Una de las pocas diferencias filosóficas entre los partidos políticos americanos es que mientras los republicanos están poseidos de una visión supremacista del mundo, en la cual la cultura occidental es superior a todas las demás y por tanto los valores de la libre empresa, la democracia y el capitalismo multinacional son exportables y contagiosos, los demócratas están inoculados con el virus del relativismo cultural, dentro del cual cada cultura (y el término se usa con holgura) tiene derecho a su propio espacio en una sociedad y a la vez cada sociedad debe escoger por si misma el camino político que más le asiente.
Ambas posturas pueden dar lugar al paternalismo político y al racismo institucionalizado, La postura republicana es más fácil de enfrentar, porque en ella escapan los matices. Su aparente simplismo es su mayor virtud y a la vez su mayor defecto. La demócrata es más compleja y su red de expansión puede a veces resultar escabrosa. A veces, para dirigir con éxito un imperio hace falta una visión unidimensional, basada en un pequeño grupo de convicciones muy homogéneas, que capitalice con la ingenuidad de las masas.
El ex-presidente Bush lanzó a los Estados Unidos a una guerra muy costosa con la excusa de encontrar unas armas de exterminio masivo que nunca aparecieron. Después se ofrecieron muchas otras explicaciones, entre ellas, una que pasó inadvertida, en la cual pronosticaba que con el implantamiento de la democracia en Irak, cundiría el pánico entre los dictadores del mundo árabe y que a la larga los pueblos de la región se darían cuenta de que la democracia era ya para ellos una posibilidad tangible, creando un imparable efecto de dominó.
A la luz de las rebeliones populares contra las autocracias tunecina, yemení, egipcia y ahora la argelina, podría uno preguntarse si la agenda conservadora tuvo algún impacto al respecto. Si ha habido un trabajo de inteligencia concertado tras bambalinas que viene muy de atrás, dada la aparente confusión inicial mostrada por el gobierno de Obama. Es sólo una especulación que me parece interesante apuntar.
Claro que todavía está por ver cómo será el resultado final de este fenómeno y qué tipos de autocracias afectará. Mi conocimiento del Medio Oriente y del Magreb es mínimo y no me atrevo a hacer el análisis más superficial al respecto. Por otra parte me parece que a los círculos de poder de La Habana las barbas que les podría preocupar ver arder serían las de su homólogo el-Khadafi.
Roberto Madrigal
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