Es hora de tomar en serio a Trump. Ya Ted Cruz se dio
cuenta y hace unos tres días se convocaron juntos en una manifestación en
contra del acuerdo con Irán. Leyendo entre líneas, esto parece una movida de
Cruz, que va bien a la zaga de Trump pero que puede que ahora herede gran parte
de los votos de Rick Perry, para comenzar a negociar un posible boleto electoral
que lleve a Trump como presidente y a Cruz como vicepresidente. Tiene mucho
sentido. Cruz es todo lo que le falta a Trump. Hispano, cristiano
fundamentalista y favorito del Tea Party. Exactamente los grupos reacios a abrazar
al Donald.
Trump es el Kim Kardashian de la política. Se mueve en el
vacío. Pero eso no se puede desestimar. Toca temas de importancia y con su
habilidades performáticas los lleva a niveles a los cuales los otros candidatos
no se atreven. Es un maestro de las medias verdades. Propone soluciones entre
frases lapidarias y exabruptos, pero no ofrece detalles.
Es cierto que su discurso se refiere solamente a los
inmigrantes ilegales, pero a partir de ahí hace generalizaciones falsas (como
que todos son unos delincuentes) y lleva el tema a extremos que solo satisfacen
los instintos más racistas de una parte del electorado, los cuales han estado
ebullendo en silencio por ocho años, soportando la presencia de un presidente
negro con un nombre árabe. Insulta a sus oponentes atacando sus atributos
físicos y de paso cuestiona el establishment de lo políticamente correcto. Es
certero, casi todo el mundo está harto de la corrección forzada, que lleva a
los políticos a expresarse en términos vagos y en aburridos clichés.
Trump no es un político tradicional y no le debe nada a
nadie. Hasta ahora se ha financiado su campaña. Eso le permite comportarse como
un adolescente antisocial. Se dice y se desdice. Por una parte tiene el coraje
de decir que aumentará los impuestos a los más ricos y a los hedge funds, siendo
él mismo el primer afectado, pero luego resulta incapaz de explicar cómo va a
lograr que México pague por el muro que propone o cómo va a reducir la amenaza
iraní.
Se supone que hay que creerle porque él lo dice y según
nos quiere hacer creer, es un exitoso hombre de negocios. Sin embargo, en un
reciente artículo de S.V. Dáte publicado en el National Journal (una
publicación que se beneficia de las donaciones de Bill Gates, quien no se lleva
con Trump), se detalla que en realidad, tras heredar 200 millones de dólares de
su padre, la trayectoria de Trump demuestra que ha sido un empresario mediocre.
Sus inversiones y estrategias le han causado cuatro bancarrotas corporativas y
el empleo a miles de personas. Crea casi tantos trabajos como los que destruye.
Más preocupante que sus discursos y diatribas, es la
respuesta de los electores. El odio a los inmigrantes, algo que no es nuevo en
Estados Unidos, pero que no es patrimonio de esta nación, nacida precisamente
de la inmigración, es algo que está encontrando niveles nunca antes vistos en
todo el mundo occidental y que se une además al rechazo a la política
tradicional. Puede verse tanto a la izquierda como a la derecha, en el acenso
de Pablo Iglesias y de Tsipras, en el auge (al otro lado del espectro), del
Partido del Pueblo en Dinamarca, una organización de raíces nazis y del partido
Demócratas Suecos también de fuentes nazis. En Inglaterra, el partido laborista
ha nombrado como líder a un extremista de izquierda. Hay una ola de radicalismo
político que obedece al hastío con el desempeño de los partidos establecidos y
convencionales en los últimos veinticinco años.
El votante americano está cansado de discursos huecos y
de una creciente desigualdad social. De guerras que no han resuelto nada y de
banqueros y ejecutivos que estafan a sus clientes y escapan con una pequeña amonestación.
Están también escépticos del resultado de un posible enfrentamiento entre dos
dinastías políticas (Bush y Clinton), en un país en el cual la renovación es la
palabra de orden.
Trump promete resolver todo eso, se presenta como la
única alternativa y aunque no presenta ningún plan concreto, la gente, por
simpatía, lo respaldan. Ciertamente, una minoría hasta ahora, no hay que olvidar
que el 65% de su partido está contra él, pero para resolver esas diferencias
están las alianzas políticas y ya vemos que Ted Cruz parece dispuesto a ello.
Por otra parte, la imagen pública, conformada por la
manipulación mediática, es muy importante en la decisión del votante americano.
Trump ha tenido programas televisivos de éxito, tanto como personaje que como
productor. Tiene mucha experiencia, se mueve bien entre las cámaras, se ha
casado con modelos y actrices. Es un WASP que se une con extranjeras, una checa
y una eslovena. Rompe con la preconcepciones raciales. Además, tiene sentido
del humor, y el que lo dude, que vea su reciente aparición en el Tonight Show con Jimmy Fallon. Para
mucha gente es atractivo y carismático.
Trump está aún muy lejos de la nominación y de la
presidencia, pero su presencia y su impacto no se pueden desdeñar. Más
importante todavía resulta analizar a quienes atrae y el porqué. Es peligroso.
Sería muy triste que un payaso lépero, un hombre que apela a la frustración
popular y que se ceba en los peores instintos del populacho, termine de presidente del país más poderoso
del mundo.
Roberto Madrigal
cuidado..............Trump ES el presidente desde ya
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