Ana es una
actriz, como dice un personaje de la película, de “segunda barra” que trabaja
mayormente en telenovelas de mala muerte filmadas con desgano y monotonía en
los estudios maltrechos de la televisión cubana. Tiene aspiraciones artísticas
y parece causar problemas constantemente al director de los seriales. Habita en
condiciones paupérrimas en una deteriorada casa habanera con Vergara, su
pareja, que es un director de documentales de tema agrario y cuyo mayor logro
fue la realización de un corto titulado La
melancolía del hipocampo. Sueña con hacer cine de verdad pero no sale
adelante. En la casa también viven la madre, la hermana y el sobrino de Ana.
La hermana de Ana
pinta uñas para ganarse la vida y al comenzar la película se encuentra de
visita Richard, su marido, que vive en Miami. Inicialmente se le presenta como
un tipo pedante, que alardea de sus experiencias americanas ante los pobres
ignorantes cubanos. En esta casa todos los equipos electrodomésticos hace rato
que han dejado de funcionar y ante las quejas de la familia, Richard se ofrece
a poner dólares para comprar un refrigerador. Ana, quien parece haber tenido
algún tipo de relación anterior con Richard, salta indignada y para sorpresa
del resto de la familia dice que ella se encarga de eso, que le han dado un
papel en una película y le van a pagar en dólares, lo cual por supuesto, es
mentira.
Desesperada por
resolver los dólares necesarios sale a buscar a Flavia, una muchacha a quien de
pasada le oyó hablar, en casa de su peluquera, sobre un casting que unos
extranjeros estaban haciendo para una película por lo cual pagarían 500
dólares. Flavia tiene su historia
jineteril de haber ido a vivir a Alemania tras casarse con un alemán, pero este
abusaba de ella y se vio obligada a regresar a Cuba. Ana se entera de que el
proyecto es de unos alemanes o austríacos que quieren filmar un documental
sobre una jinetera de verdad. Con la ayuda de Dania, se prepara a desarrollar
su personaje de Ginette y aquí comienza una suerte de comedia de enredos en los
cuales la ficción comienza a adentrarse en la realidad, Ana se absorbe, no sin
torpezas en el personaje de Ginette y Vergara pasa de ser utilizado a
aprovechador y se mezcla en colaborar con esta realidad ficticia que termina
creando problemas reales a todos los personajes.
El filme está
narrado en la forma tradicional de una telenovela y no presenta ninguna novedad
formal. No explota bien la relación fantasía-realidad dentro de los personajes,
pero resulta una película amena, que ha tenido mucho éxito de público en La
Habana. El tema del jineteo es ya un huésped muy frecuente en la cinematografía
cubana, lo único novedoso aquí es crear una jinetera de fantasía para el lente
del extranjero.
Para sorpresa
mía, el argumento fluye con ligereza, excepto en un par de momentos, y los
personajes no se ven obligados a atragantarse declamando frases que parecen
escritas por sordos, lo cual es un fenómeno endémico del cine cubano. El guión
está escrito por Eduardo del Llano y Daniel Díaz Torres, quienes han colaborado
anteriormente en Alicia en el pueblo
Maravillas, Kleines Tropicana,
Hacerse el sueco y en Lisanka. A juzgar por los guiones escritos por Díaz
Torres con otros colaboradores y por sus artículos de los años setenta en la
revista Cine cubano, llenos de un
lenguaje rígido de manual de instrucción revolucionaria y en los cuales había
más comillas que palabras, me inclino a pensar que el responsable de los logros
del libreto es del Llano, quien es un escritor con buen oficio, quien además de
guiones tiene en su haber libros de narrativa y que ha escrito y dirigido
cortometrajes con buen sentido del humor como Monte Rouge.
Díaz Torres (La
Habana 1948), quien comenzó alrededor de 1975 como documentalista y como asesor
de Santiago Alvarez en los Noticieros del ICAIC, es un director de gran
experiencia y respetable artesanía. Realizó la muy controversial Alicia en el pueblo Maravillas (1991),
pero quedó llena de claves y alegorías crípticas solo para entendidos y me
parece que quedó muy corta de sus propósitos críticos, sin ser una gran obra
artística. A partir de ahí ha realizado películas que no pasan de ser
mediocres, incluyendo un documental dedicado a entrevistar al expresidente de
la Asamblea Nacional de Cuba, el nefasto Ricardo Alarcón. Esta cinta es uno de
sus mayores logros.
Pero la mayor
sorpresa que reserva La película de Ana,
es la extraordinaria actuación de Laura de la Uz, quien se mete de lleno en un
papel complejo que conlleva hacer casi tres personajes en uno, con diferentes
giros dramáticos y transiciones complicadas, todo lo cual resuelve con una naturalidad
inusitada. Está prácticamente en todos los planos de la película y es su
actuación la que define al personaje central, le da una organicidad que lo hace
interesante y merecidamente se roba la atención del espectador. Sin la
actuación de Laura de la Uz, el personaje de Ana-Ginette sería uno más o pudo
haber sido un verdadero desastre. Laura salva a todo el mundo. Analizando su
carrera en retrospectiva, a pesar de haber empezado como promesa joven
en Hello Hemingway (1990) con apenas
20 años, nunca ha recibido la oportunidad de tener un papel estelar, lo cual
después de ver esta actuación uno se pregunta las razones por las cuales se le
negó.
Como complemento
secundario, Yuliet Cruz (Pompas de jabón;
Habana Blues y Habana Eva), en el rol de Flavia, está también en gran forma
artística. Hasta ahora solamente le han permitido tocar una cuerda, pero la
toca muy bien y es una actriz que llena la pantalla con su presencia y soltura.
Tomás Cao (Habana Blues), como
Vergara, hace lo mejor con lo que tiene en sus manos. El resto del elenco
cumple su misión sin penas ni glorias.
La cinta fue
elegida como la mejor película cubana del 2012 por la Asociación Cubana de la
Prensa Cinematográfica y recibió el Premio Coral por el mejor guión en el más
reciente festival de cine de La Habana. Pero a pesar de que muchos hablan de
sus elementos críticos, que los tiene, aunque son ajustes de cuentas viejas,
hay un par de problemas con la película que apuntan a un maniqueísmo
simplificador en la peor tradición ideológica de las autoridades culturales
cubanas.
Resulta que el
hecho que dispara el desarrollo del tema es el que un cubano de Miami, un
exiliado traidor, quiera pagar por un refrigerador. Es preferible prostituirse
y recibir dinero de un alemán o un austríaco antes de permitir eso. Como si
unos dineros fueran mejores que otros o cualquier extranjero fuera mejor que un
cubano exiliado. Por otra parte, los personajes locales son una vez más, presentados
como víctimas de la historia, seres básicamente buenos tratando de hacer lo
mejor para sobrevivir. Pero esas prostitutas angelicales tienen una larga
tradición en el cine. Lo otro es la demonización del sexo. Todo se le permite a
Ana mientras no tenga relaciones sexuales. Puede vender el alma pero no la
vagina. Puede vender una ilusión pero nunca su identidad. Esto no solamente resulta simplista, puritano
y barato, sino que le resta lucidez a la película con unas pretensiones de sermón
subliminar que nunca debió tener. O es que quizá ese era el arreglo para poder
decir lo otro y que se pudiera exhibir. Eso no lo sé, pero lo que queda es el
maniqueísmo y la pequeña afrenta ideológica, en lo que hubiera sido simplemente
una divertida comedia de enredos. Por todo esto, hay que dar una vez más las
gracias a Laura de la Uz y a Yuliet Cruz.
La película de Ana (Cuba 2012). Dirección:
Daniel Díaz Torres. Guión: Eduardo
del Llano y Daniel Díaz Torres. Fotografia:
Raúl Pérez Ureta. Con: Laura de la
Uz, Yuliet Cruz, Tobias Wolfgang y Tomás Cao. Disponible en DVD a través de
Kímbara Cinemateca Cubana.
Roberto Madrigal
¡Definitivamente dan ganas de ver esa peli!
ReplyDeleteMe gustó mucho esta frase, qué cierta
"los personajes no se ven obligados a atragantarse declamando frases que parecen escritas por sordos."
Cariños desde taos,
la Te