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Sunday, May 27, 2012

Leyenda, destino y censura

Profeta, visionario, curandero, charlatán, hechicero y estafador. De eso y mucho más fue tildado el monje Grigori Rasputin, de cuya vida se sabe poco pero de cuya muerte se sabe bastante, aunque en ambos casos, predomine la leyenda y la incertidumbre. El destino de su historia ha estado en manos de estudiosos, políticos y censores.
Parece que nació en Prokóvskoye, Siberia, en 1869. Se cuenta que sus poderes de vidente los mostró desde muy temprano en su infancia, cuando fue capaz de identificar a quien robó uno de los caballos de su padre sin haber estado presente durante el hecho. A los 18 años se hizo monje y tras aparecérsele la Virgen María decidió llevar a cabo una vida de monje errante. Se cuenta que fue miembro de una secta cristiana proscrita, los Flagelantes, que combinaban en sus rituales el éxtasis religioso con el sexual. En 1904 sanó de su hemofilia al zarévich Alexei y a partir de ahi se ganó la ciega devoción de la zarina Alejandra y consecuentemente del zar Nicolás. Ejerció una gran influencia en los zares pero fue odiado por cortesanos y políticos hasta que finalmente fue asesinado por el Príncipe Felix Yusupov y el Gran Duque Dimitri Pavlovich. Los recuentos de su muerte cobran carácter fantasmagórico, el informe oficial de su autopsia desapareció durante la era de Stalin y tras ser enterrado por la zarina Alejandra, sus restos fueron descubiertos por unos proletarios de San Petesburgo, quienes los desenterraron y los hicieron cenizas, desparramándolos en un bosque cercano a Tasrkoye Selo.
Agonía, el filme soviético de Elem Klimov, se interesa en los sucesos políticos ocurridos en Rusia en 1916 y por ello, la figura de Rasputin es medular a la trama. Klimov no intenta analizar la leyenda de Rasputin, su película se centra en los hechos comprobados de ese año tratando de dar una perspectiva humanista de todos los personajes involucrados sin perder el sentido histórico del momento. Para ello mezcla pietaje documental de la época con una épica que comienza con un corte realista y que va ajando los colores de la fotografía hasta llegar a un final con elementos teatrales, circenses y surrealistas, en los cuales la realidad se combina con los sueños, las memorias y la propia exageración de la realidad. Es un filme impecablemente actuado con un argumento sólidamente planteado, que pierde un poco de fluidez hacia la mitad, pero que la recupera en un final de un dramatismo demoledor con gran economía de elementos narrativos.
Klimov comenzó a escribir Agonía en 1966 y no fue hasta 1973 que la censura aprobó su guión para ser filmado. Dos veces interrumpieron la filmación en sus inicios y no fue hasta 1975 que acabó de hacerla. Sin embargo, las autoridades soviéticas no aprobaron su exhibición y la mantuvieron incautada hasta 1984. Una copia llegó de contrabando al Occidente en 1981 y fue exhibida en Alemania y Francia con poca distribución.
Las dictaduras siempre sospechan y son muy sensibles a las críticas que se hacen de otras, ya que piensan, no sin razón, que sus claves pueden ser aplicadas a ellas. Según Klimov, su película fue censurada porque tenía “demasiado Rasputin” y “presentaba al zar Nicolás como un ser humano”. Aunque Klimov niega que la censura le obligó a hacer cortes, lo cierto es que la duración de la película ha variado en varios de los países en los cuales se ha presentado. Asi los canadienses vieron una versión de 114 minutos los mejicanos una de 158 minutos, los americanos una de 104 minutos y los rusos una de 148 minutos. La versión del DVD de Facets en el cual la vi, dura 148 minutos, asi que supongo que fue la versión rusa la que tuve a mi disposición.
El propio Klimov parece un personaje hecho para el mito. Nacido en 1933, en la ciudad que entonces se llamaba Stalingrado, pero que por 350 años se llamó Tsaritsyn y que ahora fue rebautizada como Volgogrado, hijo de comunistas devotos, su nombre, Elem,  es la contracción de las iniciales de Engels, Lenin y Marx. Se graduó de aviador, consideró hacerse periodista y finalmente se dedicó a estudiar y luego hacer cine. Se casó con la famosa cineasta Larisa Shapitko (Ascensión) y se convirtieron en una pareja envidiada en el mundo cinematográfico ruso por la belleza y el talento de ambos.
Klimov debutó con No Trespassing (1964), una sátira de la burocracia soviética disfrazada de una historia en un campamento de verano para pioneros. La abuelita del personaje central de la película tenía gran parecido físico con Jruschev y estuvo prohibida por un tiempo hasta que el propio Jruschev, tras verla en función privada, aprobó su exhibición.
Su segundo filme, Adventures of a Dentist (1965), una comedia negra sobre un dentista de gran talento que sufre la envidia de sus compañeros de gremio, quienes a la larga le arruinan su vida, fue vista como una critica velada a la instituciones burocráticas que condenan el talento individual y los censores le dieron una clasificación que solo permitió exhibirla en menos de 70 cines de todo el país. Entre 1965 y 1973 trató de filmar una versión de El maestro y Margarita, la novela de Bulgakov, pero a  pesar de contar con financiamiento de Estados Unidos, se le impidió realizarla.
Larisa Shepitko murio en un accidente de tránsito en 1979, mientras filmaba Adiós a Matiora. Klimov se encargó de completar el proyecto, que tampoco fue exhibido hasta 1983. En 1980 filmó un cortometraje de homenaje a su esposa titulado Larisa. Su último largometraje fue Come and See (1985), que narra la tragedia de un adolescente de 15 años durante la ocupación nazi en Belarús, una devastadora película que le valió reconocimiento mundial y el premio principal del Festival de Moscú.
Inmediatamente lo nombraron primer secretario del sindicato de cineastas de la U.R.S.S y bajo su mandato se logró sacar del olvido varios filmes anteriormente censurados. En 1988 renunció a su cargo debido a la cantidad de obstáculos que tuvo que enfrentar y jamás volvió a filmar. Se sintió incapaz de asimilar los nuevos cambios en Rusia y dijo haber perdido el interés en continuar su carrera artística. El hombre que según sus propias declaraciones vivió “desde temprano en el infierno”, quien sobreviviera al sitio de Stalingrado y a la censura soviética, murió en el año 2003, tras seis semanas en coma, su obra despojada del efecto artístico de la inmediatez.

Roberto Madrigal

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