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Thursday, October 10, 2013

Un premio merecido, una decisión salomónica



No hay premio justo. Siempre queda afuera alguien cuyos méritos son similares, y en opinión de muchos, superiores a los de quien lo gana. Lo más que se puede decir de un premio es sobre su merecimiento o desmerecimiento. Pienso que este año el premio Nobel de literatura concedido a la narradora canadiense Alice Munro es un premio merecido y su concesión ha sido sabia.

Tras el escándalo que se armó cuando el año pasado el premio se le otorgó al novelista chino Mo Yan, la academia sueca ha optado, al menos esta vez, por alejarse de los escritores proclives al protagonismo.  Han premiado a una escritora de la cotidianidad, una mujer callada y sencilla cuyos temas se centran en los dramas existenciales de la gente común que habitan en sitios provincianos, como el condado Hurón, o en ciudades remotas como Vancouver. Una narradora pura, que domina la concisión y la síntesis, con una prosa limpia y directa, pero llena de sutilezas lingüísticas. Han decidido de paso premiar a un país remoto en el imaginario del resto del mundo, una nación silenciosamente dividida y cuya población anglófona padece de un problema de identidad y es comúnmente confundida con sus vecinos del sur. Para muchos un canadiense y un americano son indistinguibles, o un canadiense no es más que un americano que pasa frio y juega hockey.

A pesar de que Canadá ha recibido más de una docena de premios Nobel en diversas categorías, esta es la primera vez que se le concede el premio de literatura. Técnicamente es la segunda, pues Saul Bellow, quien lo ganó en 1976, nació en Montreal, pero fue concebido en San Petesburgo (sus padres llegaron a la provincia de Québec cuando su madre ya tenía siete meses de embarazo) y se mudó a los Estados Unidos a los ocho años. Además, su literatura se inserta de lleno en el panorama de la literatura americana. Munro, sin embargo, pertenece a una tradición literaria que incluye, para solamente citar a algunos, a Robertson Davies (Fifth Business), Margaret Atwood (Survival), Mordecai Richler (The Apprenticeship of Duddy Kravitz) y Lawrence Hill (The Book of Negros), así como al poeta y novelista Leonard Cohen, que es más conocido mundialmente por su música. De todos modos, ese asunto de las nacionalidades se vuelve un poco borroso en estos tiempos.

Es también la primera vez que la academia sueca premia a ese imprescindible pero marginado género que es el cuento (aunque a mi juicio lo mejor de la obra de Hemingway son sus cuentos y sus novelas cortas), porque Alice Munro es primeramente una cuentista que tiene algunas obras que pudieran considerarse novelas cortas por su enlace temático. Con esto, rinden un homenaje tardío e implícito a dos grandes cuentistas que nunca fueron premiados (aunque sí nominados) como Antón Chéjov y Sherwood Anderson, a quienes el estilo y la temática de Munro se asemeja mucho (a pesar de que en sus entrevistas cita como influencias a Eudora Welty y a Katherine Anne Porter).

El Nobel es un premio conservador. Inicialmente se le otorgaba exclusivamente a escritores “idealistas” según la definición que dejó en su legado Alfred Nobel, por lo cual Tolstoi (que era un hombre idealista pero no un escritor idealista), Chéjov y Joyce quedaron eliminados. Con la erosión del tiempo y el devenir histórico, el premio se ha abierto a otras tendencias. Tiene una larga historia de injusticias o de premios inmerecidos y la lista de autores merecedores del mismo que han sido relegados, es tan o más larga que las de los ganadores. Por su conservadurismo, es casi imposible que se decidan algún día a concedérselo a escritores que considero merecedores del mismo como Bob Dylan y Victor Erofeiev. Este mismo año se puede discutir hasta la saciedad si no se lo merecían más autores como Milan Kundera, Phillip Roth, Joyce Carol Oates y Cees Noteboom, cuyos nombres se barajan con frecuencia (por suerte evitaron, al menos por ahora,  dárselo a Haruki Murakami, ese oprobio de la literatura global que es del gusto de muchos), pero Alice Munro se lo merece tanto como los anteriormente mencionados.

Nacida en Wingham, provincia de Ontario, en 1931, tras publicar su primer cuento en 1950, abandonó sus estudios de literatura inglesa en la universidad de Western Ontario, al año siguiente, para casarse y dedicarse a ser ama de casa. En 1963 se mudó a Victoria, en la costa del Pacífico, donde junto a su esposo abrió la librería Munro Books, que aún funciona en otras manos. En 1968 publicó su primera colección de cuentos, Dance of the Happy Shades, con la cual recibió el premio del Gobernador. Se divorció de James Munro en 1972 y escribió cuentos para Radio Canadá. Cuatro años más tarde se casó con Gerald Fremlin, geógrafo de profesión, y se mudó para una granja en Clinton, Ontario, de cuyos alrededores se ha nutrido gran parte de su obra.  Ha acumulado prestigiosos premios a lo largo de los años, entre ellos el británico WH Smith por su obra Open Secrets en 1995, el PEN/Malamud por su excelencia en la cuentistica en 1997, el National Book Critics Circle por su colección de cuentos The Love of a Good Woman en 1998, el O. Henry por su consistente obra cuentistica en sus publicaciones estadounidenses en 2008 y  el Man Booker Internacional que concede el Reino Unido en 2009. Sus obras comenzaron a publicarse en castellano en 1982, siendo la más reciente Demasiada felicidad, publicada en 2009 por la editorial Lumen.

Su obra ha sido también llevada al cine y la televisión, siendo la más destacada Away from Her (2006), ganadora de varios premios y que le valió, en 2008, nominaciones al Oscar por mejor actuación estelar femenina a Julie Christie  y a su directora Sarah Polley por el mejor guión adaptado. La película, un excelente drama sobre una mujer que sufre un prematuro Alzheimer, se basó en su cuento The Bear Came Over the Mountain.

Alice Munro es una narradora extraordinaria, cuya temática se desarrolla en sitios provincianos y muy específicos, pero que enfrenta los terrores del ser humano ante la cotidianidad, la muerte, la pérdida y la realización de los sueños, que la hace una obra de trascendencia universal.

Roberto Madrigal

4 comments:

  1. Un canadiense es un estadounidense sin delirio de grandeza, o "gringo light", como un empresario canadiense se describió una vez para mí. Dicho esto, creo que la palabra clave de tu texto es "provinciano", porque es exactamente la misma que me vino a la mente hace años, cuando intenté leer un libro de relatos de la Munro. No sé si merece el Nobel de Literatura, pero sí creo que merece el del Tedio, si mi memoria de aquella lectura no me falla. Lenta, elegante, pero francamente un poco aburrida. Es cierto que Canadá es una nación en tono menor, pero eso no significa que necesariamente para autores de ese tiple. Como muestra de lo contrario, creo, está ahí Michael Ondaatje, de quien ojalá un día la Academia Sueca se acuerde. Pero lo dudo. Ya una vez se olvidaron de Jorge Luis Borges. Voy a tratar de leer otro libro de la Munro, a ver si cambio de opión.

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  2. Siempre es un placer leerlo. Felicitaciones!

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  3. Personalmente, prefiero Margaret Atwood. MUNRO es buena prosa que termina cayendo del libro como leche condensada que uno debe de arrastrar leyendo la proxima pagina.
    Reglo

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  4. Siempre pense que Munro era un personaje de Cooper, nunca pense que una cuentista fuera a ganar el Nobel, como dice el autor despues de Hemingway es dificil de categorizar al cuento merecedor de este premio. Y a los que critican el provincialismo, les dire que los provincianos mas grandes del mundo son los new yorkers.

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