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Thursday, November 7, 2013

Del filósofo al fetiche



Con perspicacia profética, aunque probablemente no estaba consciente de ello entonces, el propio Marx comenzó su panfleto El manifiesto comunista, lapidando el futuro de la utopía que iba a desarrollar en las páginas siguientes al escribir: “Un fantasma se cierne sobre Europa…es el fantasma del comunismo”. En su más reciente texto, El comunista manifiesto, con la ventaja de mirar desde 160 años más tarde, el ensayista cubano Iván de la Nuez no pierde la oportunidad de comenzar parodiando el título al invertir su estructura gramatical, sino que ya desde la primera página se apresura a aclarar que: “…únicamente después del derribo del Muro de Berlín es cuando el comunismo se convierte en un fantasma que recorre Europa; el espectro de un mundo muerto que insiste, con ardides muy dispares, en tirar de los pies a los que le han sobrevivido”.
Marx comienza a compartir con Jesucristo, no solamente el hecho de ser dos de los cuatro judíos que han modelado el pensamiento occidental moderno (siendo los otros dos Freud y Einstein junto con el anglicano Darwin), sino el hecho de comenzar a padecer un via crucis y una suerte de resurrección. Ambos crearon una visión del devenir que derivó en instituciones que ocuparon un poder absoluto por largo tiempo y cuyos discípulos libraron cruentas guerras y fueron responsables de grandes genocidios. Ambos fueron revolucionarios fallidos que posteriormente han sido objetos de veneración fanática y vilipendio cruel. Han reaparecido como objetos de consumo en estampitas, artículos de vestir, lemas proselitistas y espectáculos comerciales. Del calvario marxista se ocupa de la Nuez en su obra.
En la primera de las tres partes del libro, titulada “El fantasma”, el autor se centra en la reaparición del marxismo y el comunismo, una vez despojados del poder total (excepto, por supuesto, en países como Cuba, Corea del Norte, Viet Nam y China), como “un comunismo de baja intensidad que no dispone…de un baluarte estatal en el que fijar su modelo y su meta”. Los fundadores de futuro han acabado como un pasado innombrable. Pero es obvio que nada viste mejor a un tratado ideológico que pasar a la oposición, así puede esconder sus defectos, o lo que se le achaca como defectos. De la Nuez apunta que los “actuales usos comunistas parecen devolver la incómoda palabra a su semántica primigenia…crear comunidad”, al decir de Blanchot. Incluso los neocomunistas como Zizek, a quien cita de la Nuez, repiten en público: “No somos comunistas”. En este regreso se inscribe el Eastern, concepto con el cual el ensayista explica el regreso del fantasma como estética, asentándose en esta época en el que “los países excomunistas pasan a convertirse en un paisaje –entre pintoresco y terrible- cada vez más familiar para la cultura de Occidente. Así los artistas del antiguo bloque del este son reconocidos por los museos del oeste, se redescubren escritores como Grossman y hasta se retira de su embalsamamiento a la figura de Marta Kubisova. Surgen grupos como los amantes de los Trabant y el blog Muñequitos rusos.
El Eastern no es la Ostalgia, la cual de la Nuez no teme definir como “nostalgia por el comunismo”. También apunta a la reaparición del panfleto, que yo añadiría que se puede observar como prolifera en la academia y en la crítica de cine, así como en obras que se ufanan de su contenido mientras transitan por caminos estéticos demasiado recorridos. Ese exceso de contenidismo que abunda hoy hasta en la cultura popular.
En “La sombra”, la segunda parte del libro, el autor se ocupa de la conversión de Marx y el comunismo, en fetiche. Aquí abundan los ejemplos específicos de apropiaciones estéticas, algo más ligado al espíritu comunal del comunismo, y de la Nuez repasa textos y obras de Groys, Limónov, Kundera, Joan Fontcuberta y muchos otros. Impresiona la agilidad con que el autor maneja las innumerables referencias intertextuales esquivando el aspecto plúmbeo que asoma en casi todas las obras que se llenan de citas eruditas para ocultar la opinión propia del autor. De la Nuez no teme lanzar opiniones sin necesidad de fundamentación detallada. Expone y tienta.
Hace muchos años, a fines de la década del setenta, mi gran amigo, el tempranamente difunto Everardo Llanes, unos años mayor que yo, a una edad en que la diferencia cuenta, y con toda una rica experiencia vital (que él llamaba la ‘proteína histórica’, por haber vivido más años que yo bajo el régimen anterior a Castro) muy superior a la mia, no cesaba de repetirme un poco monsergoso: “El capitalismo es inderrotable, porque es capaz de absorber a su enemigo y convertirlo en mercancía y en fetiche” y me llenaba de ejemplos de las revueltas del 68. Yo entonces vivía en el país más remoto del mundo, Cuba, y no me daba cuenta bien de ello. No fue hasta un tiempo después, a mediados de los ochenta y con Everardo ya muerto por mano propia (debido a las humillaciones que le hicieron sufrir en Cuba), que vi con asombro un anuncio a todo color y a toda página, en la revista Vanity Fair, de relojes de mi odiada marca Poljot. La inservible producción relojera soviética había sido convertida en kitsch utilizable, fetiche para consumo de las élites gliteratti. Este es un aspecto que no escapa a la observación aguda de El comunista manifiesto. La revolución proletaria al servicio del oropel.
En la última parte, “El cuerpo”, de la Nuez se remonta a la encarnación del marxismo. Expone que fue en Stalin donde la teoría se hizo práctica viva y con ello se convirtió en la fundamentación de una maquinaria de matar, pero como Stalin y sus seguidores (y sin sonrojos el autor incluye a Castro, a Mao y a Kim Il Sung) iban matando canallas con su cañón de futuro, la izquierda occidental se lo justificó. Ahora, minimizada su presencia en el poder, con las guerras religiosas como centro de las trifulcas internacionales, la nueva izquierda puede reaparecer agazapada en las aulas universitarias y en el trasfondo de las protestas de los indignados. El autor también aborda otras teorías como las del “fin de la historia” y las tesis de Robert Kaplan.
Iván de la Nuez es un provocador con un extraordinario dominio del lenguaje. Su prosa mezcla lírica con narrativa y es capaz de manejar citas y referencias con un desenfado inusual en los ensayistas de hoy. No es meramente un hilvanador de frases felices, que lo es, sino un escritor y un ensayista en el mejor espíritu de Montaigne. Expone sus reflexiones sin espetar conclusiones determinantes, dejando espacio abierto para la discusión. No es necesario estar de acuerdo con lo que dice para disfrutar y apreciar su estilo y la amenidad con la que expresa ideas profundas. Puede hacer la transición de Borges a Aurora Jácome sin que su párrafo pestañee. Hace que todas sus citas, calamburs y juegos de palabras se revistan de una profundidad que se entiende cuando se meditan sin provocar el bostezo. Va de la referencia y la intertextualidad informada, a la anécdota ilustrativa, sin transiciones pedantes. Este es además uno de sus libros más confesionales. Al final de la primera parte aventura posibles interpretaciones a su texto e innecesariamente se defiende por anticipado. Expresa su creencia en que la caída del Muro abra la oportunidad de una alternativa. Que el mundo no se vea obligado a optar por una u otra opción y que el criticar a una no implique defender la otra, que la política es muy importante para dejarla en manos de los políticos. Esa es la utopía por la que apuesta.
Resulta muy interesante su capacidad de incorporar el tema cubano en el discurso global. Aunque los toca de paso, me parece que hubiera sido necesario en este libro ahondar en la influencia de los movimientos de finales de los sesenta en los sucesos de hoy, el papel de la contracultura en el discurso de los disidentes y en establecer una comparación entre la mercantilización del comunismo y lo imposible que ha resultado hacer lo mismo con el nazismo, horrores comparables. No obstante queda claro el branding de Carlos Marx, que reaparece, quizá refunfuñando desde el más allá, en tarjetas de crédito, marcas de blue-jeans, obras de teatro, películas, libros y accesorios de moda. No sé si es la historia, su dios definitivo, que toma venganza y se burla de él. A su presencia actual le podría servir como epitafio la letra de una canción de Jay-Z, en la cual refiriéndose a sí mismo dice, mostrando el valor de una coma: “I’m not a businessman/ I am a business, man!”.

El comunista manifiesto. Iván de la Nuez. Galaxia Gutemberg. Círculo de Lectores. Barcelona 2013. 174 páginas. A la venta en Amazon y Barnes and Noble, asi como en muchos otros sitios de la red.


Roberto Madrigal

4 comments:

  1. Pura metatranca. La de De la Nuez, quiero decir.

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  2. I prefer when you go to the movies.
    Love
    a friend

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  3. ¡Cómo siempre, una alegría leerte! Tengo que buscar ese libro de Iván de la Nuez. Pero no me imagino el anuncio de un horrible Poljot en Vanity Fair, ¡arrfff! El Jay Z ¿no fue quien dijo que él era Che con bling? Blang…

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