A pesar de la
relevancia y frecuencia del tema carcelario en la literatura cubana, los
críticos y estudiosos le han dedicado poco espacio al asunto. Por lo general,
ha sido tratado como un tema marginal, ha quedado subsumido en otras temáticas
supuestamente más abarcadoras. Además, la han abordado especialistas como
Roberto González Echevarría, cuyos méritos académicos descansan en otros temas
y que han ofrecido visiones reduccionistas del género.
En su obra La cárcel letrada, el profesor,
guionista y novelista Rafael Saumell, se propone un conciso pero extenso análisis
de la narrativa carcelaria en Cuba, en el cual corrige percepciones erróneas, desmitifica
la concepción de algunos escritos y a la vez intenta ubicar el género
carcelario en el contexto histórico y literario que le corresponde.
Comenzando con la
Autobiografía de Juan Francisco
Manzano continuando con El presidio
político en Cuba de José Martí, pasando por Hombres sin mujer de Carlos Montenegro, siguiendo con Presidio Modelo de Pablo de la Torriente
Brau, obra que Saumell considera como modélica de la literatura carcelaria,
abordando y desbrozando la leyenda de La
historia me absolverá, para concluir con la voz coral de los escritores que
sufrieron presidio después de 1959, sin dejar de tocar la versión oficial del
presidio, Saumell ha edificado un texto en el cual se elaboran las conexiones y
las intertextualidades de esta obras.
El autor dedica
un capítulo a cada una de las obras y temas arriba mencionados. A través de su
estudio puntualiza la intención de cada autor, excepto Castro y los presos
políticos del castrismo, de presentar el universo carcelario como un reflejo de
la realidad nacional del momento en el cual escriben. En el caso de Manzano
esclavitud y cárcel, así como los males sociales del momento, se reflejan en su
obra. En Martí, “lo colonial equivale a lo carcelario”, en Montenegro, todos
los estratos sociales así como sus pugnas, están contenidos en el microcosmos
del presidio: “El ‘infierno terrestre’ es igualmente la sociedad cubana. El
país, las razas, los géneros, la sexualidad están presos y desmoralizados
dentro y fuera del penal”. En de la Torriente Brau “la cárcel es una parte
sustancial de toda actividad política, sobre todo si se la ejerce bajo un
régimen no democrático” y en su obra existe además, una beatificación del preso
común.
Todo cambia al
llegar al caso de Fidel Castro, cuyo texto La
historia me absolverá, es premeditado, utilizando la estructura de Presidio modelo, pero con el fin de
convertirse en acusador de sus acusadores, sirviendo a sus propósitos
políticos. Es un escrito informado por fuentes externas, más allá de la
experiencia personal del autor, que fue relativamente cómoda e incomparable con
la de sus antecesores, un texto repleto de citas históricas, grandilocuente y
manipulador. Saumell establece que “las palabras…no abordan el problema
esencial. Si hablan de la tierra, de la industrialización, del desempleo, de la
educación, de la salud del pueblo…es sin añadir nada nuevo que no se viniese
discutiendo en el país desde los días de la Enmienda Platt”.
En el caso de los
presos de Castro, se establece una visión de la cárcel como el único sitio en
el cual estos pueden hallar “la verdadera libertad de expresión” ya que detrás
de los barrotes “no hay nada que ocultar”. En este capítulo se repasan escritos
de Jorge Valls, Armando Valladares, Reinaldo Arenas y Fray Miguel Angel Loredo,
entre otros. Saumell establece una conexión entre Manzano y Valls, cuyas obras
testimoniales son hechas a solicitud y cuya coincidencia discursiva “subraya
una constante en la literatura cubana: la circulación de anti-discursos y de
versiones alternativas durante períodos de intensa represión”. La obra de Valls
se opone así a la prédica oficial que intenta presentar el presidio político
como el reflejo de las lacras de la sociedad anterior y que se expresa en
textos como Condenados: del presidio a la
vida de Thelvia Marín. Aquí Saumell aprovecha para corregir una tesis
expresada por Roberto González Echevarría en The Voice of the Masters, en el cual al analizar el tema de la
conversión en la literatura cubana después de 1959, se limita a analizar obras
publicadas en Cuba, concluyendo que existe una “estética favorable a los
cambios ocurridos en el país”, pero que al aproximarse al tema solamente a partir
de las obras publicadas con aprobación gubernamental se necesita “subrayar que
esa es la perspectiva del artista o escritor que asumió la prédica castrista”.
Rafael Saumell (Guantánamo,
1951), actualmente ejerce como profesor de español en Sam Houston College, en
Texas. Graduado de la Universidad de La Habana en Lengua y Literatura Francesa,
obtuvo posteriormente su doctorado en Washington University, en San Luis. A su
formación académica puede añadir su experiencia como guionista de lo que fuera
uno de los programas más populares de la televisión cubana “Aquí todo el mundo
canta” y como preso político entre 1981 y 1986, que relata en su
novela En Cuba todo el mundo canta
(Betania 2008), todo lo cual le ha permitido escribir un libro con rigor
académico, pero narrado de manera amena y con la fuerza de quien toca un tema
que lo mueve en lo personal.
La cárcel letrada. Autor: Rafael Saumell.
Editorial Betania, Madrid, 2012. 148 páginas.
Roberto Madrigal
No comments:
Post a Comment