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Sunday, June 10, 2012

Adiós al Doctor Fantasma



Nunca escuché su nombre mientras viví en Cuba. Perdonen la ignorancia pero quizá se deba en parte a que se fue en 1968 y por lo tanto fue proscrito por la oficialidad, convirtiéndose en un innombrable fantasma literario. Por otra parte, los de mi generación a quienes me asociaba en mis años formativos no éramos afines al origenismo. Nuestras influencias y referentes mas inmediatos eran la literatura norteamericana, los escritores del boom, la poesía conversacional y,  de Cuba, principalmente Padilla y Cabrera Infante. La otra gran influencia era el cine, que sumaba a la palabra el efecto inmediato de la imagen.

Bien lejos estábamos de un grupo literario tan de cenáculo y tan involucrado con el catolicismo. Lezama y Eliseo Diego eran la excepción. El resto de los origenistas se nos antojaban y todavía a mi se me antojan, como escritores menores, poetas de una sola cuerda.

No fue hasta finales de 1980 que tomé consciencia de la existencia de Lorenzo García Vega, cuando Manuel Ballagas me llevó a conocer a Carlos M. Luis, que estrenaba una galería de arte en Coral Gables y que recién llegaba de New York.

En 1984 cuando editaba la revista literaria Término, me llegó un texto muy original, un escrito a dos manos realizado por Miñuca Villaverde y Lorenzo García Vega que apareció en el número 7 de la publicación. Ya para entonces conocía mucho más de la obra de García Vega.

Claro que también debía su relativa oscuridad a la forma en la cual arremetió contra los mitos de su propia generación. Ajustó cuentas con lápiz de plomo firme y dio pluma por pistola en abundancia. De él me hablaron elogiosamente y de manera incansable, mis amigos Carlos Victoria y Nicolás Lara. A instancias de ellos terminé adquiriendo Los años de Orígenes y El oficio de perder, libros que aun ojeo y hojeo con frecuencia, pero que nunca he leído en orden secuencial, aunque los he leído completos. Su prosa de frases e ideas inconclusas me fatiga, no acepto la justificación que se hace a partir de sus problemas psiquiátricos, ya que Hemingway, Scott Fitzgerald y Cabrera Infante sufrieron de dolencias similares. Pero siempre me han atraído su sinceridad iconoclasta y su inclemente ángulo provocador. No hay duda de que fue un escritor único.

Pero en los años ochenta, antes de internet y del despegue del periodismo en español en los Estados Unidos, era difícil obtener información sobre él. Muchas veces le pregunté a mi amigo, el ya fallecido escritor Rogelio Llopis, contemporáneo de García Vega, quien vivió por muchos años en Cincinnati y que sentía un desprecio olímpico por los origenistas, que me contara algo acerca de él y lo único que obtenía como respuesta era un “Coño, chico…” y una carcajada sarcástica, sazonada con la sorna que conceden unos cuantos tragos de scotch.

En 1984, durante una visita a casa de mi amigo Jorge Posada, en Elizabeth, New Jersey, apareció Heberto Padilla acompañado de Vicente Echerri. Comenzamos a beber vodka y no sé cómo salió el tema de Garcia Vega, pero se le dieron vueltas al asunto. Unos cuantos tragos después, mientras Echerri iba al baño, Padilla se inclinó hacia nosotros y vodka en mano y con guiño cómplice nos dijo:

-¿Quieren que les cuente cómo se inició García Vega en la literatura?

Asentimos.

-Pues él era boticario- continuó Padilla a media voz-. Lezama lo visitaba en la botica y para enamorarlo le recitaba poemas. Un día se le quedaron unos manuscritos en el mostrador y Lorenzo los leyó y cuando terminó se dijo: “Esta mierda la puedo escribir yo”, y se metió a poeta.

Padilla soltó una risita y en eso llegó Echerri.



Roberto Madrigal

2 comments:

  1. ¡Esas son las anécdotas que me encantan, jajajá! Qué pena no haber sabido más de la obra de García Vega. Yo sólo oí de él muy recientemente, por unos cuentos que publicaron en DDC. Me gustaria saber más.

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  2. Efectivamente, Roberto, en los 60 los de Origenes nos parecian gente cultisima y por tanto como ajena,pero la vida ,la real y la literaria sobrerreal, nos mueve, de modo que en los infelices 70 Lezama llego a cobrar dimensiones sobrenaturales y Lo Cubano de Cintio llego a parecerme texto sagrado,cimiento donde levantar una ciudad de letras,donde el recien difunto vendria a ser como un familiar muy ilustre,a quien nunca nos han presentado, pero con quien sin falta nos encontrariamos algun dia muy senalado.Para mi,nunca llego,aunque ya lo coloco entre las visitas imprescindibles de inmortalidad,junto al palido y risueno Julian.


    fabio Hurtado

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