¡Pobre 20 de
mayo! Siempre tan cercano al 19 de mayo de cuya sombra le costaba trabajo
salirse. Siempre tan entenebrecido por su asociación con la intervención
americana y con un primer presidente quien fuera a su vez ciudadano americano.
Después de 1959
se convirtió en una de las fechas favoritas contra las cuales el nuevo gobierno
desataba su ira como parte de su propósito de reconstruir la memoria histórica.
Se convirtió en el símbolo de la “república mediatizada”. Tras ello, fue castigada con décadas de
silencio, deslizándose poco a poco hacia el inevitable olvido, cediendo su posición
histórica al 2 de enero y al 26 de julio. En las páginas digitales de hoy en los
periódicos Granma y Juventud Rebelde no hay una sola mención a la fecha. En la
edición digital internacional de Granma hay un artículo en la cual se le trata
como el símbolo del servilismo de la burguesía criolla ante el imperialismo
yanqui. Solamente silencio y retórica vieja la rodean hoy.
No me interesa
aquí promover las virtudes o defectos nacionales que dicha fecha simboliza. El
problema es que su virtual desaparición se debe al esfuerzo sostenido de la
ideología castrista por crear una nueva memoria nacional, que no solo se limita
a fechas históricas. Es una política consistente, apoyada por todo el aparato
propagandístico por promover una imagen histórica, cultural y política que
obedezca a los dictados ideológicos del partido gobernante. Una política en la
cual no se permite la discusión seria y abierta de los asuntos nacionales, sean
los de ahora o los de hace cien años. Una política que entorpece el
entendimiento del desarrollo de nuestra identidad nacional y que no ha cambiado
en más de cincuenta años.
Cambios
cosméticos hay muchos. Han mejorado en cuanto a su selectividad respecto a los
hechos y personajes que rescatan. Lo de la UMAP y la persecución a los
homosexuales se resuelve con unas palabras de Fidel Castro en las cuales reconoce
su error, con el Cenesex y las comparsas de Mariela y ya. Si se han eliminado
algunos nombres del panteón literario y cultural, pues se deja publicar algunas
obras de autores preferentemente muertos o un libro sobre Cabrera Infante, lo
cual está muy bien, pero dónde está la continuidad o el debate sobre estos
olvidos. Se prometen muchas cosas, como “estudiar” que los artistas que viven
fuera se reintegren al quehacer artístico del país, pero como me señalara hace
unos días Nicolás Lara a propósito de la XI Bienal de La Habana, ya que
prometen tanto, por qué no invitan a Juan-Si González, o a Arturo Cuenca, o a Geandy
Pavón, o a José Bedia, por citar solo algunos quienes mas allá del contenido de
sus obras sostienen posiciones políticas
incómodas para el régimen.
En Cuba ninguno
de los gobernantes paga por sus horrores, no dan ninguna explicación, todo lo
resuelven con “fue un error”, que por supuesto se puede seguir cometiendo
porque los errados continúan sosteniendo las riendas del poder. Ante cada
posibilidad de rectificación verdadera, se repliegan. Por supuesto, no espero
otra cosa de ellos.
No sé a quiénes
va a tocar la difícil tarea de recuperar la desdibujada memoria de Cuba, les
doy mis anticipadas condolencias porque la tarea va a ser letal. Se me ocurre
que se pudiera dar un primer paso recodificando al 20 de mayo como símbolo de
ese olvido intencionado, de esa rescritura de la historia, de esa
transfiguración del rostro nacional.
Roberto Madrigal
Muy buen artículo. Y tienes razón, pobre de quien tenga que reconstruir o deconstruir la historia de Cuba. De madre...
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