Un camionero, del cual sabemos y sabremos muy poco, comienza el día sin despedirse de una mujer triste que puede ser su novia, su esposa o una fugaz acompañante. Durante su recorrido toma un camino equivocado y a partir de ahi se tropieza con una realidad cotidiana a la cual se asoma con el ojo del asombro. Tras escapar de un punto de control en el cual los guardias se aprovechan de todos a quienes detienen para obtener dinero o favores sexuales, Georgi (Victor Nemets) se adentra en una Ucrania profunda que le es desconocida. Se encuentra con campesinos harapientos de una rapacidad desmedida y decide pasar la noche en medio de un terreno yermo de cuya oscuridad aparecen ladronzuelos ordinarios que con un golpe de roca lo dejan inconsciente para luego darse cuenta que lo único que transporta es harina, lo cual les resulta inservible. Una campesina ya madura lo rescata y lo lleva a su casa, donde permanece en estado catatónico por varios días (¿o semanas?). Por las noches, ella combate su soledad violando al inerte Georgi. La mujer vende la depauperada casa y por esos campos queda en su marasmo Georgi, quien cae en manos de diferentes personajes que han aparecido y reaparecido durante la trama. Finalmente, su viaje regresa al punto inicial mientras acompaña a un camionero que lo recoge y en el punto de control, al observar una escena de abuso criminal, toma un arma y dispara contra todos los presentes, victimas y victimarios. Es su primera reacción para luego adentrarse en la oscuridad de la carretera hasta confudirse con la negrura de la noche, caminando hacia el vacío.
Esta es la historia central de My Joy (2010), que engloba otra historias de carácter alegórico y que suceden durante la Segunda Guerra Mundial. Son historias breves, sin mucha conexión con la trama central del filme y que hacen su entrada sin aviso narrativo. En una de las mejores, un maestro rural de características tosltoianas, quien vive solo con su hijo, monserga, mientras les da de comer a un par de soldados rojos, sobre su esperanza de que los alemanes, con su elevada cultura, finalmente se ocupen de arreglar los problemas de la Unión Soviética. Un poco más tarde los soldados, que han pasado la noche en casa del maestro, lo asesinan mientras duerme, para robarle y regresar al frente.
Con su primer largometraje de ficción, Serguei Loznitsa (Belarús, 1964) quiere llevar al espectador por lo más espeluznante del paisaje diario de la ex-Unión Soviética actual. Los personajes causan horror por lo comunes y ordinarios que son. Son aquellos con quienes parece que uno se puede atravesar a cada paso en la Ucrania rural de hoy. Con los argumentos marginales que intercala pretende dar a su trama una dimensión no sólo mas universal, sino que también marca este presente como un destino heredado del cual es imposible salir. Los personajes no luchan por cambiar su entorno, simplemente tratan de subsistir y esa es su única regla ética. Nadie está a salvo.
Loznitsa vive en Alemania desde 2001. En su estilo hay muchos elementos del cine de Sokurov, sobre todo de la relativamente reciente Alexandra (Rusia 2007). La película es muy interesante y hecha sin concesiones comerciales, aunque al principio molesta un poco la excesiva ingenuidad del personaje central, lo cual hace obvio que está siendo manipulado con un propósito inexorable. Su larga experiencia como documentalista se expresa en las diferentes imágenes en la feria de un pueblo, en el tranque en una carretera y en las tomas panorámicas, siendo uno de los elementos que le da fuerza dramática a la película. Lo que se nos presenta es un paisaje desolado y desolador cuyos personajes están atrapados en una indolencia desmoralizada y que veinte años después de la caida del ancien régime han sido incapaces de borrar definitivamente su pátina y echar a andar con zapatos nuevos. Para Loznitsa, el dilema ruso que planteaba Tolstoi en el “baile de Natasha” entre la inclinación europeizante y el alma asiática, se ha resuelto en favor de la segunda, pero representando sólo su aspecto bárbaro y no su vitalidad emocional.
My Joy. Co-producción germano-ucraniana-holandesa, 2010. Director y guionista: Serguei Loznitsa. Con: Victor Nemets, Vlad Ivanov, Vladimir Golovin, Maria Vargami y Olha Shuvalova.
La película no ha encontrado distribución en Estados Unidos y dado su limitado atractivo comercial, es poco probable que la encuentre. Aquellos que posean un reproductor de discos digitales sin límites de región, pueden obtener el DVD a través de E-Bay y otros sitios de la red.
PD. Pensaba hacer una reseña sobre Habanastation (Cuba 2011), la película de Ian Padrón que recién se estrenó en Miami y hace ahora el circuito festivalero, pero me pareció tan mala que no creo que valga la pena. Esta manida película telenovelesca, ha sido presentada como “disidente” porque presenta disparidad social en Cuba. No veo nada nuevo ahi, películas como Los dioses rotos, Perfecto amor equivocado y Aunque estés lejos, entre otras, han mostrado esos elementos de manera clara. De hecho, en esta almibarada cinta repleta de personajes agradables, los representantes del poder son todos figuras positivas que resuelven favorablemente y hasta con amor, situaciones difíciles para otros personajes. La peliculita se puede resumir en pocas palabras: es una sainetización de El Príncipe y el mendigo, narrada al estilo de Pelota de trapo, sólo que aquí al mendigo no le toca ir a palacio, no queda ni rastro de Mark Twain y Armando Bo no está en el elenco.
Roberto Madrigal
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