográfica es trabajar bien con los técnicos, los artistas y el personal de producción que están directamente implicados en la filmación. Este es el requisito esencial inspirado en la idea Zuche del sistema de dirección…el director se convierte en el comandante del grupo creativo y echa adelante el trabajo…dando precedencia el trabajo politico…”.
El Comandante en Jefe, que no está incluido en el artículo que he citado, se ha limitado mayormente al estilo socrático y no ha sido hasta recientemente, con sus “reflexiones” que ha tomado la pluma para dirigirse al pueblo. Sin embargo, aunque no ha escrito textos directamente, ha tenido quien lo cite y disfruta de los exergos de su oratoria, que luego surgen como lemas categóricos en afiches y murales. Algunos ejemplos de sus frases inmortales: “Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”, o: “No puede concebirse a Cuba sin sus puertos y sus mares” que adornaba la entrada al MInisterio de Marina Mercante y Puertos en los años 70. En el libro Biografía a dos voces, escrito por Ignacio Ramonet, Castro se ufana de haber descrito a Martí como “Una catarata de ideas en un arroyo de palabras”.
En la Autobiografía de Federico Sánchez, Jorge Semprún hace la mejor crítica que he leido sobre el discurso castrista, cuando al observarlo y escucharlo en el Primer Congreso del PCC anota: “…comenzó su discurso y a los diez minutos ya estabas hasta la coronilla de tanta castellana retórica; y es que Fidel Castro, en un país de campesinos y razas mezcladas, hablaba la lengua del Imperio, la lengua de la burguesía colonial española:…se te antojaba que era la retórica del poder populista, que no podia, ni tal vez pretendiera, suscitar comprensión cabal, sino tan solo adhesion fervorosa y admiración de los de abajo…”. Su escritura reciente no se aleja de este modelo, así en su “Reflexión” del 21 de marzo de 2011, comienza: “Mientras los reactores siniestrados despiden humo radioactivo en Japón, y aviones de monstruosa estampa y submarinos nucleares lanzan mortíferas cargas teledirigidas sobre Libia…”. O una semana antes el 14 de marzo, escribe: “Si la velocidad de la luz no existiera; si la estrella más próxima a nuestro sol no estuviera a cuatro años luz de la Tierra, único planeta habitado de nuestro sistema; si los OVNIs existieran de verdad; los imaginarios vistantes al planeta seguirían viaje sin comprender las cosas de nuestra sufrida humanidad”. Hay muchos otros ejemplos, pero mi capacidad de masoquismo es limitada y me resisto a seguir hurgando o a seguir citando.
No se puede decir que sean mejores gobernantes que literatos, porque ni eso, son solo mejores opresores. Para gobernar en su estilo no se requiere la honestidad intelectual necesaria para hacer buena literatura, para no hablar del talento artístico. Concluyo en coincidencia con Padilla, que bien dice en La canción del juglar: “General, yo no puedo destruir sus flotas ni sus tanques/ ni sé que tiempo durará esta Guerra;/ pero cada noche alguna de sus órdenes muere sin ser cumplida/ y queda invicta alguna de mis canciones”.
Roberto Madrigal
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