Al cumplirse los cincuenta años del asesinato de Kennedy,
se han reciclado muchos artículos interesantes, se ha vuelto a despertar el
interés por la participación de Cuba en el suceso, se han desclasificado
algunos nuevos documentos y se han regurgitado las teorías sobre las más
disímiles conspiraciones. Pero de todos los personajes que se han vuelto a
mencionar, la figura más enigmática es la de Lisa Howard, quien a pesar de
mencionarse en diversos análisis y trabajos, de forma bien conspicua, parece
siempre pasar desapercibida y nadie parece querer hurgar en los misterios que
desaparecen en su estela.
Dorothy Jean Guggenheim nació el 24 de abril de 1930 en
Cambridge, un pueblo que hoy en día cuenta con doce mil habitantes y mucho
lumpenproletariado rural, situado en medio de las colinas que se alzan en la
parte del centro-este del estado de Ohio, apenas a una hora de la frontera con
la pequeña ciudad de Wheeling, en Virginia del Oeste. La ciudad grande que más
cerca le queda es Columbus, a unas setenta millas, que a pesar de ser la
capital del estado, como área metropolitana es insignificante. En medio de la
belleza de su paisaje, la ciudad se hunde (no se puede decir que se alza) en su
asolado y nunca próspero pasado industrial. Al cumplir dieciocho años, Dorothy
terminó la segunda enseñanza y se fue de su pueblo. Reapareció en Los Angeles
con el nombre de Lisa Howard. Resulta curioso que en su sitio de internet, Cambridge
presenta al final una lista de sus ciudadanos más destacados, entre los cuales
sobresale el senador y astronauta John Glenn (el chiste que se cuenta es que
estaba tan desesperado por irse de Cambridge que se hizo astronauta), junto a
una serie de mediocridades, mayormente atletas de segunda fila, no aparece
referida Lisa Howard.
Tras actuar brevemente en el teatro, conoció y se casó
con Felix Feist, un director del montón, debutando como actriz secundaria en
dos de sus películas, en una de ellas (Guilty
of Treason, 1950), haciendo el papel de una militar soviética. De ahí salto
a trabajar en los novelones de televisión, principalmente en As the World Turns. La revista People le dio el título de “La Primera
Dama del pecado”. Con su carrera estancada, se mudó a Nueva York, donde
participó en un par de obras de Off-Broadway. De ahí pasó a trabajar como
reportera en la radio y como por arte de magia se convirtió en la primera
persona en entrevistar a Nikita Jruschov durante la visita de este a las
Naciones Unidas en 1960. Dicen que lo logró entrando en la misión soviética
disfrazada de koljosiana y que se unió a la fila de la delegación y tomó a
Jruschov de la mano, le pidió una entrevista, y este entre sorprendido y
admirado, se la concedió. De una forma similar, cuentan, consiguió una primicia
con John Kennedy, cuando este era aún candidato a la presidencia.
Se casó con Walter Lowendahl, un productor de cine, y
luego, dada su reciente reputación, ABC la contrató y le dio un pequeño espacio
en los noticieros del mediodía, en donde entrevistó a Adlai Stevenson, al
doctor Benjamin Spock y a varios cosmonautas soviéticos, a quienes acorraló con
su camarógrafo durante una vista al planetario Haydn. Inmediatamente fue
promovida y se convirtió en la primera mujer en ser presentadora de noticias en
la televisión americana. Antes de Barbara Walters y Diane Sawyer, existió,
aunque hoy poco se habla de ella, Lisa Howard. También, antes de Barbara
Walters y Diane Sawyer, Lisa fue la primera en entrevistar a Fidel Castro. Es
aquí donde me pregunto dónde empieza la política, dónde la intriga y dónde el
periodismo objetivo.
Para conseguir su entrevista con Castro se valió de sus contactos
con diversos embajadores asentados en La Habana, entre ellos el soviético y
según dicen las historias, quien finalmente le consiguió la entrevista fue el
embajador de Ghana. Tras su entrevista con Castro, pasó mensajes de
apaciguamiento de este al presidente Kennedy, antes de que el periodista
francés Jean Daniel cumpliera una misión similar. Fue la encargada de poner en
contacto al entonces embajador en Guinea, William Attwood, con el delegado
cubano a la ONU, Carlos Lechuga, para que mantuvieran reuniones secretas
respecto a la posible normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados
Unidos. Para estos propósitos Howard también contó con la ayuda del comandante René
Vallejo como intermediario.
En marzo de 1964 consiguió una entrevista con el Che
Guevara, que puede verse en You Tube. Es
una entrevista en la que el tono es de confrontación y si a alguien le queda
alguna duda de la clase de sanguijuela política que era Guevara, debe
escucharla con atención. En ella, este dice que “siempre supe que Fidel no era
comunista, pero era un buen candidato para convertirse en uno”. Añade que el “bloqueo
ha sacado a relucir lo mejor de los cubanos” y repite la tesis, entonces
popular y hoy anatemizada, de que fueron los americanos los que impulsaron a
Cuba a hacerse comunista.
Howard participó activamente en el Lexington Democratic
Club, una organización aún en existencia que se dedica a influir en la
postulación de candidatos demócratas en la ciudad de Nueva York. Como parte de estas actividades, mientras era
la reportera destacada de ABC, participó en reuniones secretas con Aldous
Huxley y Timothy Leary para avanzar la investigación sobre el ácido lisérgico
con vistas a su legalización.
Era entonces un período político dominado por el
partisanismo y el divisionismo. Estaban los republicanos de Goldwater, como
ahora los republicanos del Tea Party, y el resto de los republicanos, y por el
otro lado los demócratas de Kennedy, como hoy los demócratas de Clinton, y el
resto de los demócratas. No puede olvidarse que Kennedy derrotó a Nixon en unas
elecciones tan reñidas y disputadas como en las que casi un cuarto de siglo más
tarde Bush derrotó a Gore.
Howard y su grupo se pusieron de parte de Johnson y se
enfrentaron a Robert Kennedy, a quien consideraban un traidor, un autoritario y
un oportunista y junto a un grupo del cual también formaban parte Gore Vidal y
Paul Newman, apoyaron al candidato republicano para el senado de Nueva York.
Aquí al parecer ABC “se enteró” convenientemente de la politización de Howard y
la despidieron en 1965.
Tras perder un embarazo, conocer del asesinato de una
amiga que participaba con ella en las reuniones sobre el ácido lisérgico, y con
su carrera en quiebra, el 4 de julio de 1965, a los 35 años, Lisa Howard murió
de una sobredosis de barbitúricos tras falsificar una receta. Felix Feist moría
de cáncer tres meses después.
Quizá lo más interesante de la historia de Howard, a
quien todavía rodea una aureola de misterio, es el papel de las maniobras
políticas en las decisiones editoriales de las grandes cadenas de información.
Eso es muy pertinente hoy en día, cuando los noticieros ya no imparten
noticias, sino opiniones, en un momento en el cual es fácil escoger a quien escuchar,
la Fox si se es de derechas, y MSNBC si se es de izquierdas. Si uno está
indeciso, CNN, con su vaivén inseguro, le puede servir de guía. Es importante mantenerse
alerta en cuanto a la información que filtran estas opiniones parcializadas y
que pueden afectar la decisión de muchos ciudadanos en un proceso electoral.
Por otra parte, la breve vida de Dorothy Guggenheim, que
sin ningún tipo de credenciales conocidas ni de estudios superiores salió de un
pueblo de campo olvidado de Dios para llegar a la cima del periodismo americano
y encontrarse en el medio de las intrigas políticas más importantes de su
época, no solamente es fascinante de por sí, sino por esa especie de vago
ninguneo que sigue sufriendo.
Roberto Madrigal
Las noticias estuvieron siempre parcializadas, aun antes de Fox y MSNBC. La diferencia es que se disfrazaban de "información pura" y todas favorecían a la izquierda. Ahora la opinión y la información aparecen claramente separadas, y la opinión conservadora tiene un vehículo televisivo de difusión.
ReplyDelete